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Pensar y sentir la naturaleza
Ética ambiental y humanismo ecológico
- 160 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro
Un reto importante para el pensamiento ético, durante las últimas décadas, ha sido cómo justificar la inclusión de organismos y especies no humanas es la esfera de la consideración moral. Son múltiples los trabajos centrados en definir argumentos para dar cuenta de deberes, responsabilidades o compromisos hacia animales, bosques, ríos, mares y ecosistemas. Estos trabajos representan un grupo de concepciones ético-ambientales desde las cuales sustentar un sentido de la obligación ética en un ámbito de relaciones carentes de intersubjetividad y/o simetría. En este libro, a la par que se presentan algunas concepciones ético-ambientales, se intenta desarrollar un marco de comprensión posibilitador de encuentros y diálogos entre
dichas concepciones.
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Información
Categoría
FilosofíaCategoría
Ética y filosofía moralNOTAS AL PIE
Introducción
1 Bell, por ejemplo, interpreta la modernidad filosófica y el desarrollo literario atendiendo a la recurrente apelación a los sentimientos morales y a las emociones, cuyas concepciones se van transformando históricamente. De esta manera, plantea cómo la experiencia emocional es ineludible para el despliegue de la autoconciencia y la descripción de la condición humana. Los sentimientos, sean naturales o sociales, constituyen la humanidad y son parte indeleble en todos los asuntos humanos. Por ello, la comprensión y expresión de los sentimientos, lejos de ser antagónicas a la pretensión normativa de la ética, constituyen su contenido y razón en tanto posibilitan el autoconocimiento, el crecimiento del ser y el desarrollo de la cultura y el arte (Bell, 2000).
2 En Ocampo (2019) se da cuenta de la función de los sentimientos morales en el encuentro con los animales, partiendo de una concepción humanista legada por la modernidad.
Capítulo I. Concepciones biocéntricas de la naturaleza: el respeto por lo viviente
3 Taylor también usa la noción de centros teleológicos de vida refiriéndose al desarrollo de las potencialidades de los organismos individuales y a la persecución de un bien particular (Taylor, 2006, p. 273). Por su parte, Goodpaster hará énfasis en la atención a la condición del organismo, en tanto ser viviente. Nussbaum (2007) se sirve de esta categoría de análisis para interpretar la condición del animal no humano, pues lo concibe a partir del logro de bienes específicos de acuerdo con su naturaleza y potencialidades.
4 Jonas caracterizará la expresión de vida en los siguientes términos: “[…] cuanto más decidida sea la individualidad, y por tanto la particularización, a lo largo del progreso de las formas de la vida, más -y en la misma proporción- irá creciendo en longitud y en pluralidad el radio de sus contactos posibles […] La apertura al mundo es una condición básica de la vida como tal. Su manifestación más elemental es la mera estimulabilidad, la sensibilidad para estímulos que la sencilla célula muestra como un irrenunciable aspecto de su estar viva […] Por su propia naturaleza, la vida está vuelta simultáneamente hacia delante y hacia fuera” (Jonas, 2000, pp. 150-152).
5 Baer postuló hace más de un siglo cuatro planes estructurales para clasificar a los animales: 1. Vertebrados (mamíferos, aves, reptiles, peces), 2. Articulados (insectos, crustáceos, gusanos), 3. Moluscos (cefalópodos, gasterópodos, acéfalos), 4. Radiados (crustáceos, asterias, pólipos). Sin embargo, cuando se habla de animales no humanos en las concepciones éticas de Singer (1999), Regan (2004), Nussbaum (2007) y MacIntyre (2001), se está representando básicamente a los vertebrados. Estas concepciones desatienden una racionalidad ecológica con posibilidad de acoger en el universo de la responsabilidad moral a individuos y especies en variado grado de evolución e interdependencia. Por contraste, la concepción de Goodpaster pretende involucrar a toda forma de vida en la esfera de la consideración.
6 Jonas interpretará el despliegue de la vida animal en términos de la necesidad de cada organismo por autoconservarse: “El animal dotado de la capacidad de sentir tiende a conservarse como ser sentiente, no como ser meramente metabolizante; es decir, tiende a prolongar esa actividad de sentir como tal. Por su parte, el animal dotado de la capacidad de percibir tiende igualmente a conservarse como ser perceptor, y así sucesivamente. […] es el hecho de la individuación el que decide el litigio entre el animal y la planta. La constitución original del organismo, ya incluso en el nivel del organismo monocelular, manifiesta individualidad como una osadía de la libertad con la que una forma mantiene su identidad a través de las modificaciones de su materia. La libertad es compensada dialécticamente por la necesidad, la independencia por la dependencia” (Jonas, 2000, p. 159).
7 Mientras la aceptación de un valor intrínseco remite a un atributo metafísico del ser, el valor inherente se asocia a la identificación de cualidades o capacidades concretas propias de cada organismo. Sin embargo, en la concepción biocéntrica de Rolston y en la ecosistémica de Callicott se hace uso indistinto de ambos términos.
8 La comprensión de la vida en términos de su apertura al mundo también se encuentra en Jonas (2000, pp. 159-160).
9 La caracterización de los organismos en términos de direccionalidad es asumida también por Birch, quien además involucra en su comprensión de la finalidad de los organismos procesos creativos estimulados por la interacción con otros organismos y con el medio. Esto es defendido de la siguiente manera: “Los “organismos” son aquellas disposiciones de la materia que pueden recibir e interpretar la “información” y actuar sobre ella como individuos. […] El aspecto teleológico de los organismos es la finalidad subjetiva, o el apremio hacia el auto-perfeccionamiento dentro de cada hecho. […] A cada nivel del organismo, desde el electróntipo hasta el hombre, la existencia está constituida por relaciones “sociales”. […] Una entidad evolucionada tiene un significado nuevo en virtud de las uniones internas entre los fragmentos que la componen y que la convierten en un “organismo”. Los organismos no son meros arreglos nuevos de fragmentos de la materia prima del universo. En evolución, la innovación es producida.” (Birch, 1983, pp. 303-305)
10 Mientras en el ecologismo preservacionista de Leopold el cuidado por el equilibrio de un ecosistema justifica la práctica de la caza de algunos miembros de especies animales en ciertas épocas del año, en una mirada biocéntrica como la de Rolston cada individuo cuenta y no sería moralmente correcto privar de la vida a algunos animales no humanos así el fin sea deseable, es decir, atender necesidades de grupos humanos. Un biocentrismo moderado reconoce consideración moral hacia cualquier organismo viviente, pero también acepta una racionalidad ética prudencial justificadora de la intervención humana cuando es necesario para limitar el despliegue vital de algunos grupos de organismos en beneficio de otros. La distinción con el antropocentrismo moderado se basa en la perspectiva de análisis, para el antropocentrismo moderado cuentan los intereses no humanos, pero estos son subordinados, en caso de conflictos, por los fines y bienes representados por la especie humana en su devenir histórico. Por su parte, el biocentrismo moderado intenta aproximarse a la representación de la condición de un universo de organismos humanos y no humanos en función de categorías conceptuales legadas por las ciencias de la vida, pero sin caer en los excesos del ecologismo radical en su pretensión de asignar un igual valor intrínseco a todos los organismos, y de pensar estos a partir de una concepción holista. Así, tanto el antropocentrismo como el biocentrismo moderados son humanistas al confiar en el despliegue del potencial humano para dar cuenta de una cultura anclada a relaciones cada vez más adecuadas con una naturaleza de la cual se es parte.
11 Además de la respuesta de las plantas a los estímulos de la luz, el calor y los nutrientes de la tierra, es conocido el papel de la música y el cuidado afectivo en sus procesos de desarrollo (Sharma D., Gupta, U., Fernandes, A., Mankad A., Solanki, H., 2015).
12 Tal como señala Elliot, “El orden de los seres vivos incluye más que animales humanos y no humanos; incluye plantas, algas, organismos unicelulares, quizá virus y, según han sugerido algunos, ecosistemas e incluso el conjunto de la biosfera […] La complejidad de una ética centrada en la vida dependerá de cómo se responde a la pregunta ¿qué es vivir? Se responda como se responda esta cuestión dará idea de un sistema autorregulado que persigue, de forma no necesariamente consciente, determinados fines. Además, este rasgo es el que normalmente se supone otorga relevancia moral a los seres vivos.” (Elliot, 1995, p. 396).
13 Jonas, contrario a esta mirada, dirá en su búsqueda de una biología filosófica: “[…] solo una ética que esté fundada en la amplitud del ser, y no únicamente en la singularidad o peculiaridad del hombre, puede tener relevancia en el universo de las cosas. La tendrá si el hombre la tiene, y si este la tiene o no, es algo que tenemos que aprender de una interpretación de la realidad en su conjunto, al menos de una interpretación de la vida en su conjunto” (Jonas, 2000, p. 327).
14 Puleo ubica a Rolston como pensador holista junto con Warwick Fox (Puleo, 2011, p. 373).
Capítulo II. Ética de la tierra y ética ecosistémica: reconocer la interdependencia
15 Sosa diferencia la ética ambiental de la ecológica. La primera, más del ámbito anglosajón, orientada por una normatividad para el uso del medio ambiente buscando mejorar la calidad de la vida humana. La segunda, pensada como una ética del medio ambiente, reconociéndoles a los seres no humanos valores reconocibles por formar parte de un entramado biótico (Sosa, 1990, pp. 120-121). Sin embargo, este criterio diferenciador es problemático dada la variedad de matices de las concepciones éticas dirigidas a concebir la relación con organismos no humanos, especies y ecosistemas. De esta manera, en este trabajo se usa indistintamente ambos términos a menos que se haga alusión a un enfoque en particular.
16 Si una comunidad biótica en particular puede caracterizarse por los procesos de interacción entre los organismos que la configuran, es posible pensar en la interacción de plantas en tal comunidad considerando l...
Índice
- Cubierta
- Portadilla
- Portada
- Créditos
- Contenido
- Introducción
- Capítulo I. Concepciones biocéntricas de la naturaleza: el respeto por lo viviente
- Capítulo II. Ética de la tierra y ética ecosistémica: reconocer la interdependencia
- Capítulo III. Emociones morales y virtudes ecológicas
- Capítulo IV. Ecología profunda y comunidad biótica
- Capítulo V. Ecologismo espiritualista y ética del encuentro
- Capítulo VI. Lógicas del cuidado y cultura ecológica
- Capítulo VII. Capacidades empáticas y pluralismo ético-ecológico
- Capítulo VIII. Comunidad moral y responsabilidad con seres no humanos
- Capítulo IX. Hacia un humanismo ecológico
- Adenda. Humanismo ecológico y disposiciones ético-afectivas
- Bibliografía
- Notas al pie
- Contracubierta