Parte II Transferencia, contratransferencia y actitud mental del analista: una propuesta de lectura de los días del Diario Clínico
Luisa Pellerano, Edda Marazia, Gabriella Amodeo, Paola Marmo, Maria Mosca, Cecilia Álvarez, Fernando Landolfo
El estudio del Diario Clínico nos reunió en el deseo de trabajar juntos en la búsqueda de una escritura que diera forma al pensamiento del grupo. Una escritura a “varias manos”, que puede parecer no funcional por los componentes caóticos debidos a las resonancias y a las diferencias individuales, además de la complejidad del texto. Sin embargo, a medida que procedíamos encontramos la funcionalidad que sostuvo todo el tiempo nuestra elección. Nos movimos intuitivamente para construir un contenedor que pudiera albergar la provocación de las comunicaciones de Ferenczi y recoger los aspectos de fragmentación y de hundimiento presentes en las áreas traumatizadas y en los núcleos primitivos de la mente.
La escritura del Diario, constantemente insaturada, fruto de un diálogo interno de Ferenczi analista y pensador, no permite acceder inmediatamente a la comprensión del texto.
Como ya ha evidenciado Carole Beebe Tarantelli, la fragmentación del Diario, su cualidad de escritura privada (¿es alguna vez verdaderamente privada una escritura?), ha permitido a Ferenczi no cancelar los apuntes apenas tomados, ni las asociaciones libres, ni los caminos abiertos e interrumpidos, es decir, todo aquello que está prohibido en la escritura acabada.
El texto, estructurado en varios niveles y con una continua movilidad de pensamiento, se desarrolla mediante un lenguaje a veces inmerso en un flujo de emociones y sentimientos conectados a la experiencia clínica, a veces articulado con la tentativa de formular un pensamiento siempre dirigido a la investigación y a la duda.
La propensión de Ferenczi a no dar nada por descontado ni definido, nos dio el coraje para no anclarnos en la teoría preconstituida. Su modo de proceder requería dejar de lado, suspendida, la alternativa de recurrir al proceso lógico-deductivo, y dejarnos conducir por esos movimientos de pensamiento. Pensamientos que, al no tener forma de libro, seguían siendo “no agotables”. Su valiente e inquietante exposición, su desnudarse, suscitaron el deseo de entrar en el consultorio donde nacen las ideas, la trama en la cual se entrecruzan y se condensan muchas preguntas del psicoanálisis de los orígenes.
Las ideas teórico-clínicas que el Diario ofrece, provocan intuiciones y teorizaciones todavía actuales, brindándonos una experiencia rica de estímulos y de ecos. La lectura del Diario nos lleva a un escenario clínico, y trata de aquello que cotidianamente debemos afrontar como analistas.
En el trabajo sobre los días del Diario, cada uno de nosotros capturaba la emergencia de un tema o de otro. Un movimiento de sintonía o de divergencia, de adhesión o de rechazo movilizaba, y a veces sacudía, la actitud grupal y también nuestra actitud individual como analistas.
Nos pareció cada vez más necesario mantener una adhesión a las palabras del texto, como huellas del itinerario del pensamiento de Ferenczi, en una atenta escucha de aquello que de un día a otro es nominado, repensado, narrado, reconsiderado.
Partiendo de la lectura puntual de cada día, y siguiéndola en orden cronológico, a menudo tuvimos que buscar pasajes precedentes, reconducirnos a nexos a los que él aludía, como una suerte de monitoreo y de construcción-deconstrucción del texto.
Un largo proceso nos condujo a la elección del vértice transferencia-contratransferencia y a la actitud mental del analista, como la trama de un tejido a través de la cual recorrer el texto. El Diario “es también un diario íntimo (...); es la otra cara de su correspondencia con Freud; es un pensamiento teórico-clínico que limita con el estado de trance del psicoanalista, donde las transferencias recíprocas son indagadas en un modo que no encuentra paragón en ninguna otra parte de la literatura analítica...” (Sabourin, 1985, p. 283).
El tema de la transferencia nos llevó a abrir otras puertas. Surgen, con la franqueza que sólo puede tener un texto escrito para sí mismo, la fuerte y constante presencia del interlocutor interno Freud y la fatiga por la difícil posición en la que Ferenczi se halló: el lugar de encuentro entre el amigo, el alumno y el paciente, debatiéndose entre la posición de libre pensador y de seguidor fiel.
Todo esto impulsó a Ferenczi a desenmascarar el rol que la contratransferencia juega en todas las relaciones analíticas, no sólo en las de la cura. Podemos decir que todavía hoy las derivaciones del eje transferencia-contratransferencia no han sido controladas totalmente en las instituciones psicoanalíticas.
Ferenczi, al trabajar sobre el funcionamiento de la mente del paciente y, al mismo tiempo, de la del analista, había individuado la interacción transferencia-contratransferencia como núcleo central del trabajo analítico, abriéndose así a la intuición de la reciprocidad interpsíquica.
En los pasajes en los que se refiere a los casos clínicos, el entretejido entre la actitud mental del analista y las transferencias, aparece en modo vivo y explícito y abre nuevos interrogantes sobre la conducción del análisis y sobre los elementos que pueden posibilitar el fin de éste.
Por “actitud mental” entendemos un concepto que comprende todo lo que hace parte de la vida psíquica del analista, desde su modalidad de relacionar emoción y pensamiento, a su historia personal y de formación; concepto que va más allá del de transferencia y contratransferencia, aún cuando están conectados entre sí.
El diálogo con pacientes traumatizados, las corrientes emocionales y la turbulencia que se activan en la relación, llevan a Ferenczi a afrontar la problemática transferencial en un modo nuevo. El impacto emocional con estos pacientes, que lo ponen en contacto con la experiencia del trauma, lo obligan a trabajar con la propia contratransferencia, experimentando modificaciones en la técnica y elaborando conceptos fundantes de la relación analítica.
Al confrontarse con la propia subjetividad e, inevitablemente, con la contratransferencia, Ferenczi busca hacer legibles y utilizables los elementos que puedan obstaculizar la continuidad del análisis.
El intento de observar el funcionamiento de la mente del analista en el ámbito analítico está continuamente apremiado por las dificultades emocionales presentes en la pareja analítica y, también, por los interrogantes sobre las decisiones a tomar en la conducción de la cura. Esto impulsa a Ferenczi a experimentar el análisis recíproco. El desafío consigo mismo, en el límite de las propias posibilidades, lo pone en contacto con la cuestión del dolor mental introlerable e irrepresentable. Este desafío es particularmente evidente en el caso de R.N., paciente y a la vez psicoterapeuta, con quien experimentó un largo análisis recíproco. El dolor, producto de traumas de particular intensidad, no puede ser contactado en forma directa. Como en un juego de espejos, R.N. puede afrontar los propios traumas sólo con una “mirada indirecta”, sólo a través de las problemáticas de sus pacientes y después, en el análisis recíproco, al reconocerse en los aspectos sufrientes de su analista. La cuestión de la mirada indirecta sobre los lados oscuros de sí mismo propone una reflexión sobre qué cosa implica ser analista y hacer psicoanálisis.
Ferenczi está constantemente atento a los movimientos transferenciales propios y del paciente, al “cuerpo a cuerpo” que tiene que afrontar en algunos pasajes críticos. Habla explícitamente de los propios errores en las estrategias adoptadas. Aún sosteniendo la importancia de desarrollar y mantener en la sesión una disposición materna de acogida y de sensibilidad, debe reconocer que los aspectos agresivos y manipuladores de los pacientes, a los que no puede sustraerse, requieren una barrera y una continencia en la firmeza del analista. Es necesario “arponar la medusa”, como sugiere la misma paciente.
Las personas que han sufrido un trauma tienen la tendencia a identificarse con el agresor; y es justamente este agresor al que frecuentemente el analista encuentra frente a sí y al que el mismo paciente percibe como un cuerpo extraño. Por otra parte el terapeuta se encuentra a menudo en el rol del agresor ya sea por las frustraciones y límites presentes en el encuadre –inaceptables, en especial para estos pacientes– o por los propios puntos ciegos no analizados, que lo hacen menos capaz de contacto y de comprensión. En lo que respecta a los límites del encuadre y a la tentativa de superarlos, Ferenczi se ve obligado, de algún modo, a reveerlos y a reencontrar su sentido; respecto a los puntos ciegos, debe reconocer cuan dolorosa pero útil puede ser la contribución recibida de los pacientes. El análisis recíproco puede ser considerado el intento extremo de tener en cuenta este aspecto, pero en el curso de la experiencia clínica Ferenczi se da cuenta de su impracticabilidad, aún cuando deja abierta la duda sobre las ventajas y desventajas de su aplicación.
Es de todos modos indiscutible su contribución al valor de la reciprocidad en la relación analítica, que no coincide plenamente con la técnica del análisis recíproco. Escribe Luis Martín Cabré (2002):
Por cierto, en el proceso analítico, la verdad es la consecuencia de una “cooperación textual” y en particular de un interminable proceso interpretativo en el cual se suceden mensajes e interpretaciones del analista y del paciente.
La interpretación, según Ferenczi, es un proceso intersubjetivo: tanto el analista como el paciente interactúan recíprocamente sin solución de continuidad y el significado transferencial se crea a través de estas interacciones.
Para Ferenczi la posición del analista no es, por cierto, la del analista omnisciente; ni se apoya sobre la convicción de una presunta superioridad en términos de invulnerabilidad emocional. Al contrario, en particular en la relación con los pacientes traumatizados, se ve obligado a encontrar aspectos de la propia fragilidad y a abrirse continuamente a la duda. Al mismo tiempo, permanece adherido a un sentido ético de responsabilidad en relación al paciente y al rigor científico necesario para valorar la eficacia de la técnica en la aplicación del método psicoanalítico. La co-presencia del elemento subjetivo y del impulso a extraer de su exploración informaciones útiles en el plano de la investigación, crea en el desarrollo del Diario una tensión creativa. El vértice transferencia-contratransferencia, anudado a la actitud mental del analista, hace emerger, día a día, el modo en que estos elementos han abierto la barrera de la exploración psicoanalítica respecto a la centralidad de la relación y a los registros primitivos de la mente.
1. Breve guía a la lectura
Los 27 días seleccionados por nosotros en la lectura crítica del Diario fueron organizados en tres secciones que recogen el tema de la transferencia y de la contratransferencia en relación al trauma y a la experimentación del análisis recíproco.
La primera sección pone en evidencia los riesgos y las trasformaciones de la experiencia del análisis recíproco y la función de la contratransferencia.
La segunda, focaliza la metapsicología ferencziana a la luz del entrecruzamiento transferencia-contratransferencia y actitud mental del analista.
En la tercera sección aparecen más detalladamente los instrumentos terapéuticos que consienten trabajar sobre las marcas del trauma.
Los temas recogidos por nosotros en estas tres áreas atraviesan en realidad todo el Diario, enlazándose y sobreponiéndose. Esto está estrechamente ligado a la procesualidad del texto, al modo creativo de proceder de Ferenczi en el desarrollo de su pensamiento clínico y teórico.
Cada día se presenta con un título doble. El primero, en letra cursiva, es el título propuesto por nosotros para evidenciar el aspecto central del día, el segundo, en negrita, es el título original dado por Ferenczi.
En el capítulo “Transferencia y contratransferencia en Freud y en Ferenczi. Un diálogo ininterrumpido” se ha buscado poner en evidencia cómo el recorrido de la problemática transferencial, en sus componentes personal e institucional, se mezcla con el debate teórico en el intercambio de los dos autores del psicoanálisis.
2. La experiencia del análisis recíproco: la función de la contratransferencia. Apertura, riesgos, transformaciones
La capa productiva que comienza a descubrirse delante de mí
7 de enero. Insensibilidad del analista. Espontaneidad y sinceridad del comportamiento
El día de apertura del Diario Clínico puede ser engañoso por su aparente simplicidad. En realidad ya en la sucesión de subtítulos –“Insensibilidad del analista” y “Espontaneidad y sinceridad del comportamiento”– se produce un corte en el entrecruzamiento de la actitud mental del analista, transferencia del paciente y contratransferencia del analista. Se presenta el interrogante sobre la compleja distinción entre la reacción del paciente a la actitud mental del analista y la transferencia propiamente dicha. En este contexto se deben tener presentes los descubrimientos que Ferenczi había hecho precedentemente trabajando con pacientes traumatizados.
Ferenczi, en la búsqueda de una escucha de aquello que los pacientes que han sufrido un trauma reproducen en la escena de la transferencia, nos conduce a la realidad de la situación analítica desde las primeras páginas del Diario. Nos muestra cómo el analista debe saber liberarse de la tranquilizadora y rígida adhesión a la teoría y a la técnica, a ese “modo formal de saludar, [a] la imposición ritual de ‘decir todo’, [a la...