Cuna de gato
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Cuna de gato

  1. 248 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro

En este libro nada es cierto. Jonás (o John) se propone investigar qué estaban haciendo los norteamericanos más destacados el día en que se arrojó la bomba en Hiroshima. Las cartas que intercambia con el hijo menor del doctor Felix Hoenikker –uno de los padres de la bomba atómica– lo zambullen en una intriga familiar que oculta la más terrorífica contribución de la ciencia a la humanidad: el hielo nueve.

Las respuestas a todas las preguntas están en una isla del Caribe, la república de San Lorenzo, donde el bien y el mal se reparten entre un dictador demente, un genio impasible, una diosa del amor y el fundador del bokononismo, una religión profética y absurda.

A Jonás le tocará aprender algo sobre el poder, el horror y la estupidez humana, y sobre las mentiras que nos contamos mientras esperamos el fin del mundo.


"Eterno escritor de culto, cómico, irreverente y genial, Kurt Vonnegut es una de las figuras insoslayables de la literatura del siglo XX y Cuna de gato, una de sus novelas más celebradas. El momento de leer a Vonnegut es justo cuando se empieza a sospechar que nada es lo que parece. No solo divierte: electrocuta. Y se lo lee con un placer enorme porque te pone los pelos de punta" ( The New York Times ).
THE NEW YORK TIMES

"Vonnegut miró el mundo a los ojos y nunca se inmutó" (J. G. Ballard).

Preguntas frecuentes

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789871739417
Categoría
Literatura

1 El día en que terminó el mundo

Pueden ustedes llamarme Jonás. Mis padres me llamaron así, o casi. Me llamaron John.
Jonás, John. Si hubiera sido un Sam, igual habría sido un Jonás. No porque haya sido una desgracia para otros, sino porque infaliblemente alguien o algo me ha obligado a estar en ciertos lugares en ciertos momentos. Conté con los medios y los motivos, a veces convencionales y a veces insólitos. Ciñéndose al plan, este Jonás siempre estuvo presente en el momento atinado y el lugar atinado.
Escuchen:
Cuando yo era más joven, hace dos esposas, hace doscientos cincuenta mil cigarrillos, hace tres mil litros de alcohol…
Cuando yo era mucho más joven, empecé a compilar material para un libro que se llamaría El día en que terminó el mundo.
El libro contaría una historia verídica.
Narraría lo que habían hecho importantes personajes de los Estados Unidos el día en que se arrojó la primera bomba atómica en Hiroshima, Japón.
Sería un libro cristiano. Entonces yo era cristiano.
Ahora soy bokononista.
Entonces habría sido bokononista, si alguien me hubiera enseñado las agridulces mentiras de Bokonon. Pero el bokononismo era desconocido fuera de las playas de grava y los cuchillos de coral que rodean esta pequeña isla del Caribe, la república de San Lorenzo.
Los bokononistas creemos que la humanidad está organizada en equipos que cumplen la voluntad de Dios sin percatarse de lo que están haciendo. Bokonon llama karass a cada uno de esos equipos, y el instrumento, el kan-kan, que me llevó a mi karass personal fue el libro que nunca concluí, el libro que se llamaría El día en que terminó el mundo.

2 Bonito, muy bonito

“Si descubres que tu vida está enredada con la vida de otro por motivos que no son muy lógicos —escribe Bokonon—, esa persona puede ser miembro de tu karass”.
En otro párrafo de los Libros de Bokonon dice: “El hombre creó el tablero de damas; Dios creó el karass”. Esto significa que un karass no tiene en cuenta las fronteras nacionales, institucionales, ocupacionales, familiares ni de clase.
Es una forma tan elástica como la ameba.
En su calipso cincuenta y tres, Bokonon nos invita a cantar con él:
Oh, un borracho dormido
en Central Park,
y un cazador de leones
en la jungla oscura,
y un dentista chino,
y una reina inglesa…
todos se ensamblan
en la misma máquina.
Bonito, muy bonito;
bonito, muy bonito;
bonito, muy bonito…
Tanta gente tan variada
inmersa en la misma trama.

3 Necedad

Bokonon no se opone a que una persona intente descubrir los límites de su karass y la naturaleza de la obra que le ha encomendado Dios Todopoderoso. Bokonon solo observa que esas investigaciones son forzosamente parciales.
En la sección autobiográfica de los Libros de Bokonon, escribe una parábola sobre la necedad de tratar de descubrir, de comprender. Dice Bokonon:
En Newport, Rhode Island, conocí a una mujer episcopaliana que me pidió que diseñara y construyera una cucha para su gran danés. Esta mujer se jactaba de conocer perfectamente a Dios y Sus modos de obrar. No entendía que alguien sintiera perplejidad ante lo que había sido o lo que iba a ser.
Aun así, cuando le mostré un plano de la cucha que me proponía construir, me dijo:
—Lo siento, nunca supe leer esas cosas.
—Déselo a su esposo o a su pastor para que se lo pase a Dios —le dije— y, cuando Dios tenga un minuto, sin duda explicará esta cucha de un modo que hasta usted podrá entender.
Me despidió. No la olvidaré nunca. Ella creía que Dios tenía más simpatía por la gente que iba en velero que por la gente que iba en lancha. No soportaba mirar un gusano. Cuando veía un gusano, gritaba.
Era una necia, igual que yo, igual que cualquiera que cree entender lo que Dios está haciendo.

4 Una trama tentativa de zarcillos

Sea como fuere, en este libro me propongo incluir a la mayor cantidad posible de miembros de mi karass, y examinar todos los indicios de aquello que nos hemos propuesto hacer colectivamente.
Este libro no intenta ser una apología del bokononismo. No obstante, me gustaría ofrecer una advertencia bokononista sobre él.
He aquí la frase inicial de los Libros de Bokonon: “Todas las verdades que estoy por decir son mentiras descaradas”.
He aquí mi advertencia bokononista: si alguien no logra entender que una religión útil se puede basar en mentiras, tampoco entenderá este libro.
Que así sea.
***
Mi karass, pues.
Sin duda incluye a los tres hijos del doctor Felix Hoenikker, uno de los llamados “padres” de la primera bomba atómica. También el doctor Hoenikker era miembro de mi karass, aunque había muerto antes de que mis sinookas, los zarcillos de mi vida, comenzaran a enlazarse con los de sus hijos.
El primero de sus herederos en ser tocado por mis sinookas fue Newton Hoenikker, el menor de sus tres descendientes, el menor de sus dos hijos varones. Gracias al Delta Upsilon Quarterly, la revista de mi club de estudiantes, supe que Newton Hoenikker, hijo de Felix Hoenikker, premio Nobel de física, formaba parte de mi sección, la sección de Cornell.
Le escribí esta carta a Newt:
Estimado señor Hoenikker:
¿O debería decir “estimado hermano Hoenikker”?
Soy un miembro de Delta Upsilon que se gana la vida como escritor independiente. Estoy compilando material para un libro relacionado con la primera bomba atómica. El contenido se ceñirá a los acontecimientos que ocurrieron el 6 de agosto de 1945, el día en que arrojaron la bomba en Hiroshima.
Como se suele reconocer a su difunto padre como uno de los principales creadores de la bomba, agradecería mucho que usted pudiera relatarme anécdotas sobre la vida en casa de su padre el día en que la bomba fue arrojada.
Me disculpo por no saber tanto como debería sobre su ilustre familia, así que no sé si usted tiene hermanos. En caso de que los tenga, me agradaría mucho disponer de sus direcciones para enviarles una solicitud similar.
Sé que usted era pequeño cuando arrojaron la bomba, y es mejor que sea así. Mi libro no hará hincapié en el aspecto técnico sino en el aspecto humano de la bomba, así que toda evocación de aquel día a través de los ojos de un “pequeñín”, si me permite la expresión, sería sumamente adecuada.
No se preocupe por el estilo y la forma. Deje todo eso por mi cuenta. Solo deme los elementos básicos de su historia.
Desde luego, le enviaré la versión definitiva para que usted dé el visto bueno antes de la publicación.
Un saludo fraternal…

5 Carta de un estudiante

Y Newt respondió:
Lamento haber demorado tanto en contestar su carta. Su proyecto parece muy interesante. Cuando arrojaron la bomba yo era tan pequeño que me temo que no seré de gran ayuda. Tendría usted que consultar a mi hermano y a mi hermana, que son mayores que yo. Mi hermana es la esposa de Harrison C. Conners y reside en North Meridian 4918, Indianápolis, Indiana. En la actualidad, yo también resido en este domicilio. Creo que ella lo ayudará con gusto. Nadie conoce el paradero de mi hermano Frank. Desapareció hace dos años, poco después del funeral de mi padre, y nadie ha tenido noticias suyas desde entonces. Por lo que sabemos, quizá haya muerto.
Yo solo tenía seis años cuando arrojaron la bomba atómica en Hiroshima, así que mis únicos recuerdos de aquel día son los que otras personas me ayudaron a evocar.
Recuerdo que jugaba en la al...

Índice

  1. Cubierta
  2. Sello
  3. Sobre este libro
  4. Portada
  5. Dedicatoria
  6. Epígrafe
  7. 1 El día en que terminó el mundo
  8. 2 Bonito, muy bonito
  9. 3 Necedad
  10. 4 Una trama tentativa de zarcillos
  11. 5 Carta de un estudiante
  12. 6 Peleas de bichos
  13. 7 Los ilustres Hoenikker
  14. 8 El idilio de Newt y Zinka
  15. 9 Vicepresidente a cargo de volcanes
  16. 10 Agente secreto X-9
  17. 11 Proteínas
  18. 12 El Deleite del Fin del Mundo
  19. 13 El trampolín
  20. 14 Cuando los automóviles tenían floreros de cristal
  21. 15 Feliz Navidad
  22. 16 De vuelta al jardín de infantes
  23. 17 La sección de las chicas
  24. 18 El bien más valioso del mundo
  25. 19 No más barro
  26. 20 Hielo nueve
  27. 21 Los marines en marcha
  28. 22 Miembro de la prensa amarilla
  29. 23 La última horneada de bizcochos
  30. 24 Qué es un wampeter
  31. 25 Lo más importante para el doctor Hoenikker
  32. 26 Qué es Dios
  33. 27 Hombres de Marte
  34. 28 Mayonesa
  35. 29 Memoria eterna
  36. 30 Solo durmiendo
  37. 31 Otro Breed
  38. 32 Dinero y dinamita
  39. 33 Un hombre ingrato
  40. 34 Vin-dit
  41. 35 La tienda de Jack
  42. 36 Miau
  43. 37 Un general de división moderno
  44. 38 Capital mundial de la barracuda
  45. 39 Fata Morgana
  46. 40 La Casa de la Esperanza y la Misericordia
  47. 41 Un karass de dos
  48. 42 Bicicletas para Afganistán
  49. 43 Demostración
  50. 44 Simpatizantes del comunismo
  51. 45 Por qué odian a los americanos
  52. 46 El método bokononista para tratar con el César
  53. 47 Tensión dinámica
  54. 48 Igual que san Agustín
  55. 49 Un pez arrojado por un mar turbulento
  56. 50 Un enano simpático
  57. 51 Sí, mamá
  58. 52 Sin dolor
  59. 53 El presidente de Fabri-Tek
  60. 54 Comunistas, nazis, monárquicos, paracaidistas y fugitivos de la conscripción
  61. 55 Nunca confeccione el índice de su propio libro
  62. 56 Jaula de ardilla
  63. 57 Sueño perturbador
  64. 58 Una tiranía excepcional
  65. 59 Sujétense los cinturones
  66. 60 Un país con carencias
  67. 61 La cotización del cabo
  68. 62 Por qué Hazel no tenía miedo
  69. 63 Reverente y libre
  70. 64 Paz y abundancia
  71. 65 Un buen momento para venir a San Lorenzo
  72. 66 Lo más fuerte que existe
  73. 67 Garr-fio
  74. 68 Los Cien Mártires
  75. 69 Un gran mosaico
  76. 70 El maestro Bokonon
  77. 71 La dicha de ser americano
  78. 72 El Tarambana Hilton
  79. 73 Peste negra
  80. 74 Cuna de gato
  81. 75 Mis saludos a Albert Schweitzer
  82. 76 Julian Castle coincide con Newt en que nada tiene sentido
  83. 77 Aspirina y boko-maru
  84. 78 Cerco de acero
  85. 79 Por qué se endureció el alma de McCabe
  86. 80 Cascada con colador
  87. 81 Una novia blanca para el hijo de un changador
  88. 82 Zah-mah-ki-bo
  89. 83 El doctor Schlichter von Koenigswald se aproxima al empate
  90. 84 Apagón
  91. 85 Una sarta de foma
  92. 86 Dos pequeños termos
  93. 87 Buena madera
  94. 88 Por qué Frank no podía ser presidente
  95. 89 Duffle
  96. 90 Solo una trampa
  97. 91 Mona
  98. 92 El poeta celebra su primer boko-maru
  99. 93 Casi pierdo a Mona
  100. 94 La montaña más alta
  101. 95 Veo el garfio
  102. 96 Campanilla, libro y gallina en sombrerera
  103. 97 El cristiano apestoso
  104. 98 El último sacramento
  105. 99 Dyot meet mat
  106. 100 Frank desciende a la mazmorra
  107. 101 Como mis predecesores, proscribo a Bokonon
  108. 102 Enemigos de la libertad
  109. 103 Una opinión médica sobre los efectos de una huelga de escritores
  110. 104 Sulfatiazol
  111. 105 Analgésico
  112. 106 Lo que dicen los bokononistas cuando se suicidan
  113. 107 ¡Un deleite para los ojos!
  114. 108 Frank nos dice qué hacer
  115. 109 Frank se defiende
  116. 110 El libro décimo cuarto
  117. 111 Pausa
  118. 112 La cartera de la madre de Newt
  119. 113 Historia
  120. 114 Cuando sentí que la bala entraba en mi corazón
  121. 115 Quiso la casualidad
  122. 116 La gran convulsión
  123. 117 Refugio
  124. 118 La doncella de hierro y la mazmorra
  125. 119 Mona me agradece
  126. 120 A quien corresponda
  127. 121 Tardo en contestar
  128. 122 Los Robinsones suizos
  129. 123 De los ratones y los hombres
  130. 124 Frank y el criadero de hormigas
  131. 125 Los aborígenes de Tasmania
  132. 126 Dulces flautas, seguid sonando
  133. 127 Fin
  134. Kurt Vonnegut
  135. Copyright
  136. Otros e-books de La Bestia Equilátera