Vidas mexicanas
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Vidas mexicanas

Diez biografías para entender a México

  1. 482 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Vidas mexicanas

Diez biografías para entender a México

Descripción del libro

En este libro se conjuntan diez biografías de individuos sobresalientes de la historia de México. Realizadas por diez de los más importantes historiadores de México, miembros todos de la Academia Mexicana de la Historia, estas biografías ofrecen una lectura actualizada e imbuida con el rigor de la investigación histórica, con el fin de equilibrar la noción de personajes polémicos, inmaculados o poco estudiados, pero que indudablemente tuvieron un impacto en la historia nacional.

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Información

Año
2015
ISBN del libro electrónico
9786071627407

VII. VENUSTIANO CARRANZA,

EL ÚNICO DON DE LA REVOLUCIÓN
(Siglos XIX-XX)
JAVIER GARCIADIEGO
ORÍGENES FAMILIARES E INICIOS POLÍTICOS
(1859-1908)
Venustiano Carranza fue el único Don de la Revolución mexicana. Ciertamente hubo otros líderes, como Madero, Villa, Zapata u Obregón, pero a ninguno de ellos se le llamaba con el apelativo de Don. Seguramente son varios los motivos de tal reconocimiento: su avanzada edad —más de 50 años al iniciar la Revolución—, la severidad de su imagen, la solemnidad de su conducta social, el jerarquizado trato con sus colaboradores y seguidores y el alto rango oficial que tenía antes de que estallara la lucha. En efecto, don Venustiano era el único de los revolucionarios que tenía una larga y notable ‘carrera’ política.
Nacido en el seno de una familia liberal, los años de su vida que corresponden a la esfera privada fueron enormemente formativos. La familia Carranza se había asentado en la región central del hoy estado de Coahuila desde mucho tiempo antes, y su abuelo paterno —Rafael— fue uno de los primeros vecinos del poblado de Cuatro Ciénegas. En la consolidación de ese poblamiento fundado en el periodo novohispano tardío también participó su padre —Jesús, nacido a principios del siglo XIX—, quien destacó en las campañas de apaciguamiento contra los indios insumisos. Si bien había sido arriero de joven, el padre se dedicó a la agricultura y la ganadería, pero sobre todo a la política. Como era costumbre a mediados del siglo XIX, la política y la milicia estaban íntimamente relacionadas. Así, don Jesús Carranza Neira combatió en el bando liberal, primero contra los conservadores y luego contra la Intervención francesa. Su labor no fue sólo militar: también aportó elementos para la causa y fungió como jefe político de Monclova. Como recompensa a su lealtad, el presidente Juárez le otorgó terrenos de propiedad federal.1
Venustiano Carranza nació en diciembre de 1859 en la Villa de Cuatro Ciénegas, en la región central —semidesértica— de Coahuila. Durante su niñez y adolescencia fue testigo de las actividades políticas de su padre, quien como buen juarista y hombre cercano a Mariano Escobedo se opuso a la rebelión porfirista de La Noria, aunque luego fue partidario de la llegada de Díaz al poder mediante la rebelión de Tuxtepec. Por esos años, mediados de la década de 1870, realizaba sus estudios preparatorianos, primero en el Ateneo Fuente, de Saltillo, y posteriormente en la Escuela Nacional Preparatoria, de la ciudad de México. Sin embargo, un serio padecimiento ocular le impidió continuar sus estudios, por lo que regresó a Coahuila para dedicarse a los negocios agrícolas y ganaderos de la familia.
Pronto el joven Venustiano se hizo responsable de uno de los ranchos de su padre, Las Ánimas, ubicado cerca de Ocampo, casi al inicio de las estribaciones de la Sierra Mojada, prácticamente inútil salvo para la explotación de la candelilla. Todo parecía indicar que la suya sería una típica vida del noreste rural del último tercio del siglo XIX, como parte de una familia muy involucrada en la consolidación del orden público y el desarrollo económico de la región, de ideología liberal y ubicable en los estratos medio-superiores en términos económicos. Por ende, sus redes familiares, sanguíneas y civiles eran un complejo entramado económico, político y social.2
La vocación de Venustiano Carranza no era la agropecuaria. Lo suyo era la política, en la que se inició hacia 1887,3 al ocupar la presidencia municipal de Cuatro Ciénegas, lugar donde se concentraban los intereses de su familia. Dicho puesto lo obligaba a funciones monótonas pero aleccionadoras: procurar la paz y la tranquilidad, repeliendo los ataques de los indios belicosos; modernizar los servicios urbanos y procurar que la población se beneficiara del crecimiento económico regional. La modesta actividad político-administrativa del joven funcionario dio un giro radical en 1893, cuando participó, junto con otros miembros de su familia, en un movimiento de oposición que llegó a tener ciertos rasgos de rebelión, en contra de la reelección del gobernador José María Garza Galán. En el movimiento antigalanista convergieron varios grupos, desde miembros de la élite coahuilense hasta sectores medios y populares; además, influyó en la coyuntura el que el general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León y jefe de la 3ª zona militar —que incluía a Coahuila— deseara que quedara al frente de Coahuila un político afín a él. La propuesta reyista consistía en apoyar a Miguel Cárdenas.4
El cambio político en Coahuila fue enormemente beneficioso para Carranza, pues Cárdenas era un antiguo amigo suyo, condiscípulo en el Ateneo Fuente. Así pasó de funcionario pueblerino a miembro de la élite política estatal. En efecto, fue presidente municipal de Cuatro Ciénegas durante tres periodos consecutivos, entre 1894 y 1898, ocupando luego una curul del Congreso local, representando al distrito de Monclova; a partir de 1901 fue senador, primero suplente y luego propietario, y en 1908 llegó a ser por unos días gobernador interino de Coahuila, durante una licencia de Cárdenas.5 De hecho, por ser tan cercano al gobernador Cárdenas y por haber sido miembro del Senado, Venustiano Carranza pudo trascender los límites de la política estatal, involucrándose en asuntos vinculados con la política regional del noreste, y hasta con la dimensión nacional que por entonces alcanzó el reyismo. Sus dilemas ya eran otros: aspiraba a suceder a Cárdenas en la gubernatura y comenzó a involucrarse en la rivalidad entre reyistas y ‘científicos’.
Sumados los años de sus distintas experiencias políticas iniciales, puede decirse que Carranza fue un miembro eficiente y disciplinado del sector reyista del aparato político porfirista durante más de 20 años. Esta experiencia sería invaluable para su siguiente derrotero biográfico. Ningún otro revolucionario tuvo antecedentes similares a los suyos. Sin embargo, para ser auténticamente útil, dicha experiencia tenía que servirle para poder pasar de la política del ‘Antiguo Régimen’ a una con procedimientos modernos, incluso renovadores.
DEL REYISMO AL ANTIRREELECCIONISMO
(1908-1909)
Como todo reyista, Venustiano Carranza tuvo que tomar una grave decisión a principios de 1908, cuando este amplio y complejo grupo político se distanció de Porfirio Díaz y se enfrentó con los ‘científicos’, confrontación que se exacerbó a mediados de 1909. El proceso puede sintetizarse de la siguiente manera: hasta poco después de 1900 Díaz tenía como única mecánica sucesoria su reelección indefinida, por lo que ninguno de sus dos equipos de colaboradores, los ‘científicos’ y los reyistas, podía aspirar a la presidencia. Sin embargo, el envejecimiento hizo temer a Díaz sobre el futuro político del país, pues deseaba tener un sucesor que continuara su proyecto gubernamental. Obviamente, también le interesaba que la llegada de su heredero no generara inestabilidad alguna, por lo que procedió a señalar los rumbos y procedimientos de la sucesión. Se dice que en un principio llegó a pensar en un país definido por una ordenada alternancia entre regímenes ‘científicos’ y reyistas,6 pero lo cierto es que para 1903 y 1904 decidió que la sucesión se hiciera mediante la restauración de la figura del vicepresidente, la que entregó a un miembro del equipo ‘científico’, Ramón Corral.7
A partir de entonces los reyistas se desilusionaron de Díaz y comenzaron a desafiar a los ‘científicos’. El reclamo era monofónico: que el general Reyes tenía mejores cualidades que Corral para ser vicepresidente y luego sucesor de don Porfirio.8 A principios de 1908, cuando apareció la entrevista concedida por Díaz al periodista James Creelman, los reyistas creyeron que don Porfirio finalmente había comprendido que entregar el poder a los ‘científicos’ era un riesgoso equívoco, sobre todo en esos momentos de grave crisis económica, de la que se culpaba al secretario de Hacienda José Ives Limantour, destacado miembro de ese grupo.9 Aprovechando las promesas políticas hechas por Díaz en la entrevista con Creelman, los reyistas comenzaron a movilizarse y a organizarse políticamente, confiados en el ofrecimiento de una apertura electoral en 1910, cuando menos en lo concerniente a la vicepresidencia.10 Su desilusión y enojo fue grande cuando don Porfirio se retractó de sus ofrecimientos y se volvió a postular para otra reelección, acompañado de nuevo de Corral.
Fue entonces cuando el reyismo tuvo que optar ante la disyuntiva: se plegaba a la decisión de Díaz o se convertía en movimiento independiente y opositor. Reyes optó por lo primero, abandonando incluso el país en noviembre de 1909, comisionado para hacer estudios militares en Europa. Buena parte de sus seguidores, una vez acéfalos y abandonados, optaron por lo segundo. Reyes se mantuvo en la creencia de que la política era un asunto palaciego, cupular, de notables, manejada por el gran caudillo. En cambio, muchos de sus seguidores, incluido Carranza, estaban convencidos de que había llegado el momento de la participación en política de las emergentes clases medias, urbanas y rurales, y de los trabajadores organizados.
Obviamente, la transformación ideológico-política de Carranza fue paulatina. En un principio, como senador y como gobernador interino durante los últimos meses de 1908, creyó ser el candidato natural para suceder al gobernador Cárdenas: contaba con el apoyo de éste, con el del general Reyes —‘hombre fuerte’ de todo el noreste— y hasta con el del presidente Díaz. Sin embargo, luego del rompimiento entre ést...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Introducción, Gisela von Wobeser
  4. I. Marina Malintzin, indígena emblemática (Siglo XVI), Antonio Rubial García
  5. II. Antonio Valeriano de Azcapotzalco, filólogopolíglota (Siglo XVI), Miguel León-Portilla
  6. III. Sor Juana Inés de la Cruz, poeta (Siglo XVII),Mercedes de la Garza
  7. IV. Miguel Hidalgo y Costilla, párroco insurgente(Siglo XVIII), Carlos Herrejón Peredo
  8. V. Antonio López de Santa Anna, villano decimonónicofavorito (Siglo XIX), Josefina ZoraidaVázquez
  9. VI. Ramón Corona, campeón de la lucha contrael conservadurismo y la intervención extranjera(Siglo XIX), José M. Muriá
  10. VII. Venustiano Carranza, el único Don de la Revolución(Siglos XIX-XX), Javier Garciadiego
  11. VIII. Álvaro Obregón, caudillo triunfador de la Revoluciónmexicana (Siglos XIX-XX), ÁlvaroMatute Aguirre
  12. IX. Frida Kahlo, pintora (Siglo XX), Gisela vonWobeser
  13. X. Octavio Paz. Y el mantel olía a pólvora (SigloXX), Enrique Krauze