
- 500 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Historia de Florencia, 1378-1509
Descripción del libro
Ésta, la magna obra de Guicciardini, abarca el periodo entre la muerte de Lorenzo de Médici y la del Papa Clemente VII (Julio de Médici). Quizá sea la época más difícil de la historia regional, pues Florencia perdió su independencia como nación, bajo el poder de España.
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Información
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HistoireCategoría
Histoire de l'ItalieHISTORIA DE FLORENCIA, 1378-1509
I. COMPENDIO DE LA HISTORIA DE FLORENCIA DESDE EL TUMULTO DE LOS CIOMPI HASTA LA MUERTE DE COSME EL VIEJO
(1378-1464)
EN 1378, SIENDO GONFALONERO DE JUSTICIA LUIGI GUICCIARDI-ni, estalló la revolución de los ciompi,1 provocada por los Ocho de Guerra, quienes se habían atraído la envidia y las protestas de los ciudadanos2 por haber sido reelegidos muchas veces en su cargo; por esto se volvieron contra el pueblo y provocaron esta sublevación no para que los ciompi se adueñaran del gobierno, sino para utilizarlos en la destrucción de sus enemigos y así quedarse con el gobierno. Sin embargo, la maniobra no tuvo éxito porque los ciompi tomaron el poder, nombraron magistrados a su gusto —y no como querían los Ocho— y todos los días querían armar tumultos en la ciudad; los Ocho, por cierto, no hubieran podido refrenarlos, pero Michele de Lando, uno de los ciompi, en aquel entonces gonfalonero de justicia, viendo que con esos métodos la ciudad iba al desastre, se confabuló con los Ocho y sus partidarios y logró quitar el gobierno a los ciompi; así la salvación de la ciudad nació de donde nadie lo habría esperado. El gobierno quedó en poder más de los plebeyos que de los nobles, quedando nombrados para las altas magistraturas Giorgio Scali y Tommaso Strozzi, quienes con el apoyo popular gobernaron durante tres años, en los cuales cometieron muchas fechorías, como cuando mandaron cortar la cabeza a Piero Albizzi, considerado como el más ilustre ciudadano de Florencia, a Donato Barbadori y a muchos otros, personas que no habían cometido ningún delito, y las sacrificaron únicamente para deshacerse de sus enemigos; pero por fin, como siempre sucede, llegaron a extremos intolerables y el pueblo se rebeló contra ellos; a Giorgio Scali le cortaron la cabeza, Tommaso Strozzi salvó la vida huyendo pero fue condenado, junto con todos sus hijos, al destierro perpetuo, y Benedetto Alberti, uno de sus más allegados, también recibió como condena el destierro.
En aquella época los tumultos eran muy frecuentes en la ciudad, hasta que en una asamblea general, en 1393, se elaboró una constitución, bajo el gonfalonero de justicia Tommaso Albizzi, quien para vengar a su tío Piero echó de Florencia a casi todos los Alberti. El gobierno quedó en manos de hombres de bien y prudentes, y duró muy unido y seguro hasta 1420, lo que no es de asombrarse pues la gente estaba tan cansada de las atrocidades anteriores que al encontrar una manera de vivir bien organizada, todo mundo la aceptó con gran alivio. Por cierto que en aquellos tiempos quedó demostrado cuán poderosa era nuestra ciudad al estar unida, porque resistió durante doce años la guerra de Giovan Galeazzo Visconti, que resultó costosa en exceso al tener que enganchar ejércitos italianos y extranjeros, pues trajeron a Italia, en varias ocasiones, al duque de Bavaria, al conde de Armagnac con quince mil caballos y al rey Roberto de Wittelsbach. Acabando de salir de esta guerra, cuando todos creían que la ciudad estaba agotada y que por falta de recursos se quedaría tranquila por un tiempo, se lanzaron a la conquista de Pisa, en donde, entre la compra y la expugnación,3 se gastó una fabulosa cantidad de dinero. Después vino la guerra contra Ladislao, rey de Nápoles, en la que se defendieron vigorosamente; es más, le compraron la ciudad de Cortona, pagando desde luego una crecida suma de dinero, y compraron también Castrocaro. En pocas palabras tuvieron tantos éxitos, tanto en la propia ciudad, que se conservó libre, unida y gobernada por hombres de bien, honrados y valientes, como fuera de ella, defendiéndose de enemigos muy poderosos y ampliando mucho su territorio, que con justicia se dice que aquel gobierno fue el más sabio, el más glorioso, el más afortunado que nuestra ciudad haya tenido jamás.
De 1420 a 1434 se desarrolló la guerra contra el duque Filippo Maria Visconti y se produjo la división de la ciudad en dos bandos, uno encabezado por Niccolò de Uzzano, considerado muy prudente y amante de la libertad; y el otro por Giovanni di Bicci de Médicis y luego por Cosme su hijo; finalmente, después de muchas agitaciones y contiendas, en 1433 sucedió que siendo Bernardo Guadagni gonfalonero de justicia, el partido de Niccolò de Uzzano, que entonces ya había fallecido, habiendo obtenido en septiembre una señoría favorable, hizo detener en palacio a Cosme de Médicis y luego lo desterró a Venecia junto con su hermano Lorenzo y su primo Averardo; pocos meses después fue detenido también Angelo Acciaiuoli, quien fue sometido al tormento de la cuerda y luego desterrado a Grecia.
Alejado Cosme, quedaron como jefes del gobierno Rinaldo Albizzi, Niccolò Barbadori, Peruzzi, Bíscheri, Guadagni, Castellani, Strozzi y otros de la misma clase, pero no lo pudieron conservar por mucho tiempo, porque en el siguiente mes de septiembre, o sea al principio del año en que Niccolò Cocchi fue gonfalonero, la Señoría, entre grandes tumultos y con gran peligro por el bando que tomó las armas, convocó la asamblea general, llamó a Cosme del destierro y echó de la ciudad a los jefes del bando contrario. Y como ambas revoluciones, la de 1433 y la de 1434, fueron hechas por la Señoría que tomó posesión en septiembre y se eligió el 30 de agosto, día de san Juan Degollado, se estableció que en lo sucesivo la Señoría no se eligiera en ese día sino en el anterior, y así se hizo siempre, excepto por unos pocos años en el tiempo de fray Girolamo Savonarola. El regreso de Cosme se debió a las presiones de Neri de Gino Capponi, Piero Guicciardini, Luca Albizzi y Alamanno Salviati, pero entre ellos los que más lucharon fueron Neri y Piero.
Después de su regreso, Cosme fue nombrado jefe del gobierno; entonces creó un consejo de ciudadanos y, para la seguridad del estado, echó de Florencia a todos sus numerosos enemigos, que eran miembros de familias nobles y muy ricas, y en lugar de aquéllos empezó a rodearse de individuos mediocres y de baja condición. Se cuenta que alguien le hizo ver que no era una buena medida esa de echar por la borda a tantos nobles, y que faltando hombres de bien Florencia iba a perder su prestigio. A esto, Cosme contestó que con bastante paño (rojo) de San Martín, Florencia se llenaría de hombres de bien, con lo que quería significar que con honores y riquezas los miserables se convierten en nobles.
Había entonces en la ciudad muchas casas nobles que se llamaban “de famili”, las cuales en tiempos pasados, siendo grandes, oprimían con su gran poder a la gente muy débil, hasta que Giano de la Bella les quitó las principales magistraturas de la ciudad, especialmente el priorato4 y la jefatura de las asociaciones laborales, y estableció leyes y ordenamientos muy severos que limitaban su poder, aunque se les había reservado algunos cargos en los que por ley tenían el derecho de participar; además, en el servicio diplomático y en la administración militar todavía tenían mucha importancia. Cosme no tenía aversión especial contra dichas familias puesto que al estar, en cierto modo, al margen del gobierno propiamente dicho, no le habían perjudicado en sus momentos difíciles; no obstante, no le agradaban ni confiaba en ellas por ser aquéllas muchas y orgullosas, así que, para quitarles las magistraturas que por ley eran de su competencia, sin que por ello dejaran de participar en los concursos correspondientes, emanó una disposición —dicen que por sugerencia de Puccio Pucci— mediante la cual las familias llamadas “las Grandes” fueran elegidas por el pueblo; de este modo les quitó las restricciones legales anteriores y les abrió las puertas a todos los cargos, como a los demás ciudadanos. Por esta disposición, al principio festejaron a Cosme, pero el efecto fue que en los escrutinios no ganaban y no resultaban nombradas en ninguna magistratura, de manera que no sólo no alcanzaron los cargos que anteriormente les estaban vedados, sino que también perdieron los que antes por ley les estaban reservados.
Cosme afianzó el gobierno asignando a cierto número de ciudadanos las autoridades máximas por un periodo de cinco años, y mandó hacer nuevas elecciones de todos los magistrados, dentro y fuera de la ciudad; sin embargo, debido a su autoridad, el gobierno quedaba de hecho en sus manos, y en su época casi siempre las máximas autoridades no se sorteaban, sino que las nombraban los “escrutadores” según indicaciones de Cosme. Cuando llegaba a su término el quinquenio, mandaba prorrogar esos cargos por otros cinco años.
Sobre todo se cuidó muy bien de que ninguno de los ciudadanos que habían sido sus partidarios aumentara tanto en poder como para tenerle miedo, y por esta razón se ocupaba él mismo de la política de gobierno y de los impuestos, para de este modo poder subir o bajar a quien quisiera; en los otros campos los ciudadanos tenían bastante autoridad y actuaban con mucha libertad, inclusive más que en los tiempos de Lorenzo; y él concedía generosamente todas las facilidades, siempre que las riendas del gobierno quedaran bien firmes en sus manos. Y como le parecía que Neri de Gino tuviera más prestigio y tal vez más inteligencia que cualquier otro ciudadano de Florencia, temiendo que fuera a subir tanto como para causarle preocupación, lo utilizaba más que a cualquier otro ciudadano en los negocios importantes dentro y fuera de la ciudad; pero mientras tanto comenzó a dar crédito a Luca Pitti, que no era muy valiente, pero sí listo, liberal, animoso y más servicial y amiguero que cualquier otro en Florencia, en fin, una persona a la que se podía encomendar cualquier cosa sin escrúpulos, pero no tan inteligente como para temer que llegara a preocupar. Empezó éste a intervenir en las deliberaciones, especialmente cuando no se trataba de cosa muy importante, después de Neri proponiendo todo lo contrario a lo que éste había sugerido, y entonces muchos, por órdenes de Cosme, reprobaban la opinión de Neri y apoyaban la de Luca; pero Neri pronto lo advirtió y, viendo que el gobierno de Cosme no ofrecía condiciones propicias para alteraciones y que querer enfrentársele era como ponerse con Sansón a las patadas, prudente como era, fingía no darse cuenta y se aguantaba esperando el momento y la oportunidad.
Se encontraba en Florencia en ese tiempo un tal Baldaccio de Anghiari, capitán de infantería, hombre de gran valentía, bastante competente en su oficio, muy estimado por sus soldados y amigo muy íntimo de Neri; esto preocupaba a Cosme, así que con el objeto de quitarle a Neri este hombre que podía ser muy apropiado para provocar alteraciones, en una ocasión en que Neri estaba fuera de la ciudad, como embajador o comisario, no recuerdo bien, por conducto de Bartolomé Orlandini, a la sazón gonfalonero de justicia, llamó a Baldaccio a palacio, y una vez que lo tuvo en su presencia lo hizo tirar a la plaza desde gran altura por unos esbirros que tenía listos para este fin.
En la época en que Cosme regresó del destierro, Florencia era aliada de Venecia en la guerra contra el duque Filippo Visconti, guerra que se arrastró por unos doce o catorce años, y por añadidura también estaba enfrascada en conflictos bélicos con el papa Eugenio IV y el rey de Nápoles, Alfonso de Aragón; pero de estos asuntos, muy conocidos, no diré más, como tampoco de los éxitos de Francesco Sforza, quien con la ayuda de Florencia conquistó el ducado de Milán. Diré sólo que cuando los venecianos se dispusieron a defender el estado de Milán contra el conde Francesco Sforza y éste vino a Florencia para consultar sobre lo que convenía hacer —porque tanto el conde como los venecianos habían sido amigos y aliados de nuestra ciudad— la mayoría opinó que se debía mantener la amistad con los venecianos y apoyarlos contra el conde. Cosme pensó de otro modo y sostuvo con diversas razones que era preferible ayudar al conde, y así se hizo. Por lo tanto, éste conquistó Milán, lo que fue la salvación de Italia; porque si no se hubiera actuado de este modo, los venecianos sin duda se habrían apoderado de ese estado y después, en poco tiempo, de toda Italia; así que en este caso la libertad de Florencia y de toda Italia fue mérito de Cosme de Médicis.
Una vez que el conde llegó a ser el duque de Milán, no se firmó la paz con los venecianos, porque éstos prefirieron dejarle clavada esta espina pensando que, al haber entrado en un estado nuevo para él, y además saqueado, sin dinero y con la necesidad de mantenerse armado, se destruiría solo; el duque se dio cuenta de la maniobra y, viendo que no podía arreglar una paz aceptable con los venecianos, decidió reunir suficientes fuerzas para poder reanudar la guerra, recuperar los territorios ocupados por los venecianos al morir el duque Filippo Visconti y rechazarlos dentro de sus fronteras. Para esto le sobraba gente; lo que le faltaba era el dinero para organizarla. Como no podía esperarlo de Alfonso de Aragón, entonces enemigo suyo, ni del papa, que quería permanecer neutral, trataba de llevar a efecto su plan consiguiendo un financiamiento de los florentinos. En opinión de Cosme y de los más prudentes, era conveniente concedérselo, para refrenar el poderío de los venecianos, pero la suma que se necesitaba era muy alta, y por otra parte el pueblo estaba en paz, no quería otros problemas y se oponía a más gastos, así que no se atrevían a presentar el proyecto para su discusión; por lo tanto, escribieron al duque diciéndole que el gobierno estaba bien dispuesto, pero que tuviera paciencia porque no era el momento propicio para hablar de ese asunto. Y por cierto que si los venecianos hubiesen sido más prudentes y se hubiesen dedicado a mantenerse en buenas relaciones con Florencia con amabilidades y halagos, sin pedirle ayuda sino tan sólo que se limitara, como buena amiga, a ser simple espectadora, con toda probabilidad habrían visto realizados sus deseos; en cambio, por su altanería y rigidez, franquearon el camino para darle ayuda al duque Francesco Sforza. En efecto, los venecianos se aliaron con el rey Alfonso de Aragón y pidieron a Florencia que dejara libre el paso en caso de que quisieran atravesar el territorio; y como se les negó, explicando que Italia estaba en paz y por lo tanto no era conveniente concertar otras alianzas, se envalentonaron y sacaron de su dominio a todos los comerciantes florentinos, después de haberlos hostigado de muchas formas; además, convencieron al rey Alfonso de que hiciera lo mismo. En cuanto se supo esto en Florencia, se nombró embajador a Otto Niccolini para enviarlo a Venecia; pero cuando se solicitó un salvoconducto para él, los venecianos lo negaron, creyendo que con estos métodos Florencia, por miedo o por el deseo de seguir operando en ese territorio, se sometería a aceptarlo todo. Pero sucedió todo lo contrario, porque el pueblo se enojó de tal forma que no costó gran trabajo a los gobernantes convencerlo de que sería conveniente pensar en defenderse y atacar a los venecianos; por lo tanto, enviaron a Milán a Diostesalve Neroni, se aliaron con el duque para la defensa de ambos estados y le proporcionaron bastante dinero; por consiguiente, el duque declaró la guerra a los venecianos y el rey Alfonso a nosotros, con los resultados que se describen en todas las historias, así que no voy a relatarlos.
No sé si esta actitud de los venecianos nació de ellos mismos o bien si hubo alguien que para apoyar al duque en Florencia sugiriera a los venecianos, encubierta y hábilmente, que ésa era la manera de conseguir que la ciudad se sometiera a su voluntad, es decir, molestando al pueblo de modo que se enardeciera contra ellos. Desde luego que, si la maniobra tuvo ese origen, no pudo deberse sino a una persona sumamente hábil. Sea lo que sea, el ejemplo muestra que quien no tiene la autoridad para mandar a los pueblos y forzarlos a obedecer, con amabilidades y halagos los puede inducir a que lo complazcan más que con maneras ásperas. Lo contrario sucede con quien puede mandarlos y coaccionarlos; esta característica, si ningún otro pueblo la tiene, sí es típica del nuestro que, como se puede demostrar en mil casos todos los días, cuando el miedo de ser forzado es inmediato, por la mala puede ser llevado donde uno quiera, pero cuando no está acosado por este temor, no se le debe amedrentar, amenazar o acusar, sino sólo tratar con dulzura y esperanza.
Después (en 1454) se firmó la paz en Lodi entre el duque y los florentinos de una parte, y los venecianos de la otra, y posteriormente en Nápoles se concertó la paz general y la alianza global de toda Italia, exceptuando a los genoveses y a Segismondo Malatesta, señor de Rimini; de este modo, Florencia permaneció muchos años sin guerras, aunque con recelos hacia el exterior y agitaciones internas; de todo esto hablaré con mayor detalle y de acuerdo con mis informaciones, pues desde aquella fecha para acá nadie ha escrito nada todavía.
Firmada la paz, los venecianos despidieron inmediatamente al conde Iácopo Piccinino, su jefe militar, por las razones siguientes: primero querían quitarse de encima la compensación que le pagaban, que era de cien mil ducados; segundo, porque ya tenían arreglos con Bartolomeo Colleoni, su general en jefe, de que su sueldo quedaría en cien mil ducados mientras el conde siguiera a su servicio, pero bajaría a sesenta mil cuando aquél se fuera; tercero, porque querían aliviar un poco a sus súbditos, ya que donde acampaban las tropas del conde Piccinino, la gente sufría molestias y perjuicios incontables.
En Milán y Florencia esta decisión no gustó para nada, dado que se temía que el conde, por su fama de gran soldado, atraería con facilidad a todos los desterrados y fugitivos, y provocaría alguna agitación en Italia, tal vez por encargo secreto de los propios venecianos, con los que se reiniciaría la guerra recién terminada, especialmente porque en aquellos días había fallecido el papa Nicolás V, que había sido el promotor de la paz general, y en su lugar había sido nombrado Calixto III (Borgia). Por esto el duque y Florencia enviaron embajadores a Venecia solicitando y presionando para que lo retuvieran por lo menos hasta que la situación italiana se consolidara. Los venecianos no quisieron hacer nada; entonces Iácopo Piccinino salió de su territorio, y mientras toda Italia estaba en suspenso observando sus movimientos, declaró la guerra a Siena, so pretexto de viejas pendencias que habían tenido con su padre, Niccolò Piccinino; mas como los firmantes de la Alianza de Nápoles, en especial el papa y el duque Francesco Sforza, se indignaron y enviaron muchas tropas en auxilio de los seneses, el conde, acosado por todas partes y no teniendo dónde refugiarse, estuvo a punto de ser aniquilado; sin embargo, el rey Alfonso le envió algunas galeras y lo puso a salvo con todas sus tropas en el territorio del reino, de donde se vio que lo de la guerra contra Siena lo habían hecho con la aprobación del rey, que era una persona muy inquieta y no podía vivir en paz. Después sucedió que el rey declaró la guerra a los genoveses y mandó, me parece, al conde Piccinino a la Romagna para hostilizar a Segismondo Malatesta, pues ambos por su interés habían quedado fuera de la Alianza General.
En aquella época seguía habiendo muchas divisiones entre los seneses y todos los días salían de Siena muchos fugitivos, así que los florentinos estaban muy preocupados y desconfiaban del rey, que todavía estaba metido en los problemas de Piombino, temiendo que si se adueñaba de alguno de aquellos lugares, ambicioso e inquieto como era, por la cercanía era capaz de crearles peligros bastante graves. Agréguese que también en Florencia había gran desunión y muchos estaban inconformes y deseaban un cambio; el gobierno, por su parte, no era tan enérgico como de costumbre y más bien parecía irse debilitando, así que muchos ciudadanos, con el fin de conjurar los peligros y reforzar al gobierno, acordaron que en cuanto se sorteara un gonfalonero de justicia favorable, se procedería a sangrar la ciudad para sacarle sus malos humores. A Cosme no le gustaba la idea y tampoco a Neri, que murió poco después y era de la misma opinión, tal vez pensando que no valía la pena aumentar los problemas de la ciudad con los derivados de las maniobras del rey y de los temores hacia el exterior. Estando la situación en estos términos, en 1457, el rey, empeñado en la conquista de Génova, falleció dejando el reino a su hijo ilegítimo, don Fernando I; por lo tanto, desaparecidos la agitación y los peligros externos, Cosme se repuso y se dedicó a consolidar el gobierno. Así pues, en 1458, siendo gonfalonero de justicia Luca Pitti, se convocó, conforme a sus deseos, a una asamblea plenaria para restringir el número de miembros de la autoridad y gobierno de la ciudad, se reformaron los reglamentos, se desterró y amonestó a muchos ciudadanos, de modo que Cosme y sus allegados quedaron total y firmemente como dueños del gobierno; Luca Pitti, que después fue declarado caballero por el pueblo, adquirió tal renombre y prestigio que se le consideraba el primer ciudadano de Florencia, después de Cosme.
El mismo año murió el papa Calixto III, y en su lugar se eligió a Pío II, que antes se llamaba Enea Piccolómini, de Siena, quien confirmó a don Fernando como rey de Nápoles y se emparentó con él, pues con el fin de conseguir las bulas aprobatorias concedió la mano de una hija suya ilegítima al sobrino del papa, con el ducado de Amalfi como dote. Pero poco después Juan de Anjou, llamado el duque de Calabria e hijo del rey Rinieri de Anjou, sosteniendo que con base en las antiguas disputas entre angevinos y aragoneses el reino le pertenecía a él, zarpó con una numerosa flota del puerto de Génova, donde estaba de gobernador por cuenta del rey de Francia, y se dirigió hacia Nápoles, pues ya se había confabulado con el duque de Sessa, cuñado del rey Fernando; asimismo, con el príncipe de Tarento y con muchos otros señores y barones del reino; así se provocaron muchas agitaciones contra el rey; además, poco después, el conde Iácopo Piccinino, que estaba en Romagna por cuenta de él, quejándose por la paga insuficiente, se puso de acuerdo con los franceses a cambio de dinero y otras concesiones, y se dirigió hacia Nápoles para apoyarlos. Viéndose en grandes apuros, el rey pidió ayuda a los potentados italianos, sosteniendo que estaban obligados a ello en virtud de la alianza concertada en Nápoles; por otra parte, los franceses presionaban para que se favoreciera a Juan de Anjou; el papa y Francesco Sforza ayudaron al rey Fernando, mientras que los venecianos permanecieron neutrales. Incluso a Cosme y a los más prudentes les pareció conveniente quedarse de espectadores, cuidando, como se dice, la ropa de quien quería ahogarse, y no poner en peligro su estado por problemas ajenos; además, como el rey Alfonso en 1454 había ayudado al conde Iácopo Piccinino cuando éste atacó a Siena, se podía sostener que aquella alianza había sido revocada, y por consiguiente los demás ya no tenían ninguna obligación que se derivara de ella.
El resultado de aquella guerra fue que el rey Fernando sufrió una desastrosa derrota en la ribera del río Sarno, perdió la vida su capitán general Simonetto y todos creyeron que pronto perdería su reino; así habría sucedido sin remedio si el duque Juan de Anjou hubiera aprovechado inmediatamente su victoria. Pero los príncipes del reino que estaban con él, bien por tramposos, para alargar la guerra, bien por la buena estrella del rey Fernando, que no les dejó vislumbrar la oportunidad, fueron tan morosos que éste tuvo tiempo de recobrar las fuerzas y, al llegar los refuerzos de Roma y Milán, reorganizó su campo. El final llegó con otro combate, en que el duque de Calabria fue derrotado, y el...
Índice
- Portada
- HISTORIA DE FLORENCIA, 1378-1509
- Página legal
- ÍNDICE GENERAL
- PRÓLOGO
- BIBLIOGRAFÍA
- RECOMENDACIONES Y ADVERTENCIAS RELATIVAS A LA VIDA PÚBLICA Y A LA VIDA PRIVADA
- HISTORIA DE FLORENCIA, 1378-1509
- NOTA ACLARATORIA DE ALGUNOS TÉRMINOS USADOS EN EL TEXTO
- FICHAS BIBLIOGRÁFICAS DE LAS PRINCIPALES FAMILIAS Y PERSONAJES
- ÍNDICE ONOMÁSTICO DE LAS RECOMENDACIONES Y ADVERTENCIAS
- ÍNDICE ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO DE LA HISTORIA DE FLORENCIA