El código del samurái
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El código del samurái

Bushido Shoshinshu

  1. 154 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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El código del samurái

Bushido Shoshinshu

Descripción del libro

This four-hundred-year-old explication of the rules and expectations embodied in Bushido, the Japanese way of the warrior, is one of the primary sources on the tenets of Bushido, a way of thought that remains fascinating to the modern world, East and West. Bushido has played a major role in shaping the behavior of the modern Japanese government, corporations, society, and individuals, as well as in shaping the modern Martial Arts within Japan and internationally. Este tratado de cuatro siglos de antigüedad acerca de las reglas que encarna el bushido, el japonés "camino del guerrero, " es el texto primario de esta ética, que continúa fascinando al mundo moderno del este y del oeste. El bushido ha jugado un papel fundamental a la hora de formar el comportamiento del gobierno, las empresas, la sociedad y los individuos del Japón actual, así como en las artes marciales modernas, tanto en Japón como en el resto del mundo.

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Información

Año
2017
ISBN de la versión impresa
9788472455856
ISBN del libro electrónico
9788499880150
Edición
1
Categoría
Filosofía
Categoría
Éxito personal

SERVICIO

Cuando se es un caballero en servicio, si tu señor pasa dificultades económicas debido a gastos importantes, puede que no tenga más alternativa que pedirte un préstamo sobre tu salario normal durante algunos años. Sea cual fuere la cantidad, grande o pequeña, una vez que hayas dado tu consentimiento no sería propio de un guerrero quejarse ante nadie de lo mal que lo pasas, ni siquiera durante una conversación intrascendente con tu esposa o hijos.
Me explicaré. Ya desde antaño, e incluso ahora, existe una regla en las casas de los guerreros que establece que los vasallos deben unirse y prestar ayuda siempre que su señor pase dificultades, y que, a su vez, un señor feudal puede utilizar su poder para ayudar a los vasallos en dificultades. Cuando un señor pasa apuros económicos, eso afecta al dominio público. Incluso se cancelan cosas que un señor feudal se supone que debería hacer, propias de las baronías. A los vasallos les resulta inquietante y desalentador ver que su señor feudal apenas puede valerse.
La vida cotidiana sigue su curso, pero cuando se produce un problema fronterizo inesperado –como puede suceder en cualquier momento– y llegan órdenes para dirigirse a esa zona a fin de cumplir un servicio militar y hay que prepararse, lo primero que se necesita es dinero. Cuando un joven señor feudal pasa apuros de esa índole y no tiene medio alguno de reunir el dinero necesario, por muy inteligente que sea, y mientras otros barones se preparan para un despliegue inmediato en una fecha concreta, hay que hacer acto de presencia aunque se esté pobremente equipado.
En tiempos de paz, un desfile militar ante público de todas las clases se considera un espectáculo. Como todo el mundo está pendiente, si las gualdrapas y los atavíos de los hombres y cabalgaduras de tu feudo son inferiores a otros, resultaría impropio, y representaría la mayor desgracia de toda la vida para el señor feudal o el comandante de la tropa. Teniendo en cuenta la seriedad del asunto, los caballeros del feudo, tanto los importantes como los normales, los recién llegados y los veteranos, están obligados a renunciar a parte de sus estipendios, de acuerdo con sus medios.
Por tanto, durante el período o los años en que veas reducido tu salario, debes pensar en todos los medios que te permitan ahorrar: reducir el número de personal y caballos, llevar ropa de lino y algodón en invierno, y de cáñamo en verano, comer arroz sin refinar y sopa de mijo con salvado por la mañana y por la noche. Saca el agua del pozo y corta la leña tú mismo; que tu esposa prepare la comida. Soporta todas las privaciones lo mejor que puedas, concentrándote en la intención de poner algo de orden en la economía de tu señor feudal. Esa debería ser tu motivación fundamental de servicio.
Además, durante ese período de dificultades, pudiera suceder que te encomendasen deberes especiales y que, por tanto, requirieses de fondos suplementarios de urgencia. Deberás apañártelas para afrontar a esos gastos por ti mismo, sin pedir prestado, aunque tengas que empeñar tu espada de reserva y las joyas de tu esposa. Así impedirás las murmuraciones ajenas, pues aunque el señor feudal no se entere, los oficiales superiores del feudo pudieran llegar a despreciarte, pensando que les estás importunando de una forma que no corresponde a un caballero dada la reducción de tu salario.

VASALLAJE

Un guerrero que acepta un salario de un señor feudal por sus servicios como caballero no podrá cumplir con sus deberes mientras considere su cuerpo y su vida de su exclusiva propiedad.
Me explicaré. Existen dos tipos de personas que prestan servicio en las casas guerreras. Los lacayos y escuderos de bajo rango que están ocupados día y noche, que trabajan mucho, pero sobre cuya función no existe ninguna convención que diga que deben sacrificar sus vidas en interés del señor feudal. Por ello, su actuación en el campo de batalla carece de trascendencia, y en su caso no existe la posibilidad de oprobio. Y así, puede decirse que son empleados que sólo venden sus cuerpos.
En cambio, un caballero dedica su vida al servicio del señor feudal. Como el señorío es originalmente una función militar, en caso de emergencias, se supone que un señor debe proporcionar una milicia que corresponda a su posición.
Por ejemplo, un señor con un feudo de 100.000 kokus se supone oficialmente que debe proporcionar una milicia de 170 jinetes, 60 arqueros de infantería, 350 infantes, 150 lanceros y 20 abanderados. El número de personal auxiliar, aparte del requerimiento oficial, dependerá de la capacidad y voluntad del comandante.
Ahora bien, cuando una milicia así es conducida al campo de batalla, en retaguardia deben quedar los efectivos suficientes como para asegurar y defender el castillo en caso de sitio. Por ello, aunque no siempre se necesiten tantos guerreros, sí que es necesario mantener un número elevado. Entre los numerosos guerreros de un feudo, puede que haya algunos nacidos con discapacidades físicas, u otros que carezcan de determinación, pero a todos ellos se les trata con tolerancia y se les permite mantener sus encomiendas hereditarias.
Por ello, un vasallo debe reconocer la relación especial que mantiene con su señor feudal de entre todos los señores provinciales y locales de Japón. Aunque dispongas de un pequeño salario de 100 kokus, en diez años sumarán 1.000 kokus de arroz. Así que si sumas todo el arroz recibido por tu familia en las décadas transcurridas desde los tiempos de tus antepasados hasta el momento presente, ¿a cuánto ascenderá?
Si llega la hora de devolverle a tu señor ese favor y sólo ejecutas tareas ordinarias, como guardia, escolta, o emisario –tareas que en tiempos de paz consisten en dar vueltas y no hacer nada–, entonces te diré que tu servicio es mediocre. A duras penas puede denominarse un servicio excepcional.
Pero cualquier día puede darse una situación de emergencia; la esencia del servicio caballeresco es prepararse mentalmente, en privado, en presencia del dios de la Guerra, y pensar que nadie más hará lo que debes hacer tú mismo, sea dirigir una carga como primer lancero, liderar un sitio como primer auriga, o bien organizar la retaguardia en retirada cuando tu bando sufra un revés, o, dependiendo del rango, ponerse en pie ante una cortina de flechas en lugar de tu señor y comandante, o mantenerte firme y tener una muerte heroica combatiendo.
Sea lo que fuere, una vez que hayas dominado esta esencia, tu cuerpo y tu vida dejarán de pertenecerte. Como no sabes cuándo puede llegar a necesitarte tu señor, deberás cuidarte y evitar hábitos malsanos, como comer en demasía, beber mucho alcohol y la promiscuidad sexual. No consideres que tu objetivo sea morir en casa, en la cama, ni se te ocurra iniciar una pelea en la que puedas acabar matando a tus camaradas, o perdiendo la vida. Debes abandonar este tipo de comportamiento irresponsable y desleal respecto a tu señor.
Para evitar todo eso lo mejor es no hablar sin pensar. Las riñas tienen su origen en hablar más de la cuenta, y una vez que surge la disputa no hay manera de frenar el lenguaje ofensivo. Cuando dos guerreros llegan a un punto en que intercambian lenguaje ofensivo entre sí, no hay forma de que la cosa acabe bien.
Por ello, el caballero leal y dedicado, o del que puede decirse que es inteligente, es el que se da cuenta de eso y se contiene, absteniéndose de implicarse en una discusión, recordándose a sí mismo que ya ha dedicado su cuerpo y vida a su señor.

SERVICIO MILITAR

En general, los deberes oficiales de los guerreros son dobles: combate y construcción.
Cuando el mundo está en guerra, siempre hay alguna batalla en la que luchar, o una escaramuza… y por ello el guerrero no puede descansar ni siquiera un día.
La construcción va de la mano de las operaciones militares: un baluarte aquí, un foso allí, una barricada, un fuerte, una avanzadilla… El esfuerzo que todos los rangos se ven obligados a realizar cuando hay que levantar –tanto de día como de noche– alguna de esas construcciones es tremendo.
En tiempos de paz no hay combates, y por tanto tampoco ese tipo de construcciones. Por este motivo, a los caballeros bajo mando militar, tanto a los importantes como a los que no lo son, se les asignan diversos deberes, como guardias, escoltas, emisarios, y otros.
Si hay alguien que piense que esos puestos civiles constituyen el verdadero trabajo de un guerrero, entonces es que no se acuerda de que el combate y la construcción son los deberes esenciales de un caballero. Cuando se pide a los barones del shogun que se comprometan a ayudar en la construcción de un proyecto público, si el gasto es importante, se reparte entre los caballeros de ese feudo, a fin de que cada uno de ellos contribuya en algun medida. A veces, esos dispendios inesperados provocan resentimiento y malhumor, que tienen su origen en querer ignorar el hecho de que los deberes esenciales de un caballero son el combate y la construcción.
Cuando se trata de deberes ordinarios, como guardias, escoltas, o hacer de emisarios, y tratas de esquivarlos porque te parecen pesados, fingiendo enfermedad, o intentando endosarle la labor a tus compañeros sin pensártelo dos veces; o en el caso de tener que hacer de emisario, que implica viajar, te resistes a hacerte cargo de los gastos del viaje y a asumir las incomodidades del camino, y te finges enfermo y remites los gastos y las molestias a otros, sin mover una ceja; o incluso en el caso de que tu misión te lleve a algún lugar cercano, y te quejes cuando te pueden escuchar tus compañeros porque has tenido que ir un par de veces el mismo día, o porque llovía, estarás realizando todas esas tareas con una actitud negativa, comportándote peor que un lacayo o un escudero que ha de cargar con la armadura de un caballero.
Cuando los caballeros nacidos en la era de los Estados Combatientes iban a la guerra, en verano el sol les abrasaba implacable enfundados en sus armaduras, y en invierno el frío viento se les metía por todas las rendijas. Se empapaban con la lluvia y se helaban con la nieve. Dormían en campos y montañas, utilizando como almohada sus gualdrapas, y sólo se alimentaban de arroz con cascajo y sopa de sal. Sufrían en todo tipo de condiciones, al combatir en campo abierto, al sitiar fortalezas, o al defender ciudadelas. Lo único que no experimentaban era la simple normalidad.
Cuando pensamos en ello desde nuestra propia perspectiva, nos parece que hemos tenido mucha suerte al nacer en una era de paz, en la que colgamos mosquiteras en verano, nos arropamos con buena ropa de cama y cálidos edredones, comemos lo que queremos, por la mañana y por la noche, y vivimos en paz, rodeados de comodidades. Por ello no existe razón alguna para considerar penalidades deberes como hacer guardias, dar escolta o llevar mensajes.
Se dice que un famoso guerrero conocido como el maestro Arquero solía tener un rótulo colgada de la pared que constaba de seis caracteres que aplicaba en la vida cotidiana: «Siempre en el campo de batalla». Lo cuento como ayuda en la formación de los guerreros novicios.

DISCRECIÓN

Si a alguien le regalan una chaqueta o un traje con el emblema de su señor, al vestir la chaqueta, deberá ponerse un traje con su propio emblema; y cuando vista el traje con el emblema de su señor, deberá ponerse una chaqueta con el suyo propio. Sería una descortesía hacia su señor si llevase puestos la chaqueta y el traje con el emblema de este al mismo tiempo, pues así es como visten los familiares del señor.
Cuando la chaqueta o el traje recibidos estén demasiado viejos por el uso, hay que quitar de ellos los emblemas del señor, que deberán incinerarse. Se hace así para evitar ensuciar los emblemas del señor feudal.
Si en el hogar de un compañero que vive en una casa vecina se produce un suceso trágico, o una enfermedad grave, aunque no se mantenga una relación muy cordial con él, hay que evitar reírse y cantar en voz alta. También deberás dar instrucciones al respecto a tu esposa, hijos y sirvientes. No sólo por lo que esa persona pudiera pensar, sino porque es una cuestión de discreción. Ser avergonzado o despreciado por tus compañeros y juzgado como alguien carente de consideración y educación no es nada bueno.

EXPRESIÓN VERBAL

Cuando a un caballero en servicio su señor feudal le encomienda llevar a cabo una ejecución, debe contestar: «Ser nombrado para esta tarea oficial, entre tantos servidores del feudo, es un destino adecuado para un guerrero, y por ello me siento agradecido; acepto sin vacilaciones, desde luego». Por el contrario, una aceptación dubitativa no es nada conveniente.
Me explicaré. Aunque estés decidido a llevar a cabo la ejecución de manera encomiable, como la victoria en un duelo depende en parte de la suerte, pudiera ser que acabases muriendo tú mismo en el proceso cuando la persona que se te ha ordenado ejecutar se defienda. En cualquier caso, tus compañeros te juzgarán a posteriori, para bien o para mal.
Si todo sale bien, la gente te alabará, dirán que, aunque dabas la impresión de estar capacitado para la labor desde el momento en que la aceptaste, lo hiciste muy bien. O si fracasas y caes muerto, la gente mencionará la manera en que aceptaste la tarea y expresará su pesar, dirán que no parecías ser de los que fracasan, y se preguntarán qué es lo que falló.
No obstante, si tu aceptación es mínimamente vacilante, aunque obtengas éxito en tu misión no habrá nadie que te alabe; la gente dirá que ha sido cuestión de suerte. Y si fracasas, entonces te pondrán verde, asegurando que se dudaba de tu éxito desde el momento en que aceptaste, y que finalmente así ha sido.
Por eso digo que la aceptación debe expresarse con buen talante, sin vacilaciones.
La máxima preocupación de cualquier caballero es no cometer ningún error en ninguna circunstancia. Por ejemplo, si se te molesta solicitando ayuda, piensa en ello cuidadosamente, teniendo en cuenta si lo que se te pide es posible o no lo es. Si lo crees imposible, es otra cuestión, pero si estás dispuesto a dar tu aprobación, entonces acepta sin vacilar.
Como en el caso ya explicado, aunque una petición pueda parecer excesiva, si vacilas y das la impresión de acceder a pesar d...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Sumario
  5. Introducción
  6. Parte I
  7. Parte II
  8. Parte III