José María Velasco Ibarra
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José María Velasco Ibarra

Una antología de sus textos

  1. 486 páginas
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José María Velasco Ibarra

Una antología de sus textos

Descripción del libro

Velasco Ibarra (1893-1979) fue electo cinco veces presidente constitucional de la República de Ecuador entre 1934 y 1970, aunque sólo en una ocasión pudo culminar su mandato. Llamado el Profeta o el Patriarca, era para muchos el intérprete de las aspiraciones más profundas de las masas; para otros era simplemente un demagogo populista. El presente estudio es una antología de la obra crítica de Velasco Ibarra, e inicia con una exposición rigurosa y erudita de su obra.

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Información

Tragedia humana y cristianismo

I. EL HOMBRE DESARTICULADO
CONCIENCIA ANIMAL de conservación y defensa; conciencia de los factores económicos; conciencia del espíritu y de la trascendencia espiritual, son grandes círculos de expresión del individuo humano.
Dentro de cada uno de los anteriores círculos, hay multitud de instintos, emociones, actos intelectuales que hacen posible la vida individual, y lo que con el individuo pasa, sucede con la humana especie.
El bárbaro es el representante por antonomasia de la conciencia animal de conservación y defensa en el individuo humano. El bárbaro busca el alimento y sabe defenderse de la intemperie, de la fiera, del salteador. Para triunfar, ya usa la astucia, ya emplea la energía. Diversos medios que dan eficacia a las finalidades de su conciencia animal. El bárbaro fue superado en la serie de los tiempos por otros tipos de hombres que siguieron defendiéndose y conquistando, y tuvieron veleidades de civilización y justicia social.
El hombre del siglo XX representa por antonomasia la conciencia de los factores económicos en el individuo humano. El socialismo y el comunismo le han revelado con claridad lo que es el trabajo y lo que representa el bienestar económico. El hombre moderno está, pues, en el segundo gran círculo del desarrollo.
Para triunfar en sus propósitos, “el hombre económico”, como dicen los marxistas, se vale de muchos medios y pone en acto distintas aptitudes de su alma: el valor, la inteligencia, el engaño, la emoción, la guerra y la paz.
No ha llegado aún la hora en que el hombre se mueva intensa, plenamente en el gran círculo del espíritu y de la trascendencia espiritual.
Algún día el hombre y la humanidad desenvolverán en forma convergente y armónica las capacidades de conservación y defensa, la conciencia de los valores económicos y la conciencia espiritual.
Entonces, y sólo entonces, habrá dentro de cada hombre y dentro de la humanidad jerarquía de valores, orden, atención a unos afanes sin mengua de otros.
Mientras esto no suceda, continuarán las guerras de conquista y los imperialismos coloniales; seguirán las luchas civiles y las huelgas sociales. Mientras en el hombre interior, lo espiritual no rija lo económico, y lo animal no se someta a la técnica económica y al deber del espíritu, seguirán las codicias y las concupiscencias, continuarán los odios y las astucias rapaces.
Hay individuos que han adelantado más que la especie. En la Antigüedad y siempre ha habido sabios, santos y conductores, en cuya vida individual los tres grandes círculos en que se mueve el hombre han recibido iluminación, a veces muy intensa iluminación, factores de armónico desenvolvimiento interior de las facultades personales.
Pero, en definitiva, es reducido el número de los grandes hombres, de los santos, de los conductores geniales. La humanidad les ha considerado locos. Les ha despreciado, desterrado, asesinado.
La historia hasta ahora no conoce sino tribus, feudos, ciudades, naciones, civilizaciones en puja para dominar más, conquistar, explotar, ganar más. Y la mayor parte de los individuos, dentro de cada grupo, a pesar de la invención de los procedimientos judiciales, han procedido de análoga manera. Guerrear, vencer, dominar, reproducirse al margen de la norma espiritual.
La historia de la humanidad está en los comienzos. Tienen que producirse el encuentro y la armonía entre todos los valores, entre los círculos de valores. Esto supone mucho esfuerzo: muchas más guerras, experiencias y dolores. Esto implica el desenvolvimiento en intensidad y extensión hasta hoy desconocido de la educación moral y religiosa.
El círculo de la conciencia económica desde el siglo pasado se ha superpuesto en forma integral después de miles de años al círculo de la conciencia animal de conservación y defensa. Es preciso ahora que el hombre espiritual aparezca real y positivamente, que domine los otros círculos de conciencia, que establezca los verdaderos derechos y deberes y con éstos la armonía, el equilibrio.
Es lo que se propone el cristianismo: el advenimiento del hombre espiritual. “Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto.” Es el mandato de Cristo. Tiene que venir el reino de Dios. El de la justicia y el amor. Miles de colectividades y naciones, millones y millones de individuos han de modelarse, y educarse y prepararse por dentro para recibir el reino de Dios. El reino de Dios es el del hombre interior. El hombre interior cambiará radicalmente la fisonomía de colectividades, naciones y continentes, sustituyendo concupiscencias y asesinatos con amor, justicia y verdadera eficacia humana.
Las grandes convulsiones políticas y sociales son simplemente búsqueda de mayor equilibrio; obedecen al espíritu latente, soterrado que se abre paso, destruyendo y removiendo, hacia claridades de bien.
La justicia social, como hoy se llama a los procedimientos para que obreros y trabajadores obtengan bienestar y seguridad económicos, no resuelve el problema que la historia plantea con angustia.
Limitarse a dar potencia económica a gentes sin sólida conciencia moral, sin austeridad de espíritu, es aumentar todos los males.
Los obreros exaltados, insurgentes, amenazan destruir lo estético, orientador, eficiente que han creado los pocos grandes hombres por quienes hasta ahora ha vivido la humanidad.
El hombre moderno está desarticulado. Su ambición económica no se ensambla y equilibra con otras normas de servicio y amor.
El hombre moderno está vehementemente desarticulado. La técnica moderna lo ha hecho más nervioso e irascible que nunca. La técnica moderna está creando una nueva esclavitud. Propiamente, no hay dictadura del proletario, dictadura de las masas sino dictadura de una técnica pretensiosa y sin sentido humano. El hombre moderno está mucho más desarticulado que el de Roma o de la Edad Media o de la India antigua.
Se habla con gran suficiencia del “hombre económico”, como si el hombre no fuese principalmente simbólico, espiritual, ético. La edad económica de los burgueses y de los comunistas suelta las riendas al animal de riquezas que lo subordina todo a su sed de bienestar e higiene, de placer y reposo.
El cristianismo conoce al hombre; lo conoce a fondo. Sabe de la profundidad del hombre y de lo difícil que es modelarla, plasmarla, educarla. Espera en el tiempo. Espera pacientemente. Destruyó la esclavitud con lentitud, pero con eficacia, sin desarticularlo todo. Asimismo conducirá a la humanidad de ahora hacia el reino de Dios.
Sin destruir los instintos animales ni olvidar lo económico, entronizará el reino del Espíritu dispuesto a recibir el segundo advenimiento del Hijo de Dios, explicación única del cosmos y de la historia.
A pesar de Buda y Sócrates y de unos tantos genios o santos más, la historia hasta ahora ha sido en gran parte pura salvajada: tormentos, asesinatos, odios.
La justicia social y los obreros que creen haber encontrado el paraíso, porque comen mejor y se imponen a los gobiernos, son otra salvajada.
Pero el Cristo ha sido ya levantado; fue ya crucificado, y está atrayendo todo hacia sí. La técnica ha unificado el mundo, y el mundo unificado podrá escuchar más fácilmente el mandato de justicia, bondad y perfección.
El hombre deberá articular todas sus facultades, y los pueblos articular todos sus elementos e instituciones para hacer posible la expresión integral de la persona.
La persona no es animalidad tan sólo o apetencia económica principalmente. No es razón con prescindencia de la emoción, o astucia con desdén del heroísmo. La persona es una complejidad, que la vida, ayudada por lo divino, integra y perfecciona en espera de la expresión definitiva al fin de los tiempos.
II. PUNTO DE PARTIDA
SI SE QUIERE encontrar bases orientadoras en moral o religión, en política o sociología, es preciso saber ante todo qué es el hombre, qué fuerzas le mueven, qué propósitos le inspiran, qué se puede esperar de él, de qué es él incapaz.
Discurrir respecto a sociología, derecho o ética sin saber qué es y qué puede o no puede el hombre, es un perfecto delirio y en este delirio se complacen la mayor parte de los vanidosos reformadores modernos.
La filosofía existencial es una de las pocas creaciones buenas del pensamiento especulativo moderno. Cierto que ya Pascal, sin usar del nombre existencial, desarrolló el fundamento del más vigoroso método existencialista. El mundo no comprendió, claro está, a Pascal.
La existencia del hombre, la realidad humana: he ahí los datos indispensables. El hombre está solo: solo consigo mismo; obligado a vivir, a comprometerse, a decidirse, a ser libre, a crear su situación, a experimentar su fracaso. Lo único que podemos intuir con certeza es nuestra existencia individual concreta con sus propiedades y exigencias.
La existencia es singularidad, originalidad, afirmación, complejidad, convergencia. La existencia de un hombre —individuo cualquiera, de Juan o Pedro— es todo lo anterior. Una convergencia de factores, una originalidad, una afirmación únicas que no se repiten en la misma forma en ningún otro hombre —individuo.
Sin embargo, a pesar de las diferencias individuales irreductibles, hay algo fundamental en todo hombre. El hombre es un ser solitario, interiormente solitario y atormentado.
De nada vale la vistosa terraza, si se quiebran las columnas que la sostienen. El hombre es la columna de todas las expresiones sociales.
¡Pobre ser el hombre! Movido por los intereses, sacudido por los apetitos carnales, anheloso por conservarse y defenderse. Odia, ama. Quiere entender y le rodean tinieblas. Se ama superficialmente a sí mismo ante todo, y a la vanidad y al interés económico lo sacrifica todo. Ciencia, religión, la misma salud eterna son sacrificadas por la vanidad, por la sed de renombre, por el afán de dinero. La técnica moderna le ha hecho intensamente nervioso. Brotan dentro del alma todo género de emociones, de planes contradictorios. Altura y villanía, lealtad y traición, sinceridad e hipocresía, audacia y miseria: todo se da en la misma alma, según el atractivo de las cosas exteriores, de los intereses; según la reviviscencia de emociones, de instintos heredados, impuestos por el pasado.
¡Pobre ser el hombre! Conjunto de contradicciones. Siempre en angustioso movimiento en busca de paz bienhechora. Siempre desilusionado, desesperado.
El hombre es lo que menos se ha estudiado, y el punto de vista de la existencia, lo que menos se ha planteado.
Si toda ciencia y toda religión buscan como fin la salud humana, es el estudio del hombre el primero de los datos, de los supuestos necesarios.
Las esperanzas del futuro descansan precisamente en que apenas principia el estudio hondo del hombre. La historia con sus dolores, sus guerras, sus fracasos, sus pequeños triunfos, va poco a poco descubriendo al hombre lo que es el hombre: abismo insondable de grandezas y miserias, intereses y ambiciones; abismo inefable de recursos y habilidades psicológicas de toda especie.
La religión verdadera, el Dios verdadero no pueden ser hallados sino desde la conciencia del hombre. Si la necesidad humana tiene sentido, Dios es; Dios es una necesidad inevitable. Si la experiencia de la interioridad humana, interpretada con sensatez, algo significa, Dios existe, el ideal existe, el amor existe. En la interioridad recogida del hombre surge Dios sin necesidad de demostración alguna.
Del existencialismo y sus premisas han brotado dos filosofías contradictorias. Quienes subrayan y exageran la soledad del hombre, sus oscuridades y malaventuras; quienes dan valor predominante a las aptitudes negativas, simplemente animales, a los aspectos absurdos de los individuos y la historia, terminan, con Sartre, en el ateísmo, la desesperación y el fracaso. Sartre es uno de los más profundos psicólogos de todos los tiempos. Ve ante todo los abismos negros del hombre. Nos ilumina y orienta con esta visión. Pero la metafísica del ser en sí y del ser para sí, lleva a Sartre al ateísmo.
Quienes, en cambio, creen que tienen sentido y fundamento el vigor ascendente, el afán de superación, la sed de lo divino, la búsqueda de lo absoluto; quienes creen en el hecho innegable de la vida heroica, de la existencia sacrificada, que al sacrificarse se magnifica e irradia valores de misericordia, de pureza, de fraternidad, terminan con Berdiaeff, con Gabriel Marcel en el cristianismo, en la urgencia del Dios cristiano y en la necesidad del Segundo Advenimiento que dará sentido a la existencia, al dolor y a la angustia, a la materia y al espíritu. El Segundo Advenimiento es la justicia. Pascal, antes que nadie, vio los dos aspectos profundos del hombre: el de la bestia y el del ángel, y terminó con maravillosa hondura en reconocer el hecho del pecado y el hecho de la Redención.
Nada es despreciable en el hombre. Todo lo de él tiene que ser analizado. Lo negativo, lo malo proceden de desarmonía: resultados son de debilidad, de ignorancia.
Audacia y mansedumbre, dureza y blandura, abnegación e interés, vehemencia y serenidad, enojo y amistad, pasión y calma, materia y espíritu, genio militar y genio religioso: todo, todo ha de ser descubierto, excitado, jerarquizado, ordenado, ya en el hombre individual, dentro del hombre individual, ya en la especie, en las razas, colectividades y naciones.
Hay momentos en la historia colectiva e individual de fuerza, de fuerza necesaria y creadora. Hay épocas de reposo, de tranquilidad necesarias y creadoras también. Todo depende de las circunstancias, finalidades y motivos.
Por esto, la filosofía existencial es tan útil y sugerente. Partir de la existencia concreta, de los datos concretos que integran íntimamente la existencia, del análisis fenomenológico del factor existencial, y determinar con exactitud lo que éstos suponen e implican.
La historia hasta ahora ha sido de las expresiones del hombre desarticulado. Superstición, fanatismo, crueldad, economismo, racionalismo, prepotencia de una nación, de una clase, en suma desarticulación, siempre desarticulación. Nunca hasta ahora el hombre con todas sus aptitudes y facultades debidamente engranadas, endentadas, ordenadas, jerarquizadas.
La filosofía existencial puede dar mucha luz sobre la manera de formar al hombre y conducir al pueblo. Los comunistas, por ejemplo, creen que todo se resuelve con transformar las condiciones económicas de las gentes. Si el trabajador es dueño del producto de su trabajo, si cada cual recibe según sus necesidades, hay justicia social y se produce el imperio del bien.
Es ignorar lo que significa la realidad humana. Es ignorar el poder del mal, de la envidia, de la ambición, del desorden sexual, del celo, del orgullo y de tantas pasiones sinuosas, sutiles, instantáneas, imprevisibles, que agitan y acongojan a hombres y naciones.
La filosofía existencial deberá descubrirnos la verdadera raíz de la existencia. ¿Existe el espíritu y tiende el espíritu hacia el Espíritu supremo, fuente de amor? O, ¿la raíz de la existencia son las tinieblas, la negación, el fracaso? He aquí la única cuestión.
III. SÍMBOLO DE LOS POCOS
EL INDIVIDUO HUMANO ha progresado más que la especie. Ha habido grandes santos, héroes admirables, poetas y sabios, mientras el conjunto de la especie continuaba moviéndose por la codicia, el odio, la lujuria: conservación y defensa animales; codicias económicas.
Los pocos privilegiados han sido símbolo del Espíritu que todo lo preside y del Espíritu a que todo llegará. El amor excelso, la abnegación sublime, el heroísmo han tenido sus encarnaciones históricas a pesar del prosaísmo grosero, destructor, de la masa humana.
El Espíritu lo preside todo. Por esto se ha revelado en un Platón, en un san Pablo, en tantos más.
La inmensa masa humana lleva también el espíritu latente, en virtualidad, en potencialidad. Pero el espíritu latente, virtual, potencial que está en todos los hombres individualmente considerados, que está en la colectividad humana, no se revelará sino a través de esfuerzos y sacrificios, ensayos y dolores, experiencias y lentos progresos que han de consumarse en siglos, en millares de años.
La humanidad está trabajada por fuerzas animales, fuerzas económicas, fuerzas espirituales.
No todas estas fuerzas ...

Índice

  1. PORTADA
  2. ESTUDIO INTRODUCTORIO, por Enrique Ayala Mora
  3. ESTUDIOS VARIOS
  4. DEMOCRACIA Y CONSTITUCIONALISMO
  5. IMPRESIONES AL PASAR
  6. MEDITACIONES Y LUCHAS
  7. CUESTIONES AMERICANAS
  8. CONCIENCIA O BARBARIE
  9. ESTUDIOS DE DERECHO CONSTITUCIONAL
  10. EXPRESIÓN POLÍTICA HISPANOAMERICANA
  11. EXPERIENCIAS JURÍDICAS HISPANOAMERICANAS
  12. DERECHO INTERNACIONAL DEL FUTURO
  13. TRAGEDIA HUMANA Y CRISTIANISMO
  14. CAOS POLÍTICO EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
  15. SERVIDUMBRE Y LIBERACIÓN
  16. FILOSOFÍA NEGATIVA Y MÍSTICA CREADORA
  17. BIBLIOGRAFÍA
  18. ÍNDICE