
- 430 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Obras VII. El mundo histórico
Descripción del libro
En la tarea de fundar las ciencias del espíritu, Dilthey se dio al desciframiento de la cultura occidental íntegra. No menores que ese objetivo impuesto fueron la intensidad y el portentoso saber con que se entregó a su labor especulativa y creadora. El mundo histórico es, necesariamente, un momento axial del pensar diltheyano.
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Información
Categoría
FilosofíaCategoría
Historia y teoría filosóficasCIENCIAS DEL ESPÍRITU
DEMARCACIÓN DE LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU[*1]
EN LAS ÚLTIMAS décadas han tenido lugar interesantes debates en torno a la naturaleza de las ciencias del espíritu y, en especial, de la historia. ¿Cómo es posible separar las ciencias del espíritu de las ciencias de la naturaleza? ¿Dónde radica la esencia de la historia y su diferencia de otras ciencias? ¿Es posible alcanzar un saber histórico objetivo? Sin pretender intervenir polémicamente entre los diversos puntos de vista, expongo a continuación algunas observaciones pertinentes.
1. Comienzo con la cuestión de cómo es posible delimitar las ciencias naturales con respecto a la otra clase de ciencias, ya se escoja para designar a estas últimas la denominación de “ciencias del espíritu” o de “ciencias culturales”. La respuesta a la cuestión no es asunto de especulación, pues tiene su fundamento firme en un gran hecho. Junto a las ciencias naturales se ha desenvuelto espontáneamente, impuesto por las tareas mismas de la vida, un grupo de conocimientos que se hallan enlazados entre sí por razones de afinidad y de fundación recíproca. La historia, la economía política, las ciencias del derecho y del Estado, la ciencia de la religión, el estudio de la literatura y de la poesía, del arte y de la música, la concepción filosófica del mundo, ya sean como teoría, ya como conocimiento del transcurso histórico, componen tales ciencias.
¿Dónde reside el parentesco entre las mismas? Trataré de llegar a algo último que les sea común. Todas estas ciencias se refieren a los hombres, a sus relaciones entre sí y con la naturaleza exterior. Prescindo de momento de toda explicación gnoseológica acerca del valor de realidad de esta aportación que nos presenta la experiencia. Semejante explicación podremos pedirla más tarde; porque conceptos tales como realidad, objetividad, pueden explicarse, por lo que se refiere a su validez en las ciencias del espíritu, sólo a base de previos trabajos analíticos. ¿Qué es lo común a todas estas ciencias en su relación con los hombres, en la relación entre éstos y con la naturaleza exterior? Todas se fundan en la vivencia, en la expresión de vivencias y en la comprensión de esta expresión. La vivencia y la comprensión de toda clase de expresiones de vivencias fundamentan todos los juicios, conceptos, conocimientos que son propios de las ciencias del espíritu. Así surge una trama del saber en la que lo vivido, lo comprendido y su representación en el pensar conceptual se hallan enlazados entre sí. Y esta trama se da en todo el grupo de ciencias que constituyen el factum que se halla en la base de la teoría de las ciencias del espíritu. Todas las propiedades que, con razón, han sido destacadas como constitutivas de la esencia de estas ciencias, se derivan de esa su naturaleza común. Así, por ejemplo, la relación peculiar que, dentro de este grupo, guarda lo singular, lo individual, lo que ocurre una sola vez, con las uniformidades de tipo universal. Así, la relación especial en que se halla la conexión causal con los valores que se realizan dentro de ella. Pero tenemos todavía más: todos los conceptos directivos con los que opera este grupo de ciencias son diferentes de los conceptos paralelos de la ciencia natural. En las primeras, la “realidad” tiene un sentido diferente que en nuestro saber natural cuando la predicamos de sus objetos físicos. Las “categorías” contenidas en la vivencia y la comprensión, y que hacen posible la representación de éstas en la ciencia, son también de otro género. La “objetividad” del saber que persiguen tiene también otro sentido; los “métodos” que nos acercan en las ciencias del espíritu al ideal de la objetividad del saber muestran diferencias esenciales con aquellos otros que cumplen el mismo cometido en el conocimiento de la naturaleza. Tenemos, pues, que este grupo de ciencias constituye un campo propio que se halla bajo leyes propias, fundadas en la naturaleza de lo vivible, expresable y comprensible.
Veamos el modo de aclarar esta determinación conceptual. El acontecer completo y cerrado, claramente delimitado, que se halla contenido en toda parte de la Historia lo mismo que en todo concepto científico-espiritual es el transcurso de vida. Constituye éste una conexión demarcada por el nacimiento y la muerte. Para la percepción externa aparece como existencia de la persona, constituye el curso de su vida. Esta existencia lleva consigo la propiedad de una subsistencia ininterrumpida. Pero independientemente de esto tenemos un nexo vivible que enlaza a los miembros del curso vital desde el nacimiento hasta la muerte. Una decisión determina una acción que se extiende por muchos años; acción interrumpida con frecuencia y largamente por acontecimientos vitales de otra índole. Pero sin que tenga lugar una nueva decisión en la misma dirección; aquélla sigue actuando sobre nuestra acción. El trabajo en torno a una determinada conexión de ideas puede extenderse por tiempos diferentes, y un problema de tiempos atrás puede ser reasumido por nosotros. Un plan de vida persiste sin necesidad de que volvamos a examinarlo y conecta entre sí decisiones, actos, resistencias, deseos, esperanzas de la más variada índole. En una palabra, existen conexiones que, con entera independencia de la sucesión en el tiempo, de las relaciones directas de condicionalidad, enlazan en unidad las partes de un curso vital. Así vivimos la unidad del curso vital y en estas vivencias encuentra su seguridad.
2. En el curso vital se contiene el carácter de temporalidad de la vida; la expresión “curso” señala precisamente esto. El tiempo no es sólo una línea que se compondría de partes equivalentes, un sistema de relaciones, de sucesiones, de coetaneidad, de duración. Si pensamos el tiempo con abstracción de aquello que lo llena, entonces sus partes son equivalentes. En esta continuidad también la parte más pequeña es lineal, es un mero transcurso; no se encuentra un “es” ni en la parte más pequeña. Pero el tiempo concreto consiste más bien en la precipitación incesante del presente en la cual “lo presente” se está haciendo pasado y lo futuro presente. “Actualidad” no es sino concreción de un momento del tiempo con realidad, es vivencia, en contraposición con el recuerdo de la misma, o con el desear, esperar, temer algo “vivible” en el futuro. Esta llenazón con realidad es la que subsiste siempre, de modo continuo, en la precipitación incesante del tiempo, mientras que lo que constituye el contenido de la vivencia cambia constantemente. Esta decantación progresiva de la realidad en la línea del tiempo, que constituye el carácter del presente, a diferencia de la representación de lo vivido o de lo que se ha de vivir, este sumirse constante del presente hacia atrás, en un pasado, y este hacerse presente de lo que apenas si hemos acabado de esperar, querer o temer y que sólo se hallaba en la región de lo representado, he aquí lo que constituye el carácter del “tiempo real”. Es expresión de este carácter que nosotros vivimos siempre en el presente, expresión que lleva además consigo la corruptibilidad constante de nuestra vida. Y en este precipitarse de la concreción del momento temporal con realidad reside también que el presente suceda y persista sin cisura alguna en medio de la sucesión de las vivencias cuando su continuidad no queda interrumpida por el sueño u otros estados parecidos. Sólo en el presente se colma el tiempo, hay, por lo tanto, plenitud de vida. La nave de nuestra vida es arrebatada por una corriente incesante y hay presente allí donde en medio de la corriente vivimos, padecemos, queremos, recordamos, en una palabra, donde vivimos la plenitud de nuestra realidad. Pero viajamos sin cesar con esa corriente, y en el mismo momento en el cual lo futuro se hace presente ya se hunde éste en el pasado. Podemos experimentar siempre la diferencia que existe entre la vivencia, a la que pertenece también la vivencia del recuerdo o de la expectativa de un futuro o de la voluntad para realizarlo, y las representaciones de un pasado o de un futuro que se presentan en la vivencia. Precisamente en las relaciones entre este presente, el pasado y el futuro consiste el carácter del curso de nuestra vida. Pero como el presente nunca es, sino que aun la fracción más pequeña de ese avance continuo en el tiempo incluye presente y recuerdo de aquello que acaba apenas de ser presente, resulta que no es posible experimentar lo presente como tal. A esto se añade que la conexión de lo recordado con lo presente, la persistencia de la realidad cualitativamente determinada, la actuación de lo pasado, como fuerza, en lo presente comunica a lo recordado un carácter peculiar de “presencia”. Y la “presencia” consiste en el resultar incluido lo pasado en nuestra vivencia; aquello que de esta suerte constituye en la corriente del tiempo una unidad vivencial porque tiene un significado unitario en el curso de la vida compone la unidad más pequeña que podemos designar como vivencia. Pero por encima de esto, el uso del lenguaje[*2] designa también como vivencia a toda unidad, ideal, más amplia de partes de vida que tiene un significado en el curso de la vida y emplea también este concepto en el caso en que los momentos se hallan separados por acontecimientos interruptores.
3. Tropezamos, pues, con la categoría de “significado”. La relación que implica determina y articula la captación del curso de nuestra vida; también constituye el punto de vista desde el cual captamos y representamos la sucesión y coetaneidad de los cursos vitales en la historia, destacando lo significante por su significado, configurando cada acontecer; de una manera general, es la categoría peculiar a la vida y al mundo histórico; es inherente a la vida como la relación peculiar que rige entre sus partes, y allí hasta donde alcanza la vida le sigue esta relación y la hace representable.
Poseo la trama peculiar de mi vida, según la naturaleza del tiempo, sólo cuando rememoro su transcurso. Toda una larga serie de sucesos coopera en mi recuerdo y ninguno de ellos es reproducible por sí. Ya en la memoria se lleva a cabo una selección, y el principio de esta selección reside en el significado que correspondía a cada una de las vivencias singulares para la comprensión de la conexión del curso de mi vida cuando “pasaron”, o en el que cobraron en la estimación de tiempos posteriores o en el que, estando todavía frescas en el recuerdo, recibieron de una consideración nueva de mi conexión vital, y ahora que rememoro, de todo aquello que todavía puedo reproducir sólo ocupará un lugar en la conexión de mi vida lo que tiene un significado para esa conexión, tal como hoy la veo. Precisamente en virtud de mi actual captación de mi vida, cada parte significante de la misma recibe, a la luz de esta captación, la forma bajo la cual es aprehendida hoy por mí. Pues, de este modo, entra en relación con otras partes significantes; pertenece a una conexión que se halla determinada por las relaciones de los momentos significantes de la vida con mi interpretación actual de la misma. Estas referencias significativas constituyen la vivencia actual y la impregnan. Con motivo de la vista renovada de una persona para mí importante, esta vivencia se llena de lo significante en encuentros anteriores: las vivencias anteriores han confluido en una unidad más fuerte que surge de su relación con lo actual. Puedo tener la sensación, puedo sentir como si jamás me hubiera separado de esta persona, tan íntima y peculiar es esta relación. He visitado con frecuencia una galería de pinturas; de aquello que para mí fue significante surge ahora, cualquiera que sea el tiempo que separe mi visita actual de la anterior, toda la plenitud de la actual vivencia artística.
La expresión de esto la tenemos en la autobiografía. Se trata de una interpretación de la vida en su misteriosa urdimbre de contingencia, destino y carácter. Allí donde posamos nuestra mirada, la conciencia trabaja para entendérselas con la vida. Sufrimos con nuestras suertes diversas y con nuestro ser y así nos obligan a arreglárnoslas con ellos comprendiéndolos. Misteriosamente nos atrae el pasado al objeto de averiguar el significado de sus momentos. Pero la interpretación que les damos no nos acaba de satisfacer. Nunca dominaremos del todo eso que llamamos casualidad: aquello que fue significante para nuestra vida, en el sentido de magnífico o terrible, parece penetrar siempre por la puerta del azar.
La misma relación entre el significado de las vivencias singulares y el sentido de todo el curso de la vida preside a la poesía. Pero gobierna una libertad muy diferente, porque la fantasía configura aquí los sucesos por la conciencia de su significado para la vida, con independencia de la coerción de la realidad. Y si preguntamos por la ley bajo la cual tiene lugar esta transformación, nos encontramos con el establecimiento de una conexión significativa. El cantar de gesta[*3] surge cuando, partiendo de una relación vitalmente significante, que designarnos como motivo, un material histórico es absorbido por la exhibición de su significación. Toda aquella parte de lo acontecido que no representa un “momento” necesario para la exhibición de lo significativo queda sacrificado. La epopeya representa un estado de agregación superior, en el cual los cantos de gesta singulares que pertenecen a una conexión mayor alcanzan, mediante la relación que sus motivos guardan con una conexión significativa más amplia, una dignidad superior para la captación del significado de la vida. Una etapa superior todavía en la interpretación de la vida se contiene en la epopeya caballeresca.
Y vuelve a surgir una forma superior de interpretación con el drama. Y una relación de concentración, para la expresión más aguda de la interpretación de la vida, la tenemos en la tragedia…
También en las artes plásticas rige la misma circunstancia del significado del detalle para la comprensión de un nexo vivencial. En esto descansa precisamente la conexión interna que une a las diferentes artes de una época determinada, la comprensión mediante el significado del detalle y la técnica, que de él depende, en todos los campos. Porque el arte plástico se distingue de la fotografía o de la reproducción en cera porque acarrea la comprensión de lo significante, lo hace prevalecer. En la multiplicidad de las vivencias momentáneas de nuestra percepción de paisajes, interiores o del rostro humano, cambia constantemente la captación de los momentos significantes. Pero lo que se ofrece no es una representación objetiva, sino una referencia vital. Un bosque, al atardecer, se yergue poderoso y hasta casi terrible ante el espectador; las casitas en el valle, con sus lucecitas, despiertan la impresión de una confiada intimidad, porque así se desprende de la relación que guardan con la vida. Las imágenes de la vida de una persona se hallan múltiplemente condicionadas por nuestra relación con ella. Y esto se destaca todavía con más fuerza en las imágenes cuyo centro lo constituye la comprensión de un suceso.
Todos los cambios que las artes plásticas experimentan en su decurso en nada cambian esta relación según la cual toda obra de arte plástica establece la comprensión de algo que se nos da en el espacio gracias a las relaciones de significado entre sus partes, y sólo el modo de esta relación es diferente…[*4]
[*1] Representa el tercer boceto sobre el mismo tema. Los otros dos Groethuysen los publica en el apéndice. En el prólogo explicamos nuestra disposición. Ya se verá en el trabajo que sigue una cuarta elaboración del mismo tema. [T.]
[*2] Del lenguaje alemán, claro está. Erlebnis, vivencia. La expresión alemana es mejor que cualquiera otra similar que pudiéramos encontrar en castellano: experiencia humana, por ejemplo. Por eso se adoptó, hace tiempo, la traducción literal. [T.]
[*3] Heldenlied, cantar de gesta. Heldenepos, epopeya, compuesta de diversos cantos; ritterliche Epos, epopeya caballeresca. [T.]
[*4] En este punto se interrumpe el manuscrito. [T.]
ESTRUCTURACIÓN DEL MUNDO HISTÓRICO[*1]
La parte principal del trabajo que sigue la constituyen diferentes ensayos en torno al tema de la demarcación de las ciencias del espíritu, la conexión estructural del saber, la vivencia y la comprensión, leídos en la Academia de Ciencias durante varios años, hasta el 20 de enero de 1910. Entre ellos el que versa sobre la conexión estructural del saber se basa en el estudio sobre la conexión estructural psíquica leído el 2 de marzo de 1905 (e impreso en el 16 de ese mismo mes como memoria de la Academia); no se ha hecho más que resumir y completar un poco en esta ocasión. Entre los ensayos no impresos que se recogen en este trabajo se ha reproducido, tal cual, el que se refiere a la delimitación de las ciencias del espíritu y han sido ampliados los que se refieren a la vivencia y a la comprensión. Por lo demás, lo aquí expuesto se enlaza con mis lecciones de lógica y de sistema de la filosofía.
I
DEMARCACIÓN DE LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU
SE TRATA DE separar provisionalmente las ciencias del espíritu de las ciencias de la naturaleza mediante características ciertas. En las últimas décadas han tenido lugar interesantes debates acerca de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu y, sobre todo, en torno a la historia. Sin propósito de tomar parte en este debate, expongo aquí un ensayo un poco discrepante acerca de la natutaleza de las ciencias del espíritu y del modo de distinguirlas de las ciencias naturales. Se llegará a captar íntegramente la diferencia a medida que se avance en la investigación.
1. Parto del hecho amplísimo que constituye el fundamento sólido de todo razonamiento acerca de las ciencias del espíritu. Junto a las ciencias de la naturaleza se ha desarrollado, espontáneamente, por imposición de la misma vida, un grupo de conocimientos unidos entre sí por la comunidad de su objeto. Tales ciencias son la historia, la economía política, la ciencia del derecho y del Estado, la ciencia de la religión, el estudio de la literatura y de la poesía, de la arquitectura y de la música, de los sistemas y concepciones filosóficas del mundo, finalmente, la psicología. Todas estas ciencias se refieren a una misma realidad: el género humano. Describen y relatan, enjuician y forman conceptos y teorías en relación con esta re...
Índice
- Portada
- Prólogo del traductor
- Fundación de las ciencias del espíritu
- Estructuración del mundo histórico por las ciencias del espíritu
- Hermenéutica
- Historiografía
- Apéndice
- Índice de nombres
- Índice