Una política del síntoma
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Una política del síntoma

  1. 112 páginas
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Una política del síntoma

Descripción del libro

"Los caracteres que aparecen en la tapa del presente libro expresan dos maneras de nombrar la política para los chinos. La primera indica actividad. El lector encontrará desarrollado este aspecto a partir de lo que llamo la acción política propiamente dicha, acompañada o no, según la ocasión, el momento oportuno, de lo impolítico, acción política también pero de una eficacia indirecta. En proporciones variables una no es sin la otra. Las lecturas que esa relación imposible permiten delinear abarcan sucesivamente temas de actualidad: la diferencia entre cultura y civilización, el racismo, la biopolítica, la evaluación, la izquierda y la derecha, etc. Como quien escribe es un practicante del psicoanálisis formado en la orientación lacaniana, el abordaje de todos esos temas va de la prudencia a la cautela. De allí que proponga leer el síntoma tal cual se presenta en lo social. La segunda manera de nombrar la política para los chinos indica estudio. Así como la filosofía política hace uso de los significantes lacanianos, nosotros usamos los significantes de la filosofía política en el punto que permiten volver a interrogar nuestra política. ¿Solo eso? No, la lectura que podamos hacer de lo social no elude la interpretación. Pero ésta la pensamos suficientemente alejada del sentido y en el límite, apuntando al fuera de sentido. Me autorizo a sostener una hipótesis: lo impolítico y la acción política, así como los encontramos en Spinoza y otros autores, hacen borde con el pensamiento letrado chino y permiten una mejor subjetivación de la lógica no-todo que es la que compete al psicoanálisis. Es allí que el sabio chino, el santo de Baltazar Gracián, y el psicoanalista lacaniano constituyen una vecindad."

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789878372303
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis
CAPÍTULO VII

De los intelectuales, de la izquierda y la derecha y de la política del psicoanálisis aun
Introducción
En este libro se ha insistido en la cuestión del dos. Cada vez que a ese dos se le ponen nombres se funda una dicotomía.
¿Estaba antes? Si razonamos lógicamente podemos decir que X e Y todavía no constituyen en sí ninguna dicotomía. Pero al introducir cualquier tipo de relación entre X e Y la tendencia al dos se instala.
Pero de base, no hay relación entre X e Y. Cuando se construye un nombre, se construye una relación y se acentúa la consolidación de dos polos... diferentes.
Este problema sin solución puede, sin embargo, encararse queriendo eliminar lo más posibles y, en el extremo, del todo, la diferencia, o sostenerla como tal.
Esos dos polos diferentes, una vez “olvidada” su estructura de no relación, vacilan del acercamiento a la disolución, del encanto al odio, en un instante fugaz. Es quizás la razón por la que Lacan prefirió el término lazo social, efecto de un discurso, al de relación.
Lo que un psicoanalista verifica en cada singularidad se extiende a lo social unido por la opacidad del síntoma, y su extensión por la vía del goce. La pregunta es: ¿en qué el goce que propone lo social entra en connivencia con mi goce singular? De allí una perspectiva: del síntoma singular a lo social y retorno.
Es un tema candente en nuestra época en la que quedan cuestionadas, cuando no caen estrepitosamente, muchas “relaciones antiguas”, formas de relacionarse que taponaban con una aparente regulación exitosa la no relación de base. De allí que, más allá de perspectivas diferentes, se escribe mucho sobre el tema. Decir que “es la dicotomía misma y no ninguno de sus polos la que debe ser deconstruida”, permite resituar el tema y relanzarlo. (1)
Llamemos a esos dos polos: dos razas, cultura y civilización, hombre y mujer, izquierda y derecha, hacen a formas larvadas, a veces francas, de racismo, del racismo que he llamado “el racismo nuestro de cada día”.
Que cada individuo esté solo, que la tendencia de cada quien sea hacia el autismo, el aislamiento, y de cómo la sociedad actual refuerza y favorece eso, hace a la debilidad del lazo al otro, al semejante en nuestros días.
Pero a pesar de lo flojo de los lazos sociales contemporáneos esa cuestión insiste.
El Uno atrae pero deja idiota. Al dos se le desconfía en el punto exacto que nunca va a ser como... Uno.
Otro dato que puede aportar la clínica psicoanalítica: el intento reiterado de lograr que el otro sea como Uno, intento imposible pero que jamás decae.
De allí la importancia de encontrarse con la diferencia y saber hacer algo con ella, sostenerse en ese vacío que no llega a hacer relación pero reconstruye la dicotomía manteniendo los dos polos.
No se trata de aceptación, resignación, negociación, como tampoco de rechazo o desprecio.
Es momento de precisar un poco más ciertos términos.
La diferencia...
Subrayo de “La diferencia...” los puntos suspensivos.
Podría ser también las comillas de una cita. Pero “...ni la cita como un todo (las comillas más su contenido) ni el contenido solo, son un término singular”. (2)
El término singular está en las comillas mismas.
Antes de algún sentido que venga a explicar “La diferencia...” se constituye un vacío que incita, empuja.
Podemos tomar el significante diferencia como lo propone Ernesto Laclau: un significante vacío.
Aceptemos por ahora que su significado “está habitado por una imposibilidad estructural”. (3)
Luego tendremos seguramente ambigüedad, hegemonías inestables, la organización de una plenitud parcial sobre un fondo de inexistencia.
Lo mismo ocurre cuando decimos “La diferencia sexual...”.
Allí se posibilitan dos caminos. Por el primero vamos de lleno al dos, la parte en que el dos se traduce como “uno u otro”. Por el segundo el vacío constituye un tercero que anuda sin eliminar las peripecias de las diferencias. De la diferencia uno se hace amigo, compinche o se deshace en enemistades multiplicadas. Si se produce el olvido de los puntos suspensivos y/o las comillas, vendrá, por ejemplo, algo a cubrir ese vacío. En el psicoanálisis ubicamos en esa respuesta la dimensión de los síntomas, en plural.
Pero quizás también pueda reubicarse todo machismo, feminismo y sus combinaciones posibles si las hubiera, los híbridos que veremos enseguida con Miller, en ese punto de respuesta a los puntos suspensivos y/o las comillas.
Al decir hombre-mujer el falo media en el asunto, pero esta afirmación inmediatamente producirá un ismo.
Es que cualquier ismo no termina de aceptar la diferencia y culmina, sin ser su propósito inicial, favoreciendo y dando mayor consistencia a la conformación del dos.
Que después el dos se multiplique no hace a lo central de la cuestión, lo que se multiplica son nombres del dos.
En lo que respecta a la dicotomía hombre-mujer, Lacan deconstruye dicha dicotomía, recurriendo al término sexuación para encarar este problema sin solución, por sobre el de sexualidad. Hace a la diferencia esa elección. Con el término sexualidad no explicamos la diferencia sexual, ya que el objeto a, que la sostiene, es a-sexuado. Con el término sexuación, vía una lógica, se demuestra la “esencia” de la no relación: hay dos maneras de gozar independientemente de la anatomía. Esto significa que cualquiera sea el nombre que represente a un ser singular en su conducta sexual solo dispone de esas dos formas de gozar.
Que esas dos maneras de gozar correspondan al goce llamado fálico y al goce llamado femenino no deja a nadie afuera, pero la manera de abordar esos goces es siempre distinta en cada quien.
¿Es un ismo de Lacan aproximar la posición del analista a la posición femenina? De ninguna manera ya que el analista no empuja al Uno y es indiferente al plus de gozar del analizante, ya que opera desde el no-todo.
Con el enfrentamiento entre culturas pasa algo parecido.
La ilusión de Lévi-Strauss sobre el respeto de las diferencias, antes de considerarlo anacrónico y desactualizado, podría repensarse a partir de conceptualizar lo que él llama respeto como real, a leer como no relación.
Seguramente la Unesco permanecería impávida ante esta propuesta pero... ¿por qué no?
Tanto en lo singular –uno solo– como en lo cultural –algunos– estar imbuido de la no relación deriva y lo contrario fija.
Hay que hacer el esfuerzo de “pensar” que estar imbuido de la no relación favorece el lazo social allí donde se presente y como se presente.
Y eso no es sin el síntoma de cada quien.
Desde que el mundo es mundo el vaivén de la aceptación y rechazo del goce de ella por parte de él y viceversa hace a la posibilidad misma del estar juntos.
El estar juntos es una frase engañosa, muy inspirada por el dos. Siempre se está separados-juntos.
Ahora bien, cada vez que el estar juntos se constituye en ideal de una forma de goce que quiere imponer dicha modalidad a otra forma de goce, se pierde la diferencia que, paradojalmente, permite el estar juntos. Hay en la idea de relación un aire de la noción de equivalencia.
Se podría decir: cada vez que se cree en la relación es porque a dos elementos distintos, correlativos a una diferencia, se los fuerza a ser equivalentes, se los establece como equivalentes sin serlo.
Insistí en otra vía posible de la noción de equivalencia, invención de un tres montado sobre la no relación de los tres términos, siendo la lógica nodal lacaniana el ejemplo más vívido al respecto. Anudar lo diferente es lo contrario de forzar una equivalencia. En el anudamiento permanece lo diferente, diferente, en el forzamiento de la equivalencia se lo anula, se intenta hacerlo desaparecer.
Hay entonces una noción de equivalencia inspirada y que a la vez aspira la no relación y una noción de equivalencia que se traduce como relación y, lo que es peor, como relación impuesta, forzada –hemos visto ejemplos– que en definitiva termina siendo una pseudo equivalencia, una falsa equivalencia cuya fórmula podríamos resumir de la siguiente manera: hacer equivalentes elementos que son diferentes y ni se plantean equivalencia alguna, persistiendo en su diferencia radical sin antagonismo.
En cambio la noción de equivalencia que definí como “forzada” se continúa en una evaluación uniformizante cuyo ideal es eliminar definitivamente cualquier diferencia, lo que hace de su método, racismo. Vale la pena dar una vuelta más sobre este tema.
Lógica de la diferencia, lógica de la equivalencia
Recurrimos nuevamente a ciertos desarrollos que realiza Ernesto Laclau.
Este autor parte de la idea que “la tensión entre equivalencia y diferencia es, en última instancia, insuperable”. (4)
Tengamos en cuenta que la noción de equivalencia que él trabaja está dirigida a pensar procesos sociales, por lo que nos toca a nosotros hacer el proceso inverso y pensar qué de esa descripción nos aclara un poco lo singular.
Laclau postula que al haber “una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorverlas de un modo diferencial (cada una de manera separada de las otras) esto establece entre ellas una relación equivalencial”. (5)
Pero aun lograda una equivalencia la diferencia continúa operando dentro de ella. Es indudable que en Laclau encontramos una noción de equivalencia muy similar a la que definimos en primer término.
Se trata de anudar elementos heterogéneos que por sí mismos permanecerían desanudados, pero a la vez ninguna equivalencia logra debilitar ni domesticar las diferencias.
Aun siendo estas dos lógicas incompatibles entre sí se necesitan mutuamente, concluye Laclau.
Llamemos al dos: antagonismo, conjunto de fuerzas divergentes, lo uno y lo otro o los distintos nombres en que se pres...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Capítulo I. Lo impolítico y la acción política propiamente dicha
  4. Capítulo II. Del malestar en la cultura al malestar en la civilización
  5. Capítulo III. Notas sobre el racismo
  6. Capítulo IV. Una lectura impolítica de la biopolítica
  7. Capítulo V. Senderos que se bifurcan
  8. Capítulo VI. La evaluación: algunos ejemplos
  9. Capítulo VII. De los intelectuales, de la izquierda y la derecha y de la política del psicoanálisis aun
  10. Capítulo VIII. De Borges a Jauretche, una hipótesis restringida sobre a qué nos identificamos los argentinos
  11. Capítulo IX. La época de la vecindad
  12. Capítulo X. ¿Qué del psicoanalista en el siglo XXI?