Las FARC
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Las FARC

Toda la verdad sobre el polémico grupo guerrillero

  1. 160 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Las FARC

Toda la verdad sobre el polémico grupo guerrillero

Descripción del libro

La historia de Colombia desde su independencia difiere poco de las de sus hermanas latinoamericanas: distribución inequitativa de la tierra, grandes comunidades relegadas a la exclusión, caudillismo, violencia y, en los últimos tiempos, narcotráfico y una actividad guerrillera que lleva cuatro décadas de acción. El logro de este libro es que su autor inserta la ocurrencia y duración del fenómeno guerrillero en las coordenadas históricas colombianas, excediendo lo militar y echando luz sobre datos poco contemplados que esclarecen su existencia y su valor

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Información

Editorial
Lectorum
Año
2010
ISBN del libro electrónico
9781939048790
Capítulo 5
El narcotráfico
“Todos los negocios, toda la política, todo el arte, en una palabra, toda la vida de Bogotá que piensa y actúa, como sucede en varias de estas repúblicas suramericanas -de por fuerza oligárquicas- se concentra entre las manos de cincuenta familias conservadoras que arrebataron esa misión a otras familias liberales...”
Pierre D'Espagnat, “Souvenirs de la Nouvelle Grenade” Revue de Deux Mondes, 1900.
El término narcotráfico no tiene una historia muy dilatada. En verdad se lo emplea frecuentemente en la prensa internacional en los últimos veinte o treinta años. Por lo general, su utilización no remite exclusivamente al fenómeno de la comercialización internacional de sustancias narcóticas, sino que suele aludir con mucha más frecuencia al cultivo de los vegetales involucrados en la producción final de alcaloides. Dado que la cocaína ha sido en las últimas décadas la droga preferida en los estratos altos de la sociedad norteamericana y europea, se forjó en estas sociedades la imagen de países básicamente localizados en América del Sur, cuyo destino en este mundo es ser productores de drogas para las clases medias y altas de las sociedades centrales.
Por supuesto, esta imagen borrosa desconoce que estos cultivos tienen en las sociedades americanas un origen histórico y cultural que se remonta a siglos muy anteriores a la llegada de los europeos.
La planta de la coca es consumida por las poblaciones andinas desde tiempo inmemorial, e impregna la cultura del pueblo quichua, aymara y muisca, todos ellos originarios en la geografía ocupada hoy por seis Estados de Sudamérica: Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Bolivia.
En muchos casos su uso conserva fines rituales ancestrales; con mayor frecuencia, su masticado provee alimento y energía en condiciones climáticas muy duras. El “acullico”, puñadito de hojas de coca que los pobladores de la región mastican el día entero, provee a la saliva una gran cantidad de proteínas y vitaminas, al tiempo que permite a su consumidor soportar con mayor comodidad los obstáculos que impone la altura (por lo general más de dos mil metros sobre el nivel del mar) a cualquier trabajo rudo, como el que impusiera a estos pueblos la conquista hispana.
No resulta casualidad que el cultivo de esta planta fuera expandido en forma entusiasta por los españoles después del descubrimiento de las minas del Potosí. “Coca para el mitayo que excava las profundidades del cerro Rico, que entrega la plata que inunda Europa", es una consigna de la administración hispana en el Virreinato del Perú.
Desde entonces, la coca fue un símbolo de poder y riqueza de las familias terratenientes. En su obra Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española en Huamanga hasta 1640, Steve Stern señala:
“Los empresarios más dinámicos establecieron plantaciones de coca a lo largo de los límites orientales de Huanta (Huamanga)".
La llegada de las administraciones criollas independientes nada cambió en este aspecto, desde que la producción de la minería siguió siendo el principal producto de exportación del Perú y Bolivia. En el siglo XIX se fundaría en Bolivia la Corporación de Productores de Coca de Bolivia S. A. (Colcalivia SA); y aun en el siglo XX la Sociedad de Propietarios de los Yungas- creada en 1940- negociaba con empresarios argentinos la provisión anual de quinientas toneladas para atender la demanda de los braceros que emigraban al norte argentino para la zafra del azúcar y otros cultivos.
De la coca a la cocaína
No fue sino hasta el siglo XIX que las antiguas y reconocidas propiedades de la coca se transformaron, por arte de un laboratorio norteamericano, en este poderoso fármaco conocido con el nombre de clorhidrato de cocaína. El farmacéutico Friedrich Merck lo incorporó a muchos de sus productos y lo distribuyó por todo el mundo. Su “esnifado" solía ser una práctica marginal de las élites intelectuales y artísticas de la Belle Époque, ese renacimiento de las letras y artes que se estrellará contra la Primera Guerra Mundial en 1914.
Tal práctica marginal y acotada persistió en algunas grandes capitales sudamericanas y europeas hasta la mitad del siglo XX, cuando su consumo recibió un impulso inusitado. No sería hasta entonces que aparecería significativamente su cultivo en Colombia, aunque algunos pueblos aislados continuaran con un consumo acotado y ritual. De hecho, el poco peso demográfico y cultural de los naturales en las urbes había confinado hasta entonces este cultivo a áreas muy aisladas en la selva. Esta situación persistió hasta muy avanzados los años setenta.
Productores y consumidores
Con mucha más frecuencia el tema del narcotráfico aparece bajo el aspecto de un problema moral o policial, desconociéndose los componentes económico-estructurales que lo determinan. Aun con mayor asiduidad su problemática es usada como un medio de los países centrales para ejercer presiones de distinto tipo sobre los del Tercer Mundo, origen habitual de la materia prima empleada en la industria de estos psicotrópicos. En este sentido tiende a reemplazar en la retórica de los Estados Unidos su tradicional combate contra el comunismo, que diseñó la política internacional de la superpotencia desde el establecimiento de la Guerra Fría hasta la caída de la URSS en los años 90.
Los países andinos, productores naturales de estos vegetales, resultan el epicentro de la represión mundial sin dudas conducida por los Estados Unidos. Bajo una óptica de carácter moral, estos países resultan estigmatizados como causantes de graves problemas de salud para la población de los países centrales. El auge del consumo de esos productos en las sociedades desarrolladas de Europa y América del Norte se inicia a fines de la década de 1960. Por entonces, ellas transitaban un estadio tardío de lo que se diera en llamar el Estado de Bienestar en Occidente; básicamente, la estructura productiva surgida a fines de la Segunda Guerra Mundial, una economía keynesiana que incentivaba la demanda en previsión de nuevos desastres, como el ocurrido en Wall Street en 1929, que se transmitiría a todas las economías capitalistas como la Gran Crisis del 30.
Muy probablemente, las clases políticas de estos países vieran entonces con alivio que las crecientes dificultades que enfrentaba ese paradigma de desarrollo capitalista (estancamiento de la producción, subida de los costos de la energía, salarios a la baja, etc.) se canalizaran y contuvieran en márgenes que no afectaran la gobernabilidad. Las grandes movilizaciones juveniles, estudiantiles y obreras de fines de los 60 y 70 parecían aplacarse a fines de esa década, mientras se difundía entre la juventud el consumo de narcóticos de nuevo diseño que, en los últimos años, ha explotado en una infinidad de novedosos productos.
En este marco resulta funcional y conveniente la atribución del “problema" a los países productores y no a las sociedades consumidoras. En adelante, las administraciones norteamericanas, llevando muchas veces a la rastra a los dirigentes europeos, han generado una profusión de agencias gubernamentales constituidas por miles de policías, militares, agentes especiales, espías y hasta delincuentes reciclados que, insertados en las sociedades latinoamericanas, han terminado por convertirse en verdaderos problemas de seguridad nacional para los países del área. De hecho, el llamado combate al narcotráfico comporta los mismos mecanismos de subordinación de las fuerzas militares y policiales latinoamericanas a la supervisión de las agencias americanas como lo fueran durante la Guerra Fría, con la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional.
Crisis de los cultivos de ciclo corto
Desde 1810, las nuevas repúblicas surgidas en América Latina buscaron desarrollar productos de exportación capaces de sostener económicamente las nuevas administraciones estatales. Estos productos, dada la división internacional del trabajo entre potencias centrales y países periféricos, no podían ser otros que los surgidos de la tierra: minería y cultivos. Así, estos países tentaron la posibilidad de obtener sustento en algunos casos con exportaciones que, al hacerse regulares, fueron el estereotipo de algunas sociedades: es el caso del café y el cacao en Brasil; el trigo, las carnes y lanas de Argentina; el cobre chileno o el petróleo venezolano. En otros casos sólo pudieron obtenerse recursos sobre la base de exportar renglones de gran demanda coyuntural, pero incapaces de sostenerse en el tiempo. Es el caso de las llamadas economías de “ciclo corto", como las exportaciones de guano peruano o de salitre boliviano, del quebracho argentino, las exportaciones de añil centroamericanas, del caucho colombiano o brasileño, etcétera.
Así como el establecimiento de circuitos de exportación de larga duración permitió la construcción de infraestructuras sociales, caminos, puertos y ferrocarriles, también las economías de ciclo corto movilizaron ingentes recursos y fuerza de trabajo, generando a veces importantes emprendimientos. No obstante, éstos fueron de corta duración, su horizonte temporal de ganancias extraordinarias determinó su carácter depredatorio, y al cabo de unas décadas sólo quedaban ruinas abandonadas, hambre en miles de familias emigradas a donde ahora ya no existía nada. Así ocurrió con el quebracho argentino, que depredó los bosques del norte santafecino hasta que los ingleses encontraran un sustituto más barato para el tanino que usaban en sus curtiembres. Lo mismo pasó con el caucho, aquel que llevara a Caruso a cantar en Manaos, reemplazado luego con productos sintéticos. El añil fue sustituido por otros colorantes, y el salitre y el guano suplantados por fertilizantes nitrogenados de factura industrial. La coca, no en tanto consumo tradicional de las poblaciones de la región si no es transformada en cocaína, debe ser incluida entre estas economías de ciclo corto, que simbolizan el desarrollo espasmódico de inmensas áreas latinoamericanas.
Otro fruto: la violencia
Debiera realizarse una segunda diferenciación entre productos de exportación de ciclo corto obtenidos en áreas centrales y bajo el control del Estado respectivo, y las producciones que se desarrollan en áreas fronterizas o marginales de bosques y selvas, donde los incipientes Estados latinoamericanos no han logrado imponerse. Estas últimas, según señala Hermes Tovar Pinzón:
“Convierten la región en un espacio jurisdiccional de empresarios nacionales y extranjeros. El vacío que deja el Estado es ocupado por estos empresarios portadores de progreso y de violencia."
Se dice que la salvaje explotación cauchera en el Caquetá y el Putumayo colombiano entre 1880 y 1920, dejó más de cien mil indígenas muertos. Algo similar ocurrió con los caucheros de la selva amazónica brasileña, retratada por el cine internacional en la figura de Chico Mendes, asesinado por empresarios mafiosos en diciembre de 1988. Lo mismo puede decirse de la explotación de los quebrachales en el Chaco argentino, abandonado presurosamente por los empresarios británicos durante los años 40, dejando en la región sólo ruinas, terreno pelado y desolación. El apuro por acabar con los últimos ejemplares de quebracho colorado les entró a estos empresarios cuando supieron que este árbol monumental tarda más de cien años en reproducirse, circunstancia que, desde su óptica, convertía en antieconómica la reposición de los derribados. Con ellos se fueron todas las líneas férreas que decían estar construyendo en el monte chaqueño. Desastres ecológicos y genocidios persiguieron a estas formas precarias de explotación durante todo el siglo XIX y parte del XX.
Estas economías tienen varias características comunes, y en general se ordenan en una serie de etapas y presupuestos que pueden sintetizarse de la siguiente manera: se introducen en zonas campesinas e indígenas donde la demanda del producto hasta ese momento sólo satisfacía necesidades domésticas; traen consigo capitales que se emplean en la ocupación de tierras nuevas y en el establecimiento de pequeñas infraestructuras para la exportación en bruto o con muy poca elaboración. Los antiguos ocupantes son desposeídos de sus tierras y convertidos en peones dependientes; promueven una inmigración de fuerza de trabajo que en lo inmediato genera un alza salarial; la escasa disponibilidad de alimentos y otros recursos genera al mismo tiempo inflación y alza desmedida de sus precios, lo que perjudica a las poblaciones no involucradas en ese comercio. La bonanza salarial, en poblaciones de hombres solos trasladados, crea necesidades suntuarias y un auge de actividades asociadas que deforman el orden social - consumo exagerado de licores, prostitución y juego- .Por otro lado, un reducido número de empresarios y comerciantes acumula excedentes fabulosos, para luego abandonar rápidamente la zona cuando el ciclo corto del producto culmina. En la zona antes ocupada quedan ruinas, pobreza, desolación y una propensión a la violencia social que permanecerá cuando la actividad económica desaparezca.
Primaveras fugaces
La historia de estas desilusiones, magníficamente retratadas por Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina hace ya cincuenta años, pudo creerse superada en el siglo XIX o en la primera mitad del XX. Sin embargo, sus tribulaciones permanecen, y no poseen características distintas el reciente boom de la cocaína, el más antiguo de la marihuana, o el flamante emprendimiento de colonos en la plantación de amapola para la producción de heroína.
En cualquier caso, como describíamos en los primeros capítulos de este trabajo, el café se transformó en el principal producto de exportación colombiano, y su renta proveyó los recursos impositivos para sostener el Estado. De hecho, en los años 70 Colombia tuvo una segunda bonanza cafetera, aunque esta vez se combinó con una entrada inusitada de dólares producto de la exportación clandestina de marihuana.
A este nuevo engranaje de la economía local se lo bautizó como Bonanza Marimbera. Por otra parte, como ocurriría numerosas veces en el futuro, estos capitales ilícitos fueron legalizados gracias a la “Ventanilla Siniestra" del Banco de la República durante el gobierno “progresista" de Alfonso López Michelsen. Los mismos capitales se verán involucrados en una nueva bonanza cafetera en el futuro, o en la más rentable explotación de la amapola después. En resumidas cuentas, los capitales tienen en Colombia una notoria fluidez entre economías legales e ilícitas. La colusión de ambas “bonanzas" hizo que Colombia viviera un auge desmesurado de su economía. Aunque en medio de esta falsa prosperidad aumentó el descontento de la clase trabajadora que se vio enfrentada a los problemas inflacionarios que se derivaron de esta expansión, a tal punto que en septiembre de 1977 las centrales obreras realizaron un gran Paro Cívico Nacional en protesta por la muerte de varios sindicalistas y trabajadores heridos a manos de la fuerza pública y, en general, por las medidas antipopulares de su gobierno. El gobierno de López, como el de sus antecesores, contestó con la imposición del Estado de sitio y el toque de queda.
El ciclo económico de la cocaína
Como ocurriera un día con el tabaco de Ambalena, con la economía cauchera, quinera o añilera, la bonanza “marimbera" desapareció dejando tan pocos progresos como sus similares. Se esfumó el dinero que corría a manos llenas por las aldeas, se fueron las muchachas alegres que llenaban los prostíbulos, cerraron bares y casinos, y en los pueblos del trópico sólo quedó la miseria y un resentimiento que se expresaba en nuevas formas de violencia.
Algo distinta era la situación en las grandes ciudades y los poblados del Caribe. La marihuana inundó de dólares la costa atlántica desde la Guajira hasta Urabá, y ofreció a muchos marginales la posibilidad de convertirse en intermediarios de un negocio floreciente. Proliferaron las motos y los autos deportivos. En las barriadas se reclutaban transportistas, traficantes, “mulas". Cali y Medellín fueron testigos de este progreso excepcional de los grupos más bajos de la sociedad. Cuando su impulso se agotó, llegó la cocaína para revitalizar el mercado.
¿De dónde provenía el nuevo “maná" para valorizar los capitales ociosos? En 1978 comenzaron a aparecer hombres blancos por el territorio indígena del Vaupés, en el oriente colombiano. Estaban interesados en comprar las pobres cosechas de coca que los naturales usaban para sus rituales y consumo doméstico. Muy pronto se amplió la frontera agrícola y los indígenas se vieron precisados a extender sus cultivos para responder a una demanda creciente. Otras gentes llegaron con los primeros compradores, ahora en busca de tierra.
Los recién arribados trajeron nuevas técnicas de cultivo, cuidados del suelo, selección de semillas, aplicación de herbicidas; los naturales se vieron obligados a ceder sus tierras y, casi de inmediato, a convertirse en peones recolectores en sus propias tierras ancestrales.
Entre 1978 y 1983, la producción creció exponencialmente; una leve caída de la demanda se recuperó muy rápido, hacia 1986. Sobre una base cien para 1978, el precio de la arroba de coca (veinticinco libras: once kilos y medio) subió a trescientos setenta y cinco en 1982, bajó a treinta y uno en 1984 y ascendió a ciento ochenta y ocho dos años después. La rápida colonización fue funesta para las comunidades indígenas de la región: los hombres fueron esclavizados como recolectores en las plantaciones de estos aventureros, responsables además de haber sometido a sus mujeres a un acoso sexual insoportable, hasta edificar y generalizar la prostitución.
Integración y cambios sociales
La prostitución ganó un espacio desconocido en estas sociedades. En medio del boom coquero en Cartagena del Chairá, un pequeño centro urbano inundado de bares, discotecas y prostíbulos, había cuatrocientas prostitutas cuando todo el poblado no superaba las quinientas casas. La embriaguez y los homicidios serían moneda de todos los días. Las autoridades policiales -nunca demasiado morales - fueron muy pronto corrompidas por el dinero que circulaba a manos llenas. En este marco, y ante la ausencia o la complicidad de los representantes del Estado, se dio la situación de que sólo las guerrillas fueron capaces de instalar algún orden, y se transformaron en guardianes de la moral y las buenas costumbres.
Por supuesto, tal movimiento de dinero no podía quedar restringido a un oscuro rincón de la selva. A un lugar tan aislado era necesario transportar alimentos, combustibles, y l...

Índice

  1. Introducción
  2. Capítulo1. La naturaleza colombiana
  3. Capítulo 2.Vientos revolucionarios
  4. Capítulo 3.Las repúblicas independientes
  5. Capítulo 4.Las FARC: los inicios
  6. Capítulo 5.El narcotráfico
  7. Capítulo 6. El nuevo poder
  8. Capítulo 7.Un nuevo escenario político
  9. Epílogo
  10. Apéndice fotográfico
  11. Bibliografía