
- 328 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
El libro que usted tiene en sus manos no lo dejará indiferente porque es de los que cuestionan al lector y, por ello, lo hace, en su diálogo tácito, partícipe de los problemas que presenta. Pero, a la vez, no lo abandona en la encrucijada, sino que le propone un camino reflexivo, racional, hacia la salida exitosa (exit, éxito y salida) basado en una cualidad: la integridad. La falta de confianza y de transparencia es uno de los principales problemas de nuestro país y atraviesa transversalmente a todos los sectores. Es por ello que este libro sobre integridad cobra especial importancia como uno de los pilares del cambio cultural necesario en nuestra sociedad. La integridad genera confianza mientras que su falta deriva en un bajo capital social que incrementa los costos de transacción entre las personas y las cosas y termina afectando la política, la economía y las relaciones humanas. Nuestro principal desafío es alcanzar la integridad y esto implica un cambio de envergadura, hay que desarmar muchas costumbres arraigadas y lograr cambios de comportamiento en los distintos actores sociales. Este libro arroja luz sobre posibles caminos haciendo foco en la empresa y mostrando como un buen management con integridad puede ser un motor de cambio para el bien de toda la sociedad.
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Información
Categoría
BusinessCategoría
Management01
El concepto de integridad:
¿La necesidad de un nuevo enfoque?1
¿La necesidad de un nuevo enfoque?1
Introducción
El mundo empresario y la opinión pública internacional han sido conmocionados por la estrepitosa caída de empresas prestigiosas como Enron, World Com, Parmalat, Tyco, Arthur Andersen, Ahold. Se podría seguir sumando nombres de organizaciones, todas altamente confiables de acuerdo con los estándares con los que suele valorarse el desempeño social de las compañías: su preocupación por el medio ambiente, su capacidad de innovación, la tasa de crecimiento, su política favorable al desarrollo de las personas y de las comunidades.
La sorpresa fue tanto mayor por cuanto las empresas que se derrumbaron gozaban de un respeto que iba más allá de toda duda en el ámbito específico de su actividad. Se podría incluso afirmar que ellas mismas representaban un modelo a seguir, un espejo en que reflejarse.
Tal vez el impacto de estos hechos es mayor por cuanto la empresa es hoy una institución clave en la sociedad moderna y su papel es sin duda relevante. Se trata de una institución cuya importancia va más allá de la creación de valor económico añadido, puesto que tiene una fuerte influencia en la cultura de la sociedad. La misma comunidad considera que los dirigentes de empresas son líderes de la sociedad. Y esto es más válido cuando se trata de las empresas multinacionales, cuyo tamaño y poder económico excede a veces el de muchos de los países del planeta. Los escándalos antes mencionados se produjeron en una época en que la sociedad parece tener expectativas mayores acerca del rol de la empresa en la sociedad.
Esto queda evidente en el caso del Global Compact, una iniciativa lanzada en 1999 por el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, para promover la responsabilidad social empresaria desarrollando los valores universales. Tiene como objetivo satisfacer las necesidades socioeconómicas mundiales, expandiendo los beneficios de la globalización y evitando sus efectos negativos mediante la convocatoria a empresarios a adoptar nueve principios vinculados a los derechos humanos, derechos del trabajo y cuidado del medio ambiente. A través de esta iniciativa, empresas multinacionales se comprometen a trabajar junto con Naciones Unidas en pro de la sostenibilidad de los mercados y de la búsqueda de soluciones en las comunidades sociales.
En la misma línea, Michael Camdessus (1998), ex director gerente del FMI, planteaba que “somos nosotros, los que estamos a cargo de la economía, los administradores de una parte de esos beneficios de Dios: el alivio de la pena de nuestros hermanos y la extensión de su libertad (...) es la misión de ustedes, hombres de empresa, que tienen en sus manos la enorme responsabilidad de ser gerentes de la economía mundial”.
Corporate Citizenship, Accountability, Responsabilidad Social de la Empresa y otras expresiones similares manifiestan una misma preocupación: que la actividad de las empresas responda con toda su capacidad a las necesidades de las personas involucradas ya sean empleados, directivos, inversores o destinatarios de los bienes y servicios producidos, así como miembros de la comunidad a la que la empresa pertenece o en la que la compañía actúa.
En síntesis, se espera que la empresa, a través de la actividad que le es propia, asuma un rol protagónico en la construcción de la sociedad. Esta tarea requiere que los directivos, ante las presiones económicas o de poder, sean capaces de dar respuestas consistentes, para lo cual deben ser ellos mismos coherentes a nivel personal.
Estos escándalos han puesto en evidencia la necesidad de volver a analizar los fundamentos éticos de la actividad empresarial. Por eso, a la luz de los hechos, es claro que no basta un simple juicio negativo, sino que es necesario reflexionar sobre las causas del derrumbe, porque es válido también aprender ejemplarmente de los fracasos propios o ajenos. ¿Qué falló para que esas empresas no cumplieran con su misión? ¿Qué pasó con los valores fundacionales de cada una de ellas? ¿Dónde fueron a parar las convicciones personales de los directivos, con su visión del futuro, con lo que podían aportarle al país, a la comunidad humana?
Seguramente es beneficiosa la reflexión acerca de los alcances del compromiso social de las empresas que muchas veces había sido dejado de lado a favor de una visión restringida —economicista— de los negocios, que parecía así despojarse del carácter de acción humana. Sin embargo, el hecho de que muchas empresas hayan incorporado a sus agendas este tema, hayan asignado responsabilidades directivas o estén implementando políticas concretas no garantiza que sea suficiente. No habrá resultados si no se pasa de las meras intenciones a la acción, de las palabras a los hechos.
La experiencia demuestra que no basta con proponerse a nivel directivo determinadas metas buenas, algunos valores-guía, ciertas prácticas favorables al ambiente y a la sociedad. Es necesario, además, que todas estas determinaciones surjan de una condición interior de las personas —que por reflejo también se convierten en un atributo de la institución—, que permita darle a cada proyecto, a cada decisión, a cada acción, un sello distintivo. Se trata de que en el centro de las personas y de las empresas se encuentre la condición de la integridad.
El objetivo de este trabajo es desarrollar el concepto de integridad, como concepto superador al de valores y virtudes al que se hace referencia habitualmente. Superador en cuanto significa una actitud y una capacidad de los directivos de empresa necesarias para abordar cabalmente su tarea.
Teniendo en cuenta el creciente interés por el concepto integridad, por parte tanto de los teóricos de la actividad empresaria como de los protagonistas de esta, entendemos que es necesario comprender qué se entiende por “persona íntegra” o por “accionar íntegro de una empresa”. No se trata solo de una búsqueda descriptiva de los distintos modos de comprender y definir el término, sino de un estudio acerca de las implicaciones que cada postura conlleva en la vida concreta de las personas, de las empresas, de las comunidades.
1. Integridad personal y comunidad
Para el desarrollo de este trabajo consideramos que es importante comenzar por lo que significa el comportamiento íntegro de las personas para la sociedad. En particular, de qué manera la integridad favorece relaciones interpersonales sólidas y ayuda a construir el bien común. Estas aclaraciones servirán para ubicar su función en el contexto del uso responsable de la libertad, y para detectar los obstáculos más frecuentes que impiden la asunción plena de esta condición, no solo en el ámbito laboral, sino también en el ejercicio de la función pública y de la gestión del poder en general.
1.1 Integridad y relaciones interpersonales
El esfuerzo por alcanzar la dimensión de la integridad produce innegables efectos positivos en la vida de las personas en general, y muy especialmente en la gestión empresarial. Frente a las exigencias laborales o sociales, que pueden impactar negativamente sobre las personas, y ante las múltiples presiones que dificultan la toma de decisiones, impulsando a los afectados en direcciones distintas, apostar por la integridad es disponerse a conciliar armónicamente el propio bien y el bien común.
Solo el que está puesto auténticamente en el centro de su vida, el que es íntegramente él mismo, o por lo menos apunta a serlo, puede tener una visión panorámica de su situación, y puede así decidir prudentemente teniendo en cuenta todos los elementos relevantes, con el margen de autonomía necesario para elegir realmente. Ser uno mismo, sin fisuras, significa que la estructura de la personalidad está apoyada en un conjunto de valores coherentes, que entran en juego cuando se establece el orden de prioridades al momento de decidir y actuar.
La integridad apela a lo más profundo de la conciencia e impulsa a actuar en consecuencia con ella. Esta visión amplia, propia de la persona íntegra, es la única que ofrece garantía de acciones realistas, es decir, acordes a cada situación concreta, sin dejar de lado ningún aspecto y queriendo elegir el bien por encima de cualquier otro beneficio personal.
Esta actitud vital aparece también reflejada en la comunicación de la persona; la integridad del que se comunica hace que su palabra valga, logra que sea confiable lo que dice, y cumple lo que promete, creando vínculos de seguridad para el futuro, apoyados en la confiabilidad del que habla. No se trata aquí de atribuir una mayor capacidad para ver la verdad —que es imposible de alcanzar en su totalidad—, sino de la esencial transparencia de las comunicaciones de las personas íntegras: su punto de vista subjetivo es presentado con franqueza, reservando los aspectos que legítimamente deben ser guardados, pero sin ocultar ni deformar el resto del contenido.
La integridad en la comunicación es un pilar en la construcción de redes interpersonales confiables y es condición para la cooperación entre los hombres. Sobre la base de la integridad se edifica la reputación de la persona y, por reflejo, también la de las instituciones, cuando estas son lideradas según el criterio de la integridad. La buena reputación consiste en gozar del reconocimiento de los demás, fundado en la confianza, en la rectitud de intenciones y avalado por la trayectoria de transparencia y de honestidad en las acciones. Se trata de algo sumamente importante para una actividad en la que están involucrados muchos agentes y cuyos resultados se encuentran en el futuro y, por lo tanto, no son conocidos.
El valor de una buena reputación ha sido puesto de manifiesto muchas veces en el management. Solo gracias a ella, se genera un movimiento de confianza que permite extende...
Índice
- Prólogo a la segunda edición
- Prólogo a la primera edición
- Introducción a la segunda edición
- 01
- 02
- 03
- 04
- La Integridad en la acción
- 05
- 06
- De la integridad de la empresa a la integridad personal: Caso General Electric
- 07
- 08
- 09
- Bibliografía