Capítulo 1
La democracia semisoberana
y la representación política tecnocrática
Carlos Huneeus
Introducción
Las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales del 19 de noviembre de 2017 tuvieron lugar en un periodo complejo del sistema político chileno, que era una manifestación del progresivo debilitamiento del desarrollo político. Los indicadores más visibles de este escenario fueron la caída de la participación electoral, la debilidad y fragmentación de los partidos, una ciudadanía crítica de la política y los políticos, en un contexto de creciente baja confianza interpersonal y en las instituciones políticas. Menos notorios, pero igualmente incidentes, eran los cambios en la organización del Estado, que erosionaron su capacidad para que los gobiernos cumplieran en forma adecuada sus funciones en educación, salud y previsión social.
Con la participación de ocho candidatos presidenciales en la papeleta de noviembre se confirmó la fragmentación del sistema de partidos. Hubo dos postulantes de la Nueva Mayoría (NM), dividida por primera vez en casi treinta años, con una candidatura del PDC, la senadora Carolina Goic, y otra del senador independiente Alejandro Guillier, que recibió el apoyo del PS, PPD, PRSD y el PC. La derecha también compitió dividida, con dos candidatos: el ex presidente Sebastián Piñera, que tuvo el apoyo de RN, UDI y el emergente Evópoli, partidos que integran la coalición Chile Vamos, y el diputado José Antonio Kast, que renunció a la UDI para postularse. La candidatura de una nueva fuerza política, el Frente Amplio (FA), que agrupó a varios partidos y movimientos, fue encabezada por la periodista Beatriz Sánchez y alcanzó un sorprendente 20,3%, que en la elección parlamentaria se expresó en un aumento de dos a veinte diputados y el logro de un senador. Completaron el panorama electoral otros tres representantes de fuerzas políticas de izquierda: Marco Enríquez-Ominami, que compitió por tercera vez a la presidencia, además de Eduardo Artés y el senador Alejandro Navarro. Si bien la fragmentación se manifestó en todos los sectores, fue mayor en el centro y la izquierda, que se presentó dividida en seis candidaturas presidenciales, mientras que la derecha lo hizo en dos.
Estos indicadores se apartaban de los que tenía la democracia en sus primeros años después de la dictadura, cuando logró un importante desarrollo político, combinando en la «receta» ingredientes tales como verdad frente a los atropellos a los derechos humanos y también justicia, con la condena y prisión del mayor número de militares en los países de América Latina por su responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos, incluyendo al jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional, la DINA. Los primeros gobiernos democráticos lograron un muy buen desempeño económico y social, que permitió sacar al país del subdesarrollo, permitiendo que una mayoría de la población alcanzara mejores condiciones de vida, en un proceso de duración inédita en la historia del país.
Estos resultados se obtuvieron en un contexto muy adverso, pues la transición a la democracia se hizo a través del camino trazado por la Constitución de 1980, redactada siguiendo el modelo de «democracia protegida y autoritaria», con recursos ajenos a la democracia pluralista, que impuso recursos institucionales para la defensa tanto del ex dictador como del sistema económico de neoliberalismo radical implantado en dictadura, que fue de economía de mercado puro, en los conceptos de Linz y Stepan (1996). De estos enclaves destacan, entre otros, las limitaciones al ejercicio de la mayoría electoral (con senadores designados y el requerimiento de mayorías muy altas para reformar la Constitución y aprobar las leyes en importantes ámbitos), el no haberse consagrado la supremacía civil sobre los militares, quienes tuvieron un dominio reservado en sus decisiones institucionales (Valenzuela, 1992) y la restricción más importante, la permanencia del ex dictador como comandante en jefe del Ejército durante ocho años (hasta 1998) después de terminada la dictadura. La continuidad de una considerable parte de la élite autoritaria en el Congreso y en los dirigentes de los partidos de derecha, la UDI y RN, reforzó el peso de estas limitaciones institucionales, pues se opusieron en bloque a aquellas reformas que apuntaba...