Cambiar el pasado
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Cambiar el pasado

Superar las experiencias traumáticas con la terapia estratégica

Milanese, Roberta, Jordi Bargalló Chaves

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Superar las experiencias traumáticas con la terapia estratégica

Milanese, Roberta, Jordi Bargalló Chaves

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Desde este momento en adelante habrá en tu vida un "antes" y un "después". "Antes" de que ocurriera este acontecimiento creías que el mundo era justo y que todo tenía un significado. "Después" sientes que ya no tienes el control de tu vida ni de lo que sucede a tu alrededor. Calamidades, terremotos, desastres y accidentes son, por desgracia, parte de la vida y por norma, las personas están "naturalmente" equipadas para reaccionar al estrés extremo provocados por eventos parecidos. Sin embargo, el hecho traumático puede fijarse en la mente de quien es testigo o protagonista y no abandonarla jamás: nos hallamos, entonces, frente a la patología llamada trastorno de estrés postraumático.

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Información

Año
2011
ISBN
9788425427701

CAPÍTULO 1

PERMANECER ATRAPADOS EN EL PASADO: EL TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

Nada fija una cosa con tanta intensidad en la memoria
como el deseo de olvidarla.
MICHEL DE MONTAIGNE

ÉRASE UNA VEZ EL TRAUMA

Todos nosotros hemos utilizado, con mayor o menor seriedad, la palabra «trauma», quizás únicamente con referencia a una experiencia dolorosa. Esto porque, con toda probabilidad, diciéndolo en palabras de Lucrecio: «En realidad, aquellos tormentos que se atribuyen al infierno más oscuro, están todos en esta vida». En el curso del tiempo se han dado muchas y variadas definiciones del concepto de trauma.
La palabra griega «trauma» significa «herida», y este significado se mantiene en todas las principales definiciones que pueden encontrarse en los diccionarios más conocidos. El Vocabulario della lingua italiana Zanichelli, en efecto, habla de «lesión determinada por una causa violenta, también en el campo psíquico»; para el Grande dizionario Garzanti della lingua italiana, el trauma sería una «lesión determinada por la acción violenta de agentes externos» y el trauma psíquico una «emoción que incide profundamente en la personalidad del sujeto».1
Parece, por lo tanto, que siempre se haga referencia a una laceración debida a un fuerte impacto a nivel físico o psíquico. Un impacto que da la impresión de abrir un surco profundo, una separación entre el «antes» y el «después», como si fuera imposible volver a crear un continuum en la propia existencia. No es casualidad, de hecho, que casi todas las víctimas de experiencias extremadamente dolorosas repitan la misma frase: «No somos ni volveremos a ser nunca los mismos».
La historia del concepto de trauma psíquico ha de considerarse tan antigua como la violencia, las guerras y el afán destructor del hombre, antigua como el dolor y el sufrimiento más atroz. El hecho de que sólo en el último siglo nos hayamos ocupado de él desde el punto de vista clínico no significa que no haya habido, también en la historia más remota, claros ejemplos de traumas con las consecuencias psicopatológicas que se derivan.
Por citar algunos ejemplos, ya en 1572 Carlos IX de Francia empezó a presentar claros signos parecidos a los de un síndrome de estrés postraumático tras la famosa matanza de San Bartolomé. El filósofo francés Blaise Pascal, después de un incidente ocurrido en el Sena durante el cual estuvo a punto de precipitarse en el río junto con sus caballos, presentó en los años siguientes una clara forma de este trastorno con pesadillas continuas, insomnio y flashbacks en relación con el vacío que se había impreso en su mente. Parece, incluso, que uno de sus aforismos más famosos, «La naturaleza tiene miedo del vacío», es consecuencia de esta experiencia traumática.
A partir del 1500 se asistió a un notable incremento de patologías psiquiátricas entre los soldados, que se definían como «afectados por el síndrome del país lejano». Ya en esta definición encontramos la confirmación de que cada época histórica interpreta un cuadro sintomatológico en función de su propia cultura y mentalidad: en aquel tiempo la bellaquería y la escasa virilidad aparecían como las causas que desencadenaban este tipo de trastornos.
El impacto psicológico de la guerra es conocido desde siempre por los médicos. Jacob Mendes da Costa, en 1871, al estudiar a los convalecientes de la guerra civil americana que se quejaban de dolores en el pecho en ausencia de enfermedades cardíacas, acuñó la definición de «corazón irritable», que fue modificada por «corazón del soldado» o «shock de granada» después de la Primera Guerra Mundial, para describir los efectos psicológicos causados por la explosión de granadas de artillería (Kinzie, Goetz, 1996).
El término «neurosis de guerra» se introdujo después del conflicto ruso-japonés de 1904 y apunta a un cuadro clínico compuesto por parálisis y bloqueo de las emociones. De «neurosis de combate», en cambio, se empezó a hablar tras la Segunda Guerra Mundial, para indicar los trastornos emocionales que mostraban los convalecientes. En realidad, hasta los años setenta la corriente de pensamiento más difundida creía que este tipo de trastorno se expresaba solamente en personalidades frágiles, predispuestas a desarrollar la neurosis en virtud de supuestos traumas infantiles. La guerra no hacía más que sacar a la superficie algo que estaba presente desde siempre en la persona. Siguiendo esta senda, muchos expertos creían que una personalidad normal podía estar sometida a cualquier tipo de estrés de guerra sin que se derivara ningún problema. Desde este punto de vista, el dolor expresado por los convalecientes no era considerado más que una manifestación de su debilidad o anormalidad.
En 1968, en plena guerra de Vietnam, el trauma de guerra se consideraba tan raro que la Asociación Psiquiatrica Americana eliminó de su manual de diagnóstico toda alusión a los trastornos de estrés (Solomon, 1995). Sin embargo, fue precisamente después de aquel atroz conflicto cuando un número de soldados claramente mayor al de las guerras precedentes empezó a manifestar graves síntomas de un síndrome que se define por esto como Post-Vietnam Syndrome. Se estimó que cerca del 25% de los convalecientes del Vietnam, al regresar a su patria, desarrollaron todos aquellos síntomas psicopatológicos que hoy encontramos en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) bajo el nombre de trastorno por estrés postraumático (TEPT).
Hicieron falta, sin embargo, otros doce años para que, en 1980, la Asociación Psiquiatrica Americana introdujese en el DSM-III (American Psychiatric Association, 1980) el síndrome de estrés postraumático, retomando y modificando la «vieja» definición de Gross Stress Reaction que estaba presente en la primera versión, y permitiendo de este modo diagnosticar este trastorno a casi un millón de convalecientes (Kulka et al., 1990). Esto se hizo posible gracias, precisamente, a la presión de los lobbies de veteranos del Vietnam que necesitaban de este reconocimiento para poder obtener el reembolso del dinero gastado en las terapias psiquiátricas y psicológicas por parte de las compañías privadas de seguros, las cuales, en ausencia de una clasificación nosográfica precisa, se negaban a devolverlo.
En la primera definición diagnóstica del TEPT, una variedad de experiencias traumáticas se consideraban situaciones estresantes sólo si podían definirse «fuera del campo de la experiencia humana habitual». Dos categorías de problemas acompañaban esta definición (Taylor, 2006).
Ante todo presuponía que un estresor podía definirse objetivamente como traumático sin tener en cuenta la interpretación personal de los sucesos. En segundo lugar, investigaciones epidemiológicas han demostrado que esta casuística de situaciones «fuera del campo de la normalidad» (estupros, incidentes, calamidades naturales, etcétera) son, en realidad y por desgracia, muy comunes tanto en los países orientales como en los occidentales.
A la luz de estos problemas, en la edición siguiente del DSM (1994) la definición del TEPT fue revisada de modo que los acontecimientos no tenían que ser forzosamente «excepcionales» e incluía, en cambio, en la definición de experiencia traumática la reacción de la persona y otras variables relativas a la valoración de la situación.
Más adelante veremos en detalle la actual clasificación psiquiátrica de este trastorno.
Sin embargo, no sólo han sido las guerras las que han contribuido a la evolución del concepto de trauma.
El término railway brain se utiliza, por ejemplo, para describir un síndrome (parecido al TEPT) que aparecía en personas víctimas de graves accidentes ferroviarios inicialmente diagnosticados como lesionados cerebrales. Esto no debería sorprender si se considera que desde siempre, en el mundo occidental, las explicaciones de tipo médico-biológico han prevalecido sobre las de tipo puramente psíquico.
El concepto de «trauma psíquico» lo propuso por primera vez el psiquiatra alemán H. Oppenheim (1892) que habló de «neurosis traumática», seguido por Kraepelin (1896) que introdujo el de «neurosis del miedo».
P. Janet en 1899 describió de manera detallada muchos casos de neurosis traumáticas y propuso, por vez primera, una explicación en términos de «disgregación psíquica» después de violencia, abusos sexuales, terrores, etcétera.
En 1896 Sigmund Freud ya había definido el trauma como «una excitación del sistema nervioso central, que éste no ha conseguido liquidar suficientemente mediante una reacción motriz». A través del estudio d...

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