El líder sabio es justo
“Es repugnante que los reyes cometan el mal, porque el trono se afirma en la justicia” (Proverbios 16:12).
La justicia es otra de las cualidades del líder sabio. Las personas buscan al líder cuando necesitan de justicia. En el caso de una sociedad, al gobierno; en el ambiente de una empresa, al gerente; y en una institución, al director o presidente. El líder necesita ser capaz de administrar justicia. De otro modo, surge el malestar individual y colectivo.
Existen grupos insatisfechos con su líder. Lo consideran injusto. Favorece a unos en detrimento de otros. Trabaja con un grupo cerrado de “favoritos”, a los cuales extiende todos los favores. Los liderados mueven negativamente la cabeza y repiten: “No es justo; no es justo”.
Justicia es saber decidir a quién le pertenece algo por derecho. La justicia significa ética, equidad y honestidad. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que le corresponde. Es el referente de rectitud que gobierna la conducta y nos constriñe a respetar los derechos de los demás.
Qué es justicia
La palabra justicia, según el diccionario, expresa el concepto de equidad, igualdad y corrección. Aun así, los seres humanos discuten mucho el concepto de la justicia. Sucede así desde los tiempos anteriores a Cristo hasta nuestros días.
En opinión de Platón, por ejemplo, el individuo debía salir de la oscuridad, de la caverna del desconocimiento hacia la luz, para ser justo. De acuerdo con esta manera de ver, la persona se volvería más justa en la medida en que aumente su conocimiento.
Para Aristóteles, justicia es dar a cada ciudadano lo que le corresponde, según sus necesidades y su aporte a la sociedad. Al mencionar el aporte de cada individuo a la sociedad, Aristóteles se complica. Hoy, nadie aceptaría la idea de que haya preferencia de justicia siguiendo este patrón. Hasta los delincuentes deben ser juzgados con equidad.
Kant decía que la justicia, para llevar ese nombre, debería velar por tres principios fundamentales: la libertad, la igualdad y la independencia de cada miembro del grupo. Kant afirma que para que haya justicia, no es necesario un acuerdo colectivo, basta con que cada individuo sea un ser moral y que tenga bien en claro estos conceptos. Deja entrever la idea de que la justicia es algo interior de cada persona.
Para Kelsen, la justicia es un derecho natural que todo ser humano tiene y contra el cual nadie puede oponerse. Él diferencia entre el derecho natural y el derecho positivo, afirmando que el primero es el que nace del corazón, de los valores interiores, mientras que el segundo nace de las leyes establecidas.
La justicia humana es insuficiente
Todos estos son conceptos humanos, y sirven de base para lo que entendemos como justicia. El concepto tiene que ver, básicamente, con leyes y determinaciones sociales. Algunos filósofos como Kant y Kelsen ven una insuficiencia en las leyes. Hablan del mundo interior de cada persona, pero no saben definir con exactitud de qué se trata.
Es evidente que el ser humano, en su búsqueda de justicia, no está satisfecho con sus patrones actuales. Muchos de estos patrones son buenos, pero no bastan para administrar una justicia satisfactoria.
El ideal de justicia de los seres humanos es maravilloso. Observa, por ejemplo, el símbolo de la justicia humana. Una mujer con los ojos vendados y una balanza en la mano. Con esta figura, se intenta representar el concepto de que la justicia no “mira” a quien debe juzgar. No actúa de manera arbitraria; lo hace de forma equitativa. Trata con igualdad a todos, independientemente de su raza, género, nacionalidad o nivel social, económico o cultural. Todos somos iguales ante la ley.
En la teoría, esto es extraordinario. Pero en la realidad, muchos líderes se quitan la venda para hacer las cosas como les convenga, o para ver si hay una persona de su preferencia en la disputa por la justicia.
El ser humano natural es incapaz de administrar justicia; su corazón manchado de egoísmo lo incapacita. Puede filosofar; escribir libros definiendo lo que es justo; especializarse en el ramo del derecho. Pero si no tiene a Dios, por más que sus intenciones sean buenas, su proceder será injusto.
¿Qué dice la Biblia?
La Biblia sale del mundo fascinante de las ideas e ingresa en la realidad de la vida diaria. El profeta Jeremías, anunciando la llegada del más grandioso Líder de todos los tiempos, dijo: “Durante su reinado, Judá estará a salvo, e Israel podrá vivir confiado. Y ese rey será conocido por este nombre: El Señor es nuestra justicia”.
Ese Rey es Jesús. El concepto bíblico de justicia es concreto; no se trata de una filosofía, no es una idea ni un concepto teórico. Es una PERSONA: Jesucristo. Y el líder que anhele ser justo, tiene que buscarlo y vivir una vida de comunión y compañerismo con él. Por eso, David canta al Señor: “Tu trono se basa en la justicia y el derecho; la misericordia y la verdad son tus heraldos. ¡Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, y que anda, Señor, a la luz de tu rostro! En tu nombre se alegrará todo el día, y en tu justicia será enaltecido”.
Observa cómo el salmista combina las palabras justicia, derecho, misericordia, dicha y alegría. Todos estos atributos son la base del Trono divino. Dios es un Dios justo, y solo en él los seres humanos somos capaces de entender lo que es la verdadera justicia y de andar en sus veredas.
La historia bíblica registra un incidente en la vida de Salomón, que muestra la forma en que Dios concede sabiduría para administrar justicia. La historia está registrada de la siguiente manera.
“Por esos días dos prostitutas se presentaron ante el rey, y una de ellas dijo:
–Su Majestad, esta mujer y yo vivimos en una misma casa, y mientras yo estaba allí, tuve un hijo. Tres días después, y mientras las dos vivíamos juntas, también ella tuvo un hijo. Nadie más estaba en la casa, sino solo nosotras dos. Pero una noche ella se acostó sobre su niño, y el niño murió. Entonces se levantó a medianoche, tomó a mi hijo, que dormía junto a mí, y lo puso a su lado, y entonces puso al niño muerto junto a mí. En la madrugada, cuando me levanté para darle el pecho a mi hijo, me di cuenta de que estaba muerto; y cuando lo observé bien por la mañana, me di cuenta de que no era mi hijo.
La segunda mujer dijo entonces:
–¡El niño vivo es mío; el que está muerto es el tuyo!
Pero la primera mujer insistía:
–No, el niño muerto es tu hijo; el mío es el que está vivo.
Entonces el rey dijo:
Una de ustedes afirma que su hijo está vivo, y que el niño muerto es de la otra; y la otra afirma que el niño vivo es el suyo, y que el niño muerto es de la otra.
Entonces el rey dio una orden:
–¡Tráiganme una espada!
En cuanto se la llevaron, el rey ordenó:
–Traigan al niño vivo, y pártanlo por la mitad, y den una mitad a una, y la otra mitad a la otra.
Entonces la madre del niño vivo, llena de compasión por su hijo, suplicó al rey:
–¡Ay, Su Majestad! ¡No lo maten! ¡Que se quede esta mujer con el niño vivo!
Pero la otra dijo:
–Ni para ti, ni para mí. ¡Que lo partan por la mitad!
Entonces el rey intervino, y dijo:
–Entreguen el niño vivo a esta mujer, que es la verdadera madre.
Y cuando todo el pueblo de Israel supo del juicio que había emitido el rey, sintieron respeto por él, pues se dieron cuenta de que Dios le había dado sabiduría para impartir justicia”.
¿Cómo se le ocurrió al joven rey Salomón esa idea extraña? Recuerda que este incidente sucedió poco tiempo después de que Salomón le dijera a Dios que necesitaba sabiduría para gobernar al pueblo. Dios se la concedió, y Salomón pasó a ser uno de los líderes más sabios que el mundo haya conocido. “La riqueza y la sabiduría del rey Salomón excedía a la de todos los reyes de la tierra. No había rey que no procurara entrevistarse con Salomón para escuchar la sabiduría que Dios le había dado”. “Muchos procuraban ver al rey Salomón para escuchar de sus labios la sabiduría que el Señor le había dado”.
Ojalá que toda persona llamada a ejercer una posición de liderazgo entendiera que solo Dios brinda sabiduría para impartir verdadera justicia. La Biblia lo dice una y otra vez. “El Señor da sabiduría a los hombres rectos, y es el escudo de los que viven con rectitud. El Señor vigila las sendas de la justicia, y preserva el camino de sus fieles. Así entenderás lo que es el derecho y la justicia, la equidad y todo buen camino”.
Existe una estrecha relación entre la sabiduría y la justicia. Dios imparte su sabiduría a través de sus enseñanzas. El líder que no se aparta de las enseñanzas divinas será un líder justo y cometerá menos deslices.
No prives al afligido de un juicio justo
Observa este consejo de Salomón: “No te aproveches del pobre porque es pobre, ni prives al afligido de un juicio justo, porque el Señor defenderá su causa y les quitará la vida a quienes les quiten todo”. En los tiempos de Salomón, como en nuestros días, había gente que se apoderaba de lo que pertenecía a otros con artimañas judiciales o políticas. La ley de causa y efecto es terrible para quienes se aprovechan de la situación de poder que circunstancialmente la vida les concede. Desdichadamente, el necio, que no conoce a Dios, busca el poder con la intención de oprimir. No es solo opresión física, a veces, es moral, emocional, y hasta espiritual.
¿Espiritual? Sí, porque ¿qué se puede decir de alguien que, en lugar de inspirarte confianza en Dios y el deseo de amarlo y servirlo por amor, te roba la paz del corazón enseñándote a tener miedo de él? El poder, en cualquier área de la vida, debe ser usado con responsabilidad. Dios pedirá un día cuenta de lo que hicimos con el poder que tuvimos en las manos, de la oportunidad de decidir situaciones o de influir sobre otros. Pero el necio hace las cosas llevado solamente por sus propios intereses. Las personas son apenas un peldaño para seguir escalando en sus ambiciones de poder.
No te contagies de la injusticia
A veces, las injusticias de la vida y el hecho de que líderes injustos, aparentemente, prosperan, pueden llevarte a pensar que vale la pena cambiarse de lado. Si todo el mundo lo hace y le va bien, ¿por qué no lo intento también yo? Pero Salomón aconseja: ”No abrigues en ti envidia por los pecadores, sino mantente siempre en el temor del Señor”.
Los caminos de Dios no son inmediatos. En apariencia puede dar la impresión de que a los líderes injustos les va mejor. Pero nunca los viste de noche, cuando, a solas, no logran dormir. La pesadilla de su injusticia los atormenta. No tengas envidia de ellos; no sería sabio. Salomón insiste en este consejo: “No sientas envidia por los malvados ni busques estar en su compañía, porque en su corazón solo piensan en robar y sus labios solo hablan de cosas perversas”.
Ese acto de robo n...