¡Viva la libertad!
  1. 440 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

¿Cómo avanzar hacia la libertad interior, aquella que nos permite afrontar con serenidad los altibajos de la existencia y liberarnos de las causas del sufrimiento?Desde la infancia, el miedo, los prejuicios, los traumas y muchos otros condicionantes y conflictos internos nos atormentan y nos impiden ser libres.Emprender un viaje hacia la libertad interior significa combatir estos obstáculos uno por uno: tanto aquellos que nos ponemos nosotros mismos como los que nos impone la sociedad del consumo, el rendimiento y la competición.¡Viva la libertad!, escrito por un monje budista, un filósofo y un psiquiatra —tres de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo y además grandes amigos— nos invita a avanzar, progresar, soltar el lastre de aquello que nos sobrecarga y liberarnos, pensando en nosotros, pero también en los demás y por tanto en el mundo entero.

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Información

Editorial
Arpa
Año
2020
ISBN del libro electrónico
9788417623692

TERCERA PARTE

EL ESFUERZO POR LA LIBERACIÓN

Matthieu: Una vez hemos sopesado la importancia de la libertad interior, e identificado las condiciones favorables, así como los obstáculos, llega el momento de desplegar esfuerzos. Nadie va a realizar la tarea por nosotros. Hay que prepararse lo mejor posible, como el navegante que comprueba con cuidado el estado de su embarcación, del casco a las velas, y se asegura de haber subido a bordo todo cuanto vaya a necesitar para una larga travesía. Es importante, además, perseverar con constancia. Esto vale para todo aprendizaje, ya se trate de un instrumento de música, de un deporte, de bailar o de jugar al ajedrez. Las promesas seductoras de aprender el secreto de la felicidad en cuatro pases de manos no son más que humo que nubla la vista. No hay ningún secreto: hay que dedicar tiempo, y no siempre es fácil, ¡pero vale la pena!
Christophe: ¡Y qué seductoras son, en verdad, esas promesas de las que hablas! Para muchos de nosotros, además, hay algo paradójico en el hecho mismo de asociar esos dos conceptos, el de esfuerzo y el de libertad. ¡Antes hermanaríamos la libertad con la espontaneidad, o con la facilidad! Ir en pos de la libertad restringiéndola con toda una serie de esfuerzos es como dar un rodeo anti-intuitivo: como cuando, durante un paseo por la montaña, tenemos que dar la espalda a la dirección que señala la brújula, porque el único camino existente nos obliga a dar un rodeo.
Matthieu: Tener que esforzarse para ser libre, ¿supone una restricción, o es una necesidad? Imaginemos a un inocente encarcelado por un dictador: esa persona deberá dar prueba de inteligencia, de disciplina y de perseverancia para conseguir evadirse. Si se queda sentada y resignada en la prisión, corre el riesgo de pudrirse en ella durante un buen tiempo. ¡La libertad se gana con el sudor de la frente! Sabemos muy bien que en un estado totalitario, la democracia se obtiene a fuerza de determinación y de valor, al final de un largo esfuerzo que tiene por objetivo el bien común y que va mucho más allá de nuestros intereses inmediatos. Habrá que tomar riesgos, pero al final del camino nos espera la recompensa, siempre que el entusiasmo no falte: si vivimos este combate como una tarea de castigo, terminaremos por cansarnos. El esfuerzo debe ir de la mano con la alegría. Una alegría que nace de la certeza de avanzar en la buena dirección. Aquí es donde interviene también la motivación: ¿adónde vamos? ¿Por qué? ¿Para quién? Lo que nos da fuerza en esta circunstancia es el deseo de convertirnos en un ser humano mejor, de desarrollar nuestra fuerza anímica, nuestra resiliencia y nuestra buena voluntad, con respecto a nosotros mismos y al conjunto de los demás seres humanos. Este motor nos permitirá perseverar a través de los altibajos de nuestro camino en busca de la libertad.

10

EL HORIZONTE DEL ESFUERZO

POR QUÉ ESFORZARSE

Christophe: Si hay esfuerzo ¡es porque hay dificultad! Si no hubiera dificultad, no habría necesidad de esforzarse… Llamamos esfuerzo a un conjunto de actos o de pensamientos que aplicamos para superar, solventar, resolver dificultades, ya sean exteriores (obstáculos, adversidades) o interiores (pereza, negligencia, pesimismo, preocupaciones que nos paralizan, etc.).
Para realizar un esfuerzo, debemos estar suficientemente motivados a priori. Y para mantener el esfuerzo, es necesario que este se vea recompensado, es decir, que produzca un efecto a posteriori, y que nos dirija hacia un horizonte importante para nosotros.
Matthieu: Hacia una meta, en efecto, que hay que examinar con discernimiento. Uno puede ambicionar ser famoso, rico y poderoso, y sentirse muy decepcionado al cabo de veinte años, porque todas esas cosas no le han aportado el menor sentimiento de plenitud. De hecho, si nos lanzamos a la tarea sin reflexionar, nos arriesgamos a convertirnos en prisioneros de objetivos poco dignos de nuestros esfuerzos. «El resultado se sostiene por el lado de la motivación», nos recuerda el budismo. Debo preguntarme: todo este esfuerzo, ¿lo hago tan solo por mí, de forma totalmente egoísta? ¿Lo hago con los demás, por los demás, o en detrimento de los demás? ¿El esfuerzo vale la pena? ¿Me aportará una satisfacción profunda? Si hago el bien al prójimo, ¿lo hago para algunos solamente, o para el mayor número posible? ¿A corto o a largo plazo? La intención determina la dirección y la magnitud de nuestro entusiasmo.
Alexandre: En la Carta a Meneceo, Epicuro llama a todo el mundo al orden, jóvenes y mayores. No hay una edad para filosofar, añade, ya que nunca es demasiado tarde ni demasiado pronto para buscar la salud del alma. ¿Por qué decidimos emprender la práctica? ¿No será otro intento más de huir del peso de una cotidianeidad penosa? ¿No estaremos empecinándonos vanamente en escapar a nuestra condición? ¿De verdad deseamos desarrollar las inmensas posibilidades que anidan en el corazón humano? Chögyam Trungpa combate firmemente contra incesante peligro de recuperar la espiritualidad para hacer de ella un seguro de vida. Nos enseña que la existencia no es una agencia de viajes, que cada cual debe ponerse en ruta sin soñar en paraísos lejanos. Para despertarnos, no duda en mostrarse provocador: «Nadie ha perdido la esperanza de alcanzar el Despertar. Nadie ha abandonado la esperanza de escapar al sufrimiento. Este es nuestro problema espiritual fundamental». ¡Tomemos buena nota! ¡Dejemos de obsesionarnos con la idea de obtener un despertar, una gratificación, algo mejor! Se trata de practicar sin necesidad de un porqué, sin una inversión de futuro.
Lo esencial es consagrar nuestro esfuerzo y ofrecer nuestra práctica al mayor número de personas posible, a los demás, al bien común. Liberarse constituye un proceso que desborda con mucho el restringido marco de nuestros proyectos personales. El ideal del bodhisattva, aunque no siempre estemos a la altura, puede iluminar nuestros días, dar sentido a las recaídas, a las travesías del desierto. Dedico mis dificultades y mi alegría al bien de todos. Si sigo remando, lo hago también para prestar apoyo a los millones de compañeros de equipo embarcados en la misma galera…
Christophe: Sí, toda vida humana supone esfuerzos, y en ocasiones vemos un esnobismo del antiesfuerzo que me molesta. Muchas personas prefieren ser consideradas dotadas, antes que aplicadas. ¡Hasta el punto de disimular su esfuerzo! Como si el esfuerzo estuviera en contradicción con el talento, o como si el talento hiciera innecesario cualquier tipo de esfuerzo. En realidad, es cualquier género de talento lo que puede resultar estéril o engañoso si no va acompañado de esfuerzo.
Todos conocemos niños o adolescentes dotados para los estudios escolares, que no trabajan mucho porque cuentan con su facilidad y que pasan de un curso a otro hasta llegar a los estudios superiores. Llegados a este punto, las cosas suelen estropearse, porque deben enfrentarse a materias que exigen también esfuerzo y porque se ven confrontados con otros estudiantes igual de dotados que ellos, si no más, y que además están acostumbrados al esfuerzo. Por otra parte, todos los creadores, artistas o científicos se complacen en repetir que es la unión del talento y el esfuerzo lo que les permite llegar lejos. Es lo que a mí me gusta llamar «obligaciones fecundas»: a veces, la necesidad de realizar una serie de esfuerzos para superar la adversidad, o simplemente para resolver algo complicado, conlleva consecuencias insospechadas y reconfortantes, que jamás habríamos conocido sin salir de la mera facilidad.
Alexandre: Para no quedar agotados en el camino, puede ser conveniente prestar oídos a Epicteto, quien recomendaba distinguir entre lo que depende de nosotros y lo que no tanto. Consejo salvador para no esforzarse en vano y correr el riesgo de fracasar una y otra vez. ¿Cuáles son las grandes tareas de nuestra vida? ¿Dónde se encuentran nuestros verdaderos recursos? Superar los altibajos del día a día requiere de un trabajo de órdago. De ahí la necesidad de saber reponer fuerzas, descansar, recrearse, para evitar que nos invada el desánimo, la amargura. Por lo demás, lo que más me llega al fondo del corazón son esos hombres y mujeres, verdaderos héroes de lo cotidiano, que toda su vida cargan con sus enfermedades sin hundirse en la amargura. A mis ojos, son ellos los merecedores del mayor respeto, de la mayor admiración, más que el deportista que cruza a nado el canal de La Mancha, o que escala altas montañas, una tras otra.

LA MOTIVACIÓN

Alexandre: Cuando se baja por la pendiente, a veces resbaladiza, de un camino espiritual, quizá sea conveniente preguntarse: ¿quién este que quiere ejercitarse? ¿Qué «yo» es este que quiere progresar, liberarse? ¿Renunciamos verdaderamente al dictado del ego cuando nos entregamos a la práctica, por sinceramente que sea? Querer ser un buen practicante de la meditación, ¿acaso no sigue delatando la ambición de una mente replegada sobre sí misma? El principio zen: «sin ánimo ni propósito interesado» constituye en verdad una brújula para abandonar todo embrujo de lucro, todo deseo de ser excepcional y de obtener compensación.
Con ocasión de un retiro con los jesuitas, uno de los padres me proporcionó consignas muy esclarecedoras, compendiadas en simples preguntas: ¿qué sanas costumbres quieres instituir en tu vida? ¿Qué inclinaciones, qué defectos quieres intentar eliminar de tu vida cotidiana? Unas palabras que sonaban como una llamada a identificar los puntos de la vida en que reinan el egoísmo, la dependencia, la acrasía, esos mil y un callejones sin salida hacia los que podemos extraviarnos. La famosísima fórmula clásica: «El movimiento se demuestra andando», arrima el ascua a nuestra sardina, por así decir. Muchas veces creemos que solamente cuando seamos valientes realizaremos actos de valentía, pero esa fórmula nos muestra que más bien sucede al contrario. Es realizando actos de valentía, actos que refuerzan nuestra confianza, como se adquieren poco a poco las virtudes. Saludables palabras de aliento para no quedarse de brazos cruzados, sin necesidad tampoco de desfondarse en el camino…
¿De dónde nos viene la motivación? ¿Qué nos impulsa a lanzarnos al agua? ¿Será acaso una sana, profunda y viva aspiración a la sabiduría? ¿O todavía hace mella en nosotros la atracción de la zanahoria delante de las narices, o el miedo al garrotazo? Preguntarse por los recursos que nos llevan a crecer implica a buen seguro saber tratar a nuestra montura y contemplar el trayecto en toda su extensión.
Sartre denunciaba la mala fe. ¿Y qué decir de la multitud de papeles que nos vemos movidos a representar y que quizá nos obligan a presumir de talento, como quien presume de belleza, por complacer, por no decepcionar, con el fin de obtener compensación…?
Matthieu: Es preciso encontrar un equilibrio entre la tensión y la laxitud. Buda contaba la historia de uno de sus discípulos que no lograba dosificar sus esfuerzos: «Hay momentos en que no estoy motivado en absoluto, en que estoy completamente relajado y no experimento nada», decía. «Y hay otros momentos en que estoy tan tenso que no logro meditar». Era un instrumentista de vina, una especie de sitar. «¿Cómo afinas tu instrumento para obtener de él el sonido más bello posible?», le preguntó Buda. A lo que el músico contestó: «Ajusto las cuerdas de modo que no estén ni demasiado tensas, ni demasiado sueltas». «Lo mismo sucede con la meditación», concluyó Buda. El relajamiento puede crear en la mente una especie de opacidad; el esfuerzo excesivo la cansa y la agita. Ambos extremos se demuestran contraproducentes.
En la psicología contemporánea, se habla de un justo medio necesario para entrar en estado de «flujo», definido por el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi como una inmersión profunda en la acción. Actos, movimientos y pensamientos se encadenan con fluidez; uno se olvida del tiempo que pasa, del cansancio, y la conciencia de sí se difumina. Para entrar en flujo, la tarea no debe ser ni demasiado difícil (pues se apoderaría de nosotros la tensión), ni demasiado fácil (pues entonces caeríamos en el tedio). La fluidez del flujo es percibida como una experiencia muy satisfactoria, que concede total preminencia al momento presente. Se puede también entrar en flujo sin el soporte de una actividad exterior. La contemplación de la presencia despierta, la naturaleza de la mente, por ejemplo, es una experiencia profunda y fértil asociada al flujo. También en este caso la difuminación del yo es total, lo cual es una fuente de paz interior y de apertura a los demás.
De Csíkszentmihályi, con quien me he encontrado varias veces, emana a sus más de ochenta años una amabilidad natural y tranquila. Pone en práctica lo que enseña, lo cual es alentador.
De modo que hay que encontrar el justo equilibrio entre el esfuerzo y la relajación, pues ello nos permitirá progresar de la mejor manera posible. Los artistas y los artesanos saben muy bien que el sobresfuerzo y la actividad febril constituyen amenazas para su obra: con paciencia se consigue todo, mientras que la precipitación no conduce a nada. Recuerdo un pícnic en el campo, después de un retiro veraniego de cuarenta y cinco días en nuestro monasterio de Nepal. Los monjes más jóvenes habían organizado una carrera. Yo tenía treinta años más que ellos. Pensé: «Voy a tener mi momento de gloria». Me lancé como un loco los diez primeros metros, gritando: «¡Yupi!». Naturalmente, todos me alcanzaron y superaron. Al final de la carrera, gracias que llegué último…

PSICOLOGÍA DEL ESFUERZO

Christophe: Imagino la escena, ¡arrancando al esprint con tu hábito de monje! ¡Me habría gustado estar allí para verlo! Pero esa noción del justo medio aplicada al esfuerzo es importante. Tu carrera recuerda un error clásico en la producción de nuestros esfuerzos: dosificarlos mal, comenzar a toda marcha, para luego perder aliento y agotarse. El esfuerzo requiere a menudo de una planificación: en el caso de la carrera pedestre, se llama entrenamiento, una sucesión de pequeños esfuerzos accesibles y repetidos, para que poco a poco produzcan un efecto. Si quieres ganar la próxima carrera, querido Matthieu, y dejar pasmados a todos en el monasterio, tendrás que trabajar cada día y entrenarte para correr, y luego ¡a esprintar! ¡Pero me parece que a ti te importa bien poco eso de ganar o de dejar atónitos a los demás!
Otro punto importante en relación con la psicología del esfuerzo es que en ocasiones tiene un efecto diferido. En la educación, por ejemplo, nos puede parecer que los esfuerzos que realizamos para enseñar a nuestros hijos tal valor o tal otro (la buena voluntad, la perseverancia, la honradez) no dan resultados inmediatos: siguen peleándose, siguen tirando la toalla cuando se presentan dificultades, o sacando excusas cuando les conviene… Uno se dice entonces que sus esfuerzos educativos no sirven de mucho, o que ha hecho las cosas mal, o que no ha dado buen ejemplo, o no lo suficiente. Siempre puede haber algo de todo eso, y hay que reflexionar, pero con mucha frecuencia, a medida que los hijos van haciéndose mayores y alejándose de nosotros, uno se lleva la grata sorpresa de ver cómo van poniendo en práctica esas cualidades, cómo van adoptando esos valores en su vida, cosa que no hacían cuando estábamos encima de ellos, quizá sencillamente porque no eran todavía lo bastante maduros. ¡Se ha producido un efecto retardado! Aun cuando no veamos resultados inmediatos, es cuando son pequeños cuando hay que realizar estos esfuerzos educativos, sin esperar a que sean adolescentes o adultos.
A veces, es doloroso comprobar que no todos somos iguales de cara al esfuerzo: algunas personas se desmotivan porque tienen el sentimiento de que sus esfuerzos son inútiles, o que no obtienen una recompensa proporcionada, que su velocidad de avance es mediocre y que todo el mundo hace las cosas mejor que ellos. Uno puede preguntarse entonces si los objetivos que se había impuesto eran los adecuados, o si su campo de aplicación era el idóneo. Hay cosas en las que uno es inferior y que vale más aceptar con tranquilidad (como correr menos que los demás, o no disfrutar de una memoria tan buena); o bien, si se trata de un ámbito en el que uno quiere progresar, asegurarse de que uno no está siempre comparándose con los demás, enfangado en el lodazal de la envidia o de la decepción, y mantenerse centrado en sus propios progresos, en relación con uno mismo.
Matthieu: Hay personas con más ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Créditos
  3. Título
  4. Sumario
  5. Prólogo. «¡Aquí no hemos venido a trabajar!»
  6. Introducción
  7. Primera Parte. Los obstáculos a la libertad interior
  8. Segunda Parte. La ecología de la libertad
  9. Tercera Parte. El esfuerzo por la liberación
  10. Cuarta Parte. Los frutos de la libertad
  11. ¿La cosecha ha sido buena?
  12. Agradecimientos