Educar con conciencia
eBook - ePub

Educar con conciencia

Acompañar a los niños y niñas desde el autoconocimiento

  1. 180 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Educar con conciencia

Acompañar a los niños y niñas desde el autoconocimiento

Descripción del libro

Ser padres y madres es un reto: implica asumir con fuerza el papel de progenitores y el de adultos responsables de nuestras propias vidas.Educar con conciencia significa acompañar a los hijos e hijas desde nuestra libertad interior. Implica habernos reconciliado con lo vivido, con lo que pudo ser y con lo que no.Solo cuando nos conozcamos profundamente y nos aceptemos, podremos mirar a nuestro hijos e hijas sin cargas y atenderlos con mayor sabiduría, disfrutando y aprendiendo de la relación.Se trata de darse cuenta de que, lo que veo en mi hijo o hija, pasa siempre por el sesgo de mi experiencia, por el filtro de mis miedos. La realidad que observamos no es tal: solo es mi realidad.El libro que tenéis en las manos os da herramientas para mirar hacia dentro y acompañar educativamente desde la libertad y la conciencia.

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Información

Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788416680542
Edición
1
Categoría
Bildung

1. Para empezar

Ser padres y madres es un gran reto. Y lo primero, es darse cuenta del valor del trabajo que se nos encomienda. Ser padres y madres es asumir con fuerza el papel de progenitores y, también, por fin, el de adultos responsables de nuestras vidas.
En el mundo en que vivimos, se ha iniciado un movimiento de toma de conciencia, un despertar, que debe tener su correlato, también, en la educación. Sin lugar a dudas, esta toma de conciencia conlleva la responsabilización de los padres de sus propios asuntos.
Se trata de darse cuenta de que, lo que veo en mi hijo o hija, pasa siempre por el tamiz de mis ojos, por el sesgo de mi experiencia, por el filtro de mis miedos. La realidad que observamos no es tal: solo es mi realidad.
El libro que tenéis en las manos os pide un compromiso y un esfuerzo, y os exige que giréis la mirada hacia vosotros, para poder acompañar a vuestros hijos e hijas.
Son muchos los asuntos pendientes que vamos arrastrando. Vivir nos genera residuos: pequeñas o grandes situaciones que no supimos resolver, conflictos que quedaron abiertos, dificultades en la relación entre las personas, heridas abiertas que sufrimos desde la infancia. Sin darnos cuenta, nos hemos ido cargando con una cantidad de malestar, más o menos grande, con un dolor más o menos duro de arrastrar. Para poder educar a nuestros hijos, haciendo un ejercicio de madurez, debemos liberarnos de este lastre.
El objetivo principal de este trabajo es no transmitir las carencias de nuestro niño interno a nuestros hijos, no cargarlos con temas pendientes. Desde la inconsciencia, los padres arrojamos en los hijos todo tipo de miedos y actitudes infantiles que no tenemos resueltas. Este libro pretende ayudar a los adultos a darse cuenta de las heridas que acumulan y que manifiestan, proyectándose en los conflictos diarios con los niños.
La relación padres-hijos es la más íntima que existe y traspasa los límites del tiempo y del espacio. Los vínculos que nos unen son, hoy por hoy, todavía misteriosos y cuando observamos con atención lo que sucede en las familias, tenemos pruebas evidentes. Padres e hijos estamos conectados a un nivel invisible.
Os propongo que os abráis al misterio y miréis las criaturas que tenéis delante como una oportunidad para crecer y responsabilizaros de aquello que quedó abierto durante vuestra infancia. Os pido que os deis cuenta de que vuestros hijos son como son y hacen lo que hacen, y que a vosotros os afecta de una manera o de otra, según cómo resolvisteis algún asunto similar en vuestra vida.
Otras veces, una cuestión con los hijos nos activa alguna memoria inconsciente o nos cuestiona alguna creencia limitadora oculta. Sin saber muy bien el por qué, hay comportamientos que nos superan y comentarios que nos hieren y nos incomodan.
Nosotros decidimos cómo queremos vivir nuestra maternidad o paternidad. Asumimos hasta qué punto estamos dispuestos a mirarnos, a tomar lo que es nuestro y a desnudar nuestro pasado.
En este libro, encontraréis reflexiones sobre la tarea de ser padres y, también, aproximaciones prácticas a la convivencia diaria con los hijos y las hijas. No concibo lo uno sin lo otro. Debemos preguntarnos qué queremos transmitir como padres, cuáles son nuestros valores, nuestra forma de tomar la vida. Y, al mismo tiempo, hemos de encontrar la manera de transformar lo que pensamos y lo que sentimos respecto a la educación, en hechos prácticos del día a día con las criaturas. Este es el reto. Ser capaces de permitir a nuestros hijos e hijas ser como son y desplegar al máximo sus talentos y su vida.
Por eso, en el primer capítulo, descubrimos que, en realidad, no son “nuestros” hijos. Situaremos nuestra tarea de padres y madres en un contexto más global, para darnos cuenta del lugar que ocupamos. Seguidamente, observaremos cuáles son las cualidades imprescindibles para ejercer nuestro papel: la observación, la escucha y la presencia. Y analizaremos cómo deben ser, para que el acompañamiento a los niños y niñas sea más libre. Descubriremos un par de herramientas, el modelaje y hacer como si, que nos ayudarán a transitar la vida con los hijos y, también, observaremos cómo funcionan nuestros patrones con la culpa y la manipulación. Nos daremos cuenta de uno de nuestros compañeros de viaje, el miedo, y nos fijaremos en las diferentes formas en que se nos presenta.
Después, comienza la segunda parte de este libro, donde hablamos de la tarea de acompañar.
Para explicar la educación de los hijos, desde su nacimiento hasta los 21 años, usamos la teoría de los septenios de Rudolf Steiner. Explicaremos cómo va cambiando nuestro rol, dependiendo de la edad de los niños y niñas que tenemos bajo nuestra responsabilidad. Continuaremos nuestro viaje y hablaremos de temas importantes de la vida que debemos transmitir: las emociones, la sexualidad, la muerte, la espiritualidad y las relaciones. Y acabaremos nuestra mirada sobre la educación, fijándonos en la dificultad de acompañar a nuestros hijos, en los capítulos: cuando las cosas no van bien y yo no sé cómo tienes que vivir tu vida.
El trabajo de educar a los hijos es, también, nuestra contribución al mundo y así debemos tomarlo. Los padres tenemos un papel a interpretar y nuestra actuación es clave para transformar nuestro entorno en un lugar mejor. Acompañar de la mejor manera a los niños, no lo hacemos solo por nuestros hijos: es una tarea social y, me atrevo a decir, espiritual. Aportamos nuestro granito de arena para construir un mundo más armónico y para el cambio de conciencia que todos estamos esperando.
Ser padres y madres es una experiencia apasionante cuando despertamos a la conciencia y tomamos con alegría lo que es nuestro. Y con este gesto, tomando lo que nos pertenece, permitimos que los chavales puedan iniciarse en la vida con menos cargas, y con un modelo adulto de gestión de los propios asuntos, y responsabilidad.

2. No son nuestros hijos

No son nuestros hijos. Solo nos han confiado su cuidado durante un tiempo.
Durante los primeros años de vida, sucumbimos al espejismo de que son nuestros, porque nos necesitan para la supervivencia; primero, de día y de noche; luego, solo de día y, al final, solamente de vez en cuando, pero se trata únicamente de un espejismo.
Sobre este asunto, leí hace tiempo esta definición de la palabra “hijo” del escritor portugués José Saramago: “Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje. Sí. ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo... el más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros solo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”.
No puedo estar más de acuerdo con esta definición. Cuando podemos vivir la educación desde esta nueva mirada, aceptando que los hijos no nos pertenecen, nos sentimos más libres.
Acompañar a los hijos es una tarea inmensa. A veces, tenemos la sensación de que no hay espacio para nada más. Es un trabajo que nos ocupa durante los años centrales de nuestra vida y nos invade completamente. Cuando tenemos un hijo, todo se transforma: nuestra vida afectiva, nuestro espacio físico, nuestra vida profesional, nuestra manera de pensar, nuestras creencias, nuestros valores. Sentimos que su llegada no ha sido casual. A veces, aparecen en momentos imprevistos; otras, se han hecho esperar mucho, y en otras, la vida nos pone en situaciones que nunca habríamos imaginado. Ellos forman parte de un plan pedagógico, de una guía no escrita que tiene nuestra vida, para hacernos madurar y dar un salto de conciencia. Son una herramienta más en nuestro camino, para hacer lo que tenemos que hacer, para dar al mundo lo que tenemos y aportar a la sociedad y a los demás algo nuestro.
Los hijos no nos pertenecen, porque los hijos se crían en familia, en la gran familia que somos todos y en la pequeña que hemos formado el padre y la madre. Tienen papeles de gran relevancia en los primeros años los abuelos, los tíos y las tías y los primos. Es un trabajo tan transcendente, que todo el clan se une en esta tarea: cada uno en el papel que debe representar. Los niños disfrutan de los encuentros familiares, se sienten acogidos y queridos, deseados, sostenidos por la energía del vínculo, incluidos en el clan. Los padres se sienten acompañados, libres por un rato de hacerlo todo, de ocuparse de todo.
Y los hijos se crían también en sociedad; en la escuela, en la calle, en las tiendas, en los parques y las plazas y en el contacto con el resto de seres humanos que tienen alrededor. Aprenden de la mirada de los maestros y de los compañeros y de las experiencias, en sus encuentros con los demás. Se conocen a sí mismos en el acercamiento al otro, reconociendo y recorriendo sus propios límites. Se educan en esta red, en este útero que los contiene y que los cuida que somos todos.
También forman parte de una estirpe que se remonta siglos y siglos atrás y que ha permitido que la vida les llegara. Una lista interminable de hombres y mujeres que vivieron y consiguieron hacer brotar su semilla. Sus vicisitudes están en todos sus descendientes, de una forma u otra, y la vida fluye hasta llegarnos, haciéndonos partícipes de esta cadena humana, a la vez invisible y presente. Se trata, de algo que va más allá de nosotros; solo somos una pieza más, un eslabón más de esta cadena infinita.
Cuando los hijos llegan a este mundo, nos damos cuenta de que, desde muy pequeños, ya traen cosas suyas, ya son de una determinada manera: alegres y extravertidos o llorones y asustadizos. A los jóvenes papás nos sorprende descubrir que nuestro bebé ya lleva unas cuantas cosas de serie. Vienen a este mundo con un trabajo por hacer y es por esta razón por lo que disponen de talentos y limitaciones como nosotros. Llegan para recorrer su camino vital, a aprender lo que les toque aprender y a construir su vida, a partir de lo que les irá sucediendo. Nosotros somos una herramienta más: actores y actrices de reparto en sus vidas. Si lo hacemos bien, con los años, ocuparemos un lugar de respeto y sabiduría, donde volverán de vez en cuando a retomar fuerzas, a consultar, quizás, en momentos de incertidumbre....

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Sobre la autora
  6. Agradecimientos
  7. Prólogo
  8. Prólogo del editor
  9. Citas
  10. 1. Para empezar
  11. 2. No son nuestros hijos
  12. 3. Lo que nos ayuda a ser padres
  13. 4. Lo que nos dificulta ser padres
  14. 5. Etapas de crecimiento de los niños y las niñas
  15. 6. Temas importantes de los que hablar con los hijos
  16. 7. Yo no sé cómo tienes que vivir tu vida
  17. 8. Cuando las cosas no van bien
  18. 9. Para terminar
  19. 10. Bibliografía