¿Qué los hace leer así?
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¿Qué los hace leer así?

Los niños, la lectura y las bibliotecas

Geneviève Patte, Lirio Garduño Buono, Lirio Garduño Buono

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  1. 270 páginas
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Los niños, la lectura y las bibliotecas

Geneviève Patte, Lirio Garduño Buono, Lirio Garduño Buono

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Entender la biblioteca como espacio que propicia el encuentro cultural entre generaciones es el objetivo medular de este ensayo. Con una pasión contagiosa, la autora expone las formas originales y poco convencionales en las que ha logrado conectar con los niños y adultos a través de los libros para niños en las bibliotecas. Las reflexiones teóricas están en todo momento acompañadas de ejemplos del trabajo de campo e iluminadas por su vasta experiencia en el fomento de la lectura a través del desarrollo de las bibliotecas en todo el mundo.

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Información

1. Experiencias fundadoras

Algunos días de nuestra infancia, en la magia de nuestros juegos, para los más jóvenes de mis hermanos y hermanas nuestro jardín se transformaba en un pueblito. Un hermano atendía la tienda, otro la oficina de correos, la más pequeña atendía el café y yo la biblioteca. Ponía los libros en una banca de piedra. Cada libro llevaba un número y yo se los prestaba. Decenios más tarde, convertida en bibliotecaria en Clamart, volví a realizar los mismos gestos, que parecían olvidados. En un barrio difícil, todos los miércoles por la mañana instalábamos la biblioteca muy cerca del arenero infantil y yo ponía sobre un pequeño muro los libros que daríamos a conocer a los niños.
Muchos años después de aquellos juegos, al final de mi preparatoria, descubrí por casualidad en París, en el corazón del barrio latino, la primera biblioteca pública para niños, L’Heure Joyeuse [la hora alegre]. Me maravilló. Mi decisión estaba tomada: sería bibliotecaria para niños. Nunca me he arrepentido. Durante toda mi vida no he dejado de aprender, en Francia o en otros lugares; en un multifamiliar de los suburbios parisinos, en Clamart; en el extranjero, mediante las experiencias de pioneros a quienes he podido acompañar de diversas maneras, particularmente en países en vías de desarrollo. La mayor parte de mi vida profesional la he consagrado a La Joie par les Livres [la alegría por los libros],[1] creada en Clamart.

EL RENACIMIENTO DE LAS BIBLIOTECAS PARA NIÑOS

La historia de La Joie par les Livres la viví durante varios decenios, en equipo y en estrecha relación con la biblioteca para niños de Clamart, que constituyó su núcleo. A nuestra mecenas, Anne Gruner Schlumberger, debemos el hermoso destino de esta biblioteca y su influencia en Francia y en el mundo. La señora Gruner Schlumberger había recorrido el mundo entero. En los Estados Unidos, donde vivió durante mucho tiempo, pudo admirar el lugar que ocupan las bibliotecas públicas en la vida cotidiana de los niños y de las familias. Ella sabía que en Francia, a pesar de algunas excelentes iniciativas comenzadas cuarenta años antes, casi no existían las bibliotecas para niños, y tuvo la firme intención de apoyar su desarrollo en este país. Quiso iniciar un movimiento a su favor, construyendo, dando vida y visibilidad a una biblioteca que pudiera llegar a ser una referencia en ese campo, que atrajera la atención tanto de los poderes públicos como de los bibliotecarios y que revelara al público en general la riqueza de una institución de este tipo. Así, decidió crear una biblioteca ejemplar para niños. Anne Gruner Schlumberger me pidió asociarme a su proyecto y dirigirlo. Me interesaba. Su propuesta era entusiasmante, audaz.[2]
La biblioteca se instalaría en un suburbio que tenía reputación de ser difícil, la Cité de la Plaine, en Clamart. Algunos de sus habitantes nos predijeron las peores catástrofes: “¡Ah! Ya verán cómo son las cosas en los suburbios, van a sufrir destrucciones sistemáticas, robos y agresiones. ¿Vienen de París? Sepan que todos los días encontrarán reventados lo neumáticos de sus autos”. Los ministerios no nos dieron mejores ánimos. Para ellos, una biblioteca creada y administrada por una asociación civil no tenía garantía profesional. “En la era audiovisual, proponer a los niños la lectura… ustedes no están en nuestro tiempo. Lo que les interesa a ellos es la televisión.”
¿Acaso necesitábamos una valentía a toda prueba o un candor increíble para lanzarnos en una aventura como ésta? Lo que nos ofrecía Anne Gruner Schlumberger ciertamente era único: libertad para innovar y la oportunidad de poner en práctica lo aprendido durante mi largo periodo de formación en la Biblioteca Pública de Nueva York y que se sumaba a lo que había descubierto con entusiasmo en L’Heure Joyeuse de París.[3]
Las tres jóvenes bibliotecarias[4] asumimos plenamente y con entusiasmo la orientación definida por la fundadora. Nos unía una convicción común. Anne Gruner Schlumberger confió en nosotras, nos dio la libertad para inventar. De esta manera, la historia de la biblioteca de Clamart —y de La Joie par les livres— podía comenzar.

UN ACONTECIMIENTO EN EL CORAZÓN DE UNA UNIDAD
HABITACIONAL HLM[5]

A pesar de las reticencias expresadas aquí y allá, la apertura de la biblioteca, el 1 de octubre de 1965, es todo un acontecimiento para el público. La prensa nacional e internacional, la radio y la televisión lo difunden ampliamente y de inmediato. La revista Life, el Boletín de la UNESCO, Reader’s Digest, por mencionar sólo algunos de los grandes nombres de la prensa internacional, le consagran importantes artículos.
Pero, ¿qué hace tan particular a esta biblioteca? En primer lugar, su arquitectura. Es la primera vez que en Francia se construye una biblioteca para niños. El concepto arquitectónico está basado en un análisis preciso de la manera en que los niños de todas las edades se apropian de los espacios, conviven y circulan en total libertad. La arquitectura es bella y sencilla a la vez que audaz. Actualmente, el edificio es considerado un monumento histórico. Los niños del barrio se muestran sensibles a su belleza y a veces nos lo dicen: “¡Qué hermoso, y es para nosotros!”
Implantar esta bella biblioteca en el centro de una unidad habitacional suburbana —que, además, se encuentra junto a un barrio de tránsito,[6] destinado a alojar a familias en dificultades— es algo que en ese entonces sorprende.[7] Más tarde, el conjunto será declarado zona de educación prioritaria (ZEP).[8] Esto hace que nuestra experiencia sea particularmente interesante y necesaria. En esa época, esos nuevos territorios, a pesar de la creciente importancia que tomaban, se encuentran generalmente olvidados por las instituciones culturales y por los planes de desarrollo. A mediados de los años sesenta no existe aún, que yo sepa, ninguna biblioteca en los barrios HLM. Únicamente se conoce la experiencia de Sarcelles, barrio emblemático, símbolo en Francia de un nuevo tipo de hábitat: en ese lugar, una pareja de empleados de correo ofrece gratuitamente un servicio de biblioteca en su departamento. Allí, los niños son bienvenidos.
La vida que se desarrolla en la biblioteca sorprende a los muy numerosos visitantes. Es cierto que en ese entonces en Francia aún se ignora el concepto mismo de las bibliotecas públicas para niños, tal y como existen desde hace decenios en los países nórdicos y anglosajones. Pero la biblioteca de Clamart ofrece más. Fortalecidos por la confianza que se les muestra, los niños asumen responsabilidades de manera espontánea. Algunos piden ser “asistentes de bibliotecario”, para participar, entre otras cosas, en las tareas del mostrador de préstamo. Hacen sugerencias sobre la adquisición de libros y la organización de programas. En ocasiones, reciben y guían a los visitantes, a los recién inscritos. Tienen también a su disposición una verdadera imprenta para imprimir sus textos, como en las escuelas Freinet. Se les abre un taller bajo la responsabilidad de un artista. En este lugar de lectura, la expresión, la creación y la palabra viva tienen importancia. Desde la apertura de la biblioteca, el soporte audiovisual encuentra un lugar en ella.
Todo esto asombra a nuestros visitantes. Los niños descubren un modo original de convivencia, fundado en la confianza; un lugar donde pueden aprender sobre la libertad, la autonomía y el encuentro con el otro, sea niño o adulto. Los lectores de ese entonces nos lo dicen: la biblioteca transformó profundamente la vida del barrio.

CREAR UN MOVIMIENTO

Nunca quisimos encerrarnos en el estatus de una biblioteca excepcional, que desde la altura de su saber dictara al resto de los profesionales una manera de actuar. Lo esencial era mostrar lo que puede ser una biblioteca. Asimismo, nos pareció importante iniciar un movimiento nacional en torno a tareas a la vez concretas y fundamentales que invitaran a la reflexión. Aun antes de que la biblioteca abriera, invitamos a todas las buenas voluntades a reunirse a propósito del análisis y la selección de los libros.
Qué obras proponer a los niños, cómo tomar en cuenta sus aspiraciones: esto era el centro de nuestras responsabilidades. Había que leer, leer mucho, volver a leer, comparar, revisar lo nuevo, lo original, lo que no merece quedarse, lo que se puede hacer a un lado. En lo referente a lo que conocíamos de los niños, había que buscar las pepitas de oro, sus aptitudes, sus curiosidades, lo que los puede mover; es decir, participar en la construcción de su psique, en el enriquecimiento de su vida interior. La tarea de la selección nos incitaba a la escucha, a la observación de los niños, lo cual iluminaba nuestra reflexión que, compartida, se hacía más profunda. Por ello, en el análisis crítico de los libros dimos prioridad a la participación de los bibliotecarios que tenían contacto cotidiano con niños. Su experiencia era rica en enseñanzas. Bibliotecarios de toda Francia decidieron entonces reunirse cada mes en Clamart. Valoraban salir de su aislamiento para compartir sus análisis críticos y reflexionar juntos. Eran muy pocos, apenas una decena; pero el movimiento estaba en marcha.
Una cosa llevó a la otra: la riqueza de ese análisis crítico nos incitó a publicarlo. Así nació lo que más tarde sería La Revue des Livres pour Enfants [revista de libros para niños], que a la fecha continúa vigente.[9] Unánimemente, los bibliotecarios que participaban en ese trabajo de lectura crítica pidieron una capacitación sobre literatura infantil. “Clamart” respondió, organizando programas de capacitación y, más tarde, de formación de capacitadores. Nuestros ciclos de conferencias multidisciplinarias interesaron a un gran público: periodistas, directores de colecciones, libreros, psicólogos y médicos, padres, trabajadores sociales, maestros de todos los niveles; todos descubrieron el interés de este dominio editorial. Se volvió necesario un centro de documentación, constituido esencialmente por un área de publicaciones y consulta de obras de referencia, a los que después se añadió un ejemplar del catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia (el Dépôt Légal). Se instaló primero en un pequeño departamento del barrio de Montparnasse, en París, para convertirse luego en el Centro Nacional de Literatura Juvenil, hoy parte integrante de la Biblioteca Nacional de Francia (BNF). De esta manera, para crear, para avanzar, partimos de las experiencias cotidianas con los niños en torno a los libros.
En cuanto la biblioteca abre, todo se organiza; los bibliotecarios para niños tienen en Clamart un centro de encuentros y de discusiones donde se confrontan y se someten a reflexión todo tipo de temas emanados de la práctica, como el lugar que se debe dar a la animación, las relaciones con la escuela, los medios audiovisuales y los medios escritos, entre otros. Se trata de “un verdadero laboratorio donde se exploran las múltiples estrategias de acceso a la lectura”.[10] Durante más de treinta años, en Francia, prácticamente todos los bibliotecarios interesados en la lectura en los niños se habrán capacitado en Clamart. También vienen muchos del extranjero, ...

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