
- 127 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Plegarias para un zorro
Descripción del libro
Los cuentos que forman este volumen son el resultado de una alquimia inusual: el aliento de lo sagrado que tienen las historias tradicionales se funde con la crudeza de la realidad inmediata y el minimalismo contemporáneo. En estos relatos, la violencia y el temor son signos de la fragilidad y la contradicción humanas, que aparecen como trazos minúsculos en la serenidad de la naturaleza y en la inmensidad del mundo. Plegarias para un zorro, de Enza García Arreaza, es una colección de cuentos contundentes pero también delicados, sensibles pero agudos en su observación de la realidad, generosos en el uso de la imaginación y, sobre todo, notables y memorables por su belleza.—Nora de la cruz
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Información
ANDREI BALANESCU
Y LOS CABALLOS
Solo reconocen el imperio de los gestos. Corren, sí, siempre corren: tienen un horizonte que les atraviesa la frente como un hilo cruel, y hacia él se dirigen.
GIACOMO VIAGGIO
—Maria, no le dediques miradas tiernas a un caballo de metal y tampoco agarres la costumbre de poner primero los adjetivos: no hagas de tu primer deseo del día una metáfora. Después sabrás que la mejor manera de cambiar el espíritu del mundo es con la verdad. ¿Quieres un ejemplo? Nada es tan seguro como el odio que las cosas dejan a su paso. Nada, y no lo olvides, es más sincero que desear un mal a quienes nos han hecho daño. Ya aprenderás conmigo, cuando entierre tu caballito en la arena. Empezarás a odiarme con toda la fuerza de tus nobles entrañitas y harás del día una maldición. No lo olvides, Maria Balanescu. Nada es más limpio que desearle una desgracia a quien te ha hecho miserable.
Lucian ha regresado a la casa de La Floresta, obra de un Villanueva menos conocido. El vuelo desde Bucarest estuvo cargado de contratiempos y al desembarcar en Maiquetía fue víctima de una humedad convulsa, más allá del contraste climático y los pormenores de la aduana: «Este viaje es una indiscreción, para qué insistir después de doce años». La transferencia de casi 24 horas en París ya le había augurado una calamidad.
El televisor, a las dos de la tarde, muestra un presidente rollizo y enérgico, haciendo un anuncio de pobreza para el país. Un viernes. Semanas antes, Andrei había rechazado la propuesta de hacerse cargo del Ministerio de Salud: prefería seguir en la administración de su clínica en Los Chaguaramos, donde además era jefe de Pediatría. Las clases en la central también resultaban un extraño refugio frente a las tentaciones constantes del poder: aquellas correrías compartidas en la universidad sellaron una admiración profunda por parte del presidente, que siempre devenía en alguna propuesta. Hay un limonero en el patio, rosas y trinitarias, también una fuente con pretensiones versallescas y un columpio. En el salón se alojan varias litografías de Burne-Jones y de Rossetti, junto a un piano y un violín: los hijos de esta casa, todos menores de edad, recibieron educación musical desde muy temprano. Nu iese fum fara foc es la inscripción en rumano sobre un adoquín de la entrada. La residencia fue heredada a Andrei cuando los viejos Balanescu decidieron partir: ella por el cáncer y él por la curiosidad que le provocaban estas tierras.
En el pueblo de Lancrăm, un hombre perdió una apuesta a las ocho de la noche del 7 de febrero de 1939. Alexandru Balanescu no tenía remedio: se excusaba diciendo que el diablo, en apariciones cada vez más sangrientas y enloquecedoras, le exigía que apostara sus pertenencias en la taberna Dracul, como única garantía de que no le robaría el alma. Pero esa noche el diablo no le habló. Obró por sí mismo cuando, despojado de su huerto, decidió dar muerte al nuevo propietario. Tomó a su mujer y todo lo que entrara en tres maletas y huyó, gracias a los buenos oficios de una bandada de gitanos que también se disponía a abandonar la ciudad. Una semana después, llegaron a Hamburgo y compraron papeles falsos. Por lo que duró el viaje del Köenigstein en aquel febrero, Alexandru y Cornelia Balanescu se hicieron pasar por Alexandru y Cornelia Stein. Él se dedicó a leer manuales básicos durante la travesía, pues le preocupaba no dominar ninguna de las lenguas del nuevo continente. Ella, por su lado, estaba contra la espada y la pared negra que en el horizonte hacían el mar y el cielo: leer los pensamientos del capitán le revelaba el temor de no encontrar quién los recibiera. De no atracar en puerto seguro y dejar a los navegantes, se vería obligado a tirarlos al mar. Nadie quería hacerse responsable por 165 judíos y por los transilvanos, que eran cuatro: en el vientre de Cornelia venían dos varones. Después de ser rechazados por Barbados y Guyana Francesa, el Köenigstein finalmente recibió autorización por parte del gobierno venezolano, presidido por Eleazar López Contreras, para atracar en La Guaira el 27 de febrero. Nueve meses después, ya dominaban el idioma local, gracias a que Alexandru tenía un excelente oído y que, a fin de cuentas, el rumano no distaba tanto del español.
Los gemelos que debían nacer en esa ocasión se arrepintieron. Un segundo embarazo también desertó y con ello las ilusiones tribales. Alexandru pensaba que era el diablo rabioso que lo maldecía desde Transilvania. Cornelia, en cambio, se contentaba por las noches leyendo a un primo lejano que le hacía llegar poemas por correo. Lo había conocido en 1920 cuando publicó Los poemas de la luz. Como ella, había nacido en Lancrăm, y estaba casado con una mujer que también se llamaba Cornelia. A veces se preguntaba cómo habría sido su vida si se hubiese desposado con ese Lucian, con su mirada severa y salud precaria. Entonces Alexandru la despojaba del libro y la obligaba a una sesión apresurada de sexo, prometiéndole que esta vez la preñaría con buenas semillas.
En marzo de 1942, finalmente llegó al mundo la segunda tanda de gemelos concebidos por la pareja Balanescu, a pocos meses de haber comprado un terreno en lo que hoy es La Floresta. Alexandru nombró Andrei al primogénito y pidió a su carnicero de confianza que le mandara una ternera para celebrar. Cornelia llamó Lucian al otro: para celebrar, liberó a...
Índice
- Plegaruas para un zorro
- Jorge y el dragón
- Nuestro señor, Alexander Stein
- Andrei Balanescu y los caballos
- Vistiendo a Matías
- Akuma contra el tiempo
- Eguzki