Lectura y éxito escolar
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Lectura y éxito escolar

Éric Jamet, Silvio Panebarco, Silvio Panebarco

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Lectura y éxito escolar

Éric Jamet, Silvio Panebarco, Silvio Panebarco

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Información del libro

La enseñanza de la lectura constituye un dominio pedagógico especialmente fecundo en publicaciones. Esta obra pone al alcance de un público amplio investigaciones de psicología científica realizadas en laboratorio sobre el efecto de los métodos de aprendizaje o de mejoramiento de la lectura.

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Información

Año
2016
ISBN
9786071637529
SIEMPRE HAY A MANO ALGUIEN
MÁS DESVALIDO QUE UNO MISMO

I. RECONOCIMIENTO VISUAL DE PALABRAS

1. LA MULTINACIONAL, LOS GESTORES Y LOS ASCENSORES: LAS ETAPAS DE LA LECTURA

¿Cómo pasa el lector de una serie de trazos y de curvas impresas sobre el papel a letras, luego a palabras y por último a un mensaje lingüístico complejo? De hecho, se trata de una sucesión de diferentes codificaciones que permiten reconocer y comprender las palabras. El lector no tiene conciencia de la extremada velocidad de esos tratamientos. Así, bastan 500 milisegundos para leer una palabra en voz alta, mientras que la denominación de un dibujo o de un objeto requiere 800 milisegundos.
Por ende, es más rápido leer el término vaso que dar el nombre vaso al dibujo. Si se plantea este asunto a personas desprevenidas, suelen pensar que lo contrario es verdad. Eso demuestra que la experimentación en laboratorio es necesaria para verificar o desmentir impresiones. ¿Qué sucede en verdad durante ese medio segundo? Intentaremos descubrirlo.
FIGURA I.1. Tiempo de lectura y de denominación en milisegundos.
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Fuente: Jamet, 1995.
Durante la lectura se activará una serie de codificación para permitir pasar de un mensaje lumínico captado por la retina a letras, y luego a palabras. Imaginemos la sede de una multinacional. En ese edificio, cada piso es responsable de un trabajo específico. La planta baja, llamada nivel sensorial, administra los elementos visuales (\-_), el primer piso las letras, el tercero las palabras.
FIGURA I.2. La lectura como una multinacional. Analogía con un edificio.
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Los pisos superiores se ocupan de comprender y de memorizar. La comunicación entre los distintos niveles se hace gracias a una gran cantidad de ascensores: los tejidos neuronales del cerebro; una multitud de gestores, los mensajes neuronales, cumplen su faena en los ascensores. La tarea de esos gestores es hacer llegar a destino buenas o malas noticias provenientes de los otros pisos, mensajes positivos o negativos.
Entonces, para comprender el proceso de lectura resulta útil identificar los distintos pisos, su nombre y su tarea específica. Sin embargo, conocer el trabajo de los gestores es, de por sí, primordial. ¿Quién trabaja más: los gestores de los pisos inferiores o los gestores de los pisos superiores? ¿Los “de allá arriba” pueden facilitar el trabajo de los niveles inferiores? En caso de disfunciones en el mecanismo, ¿en qué piso hay que buscar el desperfecto?

2. DE LOS ELEMENTOS VISUALES A LA PALABRA: ACCESO AL ESTADIO LÉXICO

El léxico es la parte de la memoria especializada en el tratamiento de las palabras; por tanto, es el “diccionario mental”. El primer objetivo de la lectura será identificar entre todos los términos conocidos el que está escrito para comprenderlo y pronunciarlo. Ese proceso de identificación recibe la denominación de “acceso al léxico”. El objetivo es comparable a buscar una definición en un diccionario. Índices ortográficos servirán para detectar con precisión la palabra y diferenciarla de las palabras cercanas. Por último, localizar ese término permite acceder a cierta cantidad de datos: su definición, la manera de pronunciarlo, su género, los sinónimos existentes, las palabras que comparten su raíz, etc. Para una mejor comprensión de la o las maneras de acceder al léxico se utilizan diagramas donde se simbolizan los distintos tratamientos —los pisos de nuestra multinacional—. Las perspectivas de los investigadores discrepan; pero existe un consenso en torno de una arquitectura como la presentada en la figura I.3.
FIGURA I.3. El acceso al léxico y la verbalización.
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La modalidad de funcionamiento de esos estadios cognitivos es compleja. Hará falta imaginar que cada uno de los niveles de la figura anterior abarca distintas oficinas. Cada uno de los factores existentes (elementos sensoriales, luego letras o palabras) está representado en una oficina. Cada oficina puede enviar gestores a los demás despachos del mismo piso, pero también a las oficinas de otro nivel. Así, la oficina especializada en la letra E puede hacer llegar informaciones a esos vecinos de estadio —la oficina de la F o de la G—, pero también al piso siguiente, a las oficinas de palabras como verde o ese. Esa estructura permitirá intercambios de datos constantes entre los distintos pisos. Esos mensajes que hacen circular los gestores pueden ser positivos o negativos. Así, la oficina de la E enviará un mensaje negativo a la oficina de la palabra mal, en términos que podrían ser: “Pueden seguir con su merienda; para el trabajo de lectura que estamos haciendo ahora no necesitamos de ustedes: en mal no hay E”. En cambio, se enviarán mensajes positivos a oficinas como deber, que tienen probabilidades de verse involucradas. Por ende, una sucesión de mensajes provenientes de distintas oficinas permiten a una oficina léxica específica, la correspondiente al término leído, ser la más activa.
Ello explica que, al leer la palabra verde, los primeros elementos codificados sean elementos sensoriales (
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). La forma E, que en este nivel todavía no es una letra, está formada por los elementos
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. Cuando se está en camino a encontrar esa letra, la unidad | habrá de ser activada, entre otras, a escala sensorial. Ese elemento activado transmitirá un mensaje positivo a todas las unidades en que está presente. Luego, las unidades E, P o T, por ejemplo, recibirán ese mensaje. Al mismo tiempo, se enviarán mensajes negativos a todas las unidades letras que no poseen ese segmento —A, G o C, por ejemplo—.
CUADRO I.1. Balance de flujos de activación para los trazos de la letra E.
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Estudiemos ahora el conjunto de los trazos de la letra E. De hecho, la unidad E recibirá cuatro mensajes positivos correspondientes a sendos elementos:
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. A modo de ejemplo, en ese mismo nivel la letra T sólo recibirá dos mensajes positivos (| y ) y dos mensajes negativos ( y –). El conjunto de flujos aumentará, pues, la actividad de la letra pertinente (E) y bajará la de las restantes. La letra E será reconocida ya que será la más activa. Sin embargo, eso no es más que una ínfima parte del tratamiento. Hasta ahora no hemos presentado más que una parte de los mensajes enviados y recibidos por una letra. Efectivamente, ese tipo de actividad se realiza para cada elemento sensorial, cada letra, cada grupo de letras, luego cada palabra.

3. LA CIGARRO Y LA HORA AMIGA

Para comprender una palabra, ésta debe ser identificada, reconocida entre alrededor de 30 000 términos que en promedio conoce un lector adulto. A su vez, las letras habrán de enviar esos mensajes al estadio léxico, el de las palabras. Ese estadio posee varios departamentos específicos. El primero que entra en acción durante la lectura es el léxico ortográfico. Cada oficina tiene por misión, en esa parte del léxico, representar la forma ortográfica de una palabra. En ello se reconocerá la palabra como tal. Varios factores influirán en dicha identificación: el primero es la frecuencia de aparición de la palabra.
Cada palabra posee en la lengua una frecuencia específica. Algunos términos son poco frecuentes; otros son de uso habitual. Poner al día la frecuencia de aparición de un término es una maniobra que requiere un trabajo importante: en un panel de textos se cuenta la cantidad de veces que aparece un mismo término. Cada palabra puede caracterizarse, entonces, por la cantidad de ocurrencias. Cuanto más infrecuente es un término, más débil es la cantidad de ocurrencias. Así, el término francés muret aparece 29 veces por cada millón de palabras, mientras que école aparece 10 397 veces.1 Varios ejemplos permitieron dejar en evidencia que los términos infrecuentes son tratados con mayor lentitud que los términos frecuentes. Presentamos ahora una experiencia en la cual los estudiantes deben leer en voz alta palabras que aparecen en el monitor de una computadora. Se miden los tiempos de lectura gracias a una clave vocal activa para cada palabra. Después de crear una lista de términos frecuentes y una de términos infrecuentes, se observan los siguientes tiempos de lectura:
FIGURA I.4. Tiempo de lectura en función de la frecuencia de aparición de términos.
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Por ende, consume más tiempo leer un término infrecuente que un término frecuente. Hay dos tipos de explicación posibles.
  • Para algunos investigadores, los efectos de frecuencia se deben a niveles de actividad. En el léxico ortográfico cada término posee una unidad que permite identificarlo: en nuestro ejemplo, las oficinas léxicas. John Morton, autor e inventor inglés de uno de los modelos más conocidos del léxico, denomina a esas oficinas “logógenas”. Para explicar los efectos de frecuencia propone, entonces, que esas diferentes unidades léxicas no poseen el mismo nivel cuando no son utilizadas. A mayor frecuencia del término corresponde mayor elevación en el nivel de actividad de la unidad en reposo. Dicho de otro modo: en lo que concierne a los términos más frecuentes, harán falta menos datos sensoriales para alcanzar el nivel que permite reconocer esa palabra.
FIGURA I.5. Nivel de base y nivel de identificación en el seno del léxico.
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  • A veces también se interpreta el efecto de frecuencia como consecuencia de una etapa de verificación necesaria para la identificación. Durante esa etapa hay que imaginar una fila de palabras ante el centro de reparto; las más frecuentes quedan en los primeros estándares. Si el término leído es infrecuente, entonces el tiempo de lectura será más prolongado, pues ese término no se encontrará entre los primeros verificados.
Sea cual fuere, la cantidad de veces que se utiliza un término en la lengua incide sobre el tiempo de identificación de ese término. Al respecto, resulta útil especificar que no debe confundirse frecuencia con familiaridad. Un término posee idéntica frecuencia para todos los individuos que hablan una misma lengua. En cambio, ese término puede ser más o menos familiar. Así, muret, poco familiar para la mayor parte de los hablantes franceses, lo será mucho más para un albañil. La familiaridad de un término, contrariamente a su frecuencia, es propia de cada individuo.
Por consiguiente, puede caracterizarse cada término por su frecuencia en la lengua o su familiaridad, pero también puede serlo por su frecuencia de cercanía. Esta última queda determinada por la cantidad de términos cercanos a otro dado en el léxico. Esos ítems léxicos cercanos son importantes, pues serán susceptibles de interferir en el proceso de reconocimiento.
En efecto, los elementos visuales codificados en el nivel sensorial llevaron a activar cierta cantidad de letras. Los numerosos elementos visuales analizados permitirán identificar en nuestro ejemplo cinco letras: D E B E R. Pero a su vez esas letras harán llegar mensajes al nivel superior y se identificará el término deber. Para simplificar, es posible afirmar que ...

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