Filosofía de la liberación latinoamericana
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Filosofía de la liberación latinoamericana

  1. 527 páginas
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Filosofía de la liberación latinoamericana

Descripción del libro

La filosofía de la liberación latinoamericana es expresión de la realidad social e histórica de Latinoamérica. Los contrastes y la desigualdad se expresan en su discurso, tanto como en el historicismo, la sociología y la teología latinoamericanas.

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Información

Año
2014
ISBN del libro electrónico
9786071624635

II. “Teoría de la dependencia”,
¿una doctrina?

EL NÚCLEO TEÓRICO
Ya es un lugar común afirmar que la teología y la filosofía de la “liberación” surgen a partir de un cierto “suelo” teórico que brindan la “sociología y la economía de la dependencia” latinoamericana. Formando parte de un mismo movimiento del pensar, se afirma también que esta “teoría” aparece como una superación del “desarrollismo” o de las “teorías desarrollistas”.1 Haciendo de este lugar común hipótesis de lectura se trata de analizar aquí el núcleo teórico de esta “teoría”, de ubicarla relacionalmente con respecto a “interpretaciones” que se han brindado de la realidad latinoamericana, caracterizando su autoimagen divulgada. Luego se refiere esta auto-imagen al contexto argentino (que tiene, sin duda, resonancias latinoamericanas). Para una caracterización exhaustiva de la auto-imagen en cuestión se deberían analizar todos los números aparecidos de las revistas Antropología del Tercer Mundo, Envido y Hechos e Ideas. La carencia de estos materiales impide realizar aquí esta revisión. A continuación, se pasa a la descripción y análisis de una de las obras que pueden considerarse “fuentes” de algunos discursos de la “teología de la liberación” y de la “filosofía de la liberación”. Por último, cerrando este capítulo, se avanzan algunas conclusiones programáticas.
Queda claro desde ahora que aceptar como hipótesis de trabajo esta relación entre “teoría de la dependencia” y “teología” y “filosofía de la liberación” no implica, de ningún modo, abrir juicio sobre la presunta interdisciplinariedad en que puedan haberse desarrollado estas prácticas. Tampoco, mucho menos, implica afirmar que la “teología” o la “filosofía” se hayan abierto realmente a la problemática de la concreta praxis histórica latinoamericana o se hayan dejado interpelar por la ciencia social. Ya se tendrá ocasión de analizar esto con más detalle y de explicitar la crítica a ciertas metafísicas “apresuradas”.
Las indicaciones y precisiones formuladas por Fernando H. Cardoso pueden servir como iniciación al tratamiento de esta temática.2 Entre estas precisiones Cardoso señala tres vertientes que aportan al surgimiento de la noción de dependencia: los análisis sobre los obstáculos al desarrollo nacional, la actualización de los estudios sobre el capitalismo internacional en su fase monopólica desde una perspectiva marxista y el análisis clasista de la historia latinoamericana.3 La crítica al desarrollismo estuvo en la base de estos intentos.4 Cardoso señala, una vez más en este trabajo, que la teoría de la dependencia no es una alternativa a la teoría del imperialismo de los clásicos, sino un complemento.5 A lo largo de todo el texto reitera la necesaria correlación entre la reflexión teórica de los latinoamericanos y sus urgencias políticas. Destaca la estrechez de la antinomia clase/nación.6 Pero, lo más importante para el objetivo que aquí se persigue, es la delimitación que propone de la teoría de la dependencia. La define como una corriente intelectual preocupada por una problemática común.7
Es conveniente articular esta exposición combinando el esquema de Cardoso con una breve revisión histórica de los principales momentos en el proceso de la “teoría” y con una preocupación epistemológica por la misma.
La delimitación propuesta por Cardoso parece acertada en cuanto posibilita evitar el error tan difundido de considerar a la” “teoría de la dependencia” como un sólido bloque homogéneo y sin fisuras, ni polémicas a su interior. Es, más bien, una “corriente intelectual con una problemática común”, pero con problemas diferentes, enfoques diferentes y con mucha polémica al interior de la problemática. ¿Cómo se va conformando esta problemática común?, ¿cuáles son las disputas más relevantes?, ¿cuáles son las limitaciones más evidentes de esta “teoría”? Son algunos de los interrogantes sobre los que se quisieran avanzar algunas líneas con plena conciencia de lo absurdo que sería pretender brindar aquí un análisis completo y final, la “última palabra”, teoría y cronología, sobre temática tan compleja.
La teoría del desarrollo difundida en los Estados Unidos en la década de los cincuenta es una de las vertientes en contra de las cuales surgirán los primeros esbozos dependentistas. Los trabajos de Rostow, Hirschman y en menor medida de Nurkse, sirven de antecedentes a los estudios de Baran y Swezzy en la segunda mitad de la década. En estos últimos se basará André Gunder Frank casi diez años después.8 Las críticas al desarrollismo cepalino de Furtado, Prebisch y en menor medida Sunkel y Paz, constituyen otro de los antecedentes.9 También la crítica a la filosofía de la modernización, cuyo principal representante es Gino Germani. El marxismo esgrimido por los PC en las décadas de los 40 a los 60 también opera como un reactivo frente al cual se define el discurso dependentista. La polémica Frank-Puiggrós podría aparecer como un testimonio paradojal de este enfrentamiento. En Santiago de Chile, alrededor del año 1967, se produce el primer nucleamiento fecundo de investigadores, motivados quizá por la situación de la política chilena en esos momentos. La presencia de Theotonio dos Santos fue catalizadora de los esfuerzos allí realizados. La bibliografía producida es abundante.10 De ahí en más es posible distinguir al menos dos líneas de desarrollo en el interior de la problemática. La línea de Gunder Frank, Dos Santos, Caputto, Pizarro, etc., los cuales avanzan en la formulación de una propuesta política coyuntural que será visualizada como lejano basamento de las tentativas foquistas todavía prolíficas por aquellos años en muchos países latinoamericanos. En términos muy generales, puede decirse que es ésta una tendencia de cargado matiz apocalíptico en el sentido de sostener el agotamiento y la inminente catástrofe del capitalismo dependiente y la revolución armada (según el modelo guerrillero, foquista en definitiva) como única vía de despegue económico hacia un desenvolvimiento autónomo de nuestros países.11 La otra línea, representada especialmente por Cardoso y Faletto, centra más la reflexión en el análisis de clase de las sociedades latinoamericanas y anuncia una preocupación muy marcada por el análisis de la función del Estado en situaciones de dependencia. Esta línea insiste en la posibilidad real de situaciones de dependencia con desarrollo capitalista circunscripto.12 La divergencia entre ambas líneas puede ser ilustrada con la polémica Weffort-Cardoso, polémica que se inserta en el interior de la divergencia.
Ahora bien, en una mirada de conjunto de toda la problemática salta a la vista la carencia del concepto de modo de producción muy especialmente en la producción del grupo de Santiago. Carencia más notoria cuando ya para aquellos años el grupo de Althusser había elaborado con largo aliento esta cuestión, especialmente durante los años 64 al 68. Recién en Ruy Mauro Marini se advierte una apertura a las implicaciones del uso de este concepto y también a algunos aspectos de la teoría del intercambio desigual.13 Franz Hinkelammert, en los últimos años, se acerca también a esta problemática.14
Como parte de este balance de todo el conjunto, puede decirse que el fracaso de la “vía chilena” y de la mayor parte de las experiencias foquistas y populistas en América Latina son quizá factores que han llevado al silencio y a una cierta esterilidad a la “teoría de la dependencia”. No cabe duda de que la posición de Cardoso fue vista como populista; sin embargo, una lectura más serena de sus textos revela que no hay una justificación teórica para esa acusación. De lo que no cabe tampoco duda es de que las formulaciones de Cardoso y Faletto, mal digeridas, fueron esgrimidas generalmente por los sectores populistas para enfrentar el avance de la izquierda.
La polémica sobre la existencia o no del modo de producción feudal en la América hispánica, acerca del modo predominante en el precolombino y de otros modos subsidiarios en América Latina, con todas sus implicaciones políticas, parecería contradecir la opinión que se ha vertido sobre la ausencia del concepto de modo de producción. La crítica de Laclau a Frank, tan conocida por otra parte, según la cual este último habría descuidado en su análisis justamente el nivel de la producción derivando toda consideración del plano de la circulación, exime de mayores comentarios.15 Sin embargo, hay algunos aspectos interesantes que rescatar de esta polémica. Por lo pronto, es una polémica de larga data y que no se reduce a los textos de Frank-Puiggrós de 1965. Por otra parte, las implicaciones políticas de la misma han hecho que actualmente se vuelva nuevamente asunto de “barricada”. No interesa tomar partido frente a ella, cuestión por lo demás fuera de lugar, porque no corresponde tomar partido teórico frente a una polémica de “barricada”, aceptando los términos, no ya teóricos sino retóricos, de la misma. La discusión tiene sentido y eficacia en la medida en que se canalice por los fueros de la investigación teórica del problema con todas sus implicaciones políticas incluidas. Por lo pronto, interesa reproducir un fragmento de Gunder Frank, que en alguna medida diseña la alternativa dependentista frente a las interpretaciones dualistas desarrollistas de la sociedad latinoamericana. Dice Gunder Frank:
En contraposición al cuadro presentado por Whither Latin America, propongo el siguiente: la región ha desempeñado durante casi cinco siglos un papel integral y contundente en el desarrollo mundial. Al contrario de lo que dicen Carlos Fuentes y otros, el “atraso”, y el “subdesarrollo” y la aparición de relaciones feudales, lejos de ser restos sobrevivientes de algún antiguo orden feudal en América Latina, son el resultado del “desarrollo” económico bajo el propio capitalismo. Sin duda es difícil de entender por qué o de qué manera, como se afirma, el sistema capitalista comercial e industrial en expansión pudo tener el interés o la posibilidad de establecer un sistema feudal, es decir, cerrado, en América Latina. Desde luego, hizo todo lo contrario: incorporó a América Latina, o igualmente a Asia y África, dentro de su propia estructura. En este proceso, por cierto, surgió una especie de sociedad dual en América Latina, pero no en el sentido arriba mencionado de dos partes separadas, un sector campesino, “feudal”, aislado de la sociedad capitalista nacional e internacional. Al contrario, es una sociedad dialécticamente dual con partes diferentes, pero no separadas: una explotada por la otra [...] Y lo que es menos cierto —y ni siquiera posible— es que la base de poder nacional en América Latina la constituyan los señores “feudales”. Al contrario, el poder y la determinación de la suerte del país han descansado en la oligarquía burguesa comercial y financiera, interna y externa, cuya fortuna, a la vez, está determinada por su participación en el sistema imperialista.
El imperialismo, de esta suerte, reside no sólo en esta o aquella compañía extranjera que explota las economías latinoamericanas; es la estructura de todo el sistema económico, político, social —y también cultural— dentro del cual América Latina y todas sus partes, no importa cuán “aisladas”, se encuentran asociadas en tanto que víctimas de la explotación [...] La periferia, en cambio, puede desarrollarse sólo si rompe las relaciones que la han hecho y mantenido subdesarrollada, o bien destruyendo la totalidad del sistema.16
Hay algo más de esta polémica que se debe destacar. El esfuerzo, por una parte de Gunder Frank por enfocar desde la totalidad del sistema el caso de América Latina y, por parte de Puiggrós, el esfuerzo por prestar atención al modo de producción en el interior del ámbito iberoamericano.17 Esto no quiere decir que Puiggrós supere, en la polémica, el marco de una historiografía, erudita no cabe duda, pero que no asume el análisis marxista de los modos de producción en América Latina más que por vagas referencias, eludiendo el análisis económico que, por lo pronto, implican.
Conviene prestar un poco más de atención a la polémica Weffort-Cardoso que se desarrolla en 1970. Y esto porque en ella se ventilan ciertos aspectos que tienen directa relación con la divulgación que se hace de esta “teoría”. Francisco Weffort centra el análisis en la noción de “país dependiente” y previene contra la “ilusión del falso consenso”, ya que ni la difusión ni la fuerza crítica son “garantía suficiente de calidad como concepto científico”.18 Sin embargo, reconoce al discurso dependentista un mérito doble. El haber criticado las teorías convencionales del desarrollo y el haber señalado un problema teórico de indudable importancia política: “la cuestión de la posición teórica del ‘problema nacional’ en el cuadro de las relaciones de producción y de las relaciones de clase”.
A pesar del “carácter globalizante de la idea de dependencia”...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Prefacio a la tercera edición
  4. Prefacio a la segunda edición
  5. Presentación, por Leopoldo Zea
  6. A modo de introducción
  7. I. Algunas interpretaciones de la “filosofía de la liberación” latinoamericana
  8. II. “Teoría de la dependencia”, ¿una doctrina?
  9. III. “Teología de la liberación”: hacia una hermenéutica co-creadora y co-redentora
  10. IV. Otros antecedentes y lanzamiento de la filosofía de la liberación
  11. V . El punto de partida del filosofar
  12. VI. Metodología y sujeto del filosofar
  13. III. Redefiniciones del concepto mismo de filosofía
  14. Apéndices
  15. A. “Manifiesto salteño”
  16. B. Documento de trabajo elaborado en colaboración con Arturo Roig y León Maturana, presentado en el Encuentro de Filosofía de Salta (1974)
  17. C. Urgencia de un filosofar vigente para la liberación
  18. Bibliografía comentada