CAPÍTULO 1
La inmigración uruguaya en la Argentina
Dinámicas, flujos, perfiles e integración
Resulta poco conocido el proceso inmigratorio vivido por los uruguayos en la Argentina en relación con el conocimiento acerca de otros grupos procedentes de países limítrofes. En efecto, no contamos con trabajos específicos previos desde la antropología social a esta investigación. La información existente se encuentra dispersa y poco desarrollada en diversos estudios, en los que se presenta en general como excepción o contraejemplo.
Ante esta situación, y para reconstruir la historia y las características del proceso que nos ocupa, debimos hurgar pacientemente en la información colateral que brindan las investigaciones en la Argentina, los trabajos realizados en Uruguay sobre la emigración en ese país y los datos censales de ambos países. Esta estrategia nos permitió acceder a la información cuantitativa disponible y, a partir de ella, presentar de forma ordenada la historia de la inmigración uruguaya en la Argentina.
En lo que sigue exponemos las particularidades de este proceso, teniendo en cuenta la información sobre la cantidad acumulada de migrantes, que presenta una aproximación a los flujos migratorios, los factores explicativos que en ciertos períodos se relacionaron con acontecimientos en el país de destino de la migración y en otros con el país de origen y, finalmente, los perfiles sociales y económicos de esta población inmigrante en la Argentina.
El fenómeno de las migraciones en Uruguay se inscribe en la historia de un país de emigración, según lo denominó el sociólogo César Aguiar (1982) en su análisis pionero sobre la evolución demográfica de Uruguay. Este autor señaló que la estructura económica y social del país, consolidada desde su constitución política (1830), tendió progresivamente a la disminución de su población mediante la emigración y la baja fecundidad poblacional.
Estas condiciones se remontan al período de inserción de Uruguay en el mercado económico europeo como país productor primario, cuya consecuencia social más importante fue el desarraigo de la población rural (Jacob, 1969) y la concentración de la propiedad de la tierra bajo el sistema del latifundio y la explotación extensiva. En efecto, desde su constitución política y en pleno período de poblamiento y de crecimiento urbano, en especial de Montevideo, Uruguay expulsaba una parte importante de la población nativa y de la inmigración procedente de Europa hacia Buenos Aires, las ciudades del litoral argentino y el sur de Brasil. Gran parte de estos grupos se radicaba en la Argentina; de hecho, los censos de 1869 y 1895 mostraron un incremento en la cantidad de residentes uruguayos, que fueron el grupo mayoritario entre la inmigración limítrofe en ese país (gráfico 1, cuadro 1).
A la mencionada situación expulsiva en Uruguay se sumó la atracción de trabajadores generada por la expansión económica bonaerense y la región pampeana circundante en la primera década del siglo XX. Los datos censales argentinos muestran la ubicación preferencial de la inmigración uruguaya en la ciudad y la provincia de Buenos Aires, así como en Entre Ríos y Santa Fe. Básicamente estos flujos de población respondieron a la demanda laboral que originó la apertura económica de la región de Buenos Aires y de La Pampa a la producción agropecuaria, el desarrollo y dinamismo del sector exportador. Esta atracción fue significativa: comparativamente se estimó que la población uruguaya en la Argentina crecía a una tasa media anual del 4% entre 1869 y 1914, mientras la población de Uruguay crecía en un período similar (1860-1908) a una tasa del 3,2% anual (gráfico 2). También fue notable en relación con otros grupos limítrofes en la Argentina, pues la inmigración uruguaya fue la más voluminosa registrada hasta el censo de 1914.
Posteriormente, la disminución de la inmigración uruguaya observada a partir del censo argentino de 1947 volvía a mostrar su estrecha relación con el modelo agroexportador que presentaba dificultades a partir de la crisis mundial de 1929. Sin embargo, cabe preguntarse por qué los flujos no se dirigieron al sector industrial y de los servicios, que comenzaban a crecer a partir de mediados de la década de 1930, cuando se inició el período de sustitución de importaciones, en particular en la zona metropolitana de Buenos Aires.
La explicación acerca del cese de la inmigración uruguaya, pese a la atracción que siguió ejerciendo el mercado laboral argentino en este período, se encuentra en el país de origen. En efecto, la disminución de los flujos –hasta llegar a su detenimiento casi completo durante la década de 1950– mostró cómo coyunturalmente Uruguay pudo, por un período, retener a su población propensa a emigrar. Los procesos industrializadores y burocratizantes abiertos en ese país como respuestas a la crisis de 1929 ofrecieron en este sentido una alternativa al éxodo rural y urbano.
Entre los procesos más destacados destacamos la expansión del sistema de previsión social (jubilaciones), que permitió liberar puestos de trabajo, y la creación de empleo en la industria liviana (electrodomésticos, textil, alimentos, etc.). Asimismo, se estimó que las restricciones en el acceso de inmigrantes internacionales reservaron a los migrantes internos las oportunidades laborales en el aparato estatal de las ciudades uruguayas (Nahum et al., 2007).
Se trata del período de expansión del Estado de bienestar, un contexto muy favorable para la exportación uruguaya hasta el fin de la guerra de Corea (1955), que le permitió al país disponer de un gran volumen de excedentes invertidos en la sociedad de acuerdo con un proyecto modernizador. También conocido como el Estado batllista, el Estado protector y dirigista propició la urbanización, la expansión educativa, la seguridad social y la movilidad social con el objetivo de crear un país de clase media donde predominara el pequeño propietario, liberal y abierto a las nuevas ideas (Nahum, 1986). Esta temprana modernización en el contexto regional abonó, con cierta dosis de verdad, el relato historiográfico nacional de la excepcionalidad del país que le valió el nombre la Suiza de América.
La disminución y el cese de los flujos hacia la Argentina registrados en los censos de ese país en 1947, 1960 y 1970 mostraron que la inmigración uruguaya quedaba al margen de los procesos más significativos en la historia de la inmigración limítrofe en la Argentina registrados hacia mediados del siglo XX. A saber: el aumento en su volumen (50% de incremento según los registros censales de 1947 y 1960), la redistribución espacial hacia el Área Metropolitana de Buenos Aires y la integración diferencial en el mercado de trabajo.
En cuanto al mercado laboral, tuvo lugar una distribución sectorial por ramas de actividad de la población económicamente activa de origen boliviano, chileno, brasileño y paraguayo. Estos grupos disminuyeron su presencia en el sector agropecuario y en la minería mientras aumentaron, de manera notable, su participación en la construcción, el comercio y los servicios personales. Por último, mermó paulatinamente su ocupación en la industria manufacturera y los servicios básicos, quedando así relegados a los trabajos con condiciones más desfavorables (Marshall y Orlansky, 1983; Carrón, 1980).
Por el contrario, la población de origen uruguayo siguió concentrada en un 65% en el sector de servicios y redujo su participación en el sector productor de mercancías. Asimismo, y como consecuencia, se alejó de la nueva clase trabajadora que se estaba conformando. Ésta se nutría de migrantes internos e inmigración limítrofe, definidos en términos raciales como “cabecitas negras” que amenazaban con cambiarle el rostro europeo a Buenos Aires (Ratier, 1971) y generaban toda suerte de imaginarios amenazantes en las clases medias.
Hasta ahora sabemos que la atracción del mercado laboral argentino fue constante para los trabajadores uruguayos. Algunos autores propusieron analizar esta atracción en el marco de los procesos de urbanización característicos de toda la región. Teniendo en cuenta un área ampliada que incluyera a la Argentina y Brasil como un sistema urbano regional, se demostraba que las ciudades uruguayas progresivamente perdían peso en dicho sistema (De Sierra, 1992; Petrucelli y Fortuna, 1976; OIM, 2011).
También sabemos que determinados factores en el país de origen pueden operar más allá de los condicionamientos externos, como sucedió hacia mediados del siglo XX cuando el Estado de bienestar uruguayo retuvo población, y como volvió a suceder hacia fines de la década de 1960 pero en sentido inverso con el fin del Uruguay liberal. En efecto, el censo argentino de 1980 registró un incremento del 50% en el volumen de la inmigración uruguaya respecto del censo de 1970.
Estos datos reflejan la gran emigración uruguaya de la década de 1970. Según los datos producidos en Uruguay, entre 1963 y 1975 (período intercensal uruguayo) emigraron 200.000 personas (el 8% de la población total). Su distribución por años de salida presentó el siguiente esquema: 14.000 personas entre 1963 y 1967, 62.000 entre 1968 y 1972, y 124.000 entre 1973 y 1975 (Wonsewer y Teja, 1985). De este grupo total, el 66% se dirigió hacia la Argentina, en particular Buenos Aires, aunque también comenzó cierta diversificación en los destinos (antes acotados a la Argentina y Brasil): Estados Unidos, Europa y Australia.
Distintos estudios en Uruguay se han ocupado del tema emigratorio en este período, combinando perspectivas económicas y sociopolíticas. Por un lado, se planteó que se trata de un fenómeno estructural en el marco de un modelo económico y social que tiende en forma progresiva a la reducción poblacional del país. No hay posibilidades para el crecimiento poblacional en Uruguay mientras las variables de ajuste sean el nivel de los salarios y del empleo. Los correlatos de esta situación han sido, históricamente, la emigración y la reducción temprana de la fecundidad. También las causas se encuentran en el descenso sostenido del salario real como factor central en un contexto de estancamiento económico.
Por otro lado, se explicó la emigración como una respuesta ideológica y cultural al descenso acumulado en la calidad de vida, frente a las expectativas de una población altamente educada y con experiencia de vida urbana. Esta tensión estructural entre la modernización y el estancamiento económico fue de las más críticas en el contexto regional del Cono Sur (Filgueira, 1989).
Por último, la crisis económica fue acompañada por la toma de conciencia del fin de un modelo de sociedad incorporado durante la primera mitad del siglo XX que culminó con el golpe de Estado civil y militar en 1973. Terminaba un modelo basado en las ideas de una sociedad abierta, democrática y participativa con amplias posibilidades de movilidad social. De todas maneras, otros autores plantearon la debilidad que siempre tuvo ese Estado de bienestar que fue prematuro, “sin industria, con pies de barro, pasto y pezuña” (Methol Ferré, 2010: 83).
Como resultado de este incremento en el volumen de uruguayos en la Argentina podemos distinguir, en la década de 1980, dos corrientes migratorias en dicho país. Una instalada hasta mediados del siglo XX con las siguientes características sociodemográficas: sobre todo femenina, envejecida (57% de la población mayor de cincuenta años), instruida (56% con más de cuatro años de instrucción) y relativamente retirada de la actividad (tasa de actividad del 41%). Otra, posterior, que creció con celeridad en la década de 1970: en su mayoría femenina, joven (entre veinticinco y veintinueve años), asalariada (con ocupaciones en la industria, el comercio y los servicios del Área Metropolitana de Buenos Aires).
Si analizamos su dinámica y las formas de integración laboral, observamos que la inmigración uruguaya presentó nuevas transformaciones y cierto estancamiento a partir de la década de 1980.
En lo que respecta a la dinámica, se infiere de los datos censales argentinos que los flujos continuaron aumentando entre 1980 y 1991, a pesar de las complejas circunstancias de esa década (en la Argentina, el progresivo deterioro económico y en Uruguay crisis, recuperación económica y retorno democrático en 1985). Una particularidad es que la emigración uruguaya a la Argentina estuvo integrada mayoritariamente por núcleos familiares completos y, si bien no se puede deducir de los datos censales qué tipo de vinculaciones económicas mantienen los emigrantes con sus familias en el Uruguay, no resulta claro que el patrón migratorio que implica disociación entre país de trabajo y país de residencia de la dependencia familiar esté funcionando en este caso.
A partir de los datos producidos por los dos últimos censos argentinos, sabemos que la inmigración uruguaya presentó escaso dinamismo (Cerrutti, 2009). El censo de 2001 marcó una importante disminución en su volumen y esa tendencia continuó, aunque en menor proporción, según el censo de 2010. Diversos análisis entendieron que la explicación del cese de los flujos hacia la Argentina reside en un cambio en el patrón emigratorio de la población uruguaya hacia otros destinos. El fenómeno de la emigración en Uruguay no ha cesado. En cifras, se calcula que ese país pierde cada década más del 5% de la población total por emigración. Se proponen estimaciones que revelan un total de 100.000 personas emigradas por década entre 1975 y 2003 (Pellegrino y Calvo, 2005). En este último período los destinos comenzaron a centrarse en Europa y Estados Unidos en desmedro de la Argentina.
A partir de 2006, empezó a detectarse un incremento en los volúmenes de retorno de uruguayos relacionado con la crisis europea, las restricciones migratorias en Estados Unidos y cierto crecimiento económico en Uruguay percibido como positivo para el retorno, lo que plantea un escenario novedoso a futuro (Crosa, De Souza y Diconca, 2012; Crosa y De Souza, 2013; Koolhaas, 2007; Macadar y Pellegrino, 2007).
En cuanto a la participación de los trabajadores uruguayos en la actividad económica argentina, se registraron algunos cambios significativos que siguen las tendencias mundiales del trabajo inmigrante en cuanto a su inserción en los servicios personales y en trabajos de escasa calificación. El patrón de inserción laboral a partir de la década de 1990 ha tendido a aproximarse al perfil del conjunto de la inmigración limítrofe argentina, presentando cierta concentración en el servicio doméstico para las mujeres y la construcción para los hombres. En líneas generales, se registra una mayor participación de los uruguayos en trabajos de tipo independiente, en los servicios personales y en empleos no especializados en hoteles y restaurantes.
Particularidades demográficas de la inmigración uruguaya en la Argentina
Con el objetivo de presentar ...