
- 176 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática
Descripción del libro
Es significativo que, en las actividades siempre crecientes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Dios haya dado, por medio de su sierva, instrucciones, palabras de ánimo y consejos a los que están relacionados con cada ramo de mayor importancia. Pues bien, la obra de la Escuela Sabática no careció de estos beneficios. Los dirigentes y maestros de Escuela Sabática, los dirigentes de la iglesia y los obreros de las Asociaciones y Misiones encontrarán que este libro le resultará valiosísimo en sus esfuerzos por fortalecer el corazón de la iglesia. En las clases destinadas a impartir instrucción a los maestros se hallará que es esencial como fuente de material, y todo miembro de iglesia puede estudiarlo con gran provecho.
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Información
Categoría
Teología y religiónCategoría
Iglesia cristianaSección II
Una escuela para el estudio de la Biblia
1. Escudriñar las Escrituras
Ningún hombre, mujer o joven podrá lograr la perfección cristiana si descuida estudiar la Palabra de Dios. Al escudriñar cuidadosa y atentamente su Palabra obedecemos la orden de Cristo: “Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Este estudio capacita al aprendiz a observar atentamente el Modelo divino, pues ellas testifican de Jesús. El Modelo debe ser examinado a menudo y con toda atención para imitarlo. A medida que uno llega a dominar la historia del Redentor, descubre en sí mismo defectos de carácter; su falta de semejanza a Cristo es tan grande que ve que no puede ser un seguidor de él sin efectuar un gran cambio en su vida. Continúa estudiando, con un deseo de ser igual a su gran Ejemplo; capta las miradas, el espíritu de su amado Maestro; observando se transforma. “Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús” (Heb. 12:2)...
La Palabra de Dios, hablada al corazón, tiene un poder vivificante, y los que elaboren una excusa para explicar el descuido en la tarea de familiarizarse con ella, desatenderán lo que Dios espera de ellos en muchos respectos. El carácter se deformará, y las palabras y los hechos serán una deshonra para la verdad. El apóstol nos dice: “Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” (2 Tim. 3:16). Uno de los profetas de Dios exclama: “Se encendió fuego en mi meditación” (Sal. 39:3). Si los cristianos escudriñaran fervorosamente las Escrituras, más corazones arderían con las vívidas verdades en ellas reveladas [Luc. 24:32]. Sus esperanzas resplandecerían con las preciosas promesas esparcidas como perlas a través de todo el contenido de las Santas Escrituras [Mat. 13:45]. Al contemplar la historia de los patriarcas, los profetas, los hombres que amaron y temieron a Dios y anduvieron con él, los corazones brillarán con el espíritu que animó a esos héroes. A medida que la mente se espacie en la virtud y en la piedad de los santos hombres de antaño, el espíritu que los inspiró encenderá la llama del amor y el santo fervor en el corazón de los que quieran ser como ellos en carácter [Heb. 11].
No descuidar la lección de la Escuela Sabática
El estudiante de Escuela Sabática debe ser tan concienzudo en su fervor por estar versado en el conocimiento de la Biblia como por sobresalir en el estudio de las ciencias. Si alguna de las dos cosas se descuida, deben ser las lecciones de los seis días. El mandato de nuestro Salvador debe considerarse religiosamente por todo hombre, mujer y niño que profese su nombre.
Los maestros de Escuela Sabática tienen un campo misionero que se les ha asignado para enseñar las Escrituras, no para repetir como loro aquello en que no han invertido ningún esfuerzo para entenderlo. “Ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39): el Redentor, el Ser en el cual se centralizan nuestras esperanzas de vida eterna. Si los maestros no se hallan imbuidos del espíritu de la verdad, y no se preocupan por adquirir el conocimiento de lo que ha sido revelado en la Palabra de Dios, ¿cómo pueden presentar la verdad en una forma atractiva ante aquellos que se hallan a su cargo?
La oración de Cristo por sus discípulos fue: “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Si seremos santificados por medio del conocimiento de la verdad hallada en la Palabra de Dios, debemos tener un conocimiento inteligente de su voluntad allí revelada. Debemos escudriñar las Escrituras: no sólo volar a través de un capítulo y repetirlo, sin dedicar esfuerzo por comprenderlo, sino cavar para encontrar la joya de la verdad que enriquecerá la mente y fortificará el alma contra los ardides y tentaciones del archiengañador [Mat. 13:44].
Excusas triviales para explicar el descuido
Los padres presentan excusas triviales para no interesarse ellos mismos en las lecciones junto con sus hijos, y dejan de llegar a ser versados en las Escrituras. Tanto los padres como las madres se excusan a sí mismos por no disciplinar sus propias mentes. No buscan primeramente el reino de Dios y su justicia, sino que exaltan lo temporal por encima de lo espiritual y eterno [Mat. 6:33]. Este olvido de Dios y el descuido de su Palabra es el ejemplo que dan a sus hijos, que amoldará su mente de acuerdo con la norma mundana y no según la elevada norma establecida por Cristo.
Algunos padres invierten horas en su propia diversión, conversando acerca de cosas mundanas, poniendo a Dios fuera de su pensamiento y de su corazón. ¡Cuánto más provechoso es ser fieles discípulos de Cristo, y estar ocupados en escudriñar las Escrituras, para poder llegar a ser enteramente instruidos para toda buena obra y para ser capaces de dar una explicación inteligente de la Palabra dada por Dios para guiar nuestros pasos a las playas eternas! [2 Tim. 3:17; 1 Ped. 3:15].
Se oye a las madres lamentarse por no tener tiempo para enseñar a sus hijos, no tener tiempo para instruirlos en la Palabra de Dios. Pero esas mismas madres hallan tiempo para el adorno exterior, para hacer adornos con alforzas, fruncidos y bordados innecesarios. Adornos inútiles se ven sobre sus propias vestimentas y las de sus hijos. El adorno interno de la mente y la cultura del alma se descuidan como si fueran inferiores al adorno de la ropa. Se deja que la mente de las madres y los niños pase hambre por seguir las costumbres y modas.
Toda la familia unida en el estudio de la Biblia
Padres y madres, les rogamos que asuman sus deberes que por largo tiempo han descuidado. Escudriñen las Escrituras por ustedes mismos; ayuden a sus hijos en el estudio de la Sagrada Palabra. Hagan una obra diligente a causa del descuido pasado. No despidan a los niños de vuestro lado para que estudien la Biblia por sí mismos, sino léanla con ellos, enséñenles de una manera sencilla lo que saben y manténganse en la escuela de Cristo como diligentes estudiantes ustedes mismos. Determinen que esta obra no será descuidada. Madres, vístanse ustedes mismas y vistan a sus niños con ropas sencillas, limpias y pulcras, pero sin adornos innecesarios. Cuando aprendan a hacer esto, a vestirse con escrupulosa sencillez, no tendrán excusa por ser novicios en las Escrituras. Sigan el mandato de Cristo: “Escudriñad las Escrituras” (Juan 5:39); entonces acrecentarán vuestra propia fortaleza espiritual y serán aptos para instruir a sus hijos de manera que no necesiten llegar a la Escuela Sabática sin que se les haya enseñado la lección.
Muchos de los jóvenes dicen: “No tengo tiempo para estudiar mi lección”. Pero, ¿qué están haciendo? Algunos están usando cada momento para ganar unos pocos centavos más, cuando este tiempo dedicado al trabajo, usado para estudiar la Biblia les ahorraría, si practicaran sus lecciones, más que la suma ganada por el trabajo adicional. Les haría ahorrar mucho dinero que se gasta en adornos innecesarios y preservaría el vigor de la mente para comprender el misterio de la piedad. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Sal. 111:10; Prov. 1:7). Pero estos mismos jóvenes que profesan ser cristianos satisfacen los deseos del corazón carnal al seguir sus propias inclinaciones; y el tiempo de gracia concedido por Dios, que les fuera otorgado para que se familiarizaran con las preciosas verdades de la Biblia, es dedicado a la lectura de relatos ficticios.
Este hábito, una vez formado, es difícil de vencer; pero puede y debe vencerse por parte de todos los que son candidatos para el mundo celestial. La mente a la cual se le permite estar absorta en la lectura de historias, se arruina. La imaginación enferma, el sentimentalismo toma posesión de la mente, y hay un vago desasosiego, un extraño apetito de alimento intelectual no saludable, que está constantemente desequilibrando la mente. Miles de los que pueblan hoy en día los asilos de dementes han cosechado su desequilibrio mental por la lectura de novelas, que resulta en la edificación de castillos en el aire y en un sentimentalismo enamoradizo. La Biblia es el Libro de los libros. Les dará vida y salud. Es un sedante de los nervios, e imparte solidez a la mente y firmeza de principios.
Cavar más hondo para obtener las gemas de verdad
Los alumnos de Escuela Sabática deben ser fervorosos, deben cavar hondamente y escudriñar con el mayor cuidado para hallar las preciosas gemas de la verdad contenidas en las lecciones semanales. Los privilegios y las oportunidades que actualmente tienen de llegar a ser versados en las Escrituras, no deben descuidarse. Dios quiere que los que profesan ser sus seguidores se hallen cabalmente provistos de pruebas de las doctrinas de su Palabra. ¿Cuándo y dónde puede conseguirse mejor este conocimiento que durante la juventud, en la Escuela Sabática? Los padres no deben tratar este asunto con indiferencia en ningún caso.-RH, 28 de noviembre de 1878.
2. Comparar un pasaje con otro
“Escudriñad las Escrituras” fue el mandato del Maestro (Juan 5:39).. Muchos han perdido gran beneficio por haber descuidado este deber. Cuando investigamos la Palabra de Dios, los ángeles están a nuestro lado, reflejando los claros rayos de la luz sobre sus sagradas páginas. Las Escrituras se dirigen al hombre como a alguien que tiene la facultad de elegir entre lo correcto y lo erróneo; le hablan por medio de amonestaciones, reproches, ruegos y expresiones de estímulo. La mente debe ejercitarse en las solemnes verdades de la Palabra de Dios, o de otra manera se debilitará. Tenemos la verdad presentada por medio de publicaciones, pero no es suficiente confiar en los pensamientos de otros hombres. Debemos examinar por nosotros mismos, y aprender las razones de nuestra fe, comparando un pasaje con otro. Tomen la Biblia, y sobre vuestras rodillas rueguen a Dios que ilumine vuestra mente. Si estudiáramos diligentemente y con oración la Biblia día tras día, veríamos cotidianamente alguna hermosa verdad bajo una luz nueva, clara y vigorosa.-RH, 4 de marzo de 1884.
3. Escritas para el común del pueblo
Todo hijo de Dios debe ser versado en las Escrituras, y debe ser capaz, al seguir el cumplimiento de las profecías, de demostrar nuestra posición en la historia de este mundo. La Biblia ha sido escrita para el común del pueblo así como para los eruditos, y está al alcance de la comprensión de todos. Las grandes verdades que fundamentan el deber del hombre hacia sus semejantes y hacia su Hacedor, se hallan claramente reveladas; y los que realmente desean la verdad, no necesitan cometer ningún error. El camino no se deja en la incertidumbre, como si nos viéramos detenidos donde se encuentran cuatro caminos, sin saber cuál tomar. La verdad es nuestra guía; es para nosotros como una columna de nube de día y como una columna de fuego de noche [Éxo. 13:21, 22].
Las muchas opiniones contradictorias con respecto a lo que enseña la Biblia no surgen de ninguna oscuridad del libro mismo, sino de la ceguera y el prejuicio de parte de los intérpretes. Los hombres ignoran las sencillas declaraciones de la Biblia para seguir su propio raciocinio pervertido. Enorgulleciéndose por sus adquisiciones intelectuales, pasan por alto la sencillez de la verdad; olvidan la fuente de aguas vivas, para beber de las corrientes ponzoñosas del error.-RH, 27 de enero de 1885.
4. Sustitución de la Biblia por ficciones
Tanto los ancianos como los jóvenes descuidan la Biblia. No hacen de ella su estudio, la regla de su vida. Especialmente los jóvenes son culpables de tal negligencia. La mayoría de ellos hallan tiempo para leer otros libros, pero no estudian diariamente el Libro que señala el camino a la vida eterna. Leen atentamente historias inútiles, mientras descuidan la Biblia. Este libro es nuestra Guía que nos lleva a una vida más elevada y más santa. Los jóvenes declararían que es el libro más interesante que leyeron alguna vez, si su imaginación no se hubiera pervertido por la lectura de historias ficticias.-CM 107.
5. Esencial: espíritu de investigación
“Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Santas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia. Para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” (2 Tim. 3:14-17).
Todavía hay mucha verdad preciosa para ser revelada al pueblo en este tiempo de peligros y tinieblas, pero es el propósito determinado de Satanás impedir que los rayos de luz de la verdad penetren en el corazón de los hombres. Si queremos tener la luz que ha sido provista para nosotros, debemos manifestar el deseo que tenemos de ella por un diligente escudriñamiento de la Palabra de Dios. Verdades preciosas, por largo tiempo ocultas, han de ser reveladas de una manera que pondrá de manifiesto su sagrado valor; porque Dios glorificará su Palabra para que aparezca en una forma en que nunca antes la hayamos visto. Pero aquellos que profesan amar la verdad deben ejercitar hasta lo sumo sus facultades con el fin de comprender las cosas profundas de la Palabra, para que Dios sea glorificado y su pueblo bendecido e iluminado. Con corazones humildes y enternecidos por la Gracia de Dios, deberían entregarse a la tarea de escudriñar las Escrituras, listos para aceptar todo rayo de luz divina y andar en el camino de la santidad.
Con la actitud de uno que aprende
Al escudriñar las Escrituras no deben procurar interpretar sus declaraciones de tal manera que concuerden con vuestras ideas preconcebidas; antes bien, cual aprendices, acérquense para entender los principios fundamentales de la fe de Cristo. Con ávido interés y ferviente oración acudan a la Palabra de Dios para saber qué es verdad, manifestando el mismo espíritu que reveló Natanael cuando rogó fervientemente al Señor que le diera a conocer la verdad. Todo aquel que busque fervientemente la verdad será iluminado como Natanael. Jesús lo vio cuando se postró en oración debajo de la higuera, y mientras aún pedía comprensión, vino el mensajero a llamarlo y a conducirlo al manantial de toda luz.
“Felipe halló a Natanael, y dícele: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José de Nazaret. Y díjole Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” El prejuicio y la incredulidad surgieron en el corazón de Natanael, pero Felipe no trató de combatirlos. Dijo: “Ven y ve. Cuando Jesús vio venir a sí a Natanael, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño. Dícele Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondio Natanael, y díjole: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:45-49).
¡Cuán fácilmente se convenció Natanael! ¡Y con cuánto placer contempló Jesús su fe sincera y libre de engaño! “Respondió Jesús y díjole: ¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás. Y dícele: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre” (Juan 1:50, 51). Dios nunca honra la incredulidad, la desconfianza y la duda. Cuando él habla, su palabra debe ser reconocida y puesta en práctica en las acciones diarias. Y si el corazón del hombre está en viva relación con Dios, se conocerá la voz que viene de lo alto.
Ha de evitarse la discusión
Aunque hay necesidad de una prolija investigación de la Palabra de Dios para que la verdad preciosa sea descubierta y expuesta a la luz, debemos tener cuidado de que el espíritu de controversia no predomine en nuestras discusiones de la lección de la Escuela Sabática. Al mostrar puntos acerca de los cuales puede haber diferencia de opinión, deben manifestar la gracia de Cristo aquellos que están buscando comprender la Palabra de Dios. Debería darse lugar a una franca investigación de la verdad, con el fin de que cada cual conozca por sí mismo qué cosa es verdad. Entre los alumnos de la Escuela Sabática debería haber un espíritu de investigación, para que aquellos que tienen suficiente edad para discernir las evidencias, sean animados a tratar de descubrir nuevos rayos de luz, y a apreciar todo lo que Dios envíe a su pueblo. La luz que Dios enviará a su pueblo no aparecerá jamás a menos que sea escudriñada diligentemente la Palabra de verdad.
El mundo está lleno de toda suerte de errores de naturaleza engañosa, y es esencial que tanto los alumnos como los maestros estén seguros de que saben qué es verdad. Hay necesidad de que reverenciemos la Palabra de Dios, y que reconozcamos su voz en los oráculos vivientes para que practiquemos sus preceptos y vivamos de cada palabra que sale de la boca de Dios [Mat. 4:4; Deut. 8:3]. Los que hacen la voluntad de Dios conocerán si la doctrina es de Dios, porque ningún engaño ofuscará su mente [Juan 7:17]. Dios llama a todos, tanto a los viejos como a los jóvenes, a escudriñar diligentemente su Palabra, con el fin de que descubran las valiosas joyas de la verdad. A los pastores y al pueblo, a los maestros y a los alumnos, a todos se los llama a estudiar la Biblia.
Una luz preciosa ha de resplandecer de la Palabra de Dios, y no se atreva nadie a decir qué cosa debe o qué cosa no debe ser expuesta al pueblo en los mensajes de iluminación que él envíe, apagando así el Espíritu de Dios. Cualquiera que sea su puesto de autoridad, nadie tiene derecho de impedir que la luz llegue al pueblo. Cuando un mensaje viene en el nombre del Señor a su pueblo, nadie puede excusarse de investigar sus pretensiones. Ninguno debe arriesgarse, quedándose atrás y asumiendo una actitud de indiferencia y confianza en sí mismo, diciendo: “Yo sé qué cosa es verdad. Estoy satisfecho con mi posición. He tomado ya mi posición, y no me dejaré mover de ella, venga lo que viniere. No escucharé el mensaje de este mensajero; porque sé que no puede ser la verdad”. Porque siguieron este mismo proceder, las iglesias populares fueron dejadas en tinieblas parciales, y por esto los mensajes del cielo no las han alcanzado.
Cultivar un espíritu susceptible de enseñanza
Dios requiere que quienes ocupan puestos de responsabilidad en la obra...
Índice
- Tapa
- Prefacio
- Sección I
- Sección II
- Sección III
- Sección IV
- Sección V
- Sección VI