
- 332 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Simón Bolívar, proyecto de América
Descripción del libro
Cada vez que aparece una nueva biografía del Libertador Simón Bolívar surge inevitablemente la pregunta: ¿hacía falta una más? Quizá la pregunta no es tan pertinente en Argentina, donde se publicó la primera edición de esta obra, pero sí lo es en cualquiera de los países de la antigua Gran Colombia, región donde abundan los libros sobre Bolívar. Podría inclusive resultar sospechoso el hecho de que el autor del presente libro, más conocido por sus escritos sobre Santander y admirador confeso aunque no incondicional de sus logros, centre ahora su mirada sobre el enemigo político del Hombre de las Leyes . Sin embargo, quisiera hacer constar desde un principio que, a mi modo de ver, ha habido cierta exageración en lo escrito acerca de las discrepancias entre estos dos próceres. Hace unos años había redactado inclusive un artículo con el título Bolívar y Santander, dos vertientes de una sola política . La sola política era, por supuesto, el liberalismo en sentido amplio, ya que Bolívar compartía la mayor parte de la filosofía liberal de la Ilustración europea, aun cuando no viera aplicables a Hispanoamérica todas las innovaciones liberales.
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Información
Categoría
Biografías políticas1. NACIMIENTO , ESCENARIO, PRIMERAS ANDANZAS (1783-1808)
SIMÓN JOSÉ ANTONIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD BOLÍVAR Y PALACIOS nació en la ciudad de Santiago de León de Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela, el 24 de julio de 1783. En ese mismo año, según apuntó su biógrafo decimonónico FELIPE LARRAZÁBAL, el gobierno de Gran Bretaña reconoció formalmente la independencia de sus ex colonias norteamericanas. Éstas la habían logrado con la ayuda diplomática y militar del rey CARLOS III de España, un desarrollo de la antigua rivalidad existente entre las dos potencias europeas. Añadió LARRAZÁBAL: "¡Quién le hubiera dicho que acababa de nacer el que había de arrebatarle también las suyas!"{1}.
El mismo autor no vaciló en insinuar que la coincidencia de fechas no fue obra del azar sino de la misma Providencia, siendo la venida al mundo del niño SIMÓN un verdadero regalo de Dios:
En aquellos tiempos de oscurantismo y opresión, Dios sacó de los tesoros de su bondad un alma que revistió de inteligencia, de justicia, de fuerza y de dulzura. "Id", le dijo, "a llevar la luz a la mansión de la noche; id a hacer justos y felices a los que ignoran la justicia y no conocen la libertad". Aquella alma fue la de Bolívar; éste es el encargo que le confió la Providencia{2}.
Ni fue obra del azar en realidad el hecho de que fuera venezolano de nacimiento el futuro libertador de medio continente, como tampoco lo fue el que fuera argentino JOSÉ DE SAN MARTÍN, el libertador de la otra mitad -haciendo abstracción, claro está, del enorme Brasil portugués-, dado que Venezuela y el Río de la Plata compartían ciertas características que los convertirían en focos primordiales del movimiento emancipador.
En efecto, Venezuela fue otra colonia agroexportadora, aunque no sobre la base de la industria pecuaria sino en mínimo grado. Los llanos interiores de la cuenca del Orinoco albergaban gran cantidad de ganado y una población humana de los llamados "llaneros" que guardaban alguna semejanza con los gauchos argentinos por su extremada destreza como jinetes y en la caza de ganado salvaje, su dieta casi exclusivamente cárnica y su apego a un estilo de vida rebelde. Y de Venezuela se exportaban cueros y otros productos de la ganadería, incluso ganado en pie con destino a las Antillas. Pero el renglón principal del comercio de exportación era de lejos el cacao, que se cultivaba en la angosta franja de tierras bajas del litoral del Caribe y en los valles y pendientes de la cordillera costera. En vísperas de la independencia el cacao aportaba casi la mitad del total de exportaciones. Es de notar que la fama mundial del chocolate holandés se debía en última instancia al cacao venezolano que se contrabandeaba en gran escala a través de la colonia holandesa de Curazao. Sin embargo, la importancia relativa del cacao tendía a la disminución, por la competencia del cacao más barato de Guayaquil en los mercados exteriores y por el auge que habían tomado en la misma Venezuela los cultivos de añil y de café, siendo éste el producto más rentable, favorecido por el colapso de la industria del café de Santo Domingo como consecuencia de la revolución haitiana de fines del siglo XVIII.
No es posible precisar la contribución del comercio exterior al producto bruto global de la colonia, por falta de datos fehacientes, pero era bastante mayor, por ejemplo, que en la vecina colonia de Nueva Granada (actual República de Colombia), que tenía aproximadamente un 50 por ciento más habitantes pero comerciaba menos. Por esto la política comercial imperial, cuya meta teórica era la prohibición de todo intercambio entre las colonias americanas y los puertos no españoles, revestía una mayor importancia para Venezuela. Además, la gran mayoría de las exportaciones neogranadinas consistían en oro, cuya minería involucraba a una mínima parte de la población, mientras que en Venezuela el sector externo incluía grandes plantaciones y era el sostén principal de una poderosa clase terrateniente de la que formaba un elemento importante la familia del futuro Libertador. Los grandes terratenientes lo eran, sin embargo, más por la extensión de sus propiedades que por su capital líquido o renta neta anual; y de hecho la economía de plantaciones se caracterizaba en general por sus bajos niveles de productividad, no sólo en términos absolutos sino a veces también en comparación con otras colonias hispánicas.
El comportamiento no tan satisfactorio de las plantaciones venezolanas se debía en parte a la apremiante escasez de capital. Había también problemas relacionados con la mano de obra: se utilizaba el trabajo de esclavos africanos, pero el número de éstos no era suficiente y los hacendados no mostraban gran interés en importar una mayor cantidad porque a fin de cuentas resultaban caros y por el miedo a la población esclavizada que crecía por toda la región del Caribe desde la rebelión de los esclavos de Haití que estalló en 1791. Por lo tanto el trabajo esclavo se complementaba con el de la población cada vez mayor de negros y pardos libres, que eran sin embargo un grupo no fácilmente controlable. Asimismo, el accidentado terreno de la cordillera costera -aun cuando se trataba de un ramal andino de altura más bien modesta- dificultaba el transporte y algunas más que otras de las actividades agrícolas. Por todo esto Guayaquil le iba ganando terreno a Venezuela en el mercado mundial de cacao. Y el azúcar, por ejemplo, que se producía en cantidades importantes para el consumo interno, no podía competir ni en precio ni en calidad con la cubana; se exportaba pero en grado menor y en cantidades muy variables.
El estrato más alto de la clase de hacendados lo formaban los "mantuanos" -así llamados por el "manto", especie de capa o mantilla que llevaban las señoras- que en general eran igualmente los "grandes cacaos", hacendados cuya fortuna se fundaba mayormente en plantaciones cacaoteras. Algunos de ellos descendían de los conquistadores y primeros colonizadores, y otros hasta poseían títulos de nobleza: Caracas tenía cinco marqueses y tres condes. Le correspondía al mismo padre de BOLÍVAR el marquesado de San Luis, aunque nunca usó el título; y cuando su viuda buscó revalidarlo en favor de JUAN VICENTE, el hijo mayor, se frustró el intento por los trámites y gastos burocráticos. Se nota en todo caso que a este respecto la élite venezolana se diferenciaba claramente de la rioplatense, ninguno de cuyos miembros ostentaba título nobiliario. Claro está que ni mantuanos ni "grandes cacaos" eran categorías cuantificables, y en la colonia algunos propietarios sólo un poco menos importantes que ellos desempeñaban funciones parecidas. En todo caso los principales "dueños de los medios de producción" eran latifundistas criollos agroexportadores, puesto que la minería tenía poca importancia en Venezuela y las manufacturas (aparte de unas artesanías indispensables) no tenían ninguna.
Ligado y a la vez contrapuesto a los grandes propietarios por intereses económicos era el grupo, no muy numeroso, de comerciantes mayoristas. Siendo en gran parte peninsulares -o sea, oriundos de la Madre Patria-, y agentes de casas españolas por añadidura, se aferraban por principio a la prohibición de comerciar con puertos extranjeros; pero no siempre rehuían ellos mismos tal comercio, o por la vía del contrabando o mediante licencias especiales. Además tenían frecuentemente lazos de familia con los poderosos hacendados criollos, quienes de su parte no rehuían exportar a veces o por cuenta propia o en sociedad con comerciantes especializados, peninsulares o no. Así es como el enfrentamiento entre comerciantes y hacendados distaba de ser absoluto. En el Consulado de Caracas, fundado en 1793, que funcionaba a la vez como tribunal comercial y junta de fomento económico, figuraban tanto hacendados como comerciantes, criollos como peninsulares.
Otra fuente de división entre criollos y pardos era el hecho de que en la burocracia civil, militar y eclesiástica generalmente se reservaba el escaso número de los puestos más altos (en especial el de capitán general) para los peninsulares. Esta forma de discriminación fue sin duda una causa permanente de resentimientos. No obstante, y tal como sucedía igualmente entre comerciantes y hacendados, con bastante frecuencia los oficiales peninsulares se casaban con criollas, aun en contravención de disposiciones legales, y los hijos nacidos en la colonia -aunque tuvieran también madre peninsular- resultaban indefectiblemente criollos. En fin, la fisura entre los dos grupos sociales, aunque sin duda existía, era probablemente menos relevante de lo que sostuvieron propagandistas de la independencia e historiadores que han seguido simplemente su ejemplo.
Unas divisiones adicionales dentro del estamento superior de la población tenían que ver con la presunción relativa, es decir, entre poseedores de títulos nobiliarios y mantuanos a secas, entre éstos y meros hacendados acomodados y así por el estilo. Pero además había importantes distinciones regionales, porque Venezuela tal como existía al tiempo de la independencia (y existe hoy en día) era de fundación reciente. Hasta 1777 la provincia de Caracas, donde quedaba la ciudad epónima y la población más numerosa y que hacía el mayor aporte al producto bruto colonial, había sido formalmente una dependencia de Santo Domingo y a través de Santo Domingo del Virreinato de Nueva España. El resto de Venezuela, incluso la provincia de Guayana en el este y Mérida y Maracaibo al oeste, dependían del Virreinato de Nueva Granada, con su capital Santafé de Bogotá (aunque lo de Bogotá fue aditamento poscolonial). En los dos casos la dependencia resultaba sumamente laxa, y finalmente todos estos territorios se combinaron en la nueva Capitanía General de Venezuela, que formaba parte (pero, una vez más, con dependencia no muy estrecha) del Virreinato de Nueva Granada. Además del capitán general que ejercía el mando supremo político y militar, se dotó a Venezuela de una audiencia propia, como tribunal de justicia y consejo asesor del capitán general, y de un intendente encargado de las finanzas reales. Capitán general, audiencia e intendente, todos tenían su sede en Caracas, que quedaba más cerca que Santafé o Santo Domingo, de manera que el acceso a las autoridades superiores era en principio más fácil que antes. Pero acceso fácil quería decir también control más estricto, que no era del agrado de las provincias periféricas; y hacía falta por lo demás un ajuste de hábitos que no se dio de un día a otro. Así, pues, existía un subfondo de sentimiento anticaraqueño que creaba divisiones dentro de la población venezolana en vísperas de la independencia y durante la emancipación misma.
Los regionalismos existían también en los estratos medio y bajo, pero por el reducido radio de intereses económicos y de movilidad espacial de los individuos había menos ocasiones de exteriorizarlos. Tampoco eran funcionarios encumbrados los únicos objetos del resentimiento contra las personas nacidas en la Madre Patria. Venezuela era (lo mismo que Buenos Aires) una de las pocas colonias que siguió recibiendo un flujo apreciable de inmigrantes españoles hasta fines de la época colonial. Una gran parte de ellos provenían de las islas Canarias más que de la península ibérica, y no se trataba de una inmigración masiva, porque los españoles (fue...
Índice
- PORTADA
- PORTADILLA
- CREDITOS
- PRÓLOGO A LA EDICIÓN COLOMBIANA
- 1. NACIMIENTO , ESCENARIO, PRIMERAS ANDANZAS (1783-1808)
- 2. DE LA CRISIS IMPERIAL A LA PRIMERA REPÚBLICA (1808-1812)
- 3. RESURRECCIÓN Y SEGUNDA CAÍDA DE LA REPÚBLICA (1813-1814)
- 4. INTERMEDIO GRANADINO Y CARIBEÑO (1814-1816)
- 5. NUEVA RESURRECCIÓN DE LA REPÚBLICA (1816-1819)
- 5. LA CREACIÓN DE COLOMBIA (1819-1821)
- 7. AL SUR (1821-1823)
- 8. EL APOGEO: PERÚ Y BOLIVIA (1823-1826)
- 9. LOS COMIENZOS DEL FIN: TAMBALEA COLOMBIA (1826-1828)
- 10. LA ULTIMA DICTADURA (1828-1830)
- NOTA BIBLIOGRÁFICA