Vida del almirante don Cristóbal
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Vida del almirante don Cristóbal

  1. 80 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Vida del almirante don Cristóbal

Descripción del libro

La biografía de Cristóbal Colón escrita por su hijo Hernando describe las dualidades propias de una vida legendaria en la que se juntan las más grandes hazañas y glorias con los peores infortunios y las más amargas penurias.

Preguntas frecuentes

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Información

Año
2018
ISBN del libro electrónico
9786071653635

I. DE LA PATRIA, ORIGEN Y NOMBRE DEL ALMIRANTE CRISTÓBAL COLÓN

Por cuanto una de las cosas principales que pertenecen a la historia de todo hombre notable es que se sepan su patria y origen, puesto que suelen ser más estimados quienes proceden de grandes ciudades y de generosos progenitores, algunos querían que yo me ocupase en declarar y decir cómo el Almirante procedía de sangre ilustre, aunque sus padres, por mala fortuna, hubiesen venido a estar en gran necesidad y pobreza; y que hubiese mostrado cómo procedían de aquel Colón, de quien Cornelio Tácito cuenta al principio del libro duodécimo de su obra que llevó prisionero a Roma al rey Mitrídates, por lo cual dice que le concedió el pueblo romano las dignidades consulares, las águilas y el tribunal o tienda consular.1 Querían también que hiciese gran cuenta de aquellos dos ilustres Colones, parientes suyos, de quienes Sabélico describe una gran victoria obtenida contra los venecianos, según diremos en el capítulo V.2 Yo me evité este trabajo por creer que él había sido elegido por Nuestro Señor para una cosa tan grande como la que hizo; y porque había de ser tan verdadero apóstol suyo como en efecto lo fue, quiso que en este caso imitase a los otros, a los cuales eligió, para que publicasen su nombre, por mares y riberas y no en altezas y palacios; y que lo imitase a Él mismo, que siendo sus mayores de la sangre real de Jerusalén, tuvo por bien que sus padres fuesen menos conocidos. De tal modo que, si muy apta fue su persona y adornada de todo aquello que para un hecho tan grande convenía, tanto más quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos.
Por lo cual algunos, que en cierta manera piensan oscurecer su fama, dicen que fue de Nervi, otros de Cugureo, y otros de Bugiasco, que todos son lugarcillos cercanos a la ciudad de Génova y de su misma ribera; y otros, que quieren ensalzarlo más, dicen que era de Savona, y otros que genovés; y quienes van más lejos, le hacen ser de Plasencia,3 en cuya ciudad hay algunas personas honradas de su familia y sepulcros con armas y epitafios de Colombo, porque éste era, en efecto, el apellido usado por sus mayores. Si bien él, conforme a la patria adonde fue a residir y a comenzar nuevo estado, limó el vocablo, para que tuviese conformidad con el antiguo y distinguiese a quienes de él procedieran de todos los otros que eran colaterales, y así se llamó Colón.
Considerado esto, me moví a creer que, así como la mayor parte de sus cosas fueron obradas por algún misterio, así aquello que toca a la variedad de tal nombre y apellido no ocurrió sin misterio. Podríamos aducir como ejemplo muchos nombres que no sin causa oculta fueron puestos como indicio del efecto que había de suceder, como en lo que toca a aquél de quien fue pronosticada la maravilla y novedad de lo que hizo. Porque si tomamos en consideración el apellido común de sus mayores, diremos que verdaderamente fue Colombo, o Paloma, en cuanto llevó la gracia del Espíritu Santo a aquel Nuevo Mundo que él descubrió, mostrando, según lo mostró el Espíritu Santo en figura de paloma en el bautismo de San Juan Bautista, cuál era el hijo amado de Dios, que allí no se conocía. Y porque sobre las aguas del Océano, del mismo modo, como la paloma de Noé, llevó la rama de olivo y el óleo del bautismo para la unión y la paz que aquellas gentes debían de tener con la Iglesia; pues estaban encerradas en el arca de las tinieblas y la confusión. Por consiguiente, le vino a propósito el sobrenombre de Colón que él volvió a renovar, porque en griego quiere decir miembro, para que siendo su propio nombre Cristóbal se supiese de quién era miembro, es a saber, de Cristo, por quien para salud de aquellas gentes había de ser enviado. Y luego, si queremos reducir su nombre a la pronunciación latina, que es Christophorus Colonus, diremos que, así como se dice que San Cristóbal tuvo aquel nombre porque pasaba a Cristo por la profundidad de las aguas con tanto peligro, por lo cual fue llamado Cristóforo, y así como llevaba y conducía a las gentes, que ninguna otra persona habría sido capaz de pasar, así el Almirante, que fue Christophorus Colonus, pidiendo a Cristo ayuda y que le protegiese en aquel peligro de su pasaje, pasó él y sus ministros a fin de que aquellas indianas gentes fueran hechas colonos y moradores de la Iglesia triunfante de los cielos. Pues es de creer que muchas ánimas, de las cuales Satanás esperaba apoderarse, no habiendo quien las pasase por aquellas aguas del bautismo, fueron hechas por él colonos y moradores de la eterna gloria del paraíso.

II. QUIÉNES FUERON LOS PADRES DEL ALMIRANTE Y CUÁL FUE SU CONDICIÓN; Y DE LA FALSA RELACIÓN QUE UN CIERTO JUSTINIANO HACE DE SU EJERCICIO ANTES DE QUE ADQUIRIESE EL TÍTULO DE ALMIRANTE

Dejando ahora la etimología o derivación y significado del nombre del Almirante, y volviendo a las condiciones y personas de sus progenitores, digo que, si bien fueron personas de valía, habiendo sido reducidos a necesidad y pobreza a causa de las guerras y bandos de Lombardía, no encuentro en qué forma vivieron ni dónde habitaron, a pesar de que el mismo Almirante diga en una carta que su trato y el de sus mayores fue siempre por mar. Para mejor asegurarme, pasando yo por Cugureo, procuré obtener información de dos hermanos Colombos, que eran los más ricos de aquel lugar y se decía que eran algo parientes suyos; pero como el más mozo de los dos pasaba de los cien años, no supieron darme noticia de esto. Ni creo que por esta razón nos corresponda menos gloria a quienes llevamos su sangre. Porque yo considero mejor que toda la gloria nos venga de su persona, que no andar buscando si su padre fue mercader o si andaba de caza con halcones, ya que de estos tales los hubo siempre a millares en cualquier lugar, cuyo recuerdo se habría extinguido a los tres días entre sus mismos vecinos y parientes sin dejar rastro alguno. Yo estimo que menos lustre puede darme la fama y la nobleza suyas que la gloria que me viene de un padre semejante, quien para sus hechos ilustres no tuvo necesidad de las riquezas de sus ascendientes (las cuales, lo mismo que la pobreza, no son ruedas de la virtud, sino de la fortuna). Por lo menos, teniendo en cuenta su nombradía y su valor, los escritores que tratan de su profesión, no deberían haberlo puesto entre los que ejercitan artes mecánicas.
Esto último lo afirma, sin embargo, alguno, apoyándose en lo que escribe un cierto Agustín Justiniano4 en una crónica suya. Yo no me pondré a negar esto buscando testimonios para probar lo contrario, pues así como para fama y verificación de una cosa que hoy ya no está en la memoria de los hombres no hace fe ni es evangelio lo que Justiniano escribe, tampoco haría fe lo que yo dijese de haber entendido de mil personas lo contrario. Ni quiero mostrar su falsedad con las historias de otros que acerca de Don Cristóbal han escrito, sino con las escrituras y el testimonio de este mismo autor, en quien se verifica aquel proverbio que dice mendacem oportet esse memorem o sea que para mentir hace falta memoria, pues si el mentiroso no la tiene, se contradirá de lo que antes dijo y afirmó. Cosa que en este caso hizo Justiniano, diciendo en una comparación suya de las cuatro lenguas sobre el Salterio, en aquel versículo, In omnem terram exivit sonus eorum, las siguientes palabras: “Este Cristóforo Colombo, habiendo aprendido en sus tiernos años los rudimentos de las letras, después que fue de edad adulta, se dedicó al arte de navegar y se marchó a Lisboa, en Portugal, donde aprendió la cosmografía, que le enseñó un hermano suyo, quien hacía allí cartas de marear; con lo cual, y con lo que hablaba con quienes iban a San Jorge de la Mina de Portugal en África, y con lo que había leído en los cosmógrafos, pensó poder ir a aquellas tierras que descubrió.”
Con estas palabras es cosa manifiesta que no ejercitó arte mecánica o manual, puesto que dice que empleó la niñez en aprender las letras, y la mocedad en la navegación y la cosmografía, y su mayor edad en los descubrimientos. De modo que el mismo Justiniano está convicto de falso historiador y se manifiesta inconsiderado, parcial y maligno compatriota, puesto que, hablando de una persona señalada y que tanto honró a la patria cuya historia escribió el mismo Justiniano, aunque los padres del Almirante hubieran sido personas viles, era más honrado que hablara de su origen con aquellas palabras que otros autores emplean en tal caso, diciendo humili loco, seu a parentibus pauperrimus ortus, que no poner palabras injuriosas, como las puso en dicho Salterio, y las repitió después en su crónica, llamándole con falsedad artesano. Aun en el caso de que no se hubiese contradicho, la razón misma manifestaba que un hombre que se hubiese ocupado en algún arte o menester manual, había de nacer y de envejecer en él para aprenderlo a la perfección; y que no habría andado peregrinando desde su mocedad por tantas tierras, ni tampoco habría aprendido tantas letras ni tanta ciencia como sus obras demuestran, especialmente en las cuatro ciencias más principales que se requieren para hacer lo que él hizo, que son astrología, cosmografía, geometría y navegación. Pero no es cosa de maravillar que Justiniano, en este caso, que es oculto, tenga la audacia de no decir la verdad, puesto que en cosas muy paladinas de su descubrimiento y navegación, en media hoja de papel que en dicho Salterio escribió, puso más de doce mentiras. Las cuales tocaré con brevedad, sin extenderme en darles respuesta para no interrumpir el hilo de la historia, ya que por el curso de ella y por lo que otros escriben se comprobará la falsedad de lo que dijo.
La primera, pues, es que el Almirante fue a Lisboa a aprender la cosmografía con un hermano suyo que allí tenía. Lo cual es al contrario, porque él habitaba ya antes en aquella ciudad y fue quien enseñó al hermano lo que sabía.
La segunda falsedad es que, cuando vino por primera vez a Castilla, los Reyes Católicos Fernando e Isabel aceptaron su propuesta al cabo de siete años, cuando todos la habían rechazado.
La tercera falsedad es que él fue a descubrir con dos navíos, cosa que no es cierta, puesto que fueron tres las carabelas que llevó.
La cuarta, que la primera isla por él descubierta fue la Española, y no fue sino Guanahaní, a la cual el Almirante llamó San Salvador.
La quinta falsedad es que la referida isla Española era de caníbales, hombres que comen carne humana. Cuando lo cierto es que se encontró con que los habitantes eran la gente mejor y más sana que en aquellas partes se encuentra.
La sexta falsedad es que él tomó en combate la primera canoa o barca de los indios que vio. Cuando se ve, por el contrario, que en aquel primer viaje no tuvo guerra con ningunos indios, antes bien tuvo con ellos paz y amistad hasta el día de su partida de la Española.
La séptima falsedad es que regresó por las islas Canarias, viaje que no es el del regreso de dichos navíos.
La octava cosa falsa es que desde aquella isla despachó un mensajero a los serenísimos reyes susodichos, cuando lo cierto es que, como ya se ha dicho, no tocó en ella y fue él mismo el mensajero.
La novena cosa, escrita con falsedad, es que en el segundo viaje regresó con doce navíos, cuando está claro que fueron diecisiete.
La décima mentira es que llegó a la Española en veinte días. Espacio de tiempo demasiado corto para llegar a las primeras islas; y a la Española no llegó en dos meses; y fue a las otras mucho antes.
La undécima es que desembarcó en seguida en la Española con dos navíos, cuando se sabe que fueron tres los que llevó para ir a Cuba desde la Española.
La duodécima falsedad escrita por Justiniano es que la Española dista cuatro horas de España, cuando el Almirante las calcula en más de cinco.5
Para añadir a las doce mentiras la decimatercia, dice que el extremo occidental de Cuba dista seis horas de la Española, poniendo más camino de la Española a Cuba del que hay de España a la Española. De modo que, de la poca diligencia y cuidado que empleó para informarse y escribir la verdad de lo que atañe a estas cosas tan claras puede deducirse cómo se habrá informado de lo que tan escondido estaba, donde él mismo se contradice, según ya se ha visto.
Dejando a un lado esta discrepancia, con la cual pienso ya haber cansado a los lectores, diremos solamente que por los muchos errores y falsedades que se encuentran en dicha historia y en el Salterio de Justiniano, la Señoría de Génova, considerada la falsedad de sus escritos, ha puesto pena a quienes tengan o lean su historia, y ha mandado con gran diligencia que se busque por todos los lugares a donde se haya enviado, a fin de que por público decreto sea anulada y destruida. Volveré, pues, a nuestro intento principal, concluyendo con decir que el Almirante fue hombre de letras y de grande experiencia, y que no gastó el tiempo en cosas manuales ni en artes mecánicas, como ]a grandeza y perpetuidad de sus maravillosos hechos lo requerían; y pondré fin a este capítulo con lo que escribió en su carta al aya del príncipe Don Juan de Castilla, con estas palabras: “Yo no soy el primer Almirante de mi familia. Pónganme, pues, el nombre que quisieren, que al fin David, rey sapientísimo, fue guarda de ovejas, y después fue hecho rey de Jerusalén, y yo siervo soy de aquel mesmo que le puso a él en tal estado.”

III. DE LA DISPOSICIÓN DE CUERPO DEL ALMIRANTE Y DE LAS CIENCIAS QUE APRENDIÓ

El Almirante fue hombre bien formado y de estatura más que mediana, la cara larga, los pómulos algo salientes, sin declinar a gordo ni a macilento. Tenía la nariz aguileña, los ojos garzos, la color blanca y encendida. En su mocedad tuvo los cabellos rubios, pero cuando llegó a los treinta años, todos se le pusieron blancos. En el comer y el beber, y en el adorno de su persona, era muy comedido y modesto. Afable en la conversación con los extraños y muy agradable con los de casa, si bien con modesta gravedad. Fue tan observante en las cosas de la religión que podría tenérsele por profeso en la manera de observar los ayunos y de rezar el oficio divino. Fue tan enemigo de juramentos y blasfemias que yo juro que jamás le oí echar otro juram...

Índice

  1. Portada
  2. Al muy magnífico señor Baliano de Fornari, José Moleto
  3. Proemio del autor
  4. I. De la patria, origen y nombre del Almirante Cristóbal Colón
  5. II. Quiénes fueron los padres del Almirante y cuál fue su condición; y de la falsa relación que un cierto Justiniano hace de su ejercicio antes de que adquiriese el título de Almirante