La modernidad mestiza
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La modernidad mestiza

Estudios de sociología venezolana

  1. 309 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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La modernidad mestiza

Estudios de sociología venezolana

Descripción del libro

"La sociedad venezolana es una continua transformación, es una mutación perenne que deja atrás y sin piedad lo que fuimos, por un ansia insaciable de lo que seremos". Bajo esta premisa, Briceño-León aborda la modernidad mestiza de Venezuela, su dinamismo, su oropel y su fragilidad, atendiendo desde el impacto que tuvo en la política la modernidad petrolera, ocasionando un igualitarismo tradicional y un estado de necesidad, pasando por una revisión de la división social, la influencia de las migraciones europeas, la raza, el racismo y la exclusión social, para cerrar con una explicación de la relevancia del mestizaje para la práctica sociológica.Investigar y debatir desde la sociología sobre la constitución social, cultural, económica y política de Venezuela ha sido una labor ininterrumpida y comprometida para Roberto Briceño-León quien, en este nuevo título y a partir de múltiples estudios sociológicos realizados a lo largo de varias décadas, analiza, desde la teoría y el trabajo de campo con diferentes actores de la diversa sociedad venezolana y su mestizaje que, como realidad social y práctica sociológica, está convencido de que lejos de ser un pecado, debe ser considerado orgullo y sobre todo esperanza.

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Información

Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788417014629
Edición
1
Categoría
Teoría social
II. Clase y raza en la modernidad

Distintos e iguales

La sociedad está formada por individuos que son iguales y distintos. Iguales en su humanidad, pero diferentes en las múltiples formas que las sociedades conciben para agrupar, incluir y excluir a las personas por algunos de sus rasgos, cualidades o lugares que ocupan en la vida social.
En la llanura venezolana, los trovadores del campo han encontrado unas fórmulas sencillas para expresar sus metáforas haciendo alusión a la naturaleza para referirse a las diferencias en sociedad. En unos versos de larga tradición, los cantores y poetas se refieren a la división social comparándola con las maderas que se utilizan para cocinar las carnes o calentar el agua para el café madrugador: dicen:
Hasta los palos del monte
tienen su separación.
Unos nacen para leña
y otros para hacer carbón.
En otra versión más antigua del mismo canto, citada por J. E. Machado en su recopilación de comienzos del siglo pasado (1922: 19), la tonada cambia en uno de los versos y la división se muta y pasa de lo funcional doméstico a lo sagrado, y aunque la referencia es más fuerte, continúa siendo funcional y tranquila, se acepta y se naturaliza la división social de los destinos. El trovador exclama:
Hasta los palos del monte
tienen su separación;
unos sirven para santos,
y otros para hacer carbón.
En el pensamiento académico venezolano, se han visto también de distintas maneras esas divisiones sociales a lo largo del tiempo. Los modos de ser diferentes han cambiado como resultado de las transformaciones objetivas y materiales que han ocurrido en la sociedad, pero, también, por la manera cómo la sociedad ha interpretado esas diferencias. Los venezolanos, o los habitantes de ese territorio llamado Venezuela, constituyen una entidad global que para efectos de las prácticas sociales y del análisis es fragmentada y parcelada por el sexo, color de piel, lugar de nacimiento, religión, ocupación, educación, posesiones, poder, prestigio... De todas las formas posibles, a lo largo de dos siglos de historia republicana, el pensamiento venezolano ha privilegiado algunas modalidades de agrupación. La raza, la casta, la clase y el estrato son las formas que pensadores, escribanos, ensayistas y científicos han usado para describir como distintos a quienes son iguales.

La división social

Las categorías de raza, casta, clase y estrato son todas unas formas taxonómicas de clasificar la especie humana en sociedad. La diferencia fundamental entre una y otra categoría radica en su mutabilidad o inmutabilidad, es decir, en la posibilidad que tienen las personas de cambiar de un lugar a otro, de una calificación a otra; siendo la raza la cualidad inmutable y el estrato lo más cambiante.
Una persona que nació blanca o negra no puede dejar de serlo, a pesar de los muchos esfuerzos cosméticos de la ciencia aplicada a la estética en el mundo contemporáneo. Por lo tanto, la clasificación por el color de piel es la más poderosa que pueda existir, pues nunca se abandona tal condición. La casta es una clasificación social igualmente adscrita a los individuos, pero no necesariamente a su condición corporal, sino a su lugar de nacimiento, su oficio, religión o su idioma. La diferencia entre «peninsulares» y «criollos» en Venezuela colonial no se fundaba en la raza, sino en los privilegios derivados del lugar de nacimiento y de una suerte de «patria», en el sentido latino de la expresión, que luego llamaremos nacionalidad, a raíz del surgimiento de los Estados en el mundo moderno.
La categoría de clase ya no se encuentra ligada a los individuos, sino a su posición en la estructura social y por lo tanto es mutante, pues los lugares son intercambiables. La forma más difundida de la visión de las clases tiene su origen en la teoría marxista de la propiedad o posesión de los medios de producción, y las clases son entonces categorías económicas que no se refieren a las personas, sino a las condiciones que puedan caracterizar a los actores sociales. Por eso aunque los individuos puedan rellenar esas categorías de clase las personas son mutantes, pues pueden dejar de ser propietarios o proletarios, y este es un rasgo típico del capitalismo y de la sociedad llamada moderna. Una parte importante de los escritos sobre la estructura social venezolana ha estado marcada por la tradición marxista, pues el concepto de clase social es la piedra angular de dicha teoría, como una forma de explicar la historia y una propuesta política de cambio social.
Otra forma de pensar las clases sociales se relaciona con los múltiples estilos de vida que pueden llevar los individuos en la sociedad contemporánea, donde se desvanecen las adscripciones personales y son las posesiones, los hábitos o los consumos los que marcan las diferencias. La teoría sociológica contemporánea los llamó estratos y son el resultado de una combinación de factores: ingresos, educación, consumo de bienes materiales o culturales, con los cuales se construye una taxonomía donde grupos sociales o «clusters» forman la sociedad. Esta taxonomía es comúnmente presentada como una tópica donde hay un arriba y un abajo y, por supuesto, algo también en el medio.
El pensamiento venezolano ha hecho uso de esas categorías a lo largo de los años y es posible decir que todos esos componentes –color de piel, nacionalidad, propiedad–, se han combinado a lo largo de la historia y hoy todavía forman parte de la vida social. Aunque los pesos que a cada factor se le asignen sean distintos y las maneras de usarlos hayan sido diferentes, dependerán de la corriente teórica que asume cada autor y que cada texto deje traslucir. Uno puede encontrar, entre las líneas, reminiscencias de los textos de la «Declaración de los Derechos del Hombre», del pensamiento liberal inglés, del marxismo y el leninismo o de la teoría weberiana de los estratos sociales.
Un aspecto muy importante en el uso que se da a las categorías de clasificación social, así como en su modo de entenderlas y aplicarlas para la división social, tiene que ver con la interpretación que se ha hecho de la sociedad venezolana como un todo: ¿era la sociedad colonial esclavista, feudalista o capitalista? Si la respuesta fuese única y se afirmase, por ejemplo, solo esclavista o feudalista, las categorías sociales deberían corresponder a uno u otro tipo de formación social. Pero sucede que la conquista de América, el proceso de constitución de lo que Carrera Damas (1986) llama la «sociedad implantada», la emprendió una España feudal que comerciaba y guerreaba en una Europa donde se estaba gestando el surgimiento del capitalismo y usó en su proceso de explotación colonial formas esclavistas de trabajo. Entonces, no es posible trabajar las categorías sociales con la pureza que quisieran algunos autores, más empeñados en ser leales a la teoría que en interpretar adecuadamente nuestra híbrida realidad social.
Buena parte del pensamiento social venezolano pretende responder o dialogar con esa complejidad. Irazábal (1961), sostenía que Venezuela era esclava y feudal; mismo nombre por cierto que el de su libro. Acosta Saignes (1978), por su lado, afirmaba que era esclavista y pretendió con esto refutar la tesis de Sergio Bagú (1992), quien sostenía que en América ya existía capitalismo para ese entonces. Troconis de Veracochea (1970), demuestra cómo los esclavos podían ejercer trabajo libre y acumular, y por lo tanto eran distintos a los sometidos al modelo clásico de la esclavitud. Y si los pardos de la época colonial pudieron comprar privilegios y títulos nobiliarios ante la corona española, a través de la famosa real cédula de «Gracias al Sacar», lo hacían porque habían acumulado suficiente riqueza en un sistema mixto que permitía ciertas libertades económicas.

Las primeras clasificaciones sociales

Las primeras clasificaciones sociales las podemos encontrar en los censos de Humboldt y de Codazzi, pues luego de sumar el total de la población se ven en la obligación de discriminarlos por las categorías sociales utilizadas en la sociedad de su tiempo. Humboldt (1807) dice que a comienzos del siglo XIX, la población de «este país, que la corona española designa con los nombres de capitanía general de Caracas o de provincias de Venezuela... tiene un millón de habitantes, de los cuales 60.000 son esclavos» (II: 297). Luego, al referirse a Caracas, dice que tiene unos 45.000 habitantes, de los cuales unos 12.000 son blancos y 27.000 pardos libres (II: 311). En el texto detalla los «indígenas cobrizos» y los manumisos o negros libres. En otro texto Humboldt (1811) se refiere a «blancos nacidos en Europa, blancos hispanoamericanos, castas mixtas o gente de color, esclavos negros e indios puros de raza». Como puede observarse, Humboldt utiliza tres criterios en su clasificación: uno es racial y dos de tipo jurídico. Con el racial se refiere a los rasgos corporales de las personas, son blancos, pardos, indios, negros. Con lo jurídico se refiere por un lado a la autonomía del sujeto, ya que estos podían ser esclavos o libres. Utiliza también una categoría de transición o mutación entre las dos condiciones, como eran los manumisos, quienes habían sido esclavos y no lo eran más, pero es interesante que el estigma de la esclavitud permanecía, pues a pesar de ser ya «libres» no se les clasificaba como tales. El otro criterio jurídico venía dado por los derechos que otorgaba su lugar de nacimiento, la idea de la «patria» que los distinguía en hispanoamericanos o extranjeros.
La segunda clasificación que podemos encontrar está en el Atlas físico y político de la República de Venezuela, de A. Codazzi, quien para 1839 describía que habían «indios independientes, indios civilizados, indios sometidos, negros esclavos, blancos hispanoamericanos y extranjeros», y por último «individuos de razas mixtas», en cuya categoría coloca casi la mitad de la población (414.151 de 945.344 habitantes) de Venezuela. Codazzi repite la taxonomía de Humboldt de raza, patria y autonomía del sujeto, pero añade una adicional de tipo cultural y de dominación referida a los indios, pues los divide en un gradiente que va de los independientes, quienes debían estar aislados del resto de la sociedad; los sometidos, quienes habían perdido su autonomía, no eran libres, pero tampoco habían adquirido la cultura del colonizador, su lengua y su modo de vida, como sí lo había hecho el tercer grupo que llama civilizado.
Es interesante destacar cómo, a pesar de esa gran variedad social que existía en su tiempo, y que reflejan muy bien tanto Humboldt como Codazzi, en la Proclama de F. de Miranda (1801) no aparecen sino dos grupos sociales. Miranda construye un sujeto de derecho, un nosotros que describe como «nativos de América o como conquistadores, como indios o como españoles», pero no menciona a los negros ni esclavos y los excluye como sujetos de derecho, pues para la constitución de la «patria» que proclamaba, los derechos que podían invocarse eran de los nativos o de los conquistadores, no de los esclavos.
El discurso de S. Bolívar ante el Congreso de Angostura (1819) tiene un tono diferente, pues hace una exaltación del mestizaje como un modo de ser que le permite luego justificar la singularidad que han de tener las leyes y la política: «es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el Americano y con el Africano, y este se ha mezclado con el Indio y con el Europeo» (1819, III: 682). Es interesante subrayar que en ese texto si bien Bolívar destaca que «todos difieren visiblemente en la epidermis», utiliza en la calificación los orígenes geográficos y omite la mención tanto de las caracterizaciones raciales y étnicas como de libertad individual, pues lo que quiere privilegiar es el suelo, la patria, para poder construir un nosotros político.
El estudio más completo que sobre la organización social se realizó en el siglo XIX, fue llevado a cabo por Rafael María Baralt quien, en 1850, escribió un texto donde se dedica a describir la población venezolana de la Colonia, y hasta los años previos a la Independencia dice que «era tan heterogénea como sus leyes. Hallábase (sic) dividida en clases distintas, no por meros accidentes, sino por el alto valladar de las leyes y de las costumbres. Había españoles, criollos, gentes de color libres, esclavos e indios» (Baralt, 1850: 47). Baralt repite los criterios de raza, patria y autonomía individual. Lo singular es que la condición jurídica la refiere para las gentes de «color», quienes pueden ser libres o esclavos.
Por ese mismo tiempo Cecilio Acosta (1847) escribió un texto en el cual criticaba el uso del término «pueblo», con el que afirmaba algunos individuos habían promovido «planes negros e inicuos», pues con su utilización «quieren tomar tu nombre para engalanarse con él, embaucar con él». Acosta muestra otra forma de clasificación dual que contrapone un sector poderoso, que puede considerarse el grupo élite, dirigente o privilegiado, con otro sector llamado «pueblo». Esta dualidad es construida como la contraposición entre «Oligarquía» y «Pueblo», o también como «Élite» y «Masa». Es la misma distinción que critica C. Irazábal cuando se refiere a la distinción entre «Élite» y «Pueblo bajo» (1961: 51). De este modo el «pueblo» no es entonces la totalidad de la población de sociedad, sino una parte, que tiene algunas características (mano de obra, pobreza, poca cultura) y que si bien puede ser mayoritaria en términos demográficos, no es el «todo» de la sociedad, pues hay otros sectores sociales que también merecen ser considerados pueblo. Esta categoría, que es una construcción de estrato, se ha usado desde el siglo XIX como mecanismo de discriminación social inversa, es decir, hacia los grupos minoritarios o las élites cultas, y de allí la respuesta airada de Cecilio Acosta y su defensa de otro sector social como el «verdadero pueblo de Venezuela».

La sociedad colonial

Los estudios sobre los grupos sociales que integraban la sociedad colonial fueron retomados por varios autores hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en particular por J. Gil Fortoul y P. M. Arcaya, quienes trabajaron con las concepciones que dominaban la discusión en los inicios de la sociología. Gil Fortoul, quien fue miembro del Institute International de Sociologie y publicó sus trabajos en la Revue Internacionale de Sociologie, la primera y más importante revista de sociología de ese tiempo, tenía una concepción de la relación sociedad-naturaleza muy propia de su época y que derivó luego en lo que se llamó corriente de «ecología social» de la Escuela de Sociología de la Universidad de Chicago. Esta perspectiva toma en cuenta las condiciones de la naturaleza para su explicación de los fenómenos sociales y por ello ha sido criticada de una manera un tanto injusta como «determinismo geográfico» por una interpretación hipersocial de los hechos históricos que ignora las bases materiales de la vida humana (Briceño-León, 1987; Wrong, 1961).
Gil Fortoul hace un elogio de la raza en su texto sobre «El hombre y su tiempo» (1896) y plantea los grupos sociales de la Colonia; posteriormente afina esa visión en una perspectiva menos vinculada a la naturaleza y más a los procesos políticos, y en el primer tomo de su Historial constitucional de Venezuela, publicado en 1907, define más claramente las castas y las agrupa en tres grupos a los cuales les asigna peso...

Índice

  1. Presentación
  2. Una modernidad mestiza
  3. I. La modernidad petrolera
  4. II. Clase y raza en la modernidad
  5. Epílogo. La sociología mestiza
  6. Notas
  7. Créditos