
- 342 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
El hundimiento de la Monarquía Hispánica
Descripción del libro
Fernando Bellver Amaré narra la caída de la Monarquía Hispánica tal y como fue vivida por los españoles. A través de las biografías de sus principales protagonistas -Godoy, Jovellanos, Malaspina, San Martín, Bolívar, Palafox, Riego..., pero también Goya y Galdós...- y de documentos de la época, El hundimiento de la monarquía hispánica nos traslada a los momentos más importantes de los reinados de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, es decir, a la caída del Antiguo Régimen y el nacimiento de una incipiente clase social que favorecerá las revoluciones americanas y peninsulares. Escrito con precisión, este libro es una introducción a conflictos que, aún hoy, han quedado sin resolver.
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Información
Cádiz es España. Dos caminos distintos 1810-1814. La revolución y la independencia
I. ESTALLA LA REVOLUCIÓN LIBERAL
Las Cortes soberanas
El 24 de septiembre Cádiz aparece engalanado y las gentes se dirigen a la Isla de León. En las calles dos filas de soldados mantienen al público en las aceras y rinden honores a las autoridades. Ha llegado la hora del gran acontecimiento. Por fin se van a reunir las tan anunciadas y esperadas Cortes. Y no serán estamentales sino que todos los representantes formarán un solo cuerpo: el de procuradores. Gran acontecimiento porque allí marchaban los cinco miembros de la Regencia que representaban al Rey entre maceros. Las fuerzas militares en formación y con traje de gala les rendían pleitesía. Numerosos marinos daban colorido a las calles, mientras que los navíos de guerra disparaban las salvas de rigor. Detrás iba la comitiva que rodeaba al embajador inglés, el hermano deWellington, HenryWellesley rodeado por soldados ingleses con sus vistosos uniformes. Su presencia garantizaba la valiosa protección británica.
Toda la atención se dirigía a un desfile de togados y eclesiásticos entre los que había cinco obispos, militares y marinos, que precedidos por el Cardenal de Borbón se dirigían alTeatro Cómico de la Isla de León. En sus manos estaba la salvación de la Monarquía, de España y de las Indias. Eran los procuradores elegidos por la Nación: 97 eclesiásticos, 8 títulos del reino, 37 militares, 16 catedráticos, 60 abogados, 55 funcionarios, 15 propietarios, 9 marinos, 5 comerciantes, 4 escritores y 2 médicos. Por más que contásemos no llegábamos a la cifra de 308. Los que se reunieron en aquella fecha memorable sólo alcanzaban a 104. La primera cifra corresponde a la máxima asistencia. Es decir un 1/3 de eclesiásticos (5 obispos), 1/3 de nobles, 1/3 de catedráticos, abogados, funcionarios, escritores (135) y una veintena de burgueses (propietarios y comerciantes). La multitud que se agolpaba señalaba la presencia de personajes conocidos, nuestra mirada hubiera seguido con curiosidad a Muñoz Torrero, Agustín Argüelles, Pérez de Castro, Juan Nicasio Gallego, Antonio Alcalá Galiano, el conde deToreno, Francisco Martínez de la Rosa, Manuel Quintana, Antonio Capmany...
Primero todos se habían congregado en el Ayuntamiento para marchar a la Iglesia Mayor. Después de la Misa, los procuradores habían jurado ante el Consejo de Regencia fidelidad a la religión, a la Nación al Rey en el desempeño de sus cargos.
Más que una procesión ordenada se trataba de un grupo en el que casi todos ignoraban la finalidad de estas Cortes que se intuían trascendentales. Al entrar en el patio del Teatro Cómico confirmaron la idea que se estaban haciendo. Imprevisión total. Nada se había preparado. En todo caso algunos cuadernillos de papel y lo preciso para escribir. Ni vestigio de ceremonial alguno, ni siquiera el más mínimo plan para dar forma y estructura a aquel grupo de personas deseosas de trabajar para resolver los problemas planteados en España. ¡Qué contraste con la minuciosidad jovellanesca! Apatía, desidia, incompetencia ¿qué había pasado? La Regencia no quería saber nada de ese futuro al que se sentían empujados.
Por fin todos habían logrado encontrar acomodo en bancos especialmente preparados en el patio para la ocasión. En el escenario, un trono para el Obispo de Orense, Presidente del Consejo de Regencia y otros cuatro sillones para los otros cuatro miembros. Allí el Presidente de la Regencia traspasa sus poderes a las Cortes y presenta la dimisión del Consejo. No hay mayor ruptura con los usos de la Monarquía. Es un hecho inesperado, inexplicable. Quizás las presiones tan intensas a las que habían estado sometidos, junto a la avanzada edad de los regentes, puedan ofrecer alguna explicación. O tal vez creyeran que su misión acababa con la reunión de las Cortes y que eran ellas las que debían nombrar una verdadera Regencia. El caso es que, una vez inaugurada la sesión, los ya ex Regentes descienden por las escaleras del escenario. El contraste con el Decreto de 29 de enero de 1810 es evidente. En ese Decreto el Poder Ejecutivo, la Regencia formada por reformistas, jovellanistas, y partidarios del Antiguo Régimen controlaba al Poder Legislativo. Las consecuencias para España fueron cruciales. Suponían entregar todo el Poder a las Cortes, vaciar de contenido al Ejecutivo en aras del Legislativo. Los cinco grandes personajes abandonan la sala tan precipitadamente que dan la impresión de quedar liberados de una carga enojosa. Ahí queda eso...
Los numerosos invitados llenaban los palcos. No salen de su asombro. Se preguntan qué va a suceder. Se prepara una votación para elegir Presidente. El elegido fue Ramón Lázaro de Dou asistido por Evaristo Pérez de Castro como secretario. Elección vital porque de él depende el orden del día, la duración de las sesiones. Una vez elegido habla Diego Muñoz Torrero, un clérigo, procurador por Extremadura y antiguo rector de la Universidad de Salamanca. Sus palabras son nada menos que el principio de la Revolución. Un verdadero terremoto que entronca con todo un proceso planteado en el interior de la Junta Central y dirigido por Calvo de Rozas, Manuel Quintana, Rodrigo Riquelme... La pobreza y oscuridad del ambiente contrasta con la trascendencia de las palabras. Estaba cayendo un Estado a la vez que se construía otro totalmente diferente. Las palabras de Muñoz Torrero no eran fruto de la improvisación. Casi seguro que un grupo especialmente activo había pensado y planificado un fulminante asalto a posiciones que, a la vista de los acontecimientos ocurridos a partir de junio, juzgaban extremadamente débiles. La realidad había superado sus previsiones más optimistas. La plaza se les había entregado.
Ahora era urgente no dejarse arrastrar al vacío y así las palabras de Muñoz Torrero iniciaron un camino revolucionario. Planta la piedra angular del nuevo Estado Liberal. Es en las Cortes en las que reside la Soberanía de la Nación. Todo poder parte de ellas. Con esta afirmación sale otra implícita que deja mudos a todos los asistentes. El rey, nuestro señor FernandoVII queda despojado de su soberanía. Pero antes de que el asombro estalle en gritos las Cortes juran como legítimo Rey al señor D. Fernando VII de la casa de Borbón. Ha nacido un nuevo rey, rey parlamentario, que sustituye al rey soberano, al rey absoluto. Es la misma persona pero su poder es distinto. El pueblo respira con esta afirmación. Todo parece igual cuando la realidad es que todo ha cambiado.
El poder no desciende de los cielos sino que ha surgido del pueblo. El pueblo, verdadero soberano, firma un contrato por el que entrega el poder a sus representantes reunidos en las Cortes. Se trata de un nuevo contrato, aunque muchos dicen que esta doctrina es antigua y entra dentro de la tradición histórica de España que se remonta a los tiempos medievales, a aquellas Cortes que presidían los Reyes Católicos. Algunos dudan de esta interpretación pero no es el momento de aclararlo. En los términos del contrato sí que queda aclarada la finalidad del poder. Quedan establecidos sus límites que no son otros que los derechos de los ciudadanos. La finalidad del poder tiende a conseguir y garantizar la felicidad de los ciudadanos. Toda otra finalidad es espúrea e ilegítima.
Sin embargo el pueblo no puede ejercer por sí mismo el poder, sino que lo hace a través de sus verdaderos representantes. Estos representantes reunidos en Parlamento, Asamblea o Cortes, pueden afirmar que ellos son la Nación o el Pueblo. La Asamblea y el Parlamento se convierte en el origen del poder del rey. ¿Aceptará el Rey la nueva realidad? ¿Aceptará la pérdida de la Soberanía?
El Embajador inglés y Wellington, después de ser informado, expresan sus dudas ante el cariz de los acontecimientos. No les gusta el sesgo que están tomando las Cortes que se parece demasiado al de una Convención. A la de la Asamblea que apoyaba a Robespierre. Pensaban que difícilmente los españoles, demasiado acostumbrados a obedecer al Rey, iban a aceptar estas declaraciones.
El legislativo somete al Ejecutivo
El arduo trabajo continúa. Las Cortes se han convertido en el instrumento eficaz para que la minoría liberal radical haga su revolución. Los procuradores, están preparados y saben lo que tienen que decir. Lo tienen fácil. Si en la desaparecida Junta Central eran una activa minoría, vencida una y otra vez por la sabiduría política de Jovellanos y sus seguidores, ahora los políticos son ellos ¿Quiénes son ellos?
Han quedado señalados en el tercio de abogados, funcionarios, escritores y clérigos de ideas avanzadas. Este es un grupo joven del que sobresalían 14 diputados que tenían de media una edad de 37 años, pero algunos se movían entre 15 y treinta años. Al verlos se dejaban oír exclamaciones de distinto signo. Unos hablaban del poco trabajo que tendrían los barberos y otros del enorme porcentaje de jovencitas que iban a atraer. Asombraron enseguida por su oratoria y su manejo de las Leyes. La revolución sería obra de la oratoria y de las ideas brillantes pero carecería de la gran experiencia política de hombres como Melchor Gaspar de Jovellanos, que moriría al año siguiente en medio de toda suerte de inclemencias, aunque su muerte política tiene lugar en este Cádiz, en el que se reúnen unas Cortes contra las que ha luchado con todas sus fuerzas.
Ha comenzado la revolución. Lo mismo que en Francia la revolución comienza en la esfera jurídica. La sangre y los enfrentamientos vendrán después. Las Cortes Generales y Extraordinarias llenan el vacío de poder porque ellas mismas son el poder. Ya no son un Consejo asesor del Soberano. Se han convertido en un Consejo Soberano del que depende el Rey. El Rey ha dejado de ser el Soberano. Es ahora una figura totalmente dependiente de las Cortes. La Monarquía Hispánica ha desaparecido.
Las resonantes palabras llenaban el espacio del teatro pero ¿se mantendrían en el espacio de España? ¿Cómo defenderlas? La minoría liberal dominaba las Cortes pero ¿quién las apoyaría en caso de un enfrentamiento con el Ejecutivo?Tanto más cuanto dentro del ejecutivo anidaban las fuerzas defensoras delAbsolutismo. La única manera era la de controlar cada uno de...
Índice
- Introducción
- Prólogo
- El ocaso de la gloria. José de Gálvez y el ascenso de Jovellanos
- De Cádiz zarpan las naves y cruzan el Atlántico
- 1795-1808 Las borrascas revolucionarias socavan las dos bases de la Monarquía: España e Hispanoamérica
- Francia empuja a España al precipicio
- Mientras la Guerra incendia España, Jovellanos intenta convocar las Cortes. La unidad de Hispanoamérica empieza a resquebrajarse
- Cádiz es España. Dos caminos distintos 1810-1814. La revolución y la independencia
- La última esperanza: Fernando VII «el Deseado»
- 1820-1830. El sueño de Riego hunde definitivamente a la Monarquía Hispánica entre los remolinos liberales... y choca con el nacionalismo americano
- Epílogo
- Bibliografía