El sueño, la conciencia y la vigilia
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El sueño, la conciencia y la vigilia

Michel Jouvet, Mario A. Zamudio Vega, Héctor Pérez-Rincón

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  1. 240 páginas
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El sueño, la conciencia y la vigilia

Michel Jouvet, Mario A. Zamudio Vega, Héctor Pérez-Rincón

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Michel Jouvet, importante neurofisiólogo francés, ofrece en este libro un interesante estudio sobre el sueño, la vigilia y la conciencia, a partir de la historia y la evolución de estos conceptos, y presenta también sus propias investigaciones y descubrimientos, como el sueño paradójico o rem y sus experimentos en gatos. Además, el autor realiza una crítica a la ciencia con la ayuda de otras disciplinas como la filosofía, pues cuestiona la forma en que los científicos se aíslan de otras perspectivas, y precisamente, señala que para entender la conciencia, que es en parte subjetiva, es necesario un estudio integrativo.

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Información

Año
2019
ISBN
9786071663719
Categoría
Medizin
Categoría
Neurologie

PRIMERA PARTE

¿QUÉ ES LA VIGILIA?

I. LA VIGILIA, ESA DESCONOCIDA

ESTAMOS seguros de que alguien está despierto y consciente si su comportamiento (la marcha o la lectura, por ejemplo) requiere que lo esté o si puede responder correctamente a un llamado; pero, si es sordomudo o está paralizado, ¿cómo asegurarse objetivamente de su vigilia?, y nosotros mismos, subjetivamente, ¿no estamos seguros con frecuencia de que estamos despiertos cuando soñamos?
He aquí algunos ejemplos subjetivos tomados de mi “oniroteca”:
  • Sueño núm. 4605, del 6 de mayo de 1991: en pleno día, vuelo con placer y sin ninguna dificultad sobre un bosque. Estoy tan asombrado de la facilidad con que doy vueltas que, para demostrarme que estoy por completo despierto, intento hacer un cálculo mental: 90 dividido entre 27; y encuentro la solución: 3.333. La rapidez con la que obtengo el resultado me demuestra claramente que estoy despierto… hasta que despierto de ese sueño de levitación.
  • Sueño núm. 6600, del 11 de marzo de 1994: discuto con un amigo que me explica que lo que más le gusta son los Lieder de Mahler. Le respondo que a mí me gusta una cantante cuyo nombre he olvidado y que busco, entonces, repasando las letras del alfabeto: A, B, C… K, y esta última letra desencadena el recuerdo de Kathleen Ferrier, lo que me despierta. De esa manera, en el sueño, pude hacer el esfuerzo de memoria auditiva que hacemos cuando estamos despiertos.
Más adelante se verá que la vigilia y el sueño comparten mecanismos comunes, a tal punto que se ha podido describir la “vigilia despierta” y la “vigilia onírica” o, lo que es igual, la “conciencia de la vigilia” y la “conciencia onírica”. Es fácil encontrar casos clínicos más objetivos, como los dos siguientes.
Cuando trabajé como interno en un servicio de enfermedades infecciosas, hace ya 60 años, tuvimos que tratar a dos campesinas que no habían sido vacunadas y padecían un tétanos gravísimo. Sufrían contracturas muy dolorosas que requirieron un tratamiento con curare y el uso de respiradores artificiales durante varios días. Debido al aspecto de esas enfermas, con los ojos semicerrados y completamente inmóviles, era absolutamente imposible saber si se encontraban en un estado comatoso, si dormían o si estaban despiertas. Con el propósito de averiguarlo, pedí a una enfermera que entreabriera suavemente los párpados de una de las enfermas, de unos 60 años, y le dije con toda claridad: “Señora, pronto va a curarse y entonces podrá hablarme. Más tarde vendré a verla. Mire bien esta carta”. Durante treinta segundos le mostré el rey de corazones que tomé de un mazo de cartas y le dije: “Cuando venga a verla, me reconocerá y entonces tendrá que decirme ‘rey de corazones’”. Cinco días más tarde, ya pudimos retirarle el tubo traqueal y pudo respirar sin el aparato. Fui a verla a la mañana siguiente y, en cuanto me vio, sonrió y me dijo: “¡Rey de corazones! ¡Buenos días!” Así, a posteriori, tuve la prueba de que esa enferma estaba completamente despierta y consciente.
Para terminar, el caso más extraordinario de una vigilia insospechada por los médicos durante varios días puede encontrarse en el asombroso y perturbador libro de Jean-Dominique Bauby, La escafandra y la mariposa: un sobrecogedor testimonio sobre los límites de la naturaleza humana.1 El 8 de diciembre de 1995, ese periodista, redactor en jefe de la revista Elle, fue víctima de un accidente vascular cerebral (AVC) que lo sumió en un profundo coma, del que saldría lentamente en el Hospital Marítimo de Berck: había quedado completamente paralizado y sufría del síndrome de enclaustramiento (locked-in syndrome), por lo que los médicos creían que se encontraba en estado comatoso. Mientras le cosían el párpado izquierdo, que no podía cerrar, para protegerle el ojo, logró mover rápidamente el párpado derecho para indicarles que estaba despierto y consciente, y, de esa manera, parpadeando cuando oía a una secretaria pronunciar la letra deseada mientras repasaba lentamente un alfabeto en que las letras se ordenan en función de su frecuencia en la lengua francesa —ESARINTULOMD, algo que todo el mundo debería aprender, pues nunca se sabe; [en español, las letras son: EAOSRNIDLC]— logró dictar su libro, letra a letra, entre julio y agosto de 1996, antes de su muerte, acaecida en marzo de 1997.
Si Jean-Dominique Bauby no hubiese estado bajo el cuidado de un servicio especializado como el del hospital de Berck, es probable que se hubiese considerado que se encontraba en estado de coma y que hubiese podido escuchar algunos comentarios inadecuados del personal que lo atendía. Ésa es la razón de que haya enseñado a mis estudiantes de medicina que siempre deben considerar que un enfermo que parece encontrarse en estado comatoso puede escuchar y comprender lo que se dice en las cercanías de su cama y que, por lo tanto, deben expresar comentarios optimistas con respecto a la evolución del paciente.

¿CUÁLES SON LAS ESTRUCTURAS RESPONSABLES DE LA VIGILIA?

La localización en el interior del organismo (y no sólo en el cerebro) de los órganos responsables de la vigilia —y, secundariamente, de la “conciencia”— no ha sido fácil: es una larga historia que ha durado casi veinte siglos y cuyo resumen resulta apasionante. Curiosamente, un genio, a quien debemos dedicarle un lugar aparte, había adivinado, hace más de veinte siglos, dónde se encontraba el órgano que gobernaba tanto la vigilia como la conciencia: se trata de Hipócrates de Cos (nacido en 460 antes de nuestra era, el año en que Pericles llegó al poder en Atenas). La leyenda cuenta que Hipócrates era descendiente de Heracles (o Hércules, del lado materno) y de Asclepios (o Esculapio, del lado paterno). Hipócrates dejó numerosos libros: uno de los más conocidos se intitula Sobre la enfermedad sagrada, que trata de la epilepsia y en el que demostró tanto su sentido de la observación como su espíritu crítico. Reconoció que una lesión cerebral puede ocasionar la parálisis del lado opuesto y enseñó que la epilepsia no es una “enfermedad sagrada” —¡atribuirle una causa divina no es otra cosa que una muestra de la ignorancia del hombre!—, sino que tiene causas naturales.
Muy adelantado para su tiempo, Hipócrates fue el primero en enseñar que
[…] el cerebro es un órgano de capital importancia en el hombre, pues es él quien nos interpreta los fenómenos procedentes del aire, cuando está sano, puesto que el aire le proporciona la posibilidad de pensar. Los ojos, las orejas, la lengua, las manos y los pies actúan en relación acorde con el conocimiento cerebral […] Por esta razón yo afirmo que el cerebro es el intérprete de la inteligencia […] También hay algunos que dicen que pensamos con el corazón y que es él quien se aflige y se preocupa, pero la realidad no es tal.2
Reconozcamos entonces la preeminencia y la capacidad del gran Hipócrates, porque, si se remplaza la palabra “aire” por “oxígeno” en el párrafo citado, solamente puede uno mostrarse asombrado ante su genio extraordinario, tanto más cuanto que, más tarde, Aristóteles (384-322 a. C.) enseñaba que el corazón era el asiento de la mente, mientras que el cerebro sólo servía pa...

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