De lo visual a lo afectivo
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De lo visual a lo afectivo

Prácticas artísticas y científicas en torno a visualidades, desplazamientos y artefactos

  1. 327 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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De lo visual a lo afectivo

Prácticas artísticas y científicas en torno a visualidades, desplazamientos y artefactos

Descripción del libro

Los trabajos que conforman este libro responden a dos inquietudes relacionales: por un lado, ampliar los diálogos y debates existentes acerca de la visión y la visualidad, como también acerca de desplazamientos, tránsitos, transiciones empíricas y simbólicas de sujetos, objetos y saberes, tanto históricos como contemporáneos. Ello deriva en enfoques que van desde la literatura, la filosofía, la historia, la etnografía, la estética, a los estudios visuales y la antropología del cuerpo.


La otra inquietud relacional transpone los límites de una reflexión únicamente académica, entendiendo que la legitimidad de un discurso acerca de estas problemáticas debe ser pensada también con la participación de productores de imágenes, quienes hacen uso de las tecnologías visuales fotógrafos, cineastas, antropólogos visuales, que tienen en el viaje o en el desplazamiento una forma de producción o un objeto en construcción. Son quienes construyen un relato, en ocasiones también recurriendo a archivos o a otras imágenes sobre las que se sedimentan las propias, con un discurso diferente e igualmente legítimo respecto del científico. Así, las prácticas de movilidad y desplazamiento construyen un mundo-objeto-sujeto que el analista indaga, pero también esas prácticas lo van construyendo como sujeto sensible en la experiencia de investigación o en la experiencia estética.

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Información

Año
2018
ISBN del libro electrónico
9789876916783
Categoría
Antropología
PRIMERA PARTE
Corporalidades en tránsito

1. Desplazamientos y transmutaciones en el Chaco argentino: entre la antropología, el arte y el ritual

Silvia Citro*
El objetivo de este escrito es compartir algunas transformaciones metodológicas recientes que se suscitaron tras un extenso período de investigación antropológica de casi veinte años con pueblos originarios del Chaco argentino, y en especial sobre las prácticas estético-rituales y corporalidades entre los qom/tobas de la provincia de Formosa y los moqoit/mocovíes de Santa Fe. En consonancia con el libro que nos convoca, una de las preguntas que atraviesa estas reflexiones refiere al rol del viaje en la etnografía, entendiéndolo no solo como desplazamiento de los cuerpos por lugares diferentes al propio, sino también –y como plantean Georg Simmel (2002) y Michel Maffesoli (2000)– como fragmentos de experiencia que se sitúan al margen del curso habitual de las cosas, implicando muchas veces un encuentro con la novedad, lo liminal, lo extraño. Por tanto, me interesa discutir el potencial del viaje como “oportunidades en las que se prueban –se «testean»– otros mundos posibles frente al mundo instituido” (Maffesoli, 2000).
En este caso, reseñaré cómo los viajes etnográficos a la región chaqueña fueron conduciéndome a un paulatino cuestionamiento epistemológico y político de los tradicionales dispositivos metodológicos de la antropología, así como a ensayar otras formas posibles, a partir de abordajes interdisciplinarios e interculturales que ponen en diálogo los lenguajes científico-académicos y estético-rituales. Para ello, en el primer apartado, describo brevemente lo que denominé “estrategias de descentramiento metodológico”, y el consecuente pasaje de la tradicional metodología de “observación participante” a las de “participación observante” e “investigación colaborativa”. En el segundo, discuto con más destalle un último descentramiento metodológico: el de la palabra oral-escrita como medio privilegiado de generación y divulgación del conocimiento en el ámbito científico-académico, tomando como ejemplo el proceso de investigación-creación del videoperformance Transmutaciones de ser en el mundo, iniciado en 2015. A través de este análisis, planteo también otro modo de concebir el viaje, muy vinculado al chamanismo y diversas prácticas estético-rituales: como desplazamiento intersensible capaz de generar nuevos vínculos con los diversos seres que habitan el mundo. Por último, como síntesis de este recorrido, sintetizo las alternativas metodológicas que el proyecto Transmutaciones ha involucrado, con relación a los horizontes epistemológicos y políticos que hoy orientan las metodologías de performance-investigación en nuestro trabajo colectivo en el Equipo de Antropología del Cuerpo y la Performance de la UBA. Mi hipótesis es que estos sucesivos descentramientos metodológicos remiten a un movimiento más general, de descentramiento de la matriz ontológica, epistémica y política de la modernidad/colonialidad; y estos intentos, hechos de provisorias desestabilizaciones y líneas de fuga, en gran parte se fundamentan en aquellos viajes etnográficos y estético-rituales que nos permitieron comenzar a testear y ensayar otros mundos posibles.

Primeros desplazamientos y descentramientos: la participación observante y las investigaciones colaborativas

Como es conocido, desde sus inicios la antropología se asoció a la práctica del viaje, que permitió el encuentro cuerpo a cuerpo con mundos culturales diferentes del propio, a tal punto que estos pasaron a identificarse con su mismo método de investigación, el trabajo de campo, propiciando la emergencia de la observación participante como su metodología característica. Así, el conocimiento etnográfico se fundamenta en estos desplazamientos de nuestros cuerpos y convivencias con otros y otras, por un tiempo más o menos prolongado, en sus propios espacios socioculturales. Se trata entonces de un conocimiento fundamentalmente intersubjetivo, en el que las dimensiones personales y afectivas de quienes llevan a cabo la investigación se ven inevitablemente involucradas, cuestión que se evidencia en esta temprana reflexión de Bronislaw Malinowski (1986 [1922]: 21):
El etnógrafo es, a un tiempo, su propio cronista e historiador; sus fuentes son pues, sin duda, de fácil accesibilidad pero también resultan sumamente evasivas y complejas, ya que no radican tanto en documentos de tipo estable, materiales, como en el comportamiento y los recuerdos de seres vivientes […] El etnógrafo tiene que salvar esa distancia a lo largo de los laboriosos años que distan entre el día en que puso por primera vez el pie en una playa indígena e hizo la primera tentativa por entrar en contacto con los nativos, y el momento en que escribe la última versión de sus resultados. Un breve bosquejo de las tribulaciones de un etnógrafo tal como yo las he vivido puede ser más esclarecedor que una larga discusión abstracta.
Por eso también, como sostiene el autor, es solamente cuando se logra una interrelación social que comprometa esa dimensión personal y afectiva el momento en que será posible “llevar a cabo con éxito cualquier trabajo de campo”:
Empecé a tomar parte, de alguna manera, en la vida del poblado, a esperar con impaciencia los acontecimientos importantes o las festividades, a tomarme interés personal por los chismes y por el desenvolvimiento de los pequeños incidentes pueblerinos […] y fue gracias a esto, a saber gozar de su compañía y a participar de algunos de sus juegos y diversiones, como empecé a sentirme de verdad en contacto con los indígenas; y esta es ciertamente la condición previa para poder llevar a cabo con éxito cualquier trabajo de campo. (25-26)
A pesar de estos reconocimientos tempranos, los códigos imperantes en la disciplina, y especialmente el denominado “realismo etnográfico”, llevaron a que aquellas “tribulaciones” y “sentimientos” de Malinowski fuesen desplegados en las páginas de su diario personal y no tanto en sus monografías académicas. Fue recién con las críticas que se inician en la década de 1960 y se profundizan en la de 1980 cuando los modos en que se construye la relación del etnógrafo con la gente que estudia pasan a ser el centro de la reflexividad de la disciplina. Así, ya a inicios de la década de 1970, Johannes Fabian y luego Bob Scholte (1972: 439-440) plantean que “la objetividad del conocimiento antropológico se fundamenta en la intersubjetividad”: en la posibilidad de lograr una verdadera “interacción comunicativa” en el encuentro etnográfico. Reflexiones posteriores proponen que esta dimensión intersubjetiva del conocimiento etnográfico no se fundamenta solo en la comunicación a través de la palabra y la observación visual sino en una participación corporal más amplia. Tal es el caso de David Pocok (1977, citado por Blacking, 1977) cuando señala que “el cuerpo del antropólogo puede servir como una «herramienta de diagnóstico» y «un modo de conocimiento» del cuerpo de los otros”. En esta misma dirección, ya en la década de 1980 Michael Jackson (1983: 340) plantea que el conocimiento se fundamenta en la participación “personal y práctica” en el trabajo de campo, y muestra cómo “la participación corporal en las tareas prácticas cotidianas fue una técnica creativa, la cual siempre me ayudó a fundamentar el sentido de una actividad, usando mi cuerpo como otros lo hacían”. En un sentido similar, tiempo después Loïc Wacquant (2002) propone una “participación observante”, y diversas etnografías latinoamericanas han retomado y profundizado estas metodologías (Citro, 1998-1999; Bizerril, 2007; Aschieri y Puglisi, 2010). Así, en estas prácticas de participación observante, el cuerpo del etnógrafo no solo observa-escucha (más o menos estáticamente, sentado o parado, o a lo sumo caminando), sino que además se pone en movimiento para participar activamente de algunas de las actividades que pretende estudiar y de ese modo también poder percibirlas con los diversos sentidos. Por tanto, el pasaje de la observación participante a la participación observante muchas veces implica para etnógrafas y etnógrafos una confrontación o interpelación de nuestros propios habitus (Bourdieu, 1980), para pasar luego a un aprendizaje o entrenamiento práctico-corporal que se construye en la misma participación cotidiana. De este modo, puede llegar a producirse una diversificación o ampliación de nuestros habitus, sobre todo en sus aspectos perceptivos, discursivos, gestuales, de imagen y movimiento corporal, para así llegar a percibir, dialogar y a hacer con las otras y los otros durante el trabajo de campo –y no solo a ver y escuchar sobre esos otros modos de sentir-hablar-hacer–. Estos procesos muchas veces también involucran una ampliación de lo que Thomas Csordas (1999) denominó “modos somáticos de atención”, para así poder atender con todos nuestros sentidos (y no solo con la vista y el oído) tanto al cuerpo de otras y otros como al propio. En suma, la metodología de la participación observante nos interpela a que etnógrafas y etnógrafos también entrenemos nuestros “cuerpos sensibles y en movimiento” como un modo de saber-hacer en las relaciones intersubjetivas construidas en el trabajo de campo.1
En mi caso particular, ya desde mis primeros escritos abordé estas problemáticas a partir de experiencias vividas en los trabajos de campo. Así, inicialmente propuse lo que denominé “estrategias de descentramiento del rol tradicional de etnógrafo” y de “descentramiento de la hegemonía de la palabra y la visión como formas privilegiadas de generar el conocimiento” (Citro, 1997, 1998-1999). En términos epistemológicos, analicé cómo estas estrategias permiten fortalecer la dimensión intersubjetiva, ampliando las posibilidades de acceder a otras experiencias y significaciones:
Si las dimensiones personales del investigador se ven implicadas en el trabajo de campo y si inevitablemente se generan diferentes posicionamientos intersubjetivos, en vez de intentar ocultar estas dimensiones en nuestro discurso (la solución del realismo etnográfico), o de solo reservarlas para nuestras reflexiones personales en el momento de escritura (la propuesta de algunos posmodernos), de lo que se trata es de explorarlas y profundizarlas estratégicamente en el mismo trabajo de campo. Así, una de las estrategias posibles es la de descentrarse del rol tradicional de etnógrafo, en tanto “etnógrafo interrogador”, es decir, en tanto sujeto interesado primordialmente en obtener información o indicios acerca de una serie de temáticas, para lo cual observa e interroga a otros sujetos no etnógrafos. Experiencialmente, esta posición de etnógrafo interrogador es muy distinta a la de un sujeto (etnógrafo, entre otros roles) que vive ciertas situaciones en las que se relaciona con otros sujetos (con distintos roles sociales) a través del diálogo, sus múltiples percepciones sensibles y sus diferentes intereses, deseos y afectos […] Descentrarse de este rol sería favorecer que las dimensiones personales, afectivas y socioculturales del investigador se integren a las experiencias de campo y no que surjan como meros accidentes, descuidos o casualidades. Para dar un ejemplo, el desempeño de diferentes actividades o roles durante el trabajo de campo a veces permite acceder a dimensiones de la vida intersubjetiva por las que difícilmente se pregunte, puesto que requieren del hacer práctico o, en otros casos, de una relación dialógica. Instancias de este tipo surgen al compartir ciertas tareas domésticas, al realizar juegos con los niños, al mostrar e intercambiar formas de danzar o de hacer música o durante conversaciones sobre nuestras respectivas relaciones familiares o afectivas. (Citro, 2009: 95)
Asimismo, en términos políticos, analicé cómo estas estrategias posibilitan que nuestros intercambios adquieran un carácter más simétrico:
Si bien, tradicionalmente, la interpretación del etnógrafo acerca de las interpretaciones de los actores se asocia a las etapas posteriores al trabajo de campo –al momento de escritura o al intercambio con los pares académicos–, considero que no necesariamente debería limitarse a esos espacios. Además, cuando esto sucede, se tiende a reforzar la asimetría de los saberes considerados legítimos, pues nuestros interlocutores son colo...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. Introducción. De lo visual a lo afectivo: construcción de prácticas de reflexión y de producción relacionales, por Mariana Giordano
  6. PRIMERA PARTE. Corporalidades en tránsito
  7. SEGUNDA PARTE. Desplazamientos de miradas y de artefactos en el arte contemporáneo
  8. TERCERA PARTE. Recorrer los márgenes y (re)construir los sujetos
  9. CUARTA PARTE. Prácticas de/con la cámara
  10. Los autores
  11. Créditos