CAPÍTULO 1
INTERPRETACIONES DE LA GLOBALIZACIÓN
Luego de más de dos décadas de vigencia de la denominada globalización en países de la órbita anglosajona, mundialización en países latinos como Francia y España, todavía el término, su significado y alcance, se siguen prestando a interpretaciones de diferente tipo.
Cuando a finales de los años noventa había transcurrido una primera década del actual proceso globalizador, para el alemán Ulrich Beck todavía subsistían dudas sobre el término, al cual consideraba “la palabra peor empleada, menos definida, probablemente la menos comprendida, la más nebulosa y políticamente la más eficaz de los últimos, y sin duda también de los próximos años” (Beck, 1998, p. 40).
Más recientemente, el profesor y consultor del Departamento de Estado de Estados Unidos, Manfred Steger, consideraba que “los eruditos no solo opinan de diferentes maneras en cuanto a definiciones propias de globalización, ellos también discrepan sobre su escala, causación, cronología, impacto, trayectorias y políticas de resultados” (2009, p. 11).
Las interpretaciones de la globalización por parte de la academia son muy variadas y dispersas como lo sostienen los británicos David Held y Anthony McGrew, autores dedicados al estudio de estos procesos:
No ha existido ninguna interpretación concreta de la globalización que haya alcanzado la condición de ortodoxia en los círculos académicos. Al contrario, hay teorías contrapuestas que pugnan por la supremacía. Tampoco las tradiciones políticas existentes del conservadurismo, el liberalismo y el socialismo ofrecen interpretaciones coherentes de la era de la globalización, ni adecuadas respuestas a ella. [...] En verdad, la misma idea de la globalización parece trastocar los paradigmas y las ortodoxias políticas establecidas, creando nuevos alineamientos políticos (Held y McGrew, 2003, p. 14).
Analizar o interpretar la globalización no es entonces una labor fácil, lo establece Bob Jessop al afirmar: “la globalización es un resultado complejo y caótico de series de procesos de escalas múltiples, plazos temporales múltiples y centros neurálgicos también múltiples que operan en contextos estructurales concretos” (2000, p. 95).
Como tampoco es fácil construir una teoría de la globalización, como lo sostiene el investigador Néstor García Canclini: “Si no contamos con una teoría no es solo por deficiencias en el estado actual del conocimiento sino también porque lo fragmentario es un rasgo estructural de los procesos globalizadores” (1999, p. 49). Y porque además de fragmentario, no tiene permanencia y continuidad en el tiempo, como lo plantea Hugo Fazio: “La globalización no es un proceso lineal, sino que está sacudido por momentos de intensificación y otros de desaceleración de las tendencias globalizadoras” (2002, p. 42).
Y en otra de sus obras, Fazio insiste en que las manifestaciones de la globalización no se encuentran sincronizadas y no se manifiestan de idéntica forma, y que “Solo en determinadas circunstancias, como ocurrió tras la caída del muro de Berlín, se produjo una sincronización de las tendencias globalizadoras a escala planetaria, situación que sin duda explica por qué en los años noventa se alimentó el imaginario de que en la actualidad se abría a una época completamente nueva” (2003, p. 57).
Lo que sí es claro es que no se trata de un proceso nuevo. Según autores como Fernand Braudel, Aldo Ferrer y Hugo Fazio (en sus primeras obras), la globalización se remonta hasta el Renacimiento y la Reforma en el siglo XV, mientras otros, como José Antonio Ocampo, reconocen que: “el proceso contemporáneo de internacionalización se remonta al surgimiento del capitalismo en Europa a fines de la Edad Media, a la nueva actitud científica y cultural que encarnó el Renacimiento y a la conformación de las grandes naciones europeas y sus imperios” (2003, pp. 2-3), y coinciden más bien con autores que ubican el proceso de globalización en los 130 últimos años, iniciándose hacia 1870, época de incremento significativo de las corrientes de comercio gracias a una reducción en los costos de transporte1.
La estructuración de un primer orden económico mundial en el siglo XV, posición que se comparte, es corroborada por el argentino Aldo Ferrer: “Tiene exactamente una antigüedad de cinco siglos. Comienza en la última década del siglo XV. Entonces, por primera vez en la historia, se verificaron simultáneamente dos condiciones: el aumento de la productividad del trabajo y un orden mundial global” (1996, p. 1).
Para quienes ubican un primer periodo de la globalización en la segunda mitad del siglo XIX interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial (1870-1913), después de la Segunda Guerra Mundial se presentan un segundo y un tercer periodo. El segundo entre 1945 y 1973, denominado por varios autores edad de oro por los buenos resultados alcanzados en cuanto a crecimiento económico en los países industrializados entre 1950 y 1973, y, un tercer o actual periodo de globalización a partir de 1973, caracterizado por “la gradual generalización del libre comercio, la creciente presencia en el escenario mundial de empresas transnacionales que funcionan como sistemas internacionales de producción integrada, la expansión y la considerable movilidad de los capitales y una notable tendencia a la homogeneización de los modelos de desarrollo” (Ocampo, 2003, p. 3).
El término globalización ha permitido interpretaciones de distinto tipo, según la óptica con que se le mire y, por consiguiente, son muy variadas las interpretaciones o definiciones planteadas por diversos autores, la mayoría limitadas a ciertos aspectos característicos del proceso, otras influenciadas por la visión subjetiva de los intereses o la posición ideológica de quienes la definen. Por ello, lo más objetivo es hacer una recopilación de ciertas características de la misma aportadas por distintas interpretaciones.
Con el término globalización se ha procedido a explicar la evolución del capitalismo en diferentes épocas de la historia, el cual generó reacciones extremas e interpretaciones contrarias a mediados del siglo XIX. Una de las reacciones más significativas por lo que después representaría como modelo enfrentado al capitalismo, fue el análisis realizado sobre las consecuencias de desigualdad y explotación capitalista en el Manifiesto del Partido Comunista promulgado en 1848 por Carlos Marx, en asocio con Federico Engels2.
La palabra capitalismo, al decir del historiador francés del grupo de los Annales Marc Bloch: “transportada sin precaución a través de las civilizaciones más diversas, acaba fatalmente por enmascarar sus originalidades [...] qué diferente ese ‘capitalismo’ del Renacimiento del sistema mucho más jerarquizado, del sistema fabril, y del sistema sansimoniano de la era de la Revolución Industrial” (1997, p. 134).
Para los partidarios de la teoría de un sistema mundo liderada por el investigador estadounidense Immanuel Wallerstein, la globalización responde igualmente a la evolución del sistema capitalista, que ha alcanzado en esta oportunidad la fase de capitalismo posindustrial, de importantes tecnologías de punta (Taylor, 2002).
Un elemento por despejar es el de si la globalización es un proceso uniforme, pues partiendo del sentido etimológico del término, se podría pensar que es homogéneo. Esta puede ser la tendencia hacia la cual se dirige el proceso, porque en la medida en que se vayan consolidando manejos uniformes a nivel mundial de elementos característicos de la globalización, esta tenderá gradualmente, aunque con momentos alternados de impulso y de reticencia, hacia la uniformidad.
En sus desarrollos iniciales el proceso fue más bien como lo definió el economista colombiano Luis Jorge Garay: “un proceso dialéctico, contradictorio, desigual, heterogéneo, discontinuo, asincrónico de naturaleza estructural de largo plazo que se desarrolla bajo el papel catalizador del(os) país(es) eje centro de gravedad del sistema en su conjunto” (1999, p. 10).
Y seguía siéndolo una década después para el exsecretario general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) José Antonio Ocampo: “En el terreno económico pero, sobre todo, en el sentido más amplio del término, el actual proceso de globalización es incompleto y asimétrico, y se caracteriza por un importante déficit de gobernabilidad” (2003, p. 1).
El portugués Boaventura de Sousa Santos lo consideró un proceso influenciado por centros de poder, además de ser contradictorio, jerárquico y piramidal, al establecer: “el proceso de globalización es selectivo, dispar y cargado de tensiones y contradicciones. Pero no es anárquico. Reproduce la jerarquía del sistema mundial entre sociedades centrales, periféricas y semiperiféricas” (1998, p. 56).
En lo que hubo acuerdo general es en el carácter multidimensional del fenómeno de la globalización, con la incorporación de variados actores, donde además del papel tradicional del Estado, este debe compartir espacios con nuevos actores de organizaciones internacionales con mayores facultades de cubrimiento mundial, con grandes empresas transnacionales con capacidad de deslocalización productiva por el planeta y de presión sobre decisiones de otros actores, y con el mayor involucramiento de la sociedad civil, en particular, organizaciones no gubernamentales.
Manfred Steger desarrolla el carácter multidimensional del proceso de globalización al considerar cuatro elementos característicos como son: que la globalización implica la creación y multiplicación de redes de actividades sociales que superan límites geográficos, políticos, económicos y culturales; la expansión de interdependencias y relaciones sociales representadas en empresas comerciales, organizaciones no gubernamentales e instituciones globales y regionales; la intensificación y aceleración de intercambios y actividades influenciadas por sucesos ocurridos en otros lugares y vividas en tiempo real, y la compresión del mundo en un único lugar que vuelve global el marco de referencia del pensamiento humano (2009, pp. 14-15).
Esta identificación de características fundamentales lleva a Manfred Steger a considerar como definición corta la de que: “la Globalización se refiere a la expansión e intensificación de relaciones sociales y conscientes a través de un tiempo mundial y un espacio mundial” (2009, p. 15).
Es pues característica central de la globalización la instantaneidad, al producirse una contracción de las nociones de tiempo y de distancia, como lo formuló también en su profundo análisis sobre la globalización cultural y la posmodernidad el chileno José Joaquín Brünner: “La distancia y el tiempo se comprimen, resultando en una nueva experiencia: la de la instantaneidad. Desde ese momento, los grandes sistemas, los mercados internacionales, y los fenómenos culturales globales pasan a tener una incidencia local inmediata, unido al mundo por lazos de interdependencia hasta ayer inexistentes” (1998, p. 134).
Tal característica de instantaneidad del actual periodo de globalización se apreció igualmente en una definición muy extendida y utilizada por analistas de las ciencias sociales para referirse a la globalización, y fue la formulada por el exasesor del gobierno de Tony Blair, el británico Anthony Giddens, quien al establecer los alcances territoriales de la globalización consideró: “La globalización puede definirse como la intensificación de relaciones sociales planetarias, que aproximan a tal punto los lugares distantes que los sucesos locales sufren la influencia de eventos que ocurren a miles de kilómetros de distancia y viceversa” (1994, p. 70). Con este concepto, además de una mayor interdependencia e interconexión globales, se insinúa que la globalización es un proceso gradual en el que cada vez más partes del mundo van siendo incorporadas.
El elemento de alcance transcontinental de interacción es recogido por los académicos británicos David Held y Anthony McGrew: “La globalización, dicho llanamente, designa la escala ampliada, la magnitud creciente, la aceleración y la profundización del impacto de los flujos y patrones transcontinentales de interacción social” (2003, p. 13).
Esto nos permite disponer de una mirada de la globalización desde las relaciones internacionales con respecto a la estructuración de un espacio mundial en donde, como afirmaba la internacionalista francesa Marie Claude Smouts en relación con la disciplina de las relaciones internacionales, esta “ofrece un ‘corpus’, problemáticas, conceptos organizadores que permiten comprender y explicar las nuevas configuraciones de actores, y de allí, captar las grandes tendencias del mundo”, teniendo por objetivo: “el funcionamiento del planeta o, para ser más precisos, la estructuración del espacio mundial en redes de interacciones sociales” (Smouts, 1998).
Se produce también con la globalización un debilitamiento progresivo del grado de territorialidad de las actividades económicas, según Juan Carlos Lerda: “ya que industrias, sectores o cadenas productivas enteras sean ellas pertenecientes a la esfera real o financiera pasan a desarrollar sus actividades con creciente independencia de los recursos específicos de cualquier territorio nacional” (1996, p. 64).
Se debe destacar que las interacciones producidas por la globalización no son solo entre actores de las naciones desarrolladas. Incluso habitantes del continente con mayores niveles de marginalidad como África están insertos en la globalización, pues se establece un vínculo especial, un imaginario de la importancia que representa el suministro de productos que deben ser producidos y enviados al consumidor del mundo desarrollado de acuerdo con sus particulares hábitos de consumo3.
Organismos internacionales como la OIT, el FMI y la OECD, hicieron también su propia lectura de características de la globalización al expandirse el proceso a comienzos de los años noventa.
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la globalización significó en sus comienzos: “una ola de liberalización de los intercambios, las inversiones y los flujos de capitales, así como la importancia creciente de todos estos flujos y de la competencia internacional en la economía mundial” (OIT, 1996, p. 1).
El Fondo Monetario Internacional (FMI), en el cual son poseedores de la mayor capacidad de decisión las naciones desarrolladas gracias a la tenencia de la mayoría de las acciones, se constituyó en uno de los organismos internacionales responsables de vigilar que en el planeta se realizasen las reformas estructurales necesarias para ajustarse a la apertura económica, pilar fundamental del proceso de globalización económica.
En una lectura de los años noventa el FMI se refería a la globalización como la interdependencia económica creciente en el conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del volumen y de la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al mismo tiempo que por la difusión acelerada y generalizada de la tecnología. Esta interpretación incorporaba la característica de la superación de las fronteras en el intercambio tanto de bienes como de servicios, pero muy especialmente de los flujos de capitales mediante el aprovechamiento de los avances tecnológicos de la comunicación.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que agrupa a las naciones con mayor nivel de desarrollo, tuvo una mirada holística del proceso como sistema de producción en el que una parte cada vez mayor de la riqueza era distribuida por grandes compañías transnacionales en un trabajo de redes privadas soportado en elementos centrales de la globalización como son las condiciones de integración financiera.
Y en esta mirada desde lo financiero estuvo la opinión de uno de los personajes que aprovechó desde un comienzo el nuevo entorno de libre circulación de capitales con la creación de un fondo de inversión que rápidamente acumuló enormes ganancias a través de...