CAPÍTULO 1
Notas sobre Epistemología y las Ciencias de la Salud
CAPÍTULO 1
1. Notas sobre Epistemología y las Ciencias de la Salud
1.1. Introducción
La importancia del conocimiento es inherente a la especie humana por su capacidad de reflexión, distintiva respecto de otros seres vivos. A tal punto que existe un territorio de análisis sobre él, una disciplina que abunda en todas sus derivaciones. Nos referimos a la Epistemología, cuya etimología nos llega del griego, ἐπιστήμη (epistḗmē), “conocimiento”, y λόγος (lógos), “estudio”. Estas notas se inscriben en esta disciplina a modo introductorio con un cierto énfasis en las ciencias de la salud, que se abordarán mediante algunos ejemplos.
La ciencia se ha consolidado como un dominio esencial, tanto para el desarrollo del conocimiento, como para su validación. Su estatuto legal se basa en la obtención de resultados de sucesivas investigaciones que valoran el método como elemento primordial de su práctica, desde la época en que la periodización europea de la Historia ha dado en llamar Modernidad y que se identifica con el movimiento de fuerte raíz humanista denominado Renacimiento (siglo XV de la era cristiana), pero también con una serie de hechos cuya concatenación explica un período de profundas transformaciones a través de su valoración real y simbólica.
Así, la conquista de América, la invención de la imprenta o el propio desarrollo científico, objeto de estas notas, representan el punto de partida de un mundo más parecido al actual que a las épocas anteriores. Como se puede apreciar, existe una superposición clara entre la ciencia moderna y la propia Modernidad, como período histórico-social, al menos en Occidente.
El itinerario histórico del conocimiento científico nos permite apreciar que si bien se habla de ciencia desde hace siglos, no fue sino hasta la crítica que propuso el cogito cartesiano, que se produjo una superación definitiva de otras fuentes del saber.
Así, la ciencia logró posicionarse como norma del conocimiento, superando en este campo a la religión, a la intuición y a la acumulación de saberes que se sintetizan en lo que solemos llamar “sentido común”, que habían nutrido cosmovisiones sucesivas, y por ende conductas de carácter individual y social. Bertrand Russell lo sintetiza magistralmente sosteniendo que el conflicto entre la teología y la ciencia se plantea entre la autoridad y la observación.
El elemento distintivo, a partir del siglo XVII en Europa, fue que la ciencia se dio para sí un método, entendiéndose al mismo como el conjunto de procedimientos y elementos, que de manera ordenada, parten de la observación en busca de la explicación de la naturaleza, es decir, de la realidad.
A la par del desarrollo de la ciencia moderna, se produjo una resignificación de la tecnología que se amplió de modo muy importante, como sustrato para la producción económica en el marco del naciente capitalismo, logrando así una correlación conceptual entre la validez científica, la eficiencia tecnológica y la rentabilidad económica.
Esta correlación derivó básicamente en un conjunto de situaciones que hoy promueven profundas discusiones: el dominio y la transformación de la naturaleza (y sus consecuencias en términos medioambientales), una amplia oferta de consumo de bienes y servicios (el consumismo que da cuenta de una obsolescencia permanente en materia tecnológica) y en la valoración crítica del conocimiento (la pertinencia social de la investigación).
Figura 1.1. Breve historia del inicio de la Ciencia.
1.2. Algunas definiciones de la ciencia y su desarrollo histórico
La ciencia y su desarrollo se destacan por su complejidad. En este punto, consideraremos inicialmente al término complejidad como “una palabra problema” ligado a un mirada multidimensional. La complejidad puede interpretarse, de este modo, como la interpelación a fenómenos compuestos por factores y sucesos relacionados. Esto connota en requerimientos técnicos y en posiciones ideológicas, considerando estos últimos como un conjunto de ideas de carácter primordialmente filosófico que considera múltiples factores, sucesos e ideas.
Aun así, creemos que existen algunos acuerdos conceptuales que deben ser considerados, no tanto para homogeneizar, uniformar o reducir el pensamiento, sino para armonizar un punto de partida que nos permita delimitar qué es ciencia y que no, con el propósito de mejorar su comprensión.
Inicialmente, digamos que hay consenso en que la ciencia es una disciplina que se sustenta en la observación y que dicha observación se aplica a fenómenos de la realidad, propendiendo a su interpretación, su análisis, su aprehensión, e incluso a la posibilidad de transformación o de predecir resultados de manera probable. La ciencia, además, implica la puesta en juego de un método, también más o menos consensuado, que aporta una sistematización, es decir, un ordenamiento determinado.
Bertrand Russell (1872-1970), nos proveyó de varias definiciones sobre la ciencia; mostramos a continuación, una de ellas: “La ciencia es un intento para descubrir, por medio de la observación y el razonamiento basado en la observación, los hechos particulares acerca del mundo primero, luego las leyes que conectan los hechos entre sí, y que (en casos afortunados) hacen posible predecir los acaeceres futuros”.
En este sentido, otro matemático contemporáneo, Mario Bunge (1919-actualidad) parece decirnos de manera más taxativa, que la ciencia es: “Conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible”.
Hay una categoría más, que varios autores plantean acerca del conocimiento científico: su carácter transitorio. Esta transitoriedad de la información científica se ha presentado tanto como un rasgo de autocrítica como de rigurosidad; sin embargo, sería interesante considerar aspectos algo más cotidianos que constituyen el centro del conocimiento científico: la modificación de las condiciones de observación y los cambios entre los factores que afectan un fenómeno, explican a menudo su carácter transitorio.
Por ejemplo, inicialmente (1981) se pensó que la epidemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) se había originado en un agente biológico trasmisible que se desconocía. Fue años después (1986) que se identificó al Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).
Esto permitió confirmar la transmisibilidad de la enfermedad, pero además conocer su patogenia y comprender que se trataba de una infección con un prolongado período de latencia que correspondía a un estadío asintomático de infección por el VIH y otro avanzado, caracterizado por la presencia de enfermedades oportunistas, debido a la virulencia selectiva contra el sistema inmune del virus causante. Aun cuando la definición clínica inicial fuera oportuna y no se modificara con el tiempo, el conocimiento del agente causal mejoró, ampliando la identificación y la comprensión de los casos.
Por otra parte, en el marco de los estudios sociológicos, recordemos que un fenómeno tan complejo (insistimos con el concepto de multidimensionalidad asociada al de complejidad, siguiendo a Morín ) como la condición de pobreza, fue definido por una posición social vulnerable respecto del acceso a alimentos, asociado a discapacidad, viudez y orfandad entre los niños, y que ahora requiere tener en cuenta otros bienes y servicios, de mayor distribución en nuestra cotidianeidad, como ropa, transporte, educación, trabajo, de manera fundamental, que se valoran como imprescindibles en virtud de un avance social.
Ambos casos también podrían explicar, por otro lado, que la citada falibilidad de ...