Mística y psicoanálisis
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Mística y psicoanálisis

El lugar del Otro en los místicos de Occidente

Carlos Domínguez Morano

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Mística y psicoanálisis

El lugar del Otro en los místicos de Occidente

Carlos Domínguez Morano

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El fenómeno místico aparece como una constante universal en todas las formaciones religiosas.En nuestros días, se da además la novedosa reivindicación de una"mística profana" que tendría lugar fuera de los márgenes de la religión. Pero, aparte de los campos de la teología y la espiritualidad, fueron la psiquiatría, la psicología y, después, el psicoanálisis las disciplinas que mostraron un mayor interés en la experiencia mística.La irrupción de intensas vivencias afectivas, a veces acompañadas de fenómenos especiales como son las visiones y revelaciones, hicieron pensar que los dinamismos negados de la conciencia encontraban en este tipo de experiencia una oportunidad única de expresión y reconocimiento. El carácter regresivo, insano, o propulsivo y benéfico que pudiera comportar la vivencia mística fue y sigue siendo objeto de una encendida controversia.Pero, más allá de la cuestión clínica, el fenómeno místico se presenta como una particular forma de experiencia en la que las estructuras psíquicas más profundas se encuentran inequívocamente comprometidas. Determinar cuáles son esas dimensiones del psiquismo implicadas y el sentido que puedan tener en la dinámica global de la personalidad constituye un objetivo central del presente estudio.El análisis se limita a la mística occidental y, dentro de ella, se pretende determinar cuál pueda ser el significado de ese Otro con el que el místico se vincula en amor y gozo. Un Otro que simultáneamente puede provenir de ese "más acá" de la conciencia, en lo que sería el mundo inconsciente y, paralelamente, podría estar remitiendo también a un "más allá" de la misma, a una realidad trascendente, sagrada o no, con la que el místico dice estar en relación. El lugar de ese Otro en los místicos de Occidente supone así un reto apasionante al que esta obra intenta aproximarse.-"Esta obra va a marcar un antes y un después en los estudios relacionados con la experiencia mística". (José M. Castillo en Religión Digital)-"Nos hallamos ante una excelente obra que quedará sin duda alguna como referencia para las futuras décadas. Es la culminación y el fruto maduro de prolongadas incursiones del autor en las aguas profundas del psiquismo humano, allá donde lo otro se encuentra con el Otro". (Javier Melloni)

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Información

Editorial
Trotta
Año
2020
ISBN
9788498799644
Edición
1
Categoría
Misticismo

1

¿QUÉ DECIMOS AL HABLAR DE MÍSTICA?

1. LA DIFÍCIL DEFINICIÓN

Por remitir e implicar de modo muy directo las dimensiones menos conscientes de nuestro psiquismo y por la gran variedad de fenómenos que se suelen englobar dentro de lo que llamamos «mística», resulta bastante problemático eliminar la «infinita confusión» que encierra el término y, por tanto, encontrar una definición que dé cuenta precisa de este tipo de experiencia1. Todo ello, a pesar de (y quizás por) la ingente bibliografía que se ha multiplicado desde hace un siglo en innumerables monografías, ediciones de textos, estudios comparados, etcétera.
La vertiente exterior del fenómeno místico, la visible, sí puede ser objeto de observación y análisis. La interior, la no visible, por ser subjetiva e irrepetible, escapa por completo a la observación y al análisis. Como en otros estados internos, y quizás más aún en el caso que nos ocupa, podemos limitarnos a estudiar su dimensión exterior (qué decían los místicos, qué se supone que sentían, qué cosas les pasaban, qué tenían en común y qué de distintivo…). Pero, evidentemente, este modo de acercamiento correría siempre el peligro de favorecer un reduccionismo simplificador, así como de limitarnos a los aspectos más anecdóticos del fenómeno.
Entonces, ¿cómo afrontar ese lado interno esencial al fenómeno? De hecho nos encontramos con una problemática análoga a la que afrontaba san Agustín a propósito del tiempo: «¿Qué es, pues, el tiempo?», se preguntaba. «Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé»2. Algo análogo es lo que sucede con todo aspecto de la subjetividad: el amor, la compasión, la inspiración artística, la propia consciencia… La esencia intangible de esos estados solo puede entenderla quien los ha experimentado. Quien no ha amado no tiene idea de qué cosa sea el amor, del mismo modo que un ciego no puede imaginarse qué sea eso de ver. Y si esto es así, tanto más lo será en el caso de la experiencia mística, en la que, en sus estados más elevados y paradigmáticos, son pocos los que están y pueden dar alguna cuenta de ello.
Al tratar de la mística entonces convendría atender la advertencia de Wittgenstein: «De lo que no se puede hablar, mejor es callarse» (§ 7)3. Pero, como bien afirma Pablo Mella, ese «callarse» de Wittgenstein no se refiere a una renuncia escéptica o al gesto deprimido de una derrota existencial sobre nuestras posibilidades de entender las cosas más complicadas, sino justamente al espacio de una experiencia de horizonte existencial que él no duda en llamar, no solo por coincidencia, «lo místico»4. «Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico» (§ 6.44). «Hay, ciertamente, lo inexpresable. Lo que se “muestra” a sí mismo (zeigt sich); esto es lo místico»5.
Wittgenstein asocia esta esfera de lo místico con la conciencia del mundo como totalidad y, como consecuencia, con la conciencia de los límites del mundo en que desplegamos nuestra existencia6. En un sentido parecido, desde una posición agnóstica, nos habla Javier Sádaba cuando se refiere a una mística «natural, normal, no extraordinaria», como experiencia nada elitista y abierta a todos y que radica en la conciencia del ser, de la existencia como algo que se opone a la nada y que da pie al sentimiento religioso de «admiración»7. Citando de nuevo a Wittgenstein, Sádaba repite: «me admiro de que el mundo exista… ¡Qué maravilloso que exista realmente algo»8. Y después, callar, «porque el silencio es la expresión que resulta adecuada al ámbito de lo trascendente»9.
«De lo que no se puede hablar es mejor callarse» asumiendo un límite al pensamiento. Pero como el mismo Wittgenstein reconoce, el límite no se puede poner al pensamiento, sino «a la expresión de los pensamientos. Porque para trazar un límite al pensamiento, tendríamos que ser capaces de pensar lo que no se puede pensar»10. Y es precisamente «lo que queda al otro lado», lo que nos sitúa en el campo de lo místico, «lo inexpresable. Lo que se «muestra» a sí mismo (zeigt sich)». Y de eso «inexpresable» es de lo que, no obstante, pretende hablarnos el místico, de una «visión del mundo sub specie aeterni…». Como Wittgenstein concluye, «sentir el mundo como algo limitado es lo místico» (§ 6.45)11. Como bien sabemos, por lo demás, este autor, en su segunda etapa (el «segundo Wittgenstein») deja una puerta abierta más allá de los planteamientos del Tractatus, considerando el diferente campo de significaciones según los diversos «juegos del lenguaje», según su uso, su contexto, su lugar en un hecho.
Como bien refiere Pablo Mella, comentando a Wittgenstein, «hablar» sobre lo místico tiene que ver con una necesidad vital que nace del encuentro con el mundo como totalidad limitada y de la intuición de un «afuera abismal» que abraza ese mundo limitado de «hechos»12. En este sentido Olegario González de Cardedal afirma que en Wittgenstein coexiste una teología negativa o apofática (ya que lo inexpresable que existe nos desborda) y, al mismo tiempo, la afirmación de ese Inexpresable que se nos muestra13.
El hecho es que la misma etimología del término «mística» remite directamente a una cierta oscuridad, a lo mistérico. Procediendo del verbo «myo» que significa «cerrar», aplicado a los ojos o los labios, guarda conexiones estrechas con el término «misterio», con el que cada vez más se fue identificando14. Por ello mismo en la Antigüedad grecolatina, el término se utilizó para referirse a las religiones mistéricas (ta mystika) contrapuestas al cristianismo. Solo a partir del siglo III el término entra en los ámbitos del pensamiento cristiano15. Pero nunca perdió esa referencia a lo oculto, lo escondido y lo misterioso que se esconde en su misma etimología. Ya en su acepción más vulgar, sabemos que el término «mística» se utiliza para referirse a toda una amplia gama de significaciones que van desde lo irreal, lo extramundano, lo vago y difuso, hasta lo fantasmal, lo parapsicológico, o incluso lo psicodélico.
Por todo ello, a la hora de delimitar el campo de lo místico, tampoco obtenemos una gran clarificación si acudimos a las definiciones del término en reconocidos diccionarios como pueden ser los de Julio Casares o María Moliner. En el primero, misticismo se deja ver como «estado de la persona que se dedica mucho a Dios y a las cosas espirituales». Solo en segundo lugar se habla de «unión inefable del alma con Dios». Por su parte María Moliner se refiere a «personas que adoptan en la vida corriente actitudes, maneras de hablar, etc., afectada y exageradamente religiosas». En el Diccionario de la RAE, mística aparece como «parte de la teología que trata de la vida espiritual y contemplativa y del conocimiento y dirección de los espíritus», y en una segunda acepción se dice «experiencia de lo divino».
Esta imprecisión es todavía mayor si tenemos en cuenta el uso que se hace del término en la actualidad. No es raro encontrar la expresión «mística» para referirse al dinamismo afectivo o al compromiso entusiasta del que es necesario disponer para llevar a cabo una empresa o proyecto en cualquier orden que sea: político, social, o incluso deportivo. Hablamos así de la «mística del partido», o de la «mística» necesaria de un equipo para ganar una competición. En definitiva, tal como afirma Claude Tresmontant, el término «mística» resulta uno de los más confusos, pudiendo llegar a significar cualquier cosa «a condición de que sea irracional, obscura, prelógica, afectiva, y que además posea, si es posible, algunas manifestaciones psicosomáticas raras, algo de neurosis o psicosis»16. Así pues, el carácter polisémico y ambiguo caracteriza a lo «místico», fácilmente asociado por lo demás a la sospecha de perturbación mental, tema que nos ocupará detenidamente dada la óptica psicológica en la que nos moveremos.
Pero si el término es tan polisémico y ambiguo, no es de extrañar que los estudiosos del fenómeno místico hayan encontrado también una gran dificultad para delim...

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