CUARTA PARTE
Un futuro
glorioso
CAPÍTULO DIECISÉIS
Una fe robusta
Mi mirada en ti pondré.
Tu palabra declararé.
Aunque no pueda ver hablaré en fe.
Vivo estoy en ti.
«Todo es nuevo» Hillsong Music, 2014
La abuela Diamond era anciana. Muy anciana.
Como parte de la Gran Generación, alcanzó la mayoría de edad durante la Gran Depresión; una realidad que convirtió a esta pequeña y dura dama en la mujer que era. Cuando conocí a la abuela Diamond, era anciana y pequeña de estatura; creo que al cumplir diez años yo era más alto que ella. Era frágil y encorvada, ¡pero vaya si tenía un buen par de pulmones! La iglesia donde crecí en Lower Hutt (Nueva Zelanda) era una iglesia vibrante, con varios cientos de asistentes cada domingo por la mañana; aun así, siempre había una voz que sobresalía por encima de todas: la abuela Diamond. Siempre estaba uno o dos compases por delante de los demás, y por el tono y el ritmo de sus himnos melódicos siempre se sabía que la abuela Diamond estaba en la iglesia, ¡a pesar de que no se la veía al ser tan pequeña!
Recuerdo haber oído una historia sobre la abuela Diamond que describe perfectamente la postura de su fe. Al parecer, un día, hace muchos años, mientras esperaba para tomar su tren a casa, se desplomó en el andén de la estación. Los transeúntes inmediatamente llamaron a una ambulancia y en pocos minutos los paramédicos estaban en la escena, de rodillas sobre aquella mujer pequeña y aparentemente frágil. Pero la abuela Diamond no quería saber nada. A pesar de que estaba sobre el andén y respiraba con dificultad, se puso a cantar y a adorar a todo pulmón. Se resistió a los paramédicos, y para sorpresa de todos, se puso de pie y finalmente caminó todo el trayecto hasta su casa, sin dejar de cantar y alabar a Dios. La fe de la abuela Diamond era robusta, musculosa y valiente, era el tipo de fe que dejaba una huella en un joven muchacho. Finalmente murió poco antes de cumplir los cien años, y me imagino que todo el Cielo puede oírla alabar, un poco fuera de compás y un tanto desafinada, pero más fuerte que todo el ejército celestial.
Una fe robusta tiene muy poco que ver con la estatura o fuerza física, y todo que ver con el músculo espiritual. Me imagino que la abuela Diamond es el tipo de persona que se menciona en Hebreos 11, a menudo llamado el «Salón de la fama de la fe». Estas personas muestran el tipo de fe necesaria para poder disfrutar de todo lo que te espera en el propósito que Dios te ha dado, el tipo de fe que hace falta para vivir salvo, llamado, y cumpliendo con el glorioso futuro que Dios tiene para ti..
El salón de la fe
Hebreos 11 enumera casi todas las personas extraordinarias del Antiguo Testamento, y sus historias. Comienza definiendo su enfoque: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos» (vv. 1-2). Estos ancianos de la fe incluyen a Noé, Abraham y Sara, Jacob, José, Moisés, Rahab, Samuel y David, entre muchos otros. Su «buen testimonio» es el legado de fe que ellos dejaron, la historia de cómo confiaron en Dios en medio de pruebas y obstáculos enormes.
Es evidente que no era su propio poder el que alimentaba las victorias de estas personas. En realidad fue debido a sus debilidades que Dios les permitió hacer hazañas asombrosas: conquistar reinos, dominar leones, apagar incendios, esquivar espadas y ganar batallas cuando el enemigo los superaba abrumadoramente (Heb. 11:33-34). ¡Me parece una fe muy valiente! No sé tú, pero a menudo me vendría bien una fe valiente como esa. Valor para compartir mi fe, para hacer lo correcto. Valor para vivir bien, liderar bien y amar bien. Valentía para enfrentar los desafíos y aferrarme con firmeza a las promesas de Dios.
La Biblia habla con frecuencia de esta batalla de la fe. Cuando no tienes los recursos o las oportunidades, no tienes soluciones propias, ni nadie a quién recurrir en medio de una batalla, es cuando te ves obligado a confiar en la capacidad de Dios para proveer y satisfacer tu necesidad. Si todo fuera siempre bien en la vida, entonces no tendríamos que depender de la fe o la confianza en Dios. Bien podríamos estar viviendo de nuevo en el jardín del Edén. Pero no es allí donde estamos. Vivimos en un mundo contaminado por el pecado humano, un mundo de tentaciones y engaños, un mundo que Dios salvó a través del don del sacrificio de Su Hijo en la cruz. Por lo tanto, se nos llama más que vencedores (Ro. 8:37) para reflejar la verdad de que estamos llamados a librar una batalla de la fe a lo largo de nuestras vidas. ¿Eres capaz de tener esa clase de fe? ¿Estás listo y armado para la lucha?
A veces es fácil tener fe cuando todo va bien, pero la fe valiente, la fe robusta, solo se forja cuando se pone a prueba.
Reinos conquistados
La fe de Josué fue puesta a prueba. En realidad, Josué 1 comienza con un anuncio de Dios:
Mi siervo Moisés ha muerto. Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el Mar Grande donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie podrá hacerte frente en todos los días de tu vida: como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé.
Esfuérzate y sé valiente, porque tú repartirás a este pueblo como heredad la tierra que juré dar a sus padres. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, cuidando de obrar conforme a toda la Ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas. (Josué 1:2-9)
Josué debía haber estado esperando ese llamado desde hacía algún tiempo. En este pasaje, el Señor le dice a Josué: «Moisés ha muerto, ¡y ha llegado tu momento! Toda esta tierra será de ustedes».
Como puedes ver, Josué guió a Israel en la conquista de la Tierra Prometida. Él era un comandante militar y un líder nacional. Como ayudante de Moisés, estuvo siendo preparado para este momento desde mucho antes. Creo que Dios hace eso. Él le estaba enseñando a Josué lo que necesitaba saber para convertirse en un líder conforme al corazón de Dios, pues sabía muy bien lo que le depararía el futuro. La formación previa de Josué nos demuestra cómo Dios puede utilizar las experiencias de tu vida para equiparte y prepararte antes de llamarte a hacer cosas aún mayores. Es la preparación para un futuro glorioso.
Por lo tanto, después que Josué escuchara su llamado, todo debería haber sido muy emocionante, muy fácil. Pero ¿por qué Dios necesitaba repetirle una y otra vez que se esforzara y fuera valiente? ¿Quedaba algo pendiente? En realidad, ¡quedaban treinta y un reyes!
¿Lo comprendes? Josué tenía treinta y un reyes en su camino, treinta y un reyes que debía derrotar para entrar en la tierra prometida. Estos reyes eran las barreras no mencionadas o, más bien, las montañas que Josué necesitaba mover para poseer el glorioso futuro prometido a su pueblo.
La fe que mueve montañas
La Biblia habla de la fe que es lo suficientemente fuerte como para mover montañas. Ahora bien, ¡esto requeriría algo de fuerza! Jesús dice en Mateo 21:21-22: «De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera [acababa de maldecir y secar la higuera], sino que si a este monte le decís: “¡Quítate y arrójate al mar!”, será hecho. Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis».
Es una idea bastante loca, pero me gustaría mover algunas montañas. Yo adoraba practicar snowboarding. Creo que una de las primeras cosas que haría con este tipo de fe es llevar la montaña más grande de Australia (7.310 pies/2.228 m) para Francia, y después traería los Alpes franceses a Australia. Pero estoy seguro de que eso no es lo que Jesús quiso decir.
Lo que quería decir es que todos vamos a encontrar problemas que se convierten en montañas en nuestras vidas. Tal vez puedas identificar las montañas que hay actualmente frente a ti. Tal vez tus montañas o tus treinta y un reyes tienen nombres como «deuda», «ruptura matrimonial», «depresión» o «cáncer».
A veces, percibimos nuestros problemas como una montaña que cubre todo el parabrisas de nuestro auto y bloquea nuestra visión del camino a seguir. El único remedio, la hoja de ruta para atravesar el paso rocoso, superar la última curva y ver la montaña desaparecer en nuestro espejo retrovisor, es aferrarnos a la Palabra de Dios y permanecer firmes en nuestra fe. Estas «excursiones de montaña» son las que dan lugar a los testimonios. Aquella montaña que estaba frente a ti, una montaña que parecía increíblemente grande, rocosa, resbaladiza y amenazante, se ha movido y ahora está en el pasado mediante el poder que hay en el nombre de Jesús. En más de treinta años de ministerio, me he enfrentado a algunas grandes montañas, muchas de ellas las he mencionado en este libro. He recibido críticas de la prensa, he sufrido decepciones con personas, he tenido crisis de confianza, problemas familiares y dificultades financieras. Al igual que Josué, creo que la fe va acompañada de la pelea cuando hay tierras o territorios en juego. Si te enfrentas a una montaña, anímate. Si estás ganando terreno, el diablo lo está perdiendo, y las fuerzas de la oscuridad contrarias a las promesas de Dios odian perder territorio. La fe es la respuesta, y una fe robusta y dispuesta es la clave. Porqu...