Historia de los síntomas de los trastornos mentales
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Historia de los síntomas de los trastornos mentales

La psicopatología descriptiva desde el siglo XIX

Germán E. Berrios, Laura de los Ángeles Díaz Rodríguez, Laura de los Ángeles Díaz Rodríguez

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Historia de los síntomas de los trastornos mentales

La psicopatología descriptiva desde el siglo XIX

Germán E. Berrios, Laura de los Ángeles Díaz Rodríguez, Laura de los Ángeles Díaz Rodríguez

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Información del libro

La obra presenta magistralmente la historia de de los principales síntomas psiquiátricos, y a través de ésta el autor permite que el lector descubra, entre otros temas, dónde y cómo se describieron por vez primera los diferentes síntomas de la patología mental, así como el marco en el que surgieron esas descripciones y las sucesivas modificaciones que han experimentado en el curso del tiempo. Al seguir la evolución de conceptos como memoria, conciencia, voluntad y personalidad, y de síntomas que van de la catalepsia a la ansiedad, las páginas de esta obra permiten adentrase en la naturaleza de las enfermedades mentales.

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Información

Año
2013
ISBN
9786071615633
SEGUNDA PARTE
LA COGNICIÓN Y LA CONCIENCIA

III. LOS TRASTORNOS DE LA PERCEPCIÓN

HAY EXCELENTES relatos de la historia de la alucinación y de la ilusión pero pocos se han escrito en inglés.1 Los términos alucinación e ilusión llevan a pensar en experiencias atribuidas a la percepción: la ilusión se define como una deformación perceptual de un estímulo y la alucinación como una declaración perceptual, con diversos grados de convicción, en ausencia de un estímulo externo pertinente. Las bases teóricas de esta diferenciación se establecieron durante el siglo XIX,2 aunque ya habían sido observadas por autores de épocas anteriores.3

ANTES DEL SIGLO XIX

Las experiencias que sugieren alucinaciones e ilusiones forman parte del bagaje común de la humanidad.4 Denominadas en formas diversas, estas experiencias en épocas anteriores estuvieron integradas culturalmente y estaban semánticamente preñadas; es decir, se creía que su contenido traía un mensaje para el individuo o para el mundo. Que esta faceta de las alucinaciones se haya casi perdido es una consecuencia de su “medicalización” durante el siglo XVIII. En este periodo, las alucinaciones fueron consideradas como “enfermedades” independientes; de hecho, la idea de que eran “síntomas”, o sea fragmentos de conducta comunes a varias enfermedades, es una invención del siglo XIX. La falta de una entrada para la alucinación en la Enciclopedia francesa sugiere que hasta la década de 1750 no había alcanzado aún el status de otros terminos “psiquiátricos”. Hunter y McAlpine5 han demostrado, no obstante, que desde el siglo XVI conductas alucinatorias fueron mencionadas con frecuencia; desde 1700, Hartley y Battie añadieron una nueva dimensión, explicando estos fenómenos en términos de neurofisiología vibratoria.6
En 1770, el francés Dufour sugirió que las “falacias de los sentidos” podían causar delirios: “La falsa impresión de los sentidos externos debe, pues, necesariamente crear trastorno y confusión en la conducta de una persona, porque ocurre con la mayor frecuencia que éstos determinan sus acciones. Una persona confía en su experiencia anterior, la cual le ha enseñado que los cuerpos se hallan presentes cuando le causan alguna impresión; es así como hay muchas falacias de los sentidos, porque los objetos son las causas de sus percepciones. De ahí también que consideramos como presentes cosas que no están presentes ante nuestros sentidos, y como causas de nuestras percepciones: o si hay algo que le falta a un objeto externo, la imaginación suple esta carencia y lo representa como perfecto”.7 Comentando esto afirmó Crichton: “Se debe reconocer que las enfermedades de los sentidos externos producen percepciones mentales erróneas; pero esto depende de que concurran otras causas, a las que sigue el delirio” (las cursivas son mías).8 Esto se anticipa a un importante debate del siglo XIX sobre si las alucinaciones son de origen periférico o central.

Nicolaï versus Berbiguier

Los escritos de estos autores, uno de ellos alemán y el otro francés, prepararon el escenario para el debate del siglo XIX sobre si las alucinaciones eran un síntoma de insania.9 El 28 de febrero de 1799, un vendedor de libros alemán llamado Nicolaï describió su propia experiencia alucinatoria en un ensayo que se leyó ante la Real Sociedad de Berlín y que llevó por título Memoria sobre la apariencia de los espectros o fantasmas causados por enfermedades, con observaciones psicológicas.10 Una mañana de 1790, y bajo fuerte estrés, “observé de pronto a una distancia de diez pasos la figura de una persona difunta; la señalé con el dedo y le pregunté a mi esposa si no la veía. Ella no la vio pero, muy alarmada, intentó calmarme y mandó llamar al médico. La figura continuó presente durante siete u ocho minutos, y finalmente me calmé un poco […] Por la tarde, la figura que había yo visto por la mañana reapareció. Cuando esto sucedió me encontraba solo y por tanto me fui a la habitación de mi esposa, a quien conté lo que ocurría. Pero aun ahí me persiguió esa figura. Por momentos aparecía o se desvanecía pero era siempre la misma, de pie […] La figura de aquella persona difunta jamás se me volvió a aparecer desde aquel espantoso día, pero otras varias figuras se me han presentado después con mucha claridad; algunas eran de personas que conocí, pero las más de las veces eran de desconocidos”.
Nicolaï trató de provocar sus visiones, pero le fue imposible. Aprendió, no obstante, a diferenciarlas de las personas reales y pronto se acostumbró a ellas, experimentando poca preocupación aun cuando los fantasmas le hablaban. Buscó ayuda médica y en unos cuantos meses quedó libre de tales experiencias. Nicolaï parecía estar describiendo episodios de alucinosis con conservación de la capacidad de crítica. De hecho, Brierre incluyó su caso en la categoría de “alucinaciones compatibles con la razón”.11
En 1821, Alexis Vincent Charles Berbiguier de Terre-Neuve du Thym (1775-1841),12 publicó una obra en tres volúmenes titulada Les Farfadets, or tous les demons ne sont pas de l’autre monde13 en la que documentó complejas experiencias alucinatorias y delirantes. Este trabajo llegaría a ser el paradigma para las alucinaciones de la insania y los alienistas franceses las rediagnosticaron a intervalos regulares. Berbiguier también registró su entrevista con Pinel el 24 de abril de 1816: “Después de escucharme con gran atención, este médico me dijo que conocía el tipo de enfermedad que me aquejaba y que la había tratado, con éxito, en otras personas”.14 Sin embargo, siguió sintiéndose perseguido por monstruos y malos espíritus, y acusó a Pinel de haberle hecho falsas promesas.

EL SIGLO XIX

En 1817, Esquirol agrupó estos fenómenos con el término común de “alucinación”, introduciendo así la falsa idea de que las alucinaciones que afectaban diversas modalidades de los sentidos eran, de alguna manera, simétricas y uniformes. Más aún, al elegir una palabra cuya etimología por entonces se asociaba con visión, generalizó un “modelo” restringido de percepción (el vinculado con la “vista” como captura de un estímulo público) para otras modalidades sensoriales.15 Cinco de los casos de Esquirol presentaban alucinaciones visuales:16 “Si un hombre tiene la convicción íntima de percibir realmente una sensación en la que no existe un objeto externo, se encuentra en estado alucinado:17 es un visionario (visionnaire)”.18 “Las alucinaciones de la vista […] han sido llamadas visiones pero este término sólo es el adecuado para una modalidad perceptual. ¿A quién le gustaría hablar de visiones auditivas, del gusto u olfatorias? […] No obstante, las alteraciones funcionales, los mecanismos cerebrales y el contexto clínico que intervienen en estos tres sentidos son los mismos que en las visiones. Se necesita un término genérico. Propongo la palabra alucinación” (las cursivas son mías).19 Este concepto, tomado de Condillac,20 suponía que el olfato, el gusto y el tacto también requerían un estímulo público.21
Con respecto a los mecanismos escribió Esquirol: “Hay una forma de delirio (une certaine forme de délire) que hace creer a los sujetos que están percibiendo una sensación en una o más modalidades sensoriales cuando de hecho no hay ningún estímulo”.22 “En las alucinaciones no hay más sensación o percepción que en el sueño o el sonambulismo, cuando no hay ningún objeto externo que esté estimulando los sentidos […] De hecho, la alucinación es un fenómeno cerebral o psicológico que ocurre independientemente de los sentidos”.23 “Las supuestas sensaciones del alucinado son imágenes e ideas reproducidas por la memoria, mejoradas por la imaginación y personificadas por la costumbre”.24 “Las alucinaciones no son sensaciones falsas o ilusiones de los sentidos ni percepciones erróneas o errores de la sensibilidad orgánica”.25 “El sitio de la alucinación no se encuentra en el órgano periférico de la sensación sino en el órgano central de la sensibilidad misma; de hecho, el síntoma...

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