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«EDAD APARENTE 32 AÑOS, TALLA 1,69…»
C.I.P.C. a la Sûreté, París;
Xvzust Cracovie vimontra m ghks triv psot uv Pietr el Letón Bremen vs tyz btolem.
El comisario Maigret, de la 1.ª Brigada Móvil, levantó la cabeza y tuvo la impresión de que el zumbido de la estufa de hierro instalada en medio de su despacho y unida al techo mediante un grueso tubo negro se iba debilitando. Dejó a un lado el telegrama, se alzó pesadamente, reguló la llave y echó tres paletadas de carbón en el hogar.
Tras lo cual, de pie, dando la espalda al fuego, cargó la pipa y se dio unos tirones del cuello de la camisa que, aunque muy bajo, le molestaba.
Se miró el reloj, que señalaba las cuatro. Su americana colgaba de un gancho detrás de la puerta.
Se dirigió lentamente hacia su mesa, releyó el telegrama y tradujo a media voz:
Comisión Internacional de Policía Criminal a Sûreté Générale, París:
«POLICÍA CRACOVIA SEÑALA PASO Y PARTIDA PARA BREMEN DE PIETR EL LETÓN».
La Comisión Internacional de Policía Criminal (C.I.P.C.) tiene su sede en Viena y dirige la lucha contra el crimen organizado europeo, encargándose más concretamente de la conexión entre las diversas policías nacionales.
Maigret acercó un segundo telegrama, redactado también en polcod, lenguaje secreto internacional utilizado en las relaciones entre todas las centrales de policía del mundo.
Tradujo mientras leía:
Polizei-praesidium de Bremen a Sûreté de París:
«PIETR EL LETÓN DETECTADO EN DIRECCIÓN A ÁMSTERDAM Y BRUSELAS».
Un tercer telegrama, procedente de la Nederlandsche Centrale in Zake Internationale Misdadigers, el cuartel general de la policía holandesa, anunciaba:
PIETR EL LETÓN EMBARCADO A LAS 11 HORAS MAÑANA COMPARTIMENTO G. 263 COCHE 5, EN EL ÉTOILE DU NORD, DESTINO PARÍS.
El último telegrama en polcod procedía de Bruselas y decía:
VERIFICADO PASO PIETR EL LETÓN POR BRUSELAS 2 HORAS ÉTOILE DU NORD COMPARTIMENTO INDICADO POR ÁMSTERDAM.
En la pared, detrás del escritorio, se desplegaba un inmenso mapa, ante el cual se plantó Maigret, imponente y macizo, con las manos en los bolsillos y la pipa en la comisura de la boca.
Su mirada se desplazó desde el punto que representaba Cracovia hasta el otro que indicaba el puerto de Bremen, y de ahí a Ámsterdam y a Bruselas.
Miró de nuevo la hora. Las cuatro y veinte. El Étoile du Nord debía de viajar a ciento diez kilómetros por hora entre Saint-Quentin y Compiègne.
No para en la frontera. Ni diminuye la velocidad.
En el coche 5, compartimento G. 263, Pietr el Letón se hallaba sin duda ocupado en leer o en contemplar cómo desfilaba el paisaje.
Maigret se dirigió hacia una puerta que daba acceso a un armario empotrado, se lavó las manos en un aguamanil de esmalte, se pasó un peine por entre el pelo espeso, de un castaño oscuro, en el que apenas se distinguía alguna que otra cana en torno a las sienes, luego se ajustó más o menos una corbata que nunca había conseguido anudar correctamente.
Era noviembre. Caía la noche. Por la ventana percibió un brazo del Sena, la place Saint-Michel, un lavadero flotante, todo en medio de una sombra azulada que iban constelando las luces de los faroles de gas.
Abrió un cajón y recorrió con la mirada un telegrama de la Oficina Internacional de Identificación de Copenhague:
SÛRETÉ, PARÍS.
PIETR EL LETÓN 32 169 01512 0224 0255 02732 03116 03233 03243 03325 03415 03522 04115 04144 04147 05221… ETC.
Esta vez se tomó la molestia de traducir en voz alta e incluso repetir varias veces, como un colegial que recita una lección:
—Datos signaléticos de Pietr el Letón: edad aparente 32 años, talla 1,69, dorso de nariz rectilíneo, base horizontal, prominencia máxima, tabique sin particularidad aparente, oreja reborde original, lóbulo grande y dimensiones pequeñas, antitrago prominente, límite pliegue inferior convexo, estructura formal rectilínea, particularidad surcos separados, ortognato superior, cara larga, bicóncava, cejas poco pobladas rubio claro, labio inferior prominente, grueso, colgante, cuello largo, conjuntiva amarillenta, iris verdoso medio, cabello rubio claro.
Era el retrato hablado de Pietr el Letón, tan elocuente como una fotografía para el comisario Maigret. En él estaban trazados ante todo los rasgos esenciales: un hombre pequeño, delgado, joven, de pelo muy claro, cejas rubias y poco pobladas, ojos verdosos y cuello largo.
Maigret conocía además los menores detalles de la oreja, cosa que le permitía identificar con seguridad a Pietr el Letón en medio de una multitud, incluso maquillado.
Descolgó la americana, se la puso, se echó encima un pesado abrigo negro y se cubrió la cabeza con un bombín.
Una última mirada a la estufa, que parecía a punto de estallar.
Al fondo de un largo pasillo, en el rellano que hacía las veces de antesala, una recomendación a Jean:
—No te olvides de mi fuego, ¿eh?
En la escalera, le sorprendió el viento que se colaba y tuvo que buscar el amparo de un rincón para encender su pipa.
A pesar de la monumental vidriera, un viento huracanado barría los andenes de la Gare du Nord. Varios cristales se habían desprendido de la marquesina para estamparse entre las vías. El sistema eléctrico funcionaba mal. La gente hundía el cuello en sus prendas de abrigo.
Delante de una ventanilla, unos viajeros leían un aviso poco tranquilizador: «Tempestad sobre la Mancha».
Y una mujer, cuyo hijo partía para Folkstone, mostraba un rostro descompuesto y los ojos enrojecidos. Hasta el último momento estuvo haciéndole recomendaciones. Y él, incómodo, tuvo que prometerle que no permanecería un instante en la cubierta del barco.
Maigret estaba de pie cerca del andén 11, en el que la multitud esperaba el Étoile du Nord. Todos los grandes hoteles, además de la Agencia Cook, tenían un representante.
Él no se movía del sitio. Otros, en cambio, se impacientaban. Una joven arropada en un visón, pero con medias de seda invisible, iba y venía taconeando.
Él permanecía allí, enorme, con sus hombros impresionantes que proyectaban una gran sombra. Le zarandeaban y no oscilaba, era como darle a un muro.
La luz amarillenta del tren asomó a lo lejos. Luego ya todo fue estrépito, gritos de los mozos de equipajes, y el laborioso caminar de los viajeros hacia la salida.
Desfilaron doscientos antes de que la mirada de Maigret captara entre el gentío a un hombrecito con un abrigo de viaje verde a grandes cuadros, cuyo corte y color eran de estilo claramente nórdico.
El...