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- Spanish
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eBook - ePub
Jesús explicado hoy
Descripción del libro
A menudo, quien busca un libro que le aproxime a la fe católica tropieza con textos que no parten realmente de cero. Por ejemplo, es difícil conocer a Jesús sin un recorrido previo por la historia de Israel, el pueblo elegido por Dios para darse a conocer entre los hombres. El autor, de larga experiencia pastoral entre personas sin fe, ofrece un marco básico para aproximarse a Jesús de Nazaret, mediante explicaciones sencillas y citas de la Biblia.
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Información
PARTE III.
DIOS HA VISITADO A SU PUEBLO
16. LA LLEGADA DEL SALVADOR DEL MUNDO
El acontecimiento central de la historia humana fue la llegada del Salvador que Dios había prometido cuando castigó a la serpiente en el Paraíso. En aquellos años, la espera de un Salvador se había extendido no solo en el ámbito de Israel, sino por todo el imperio romano. La gente añoraba un cambio profundo en el mundo. Había llegado el momento en el que Dios iba a cumplir las promesas que había hecho a su pueblo Israel.
El primer acto de este plan de Dios tuvo lugar en una pequeña aldea del norte de Palestina, llamada Nazaret. Allí vivía María, una joven judía prometida a un carpintero llamado José. Entre los judíos, este compromiso tenía la fuerza de un verdadero matrimonio, aunque aún faltaba la ceremonia con la que empezaban a vivir bajo el mismo techo. Dios envió al ángel Gabriel para comunicar a María el plan que había diseñado para salvar a los hombres. «El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”» (Lc 1, 28). La primera palabra que Dios, por medio de su ángel Gabriel, dice a María es: «Alégrate», porque la noticia que viene a comunicarle será fuente de gran alegría para María y para todos los hombres. El ángel se dirige a María llamándola «“llena de gracia”». Esta expresión significa que Dios se complace en María de una forma especial; que el Señor la mira con un amor único, porque ella ha sido escogida y preparada para traer al mundo al Salvador, Jesucristo. Estas palabras tan sublimes del ángel Gabriel produjeron en María una conmoción interior y exterior, pues ella no sabía aún qué quería decirle Dios.
El ángel tranquiliza a María y le anuncia el plan de Dios. «“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”» (Lc 1, 30,31). El hijo que ella va a concebir es el Salvador. Su nombre, Jesús, expresa su misión, pues significa “el que salva”. Su llegada al mundo es el cumplimiento de las promesas divinas a los Patriarcas, a Moisés y a David. El ángel define quién es Jesús: «“Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, (…) y su reino no tendrá fin”» (Lc 1, 32). Jesús, el Salvador, es el Hijo del Altísimo. Su reinado, como el de Dios, no acabará nunca.
María, como muestra de su disponibilidad a los planes de Dios, pide a Gabriel que le aclare cómo se va a realizar en ella ese querer de Dios. Y el ángel responde: «“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios”» (Lc 1, 35). La concepción de Jesús será obra del mismo Dios. La expresión “cubrir con su sombra” se usa en el libro del Éxodo para describir la especial presencia de Dios sobre la “Tienda de la reunión” en el desierto. Aquí se refiere al poder de Dios, el Espíritu Santo, que tomará de María la materia para formar el cuerpo de Jesús, creará un alma humana para vivificar ese cuerpo y, en el instante en que esa alma se una al cuerpo sacado de María, el Hijo Unigénito de Dios, llamado también Verbo de Dios, se unirá a ese hombre. De María nacerá el Santo, es decir, Dios hecho hombre, el Verbo de Dios “encarnado”. Por tanto, lo que el ángel de Dios le comunica a María es que Dios la ha escogido para ser su Madre, la Madre de Jesús, el Salvador.
«María contestó: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel se retiró» (Lc 1, 38). El “sí” de María trajo al mundo a Dios. Al acoger con gozo el plan divino, María abre el camino a Dios para venir a nuestra tierra y salvarnos. Su aceptación incondicional del deseo de Dios contrasta con la larga cadena de rebeldías del pueblo elegido y de todos nosotros. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha creído que María, la “llena de gracia”, fue preservada de contraer el pecado de origen con que nacemos todos y por eso la proclama “Inmaculada Concepción”.
Antes de despedirse, el ángel Gabriel dio a conocer a María que su prima Isabel, pasada la edad en que podría ser madre, había concebido un hijo de su esposo Zacarías, sacerdote del Templo. Seis meses antes que a María, el mismo ángel Gabriel se había aparecido a Zacarías cuando estaba ofreciendo incienso ante el altar de Dios, en el Templo de Jerusalén, para anunciarle que el hijo que iba a dar a luz su mujer Isabel, al que debía llamar Juan, venía con la misión de preparar al pueblo para recibir al Salvador. Pero Zacarías, a diferencia de María, había dudado de la palabra del ángel Gabriel, y por eso quedó mudo hasta que circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Juan. Cuando Juan llegue a la edad adulta se retirará al desierto, lugar de purificación interior, y bajará después al Jordán para anunciar la inminente venida del Reino de Dios con la llegada del Mesías. La gente lo llamará Juan el Bautista, porque invitaba a sus oyentes a recibir un baño ritual en el río Jordán, llamado bautismo, como símbolo de la limpieza de alma que esperaban alcanzar de Dios cuando llegase el Mesías.
La primera decisión que tomó María después de concebir al Verbo de Dios en su seno por obra del Espíritu Santo fue ir a la casa de su prima Isabel, que necesitaba ayuda, pues era mayor y solo faltaban tres meses para que naciera Juan. El evangelista Lucas refiere que «se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá» (Lc 1, 39). Esta “prisa para servir” se la transmite su Hijo, recién concebido, que años más tarde dirá a sus amigos que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10, 45). La ciudad de Judá donde vivía Isabel es, según una antigua tradición, la actual Ayn-Karim, a ocho kilómetros de Jerusalén y a ciento treinta de Nazaret, donde vivía María.
Cuando María llegó a casa de Zacarías y saludó a Isabel, la cercanía de Dios, encerrado en María, hizo saltar de alegría a Juan dentro de Isabel y esta fue iluminada por el Espíritu Santo y conoció el “secreto divino” que guardaba María. Al darse cuenta de que su prima María llevaba a Dios en su seno, Isabel «levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”» (Lc 1, 42). Entonces María exultó de gozo con una oración, el Magnificat, en la que alaba a Dios que elige a los humildes para manifestar en ellos su inmenso poder, que derrama como misericordia en cada generación: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava» (Lc 1, 46). María se quedó en casa de Isabel tres meses para echarle una mano y después regresó a Nazaret.
Con el paso de los meses comenzó a hacerse visible que María esperaba un hijo. Ella confiaba en Dios y no había contado nada a su prometido. José no sabía qué pensar, seguro como estaba de la fidelidad de María. Quizá intuía, llevado por su delicadeza de espíritu, que todo eso era cosa de Dios, y por eso decide quitarse de en medio. En esas andaba cuando, durante el sueño, un ángel del Señor le comunicó que la criatura que María llevaba en su vientre era fruto del Espíritu Santo, que ese Niño venía a salvar a su pueblo de sus pecados y que él tenía la misión de cuidarle y ponerle por nombre Jesús. José, entonces, acogió a María en su casa.
Unos meses más tarde, José y María tuvieron que realizar un viaje desde Nazaret a Belén, la aldea de donde procedían los antepasados de José que pertenecía a la familia real de David, porque el emperador Octavio Augusto había ordenado hacer un censo en Judea y cada uno tenía que inscribirse en su pueblo de origen. Debió de ser un viaje incómodo para María, en avanzado estado de gestación. Al llegar a Belén «le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (Lc 2, 6-7). Con esta deslumbrante sencillez describe Lucas el acontecimiento central de la historia del mundo. El hecho de que esta joven madre sea la que envuelva a su hijo en pañales lleva a pensar que el alumbramiento del Señor no afectó a María como a las demás mujeres, sino que el Señor respetó su deseo de permanecer siempre virgen. Un pesebre, comedero de animales, fue la primera cuna de Jesús, porque el establo de la posada o de alguna casa grande fue el único lugar que pudieron conseguir con la privacidad necesaria para que María pudiera dar a luz al Salvador del mundo. El calificativo “primogénito” no indica que María tuviese más hijos, pues se aplicaba al primer hijo aunque fuese el único, como en este caso.
María, después de adorar a su hijo y Señor, lo depositaría en brazos de José, pues, aunque él no había tenido parte en la concepción de Jesús, deseaba acogerlo como hijo y cuidarlo con todo su amor, como le había encargado Dios. Un ángel del Señor anunció a unos pastores que guardaban sus ovejas en los prados de la parte baja de Belén que allí cerca les acababa de nacer un Salvador y les dio como señal que encontrarían al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Los pastores fueron corriendo, encontraron al niño acostado en el pesebre, y contaron a María y José lo que Dios les había revelado sobre aquel niño. María y José debieron instruir a los pastores acerca del Mesías que estaba delante de ellos. Y al marcharse, los pastores fueron los primeros mensajeros que difundieron la “gran noticia”.
Es de suponer que, pasada la noche del nacimiento de Jesús, la sagrada Familia encontró un lugar digno donde alojarse en Belén. En esa casa, a los ocho días de nacer, Jesús fue circuncidado como los demás niños judíos que, con esta ceremonia, señal visible del pacto de Dios con Moisés, pasaban a formar parte del pueblo elegido. Esta pequeña operación la realizaba un experto, delante de unos testigos y un padrino, con un rito determinado en el que el padre te...
Índice
- PORTADA
- PORTADA INTERIOR
- CRÉDITOS
- CITA
- ÍNDICE
- PRESENTACIÓN
- LISTA DE ABREVIATURAS DE LOS LIBROS DE LA BIBLIA
- PARTE I. LAS GRANDES PREGUNTAS
- PARTE II. DIOS SALE AL ENCUENTRO DE LOS HOMBRES
- PARTE III. DIOS HA VISITADO A SU PUEBLO
- PARTE IV. LA HORA DE JESÚS
- GLOSARIO
- JOSÉ BENITO CABANIÑA MAGIDE