
- 208 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Raices históricas de san Juan de la Cruz
Descripción del libro
Es poco lo que se sabe sobre los orígenes familiares de san Juan de la Cruz. Este es el tema fundamental sobre el que este estudio pretende ofrecer algunas pistas. A día de hoy se trata del estudio más ambicioso en el intento por indagar en un tema del que apenas se conservan documentos, con el fin de acercarnos a esa figura tan luminosa (por su vida, por su espiritualidad y por sus escritos) que es la del carmelita descalzo san Juan de la Cruz, el patrono de los poetas españoles.
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Información
Categoría
HistoriaCategoría
Historia moderna tempranaCuarta parte
El entorno familiar de San Juan de la Cruz
VIII
Gonzalo de Yepes, padre de san Juan de la Cruz
Los estudiosos que se han ocupado de la biografía del Doctor Místico suelen iniciar su historia en la villa de Yepes o en la de Fontiveros. Toman como punto de partida el dato que refiere el carmelita calzado fray José de Velasco en una curiosa biografía del hermano del santo carmelita: Vida, virtudes y muerte del venerable varón Francisco de Yepes. En esta obra, publicada en Valladolid en 1616, se dedican seis capítulos a Juan de la Cruz. En uno de los párrafos se afirma que “fue este siervo de Dios natural de Ontiveros, lugar de la jurisdicción y obispado de Ávila, en Castilla la Vieja. Lugar noble y de muchos hidalgos… Sus padres fueron naturales de Toledo. El padre se llamaba Gonzalo de Yepes y la madre Catalina Álvarez de Ontiveros; entrambos virtuosos y buenos cristianos y temerosos de Dios. Él era noble, de los Yepes de la dicha ciudad; tenía parientes ricos…”[115]. Estos datos son verdaderos en toda su integridad. El autor de este libro depende directamente del testimonio del hermano del Santo, Francisco de Yepes. Curiosamente, los primeros biógrafos de fray Juan de la Cruz apenas añaden algo sobre la genealogía familiar apuntada. Ya sea porque quisieron ocultarla o porque, con vistas a los procesos de beatificación y canonización, prefirieron prestar más importancia a la espiritualidad o a los milagros del Santo carmelita.
Como ya expusimos en el capítulo III, los antecedentes del padre de san Juan de la Cruz se remontarían a la familia Abzaradiel, que vive en la zona sur de Torrijos y en Toledo. Después aparecen las familias Hernández y González de Yepes, que no sólo abandonan el apellido hebreo sino que tomaron también como apellido el de su villa natal.
Después de un estudio minucioso en los archivos, sólo he encontrado documentos con el nombre de Gonzalo y con el apellido Yepes en Torrijos. Aquí, en Torrijos, hallé el testamento del sacerdote bachiller Diego de Yepes, hermano del padre de fray Juan de la Cruz. Como ya expusimos, los profesores F. Cantera y P. León localizaron en la lista de habilitados de Torrijos a Gonzalo de Yepes y a su mujer, Elvira González, que pagarían 7.500 maravedíes por dicha habilitación[116]. Este documento, que hace muy probable la relación de parentesco del Santo con Gonzalo y con Elvira, pone de relieve la existencia de antepasados judaizantes en la familia Yepes de la rama de Torrijos.
El padre de Juan de la Cruz, Gonzalo de Yepes, era noble, es decir, gozaba de la condición de hidalgo, entonces muy deseada y compatible con la pobreza[117]. Parece ser que Gonzalo y el licenciado Juan de Yepes, médico de Gálvez, fueron los más jóvenes entre sus hermanos.
Gonzalo, nacido en los últimos años del siglo XV, contaría alrededor de los veinte o veintitrés años cuando estalla la rebelión de las Comunidades castellanas. Como es sabido, se trata de una contienda civil que se inicia en 1520, primero con alborotos muy localizados; luego, durante unos seis meses, con duros enfrentamientos armados. La causa de esta rebelión es una protesta contra la camarilla de cortesanos flamencos que rodeaba al joven rey y a quienes éste ha entregado los cargos más lucrativos y honoríficos, como el arzobispado de Toledo[118]. El historiador Fernando Martínez Gil resume el origen y comienzo de la rebelión de la Ciudad Imperial del siguiente modo: el nombramiento de Guillermo de Croy y el asunto de la concesión del Papa León X a don Carlos de una derrama llamada “la décima” sobre los frutos y rentas eclesiásticos “motivó ya una abierta protesta del clero encabezada por el prestigioso don Pedro de Campo, canónigo de la catedral y obispo de Útica. La confluencia de intereses entre los dos cabildos toledanos [el catedralicio y el del concejo o Ayuntamiento] fue, pues, total en los momentos iniciales de la rebelión que estaba a punto de estallar. Toledo se negó a enviar procuradores a las cortes de Santiago y dirigió en cambio una embajada a la corte con la intención de que fuera recibida personalmente por el rey. Esta actitud colocaba a la ciudad en clara rebeldía, que se radicalizó cuando sus embajadores fueron desterrados por decisión regia y el servicio fue otorgado finalmente por las cortes con la ausencia de sus procuradores. Una incontenible efervescencia se adueñó de Toledo devolviéndola una vez más a los tiempos de sus inquietudes pasadas.[…] , los acontecimientos acabaron desbordando al corregidor, que no tuvo otra opción que abandonar la ciudad a los rebeldes, acompañado de los pocos caballeros realistas que aún resistían en ella. El 2 de junio se procedió a nombrar nuevas justicias y alcaldes y alguaciles mayores, y el 14, día de la octava del Corpus, se constituyó oficialmente la Comunidad mediante el juramento de los diputados parroquiales [llamados Jurados] elegidos en los días previos. El cabildo sancionó la ceremonia con su presencia y participación. La naciente Comunidad había tomado el poder y estaba consiguiendo, además, arrastrar a otras ciudades castellanas en su aventura”[119].
Los comuneros, cuyos representantes eran la mayoría de los jurados y regidores de las ciudades con representación y voto en las Cortes de la Corona de Castilla, reclamaban una mayor autonomía en la actividad municipal. A la vez se quería presionar al monarca para que residiera siempre en España, como habían hecho los Reyes Católicos, pues su nieto y heredero parecía llamado, como así fue, a regir el Imperio y, en consecuencia, estar siempre ausente de sus reinos peninsulares. Contra esta previsible ausencia, que convertiría los reinos hispánicos en meros satélites del régimen imperial, se alzaron los regidores y jurados de los ayuntamientos, constituidos en Santa Junta Comunera. Esta se hizo con el control político de amplias comarcas de las cuencas del Duero y del Tajo, junto con algunas zonas andaluzas.
La guerra se fue radicalizando y durante más de seis meses fue abierta y sangrienta. Toledo se volcó en la organización de un ejército comunero, apoyado por los ayuntamientos de Ávila, Segovia y Salamanca, principalmente. Para oponerse al ejército real, que contaba con el apoyo de la mayor parte de la alta nobleza titulada y grandes medios económicos, los dirigentes comuneros tuvieron que llamar a sus filas a las personas que podían ir a la guerra, que eran, por ley, los hidalgos.
Tal vez las desventuras de Gonzalo de Yepes, comenzando por su pobreza, se deban a su participación en la lucha comunera. Que Gonzalo de Yepes fue requerido a integrarse en este ejército es seguro, y el joven hidalgo, que contaría entorno a los 25 años, aceptaría probablemente con verdadero entusiasmo. Esto es perfectamente verosímil por las siguientes razones: 1) los mercaderes toledanos, en su inmensa mayoría, ayudaron a los regidores y jurados de la ciudad, todos ellos comuneros (pues la minoría no comunera fue destituida desde el inicio de la rebelión). Además, Torrijos es un señorío de doña Teresa Enríquez, tía del Emperador y partidaria sin duda del régimen señorial y, por tanto, contraria a los intereses y proyectos de reforma que propugnaban los comuneros. 2) Gonzalo de Yepes tenía la edad más conveniente para ir a la guerra y, como hidalgo, estaba obligado a intervenir en ella (de un lado o de otro), y su simpatía era con seguridad idéntica a la de su amplia familia, que consta documentalmente que apoyaba (como casi todos los mercaderes) la rebelión comunera. 3) Por esa fecha parece seguro que habían muerto sus padres, y su herencia familiar era reducida (porque tuvo que repartirse en cinco partes, no sabemos si iguales, pues los padres podían haber mejorado a su hija Aldonza o al mismo clérigo bachiller Diego de Yepes, dado que había una reserva legal sobre la tercera parte de los bienes de la herencia, llamada “tercio de mejora”, siendo otra tercera parte destinada obligatoriamente a repartir a todos los hijos, la llamada “legítima”, aunque debemos decir que esta práctica de la mejora era rara en los testamentos de las familias toledanas de aquella época). Era obligación del hidalgo presentarse a filas, en el ejército que se organizaba, con caballo y armas propias, costeadas por él mismo. Este gasto puede explicar que después de la derrota del ejército comunero, quedase Gonzalo de Yepes empobrecido.
Sobre todo, la edad de Gonzalo de Yepes, y el hecho de estar soltero eran razones para haber sido llamado, además de su condición de hidalgo. Muchas personas de su entorno le animarían a acudir a esta llamada. No conocemos el carácter de Gonzalo de Yepes, pero es muy probable que le pudo agradar esta aventura tan peligrosa, en la que estaba expuesto a perder la vida.
Gonzalo de Yepes, en la edad más conveniente para tomar parte en el ejército de la Santa Junta, pudo ser víctima, después de la derrota de los comuneros, de la acción represiva (que existió y fue muy dura) de los alcaldes ordinarios de Torrijos, que lo desterrarían del señorío, poniendo en desairada situación a sus parientes. Éstas no son hipótesis improbables, sino razonables y sensatas. De ser así, los hermanos de Gonzalo se habrían distanciado de él incluso antes de su matrimonio con la joven tejedora de Fontiveros, tan aborrecida por ellos.
Se dice que Gonzalo de Yepes era agente o “factor” en el mercado de telas de algunos parientes suyos, de ahí que viajara de Toledo a Fontiveros, camino de los mercados y ferias de Medina. Pero sobre este aspecto de Gonzalo de Yepes como mercader no sabemos prácticamente nada. Se alojaba en la casa de una viuda, donde encontró y se enamoró de Catalina casándose con ella hacia 1527. El padre Teófanes Egido afirma de forma categórica que “es del todo improbable” que Catalina se casara con Gonzalo por amor teniendo en cuenta la mentalidad o el contexto histórico de la época, pues el contrato prematrimonial tenía como fin sobre todo el afianzamiento del patrimonio[120]. Excluir la posibilidad de que el matrimonio con Catalina fuera por amor nos parece, en primer lugar, un juicio que concede una eficacia aplastante a la mentalidad de la época en cuanto impide la presencia particular del sentimiento amoroso a la hora de casarse[121] y, en segundo lugar, a la luz del enlace concreto de Gonzalo es plausible pensar que los posibles inconvenientes que le podría acarrear a Gonzalo (la pobreza y el repudio por parte de su familia) ya existían, pues de hecho cuando se casó era pobre y todo hace pensar que era huérfano. Nada tenía que perder. Por eso pen...
Índice
- Portadilla
- Créditos
- Dedicatoria
- Cita
- Contenido
- Prólogo
- Nota previa
- Primera parte
- Segunda parte
- Tercera parte
- Cuarta parte
- ILUSTRACIONES
- IMÁGENES
- APÉNDICE DOCUMENTAL
- BIBLIOGRAFÍA
- COMENTARIO FINAL