La Novena Sinfonía de Beethoven

Alfonso López Quintás

• Editorial: Ediciones Rialp, S.A.
• Año: 2015
• ISBN del libro electrónico: 9788432145070
• Categoría: Literatura
• Categoría: Literatura general

Consciente de la enorme capacidad formativa de la música, Beethoven intentó abrir un camino hacia la felicidad. Su Novena Sinfonía es una festiva proclamación de la unión fraterna y el respeto al Creador. Escuchada así, no solo emociona su alegría: sobrecoge también el mensaje de esperanza y la ternura que transmite su armonía. Así lo muestra el autor en este original y breve ensayo.

IV.

LA NOVENA SINFONÍA DE BEETHOVEN Y EL TRIUNFO DE LA FRATERNIDAD

El amor al arte y la virtud salva a Beethoven de la desesperación

En su Testamento de Heiligenstadt —escrito prematuramente a causa de la depresión causada por la sordera—, Beethoven cuenta a sus hermanos que a veces, en el campo, quienes le acompañaban oían el sonido de una flauta que sonaba a lo lejos pero él no percibía nada. «Tales sucesos —les confesó— me llevaban casi a la desesperación; faltaba poco para que yo mismo acabase con mi vida. Solo él, el arte, me detuvo». Más adelante añade:

Mi deseo es que tengáis una vida mejor y menos llena de preocupaciones que la mía; recomendad a vuestros hijos la virtud; solo ella puede hacer feliz, no el dinero, yo hablo por experiencia; ella fue la que a mí me levantó de la miseria; a ella, además de a mi arte, tengo que agradecerle no haber acabado con mi vida a través del suicidio[1].

¿Qué grandeza y poder transfigurador poseen la virtud y el arte para disuadir a Beethoven de poner fin a una vida acosada por el sufrimiento?

Por virtud entendía Beethoven la solidaridad, el amor de los hombres entre sí y con el Creador. El arte musical era para él una forma privilegiada de participar en un reino de extraordinaria belleza y comunicarla en alguna medida a los hombres.

El amor al arte avivó en Beethoven la admiración por la belleza, fenómeno adorable que surge merced a la colaboración del ser humano. Cuando nos dejamos sobrecoger por la belleza cautivadora del arte, sentimos asombro ante la grandeza que logramos cuando creamos en la vida relaciones valiosas. El gran arte no solo es fuente de belleza y agrado, nos descubre la multitud de posibilidades que albergan las interrelaciones. Y, como estas se hallan en la base del universo —según hemos visto—, al vivir la relación de manera tan impresionante en la música nos parece tocar fondo en la realidad del mundo que habitamos. Ello nos da una idea clara de la excelsitud del ser humano, que viene de un encuentro amoroso y está llamado a crear nuevas formas de encuentro, visto como el modo más elevado de interrelación: interrelación fecunda con las personas e instituciones, con el bien, la bondad, la belleza, la verdad, y, aunándolo todo en su última raíz, con el Creador de todas las cosas.

La virtud y el amor al arte los hermanó Beethoven de modo inigualable en la Novena Sinfonía, cuyo último tiempo no es en principio un «himno a la alegría» —como suele decirse—, sino una invitación enérgica a la solidaridad de los hombres entre sí y con el Creador, el «Padre amoroso que debe habitar más allá de la bóveda celeste», como canta el coro, con texto del poeta Friedrich Schiller. La alegría es el sentimiento efusivo que brota como fruto de esa unión fecunda, que colma nuestra vida de sentido.

Nuestra existencia tiene sentido cuando está bien orientada. La única orientación adecuada es la que nos lleva a la realización del ideal de nuestra vida, que es el ideal de la unidad, es decir, del encuentro. El encuentro es una forma relevante de interrelación. Para disponer nuestro ánimo a la creación de modos diversos de encuentro, debemos apreciar las relaciones en su justo valor. En esta tarea nos presta la música de calidad una ayuda impagable, pues toda ella es, desde el origen, un entrelazamiento de ámbitos expresivos.

El testamento espiritual de Beethoven

Las obras musicales podemos analizarlas en dos niveles: el puramente estructural y el humanístico. En la Novena Sinfonía, Beethoven nos presenta una serie de temas, formas, frases y períodos ensamblados conforme a las reglas del arte musical. Encontramos la forma sonata en el Primer Tiempo; un scherzo en el Segundo; en el Tercero, un adagio que combina las variaciones con la forma del Lied; en el Cuarto, un tema con variaciones. En el campo expresivo de esta estructura musical (nivel estructural), Beethoven expresa la lucha del hombre contra un duro destino (nivel humanístico).

En la madurez de los cincuenta años, vividos con febril actividad creativa, Beethoven se encuentra acosado por la soledad y muy mermado de facultades: mal de la vista, totalmente sordo, falto de fuerzas por el progreso galopante de la enfermedad. En vez de entregarse al desánimo, se retiró a Baden, pueblecito de la frontera austrohúngara, «para componer un himno de gratitud y alabanza al Supremo Hacedor». Fruto de ese ahondamiento en sus raíces más profundas, fueron dos obras cumbre —la Missa solemnis y la Novena Sinfonía o Sinfonía coral—, que Beethoven ofreció a la humanidad como una especie de testamento espiritual, el legado de un espíritu sensible que solo pudo soportar la amargura de la vida diaria elevándose a las cimas del arte. Parece como si Beethoven, en su edad madura, recapitulara su vida entera, con muchas de sus expectativas frustradas, sus escasos días luminosos, su afán de hacer el bien y su tenaz fidelidad a sus creencias religiosas, y haya querido abrirse a un horizonte definitivo de luz. En uno de sus apuntes figura esta frase:

A mí se me concedió el gran don de vivir en un reino de belleza elevadísima. Mi tarea en la vida es comunicar a los hombres algo de esa belleza a través del lenguaje que mejor conozco: el musical.

En este momento de decadencia física y social, tomó por lema «Durch Leiden Freude!» (¡por el dolor a la alegría!) y se puso a la tarea. Con qué diligencia y buen ánimo abordó esta titánica labor una persona tan desvalida físicamente como él podemos vislumbrarlo al leer esta observación suya: «Nada tan hermoso como aproximarse a la Divinidad y esparcir sus rayos sobre los hombres».

Una vez terminadas las dos obras que dejaba a la Humanidad como un legado cultural de excepción, Beethoven se sintió inmensamente aliviado y satisfecho. Sobrecogía a los vieneses observar que, pes...

Índice

• PORTADA
• PORTADA INTERIOR
• CRÉDITOS
• ÍNDICE
• PRÓLOGO
• I. CARÁCTER RELACIONAL-CREATIVO DE LA MÚSICA
• II. LA MÚSICA NOS AYUDA A CONFIGURAR NUESTRA PERSONALIDAD
• III. LA MÚSICA DA MADUREZ A NUESTRA INTELIGENCIA Y PROMUEVE UNA CULTURA DEL CORAZÓN
• IV. LA NOVENA SINFONÍA DE BEETHOVEN Y EL TRIUNFO DE LA FRATERNIDAD
• EL TESTAMENTO DE BEETHOVEN Y EL PODER LIBERADOR DEL ARTE