Del nacionalismo al neoliberalismo, 1940-1994
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Del nacionalismo al neoliberalismo, 1940-1994

  1. 415 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Del nacionalismo al neoliberalismo, 1940-1994

Descripción del libro

Los ensayos que integran el tomo 6 exploran desde una perspectiva interdisciplinaria los aspectos más relevantes de los dos grandes ciclos de modernización que tuvieron lugar en México durante la segunda mitad del siglo XX: uno, el ocurrido en el contexto de la segunda posguerra mundial y el otro el llamado neoliberal.

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Información

Año
2019
ISBN del libro electrónico
9786071660657
Categoría
Historia

Guerra, moderación
y desarrollismo*

RAFAEL LOYOLA DÍAZ**
ANTONIA MARTÍNEZ***

El problema

No es igual visualizar el México de la posguerra el año de celebración de los centenarios a como se hizo 30 años atrás, justo en el momento en que se puso bajo la picota el modelo de Estado intervencionista, protector, corporativo y desarrollista de la posguerra.
Para ilustrar el comentario viene a cuento un balance que hizo Ramón Beteta a finales de la administración del presidente Miguel Alemán (1946-1952):
Uno de los efectos que han tenido los altos precios y las utilidades cuantiosas de la guerra ha sido la creación de un grupo, cada vez más pequeño, cuya capacidad económica para gozar de los bienes de la vida es prácticamente ilimitada, frente a una mayoría inmensa cuyo nivel de vida no se ha elevado proporcionalmente. Tal estructura social y económica está permitida por nuestras leyes y hasta puede ser conveniente en el proceso de formación de capitales indispensables para promover nuevas empresas o la ampliación de las ya existentes; sería un error no frenar este proceso que crea un malestar social peligroso en esta hora de grandes inquietudes en todo el mundo, que contraría las mejores tradiciones de nuestra historia y el sentido de justicia social innato en la Revolución mexicana.1
El juicio de Beteta muestra con elocuencia las líneas de un modelo de desarrollo que se consolidó en el curso de los años cuarenta, caracterizado por un impulso a la industrialización, la creación de capitales nacionales, el cultivo de un mercado prometedor y el destello de una creciente desigualdad social que, advertía, pondría en riesgo la estabilidad recién alcanzada. En su visión, el modelo era necesario para impulsar la capitalización del país, pero ya advertía que se deberían atender sus desequilibrios con la finalidad de no interrumpir sus bondades ni quebrantar la estabilidad; no obstante, esto último ocurriría a finales de los años sesenta y propiciaría su paulatino desmantelamiento en aras de otro modelo de desarrollo. Los desajustes y la inestabilidad propiciadas por el modelo de recambio, el denominado neoliberal, invitan a revalorar los ejes sobre los que se implantó la economía en los años posteriores a la guerra y a reevaluar el papel asignado al Estado por un grupo gobernante modernizador y visionario.
Quienes diseñaron y sentaron las bases del desarrollo estabilizador tuvieron la habilidad de valorar el significado económico y social de las reformas cardenistas, de visualizar los instrumentos estatales que se debían activar para desplegar un nuevo programa de desarrollo económico y social, y de advertir los riesgos y oportunidades que ofreció el conflicto bélico para resolver los saldos pendientes del todavía recién terminado movimiento armado, al igual que para aprovechar sus potencialidades. Asimismo, aprovecharon la oportunidad para solucionar el litigio petrolero e instrumentar la rehabilitación de las líneas ferroviarias, y percibieron la oportunidad de capitalizar el superávit que dejó el conflicto armado, la reconversión de los sectores que habían estado articulados a la economía de guerra del vecino del norte, y las potencialidades de las nuevas industrias y empresas que atendieron la demanda de manufacturas que dejaron de llegar al país por la conflagración mundial. Con mirada de largo plazo fueron sensibles a los riesgos que para el incipiente desarrollo industrial planteaba el fin del conflicto bélico ante los vientos librecambistas que impulsaron los Estados Unidos en su fase de reconfiguración de su economía de guerra y optaron por proteger la incipiente industrialización mediante la configuración de un modelo económico proteccionista y estatista.
Lo que intentaremos demostrar son los siguientes supuestos: 1) en materia de política económica y desarrollo se registra una continuidad entre las administraciones de los generales Lázaro Cárdenas (1934-1940) y Manuel Ávila Camacho (1940-1946), y la del licenciado Miguel Alemán Valdés (1946-1952); 2) la expropiación petrolera fue el momento culminante de las reformas emprendidas por el presidente Cárdenas, a la vez de haber marcado el punto de inflexión, el inicio de la moderación y de preparación ante el inminente escenario de la guerra, con la consiguiente búsqueda de un acercamiento y conciliación con los Estados Unidos; 3) la guerra mundial y el alineamiento con los países “aliados”, léase con el vecino del norte, permitió subsanar los diferendos económicos del movimiento armado y avanzar hacia otro esquema en la relación con los Estados Unidos, lo cual incluyó resolver el conflicto petrolero, negociar la deuda externa, finiquitar las reclamaciones por las expropiaciones agrarias a sus connacionales, obtener ayuda para la recuperación de la economía mexicana —particularmente de la industria petrolera, de los ferrocarriles y de la minería—, contribuir a la estabilización monetaria y fomentar la producción nacional, tanto para abastecer la economía de guerra de Washington como para emprender una dinámica de sustitución de importaciones, y 4) a diferencia de la socorrida imagen de la administración del presidente Miguel Alemán como un régimen entreguista con los norteamericanos, fue un gobierno que, a la par de la pompa, los juegos florales, el culto a la personalidad y la opacidad que le caracterizó, promovió y consolidó el proteccionismo como estrategia para desarrollar la economía mexicana por la vía de la economía mixta, la sustitución de importaciones, la tecnificación agrícola, la creación de un empresariado nacional cobijado por el Estado y el subsidio del campo a la urbanización industrial.
Estamos frente a un exitoso proyecto y momento de modernización económica que coincidiría, en su versión nacional, con los lineamientos de las tendencias de la economía mundial. Siguiendo a Eric Hobsbwam, lo que resolvió la segunda Guerra Mundial fue el fin del laissez-faire y del libre mercado sin regulación alguna; en apego a este autor, el fin del conflicto armado y el triunfo de la coalición de los Aliados inauguró una nueva era en materia de desarrollo y de políticas económicas determinadas por la implantación de la economía mixta como herramienta para la planificación y modernización económica; el compromiso de los gobiernos de aspirar al pleno empleo; la reducción de las desigualdades sociales y el fomento exponencial de la productividad mundial, que traía aparejado el consumo masivo y una división internacional del trabajo más compleja y dinámica. Lo que se pretendía evitar era la repetición de los agudos desajustes de la posguerra: explosión del sistema comercial y financiero, irrupción de economías nacionales con impulsos autárquicos, la depresión generada por un mercado libre carente de controles y el desempleo masivo.
Por ello fue que se forjó el concepto de economía mixta, con la finalidad de planificar —un símil del modelo aplicado por los derrotados modelos nazi-fascistas y la temida Rusia sovietizada— y conducir la economía con una ambiciosa gestión pública; la agenda de prioridades la encabezaron la búsqueda del pleno empleo, la modernización económica y la recuperación de las economías atrasadas, junto con la contención del comunismo. Además, el fin de la guerra terminaría con la hegemonía de la Gran Bretaña, detonaría el inicio de la descolonización y los Estados Unidos se implantarían como el gran ordenador internacional.2 La crisis de entreguerras y el saldo del conflicto bélico mundial vino aparejado con un cuestionamiento a los principios de un libre mercado sin cortapisas, lo que dio pie a la doctrina keynesiana como el concepto de un nuevo orden económico mundial, postulados que iban en la dirección de lo que venían aplicando en México desde la posrevolución.3
Dicho de manera breve, el movimiento revolucionario perfiló a México en dirección a la doctrina económica que dominaría a las economías occidentales al término de la guerra, y será en la administración cardenista cuando se den los pasos más decididos.4

El cardenismo: saldo social, dirigismo estatal
y preludio de la moderación

En palabras de Fernando Rosenzweig, la Revolución mexicana
aplicó una reforma agraria que desmembró la propiedad de los hacendados y liquidó para siempre la influencia social y política de éstos. Se abrió el campo para que creciera la clase media, propietaria o dedicada a los servicios, entre ellos los de la administración pública. Se establecieron cauces legales para la acción del sindicalismo y para normar las relaciones obrero-patronales. Se establecieron los límites a la acción económica del capitalismo extranjero en el país y, en general, a la propiedad privada. Se atribuyeron al Estado funciones de gran amplitud de promotor de la economía;
más adelante agrega:
Favorecido por estas reformas y conquistas, el desarrollo económico del país pudo, por fin, reanudarse a partir de fines de la década de los años treinta. El gobierno contribuyó decididamente a ello con su programa de grandes obras infraestructurales en materia de transportes, plantas generadoras de electricidad y otras, que se tradujeron en importantes economías externas ventajosas para expandir los diversos sectores de la producción. El propio gobierno tomó una participación aún mayor en la vida económica, creando organismos públicos para financiar y fomentar la agricultura, la industria, los transportes y otras ramas, y tomando directamente a su cargo algunas empresas industriales o de servicios que era indispensable estimular, sin aguardar a que los particulares las desarrollaran. Por otra parte, el sector público dio un fuerte impulso a la educación, los servicios sanitarios y asistenciales y la seguridad social, todo lo cual se ha traducido en una disminución considerable del analfabetismo, la mortalidad y el desamparo. A lado de la inversión pública, la privada ha crecido también, incluso en más fuerte medida.5
El gobierno del general Cárdenas dirigió sus metas a saldar los pendientes sociales mediante una ambiciosa política de reparto agrario, el respeto a los derechos laborales de los trabajadores y la incentivación de la economía mediante un extensivo programa público de inversiones y la creación de organismos públicos de estímulo y orientación económica, entre los que sobresalieron la Nacional Financiera, el Banco de Crédito Ejidal, la Corporación de Fomento, la Compañía de Inversiones, un banco para financiar las exportaciones y otro más destinado a las obras públicas.
En virtud de que los ahorros disponibles estaban en manos de terratenientes ausentistas y comerciantes, y de que la dimensión de las obras que se debían emprender para el desarrollo económico —riego, comunicaciones, puertos, escuelas, hospitales, etc.— no eran atractivas para el escaso capital privado por su cuantía y bajo rendimiento, el gobierno recurrió a la inversión inflacionaria a través del banco central y de la creación de instituciones públicas de crédito, derivando en un sobregiro del gobierno federal del orden de 250 millones de pesos para diciembre de 1940.6 Poco después esta estrategia se cambió por una política de emisión de valores gubernamentales, de forma tal que, por este concepto, se agregaron compras de valores del Estado por el banco central por la suma de 318.7 millones al mes de agosto de 1942. Esto derivó en un aumento del circulante de forma tal que de marzo de 1938 a diciembre de 1940 el movimiento de moneda subió de 502.1 millones a 751.4, tendencia que se mantuvo en los años siguientes al increm...

Índice

  1. Siglas
  2. Introducción
  3. Guerra, moderación y desarrollismo
  4. Los “enemigos del progreso”: crítica y resistencia al desarrollismo del medio siglo
  5. Amparos y abogángsters. La justicia en méxicoentre 1940 y 1968
  6. La restructuración económica de 1982 a 1994
  7. Las nuevas élites y su proyecto modernizador
  8. El dinosaurio que no murió: el PRI de México
  9. La modernización del sistema jurídico (1970-2000)
  10. Bibliografía