Resurecciones y rescates
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Resurecciones y rescates

Ida Vitale

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Resurecciones y rescates

Ida Vitale

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Información del libro

La ganadora del Premio Cervantes 2018 nos brinda una selección de artículos que abarca más de 50 años de crítica literaria. Desde sus comienzos en La Gaceta de Tucumán, pasando por sus numerosas colaboraciones, durante el exilio mexicano, en revistas emblemáticas como Vuelta, Babelia (de El País) o en la misma Gaceta del FCE, hasta su regreso a Uruguay donde dirigió Jaque: Resurrecciones y rescates es el legado de una vida dedicada a la literatura.Este libro está dividido en tres partes: en la primera encontramos artículos sobre diferentes temas literarios, la segunda parte está reservada a los novelistas y la última a los poetas. Lo completa un índice que facilita la consulta de escritores y obras.

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Información

Año
2019
ISBN
9786071663078
Categoría
Literature

TERCERA PARTE

Luis Cernuda: poeta próximo

LA GENERACIÓN DEL 27 española, a la que perteneció el recién muerto Luis Cernuda, gozó de la virtud grande de no ser homogénea; cada uno de sus integrantes tiene voz diferenciada, y por sobre las similitudes generacionales, más bien de origen, características casi contradictorias que los hacen inmediatamente identificables. Solo una sordera literaria grave puede llevar a no atribuir de modo debido un poema de Alberti, de Salinas, de Guillén, de Lorca o de Cernuda, una página de Bergamín o una de Gómez de la Serna.
¿Qué es lo más definitorio del alto poeta que fue Luis Cernuda? El propio Cernuda recuerda su pasajero apego a Reverdy «por algunas cualidades suyas hacia las cuales estaba predispuesto: desnudez, pureza (sea lo que esta palabra, tan abusada, suscite hoy en la mente del lector), reticencia». Estas mismas cualidades definen casi sin más su poesía inicial y no desaparecen entre otras notas que se suman, cuando, con el paso de los años su poesía va cambiando, perdiendo la piel juvenil y mostrando el esqueleto de un pensamiento cada vez menos atado por los efectos verbales.
Mientras Góngora acumula las mayores devociones de un grupo de poetas que admiró su esplendor, y —en mayor o menor grado— deseó continuarlo, Cernuda, como si viese en él una tentación que atraía hacia uno de los escollos en que peligraba la poesía española en la década del 20 —lo folklórico y lo pedantesco—, dirige su admiración hacia Garcilaso, bajo cuya advocación escribe Égloga, elegía, oda, claro homenaje que aspira a filtrar la sensualidad del poeta clásico a través de un lenguaje apenas estremecido. La misma búsqueda de una poesía depurada lo acerca a Bécquer, aunque en esto coincide con el resto de los poetas de aquel grupo generacional.
No hay que imaginar a Cernuda como un poeta solo determinado por el entronque en lo tradicional, ni buscar influencias, aunque sea para entender mejor su poesía. En «Historia de un libro», artículo recogido en Poesía y literatura, junto con otras confesiones, el mismo Cernuda sometió su obra, honestamente, a ese análisis químico. Sin embargo la influencia del superrealismo importa, porque aunque se manifiesta de modo poco espectacular determina una larga primera parte de su poesía, pese a desacuerdos que el poeta señala aunque no precisa.
Los superrealistas, en el momento más creador y detonante de su experiencia, conquistan a estos poetas que han tenido su dosis de clasicismo y tradición; en algunos, Alberti, por ejemplo, o Diego, el contagio será de tal virulencia que determinará el libro inmediato, que no desmiente la fuente. Cernuda, encontrando como ellos en otro idioma su apetencia de renovación, no rompe de golpe con su garcilasesca sensualidad, con el desarrollo lógico de un pensamiento, que se sumerge, se embosca, se desgarra, pero no deja nunca de ser el hilo constructor del poema.
El superrealismo se adecuó a la situación de hombre angustiado del poeta, fuera de cauce, forzadamente solitario y consciente, desde su adolescencia, de lo que él llama «un problema vital mío decisivo». La rebeldía de los superrealistas tenía distintas motivaciones, distantes de las que enquistaban en su soledad al poeta español. Pero la necesidad muy humana de extravertir su angustia, unida a la necesidad de cierta reticencia, por pudor y por eludir la prevención con que la sociedad oye tales confesiones, le hicieron encontrar en ciertas fórmulas, símbolos u oscuridades superrealistas, la vía más segura a su poesía, su expresión natural de enfrentarse a la realidad.
Su relación con esta nos da la clave, en el caso de Cernuda como en el de cualquier otro poeta, para entender su poesía, aún más, su ubicación en el mundo. Por algo el libro fundamental se llamó La realidad y el deseo. Editado por primera vez en 1936, por Cruz y Raya, reunió toda la poesía de Cernuda hasta el momento, desde Perfil del aire, aunque omitió su título, por retórico. Una segunda edición realizada por Séneca en México se complementaría con Las Nubes (1937-38). En 1958, una nueva puesta al día agrega libros posteriores, Como quien espera el alba, etc. Del mismo modo que Guillén recopiló casi toda su obra bajo el título general de Cántico, Cernuda se limita para siempre entre aquellos extremos que resuelven su vida. Los sucesos privados y las graves catástrofes que sacuden el mundo hacen que Guillén, el contemplador dichoso, el cantor perenne de las gracias del mundo, resuelva un día cambiar el cántico por el Clamor. Cernuda, en cambio, sigue fiel a aquella decisión: el mundo definido para él por la oposición entre la realidad inalcanzable y el deseo de ella.
[…] comencé a distinguir una corriente simultánea y opuesta dentro de mí: hacia la realidad y contra la realidad, de atracción y de hostilidad hacia lo real. […] esa o parecida ha sido también la experiencia de algunos filósofos y poetas que admiro, con ellos concluyo que la realidad exterior es un espejismo, y lo único cierto mi propio deseo de poseerla. Así pues, la esencia del problema poético, a mi entender la constituye el conflicto entre realidad y deseo, entre apariencia y verdad, permitiéndonos alcanzar alguna vislumbre de la imagen completa del mundo que ignoramos […].
Al final de la guerra española Cernuda se exila en Inglaterra, donde encuentra el clima espiritual que le es más afín. Las trazas del superrealismo han desaparecido; traduce a Browning, a Andrew Marvell, a Yeats; frecuenta a Donne, a Hopkins, como Dámaso Alonso. La poesía metafísica inglesa filtra por él hacia la poesía española influida hasta ese momento en mayor grado por la francesa. Una austeridad nueva, una hondura que resalta la más noble línea tradicional, la de un Aldana, la de un san Juan de la Cruz, la de un Unamuno, tiene nuevo punto de partida.
Quizás los años empañen menos la conmovida expresión algo seca de Cernuda que el hechicero énfasis de otros y que la nueva generación española esté más próxima de él que de otros.
Época, 1963

José Ángel Valente, para limpiar el aire

«POR DIOSDICE Hamlet a sus amigos— ¿Pensáis que soy más fácil de tocar que un caramillo?». Collingwood, cuya deliciosa autobiografía tanto nos dice de su sagacidad para revisar cuestiones de principio, culturales o científicas, analiza así este pasaje:
Estos eminentes filósofos, Rosencrantz y Guildenstern, piensan tout bonnement que pueden descubrir lo que trata Parménides con solo leerlo, pero si se les llevara a la puerta sur de Housestead y se les dijera: «Distinguid aquí, por favor, los diferentes períodos de construcción y explicad qué propósito tenían presentes los constructores de cada uno de los períodos», protestarían: «Creedme, no puedo». ¿Acaso piensan que Parménides es más fácil de entender que una mísera y pequeña fortaleza romana?
Collingwood pone como ejemplo la obra de aquel primer racionalista de Elea que pensaba que nada surge de la nada, que nada en la naturaleza puede cambiar y que por ende los sentidos que creen ver variaciones en ella se equivocan y no son confiables. Su obra, que nos ha llegado breve, incompleta, compleja e irradiante conecta con el más moderno pensamiento occidental. Pero no solo es difícil de entender el alcance de los fragmentos de una obra presocrática: también un corpus complejo, como la obra de José Ángel Valente.
Vasta, incluye poesía, prosa, crítica diversa, crítica de la experiencia poética, de la experiencia religiosa y de la experiencia estética en la plástica. Todo está sostenido por una cultura de estratos múltiples, difíciles de rastrear, como para los arqueólogos los siete niveles de la sucesiva Troya o los templos siete veces demolidos para su reedificación que Laurette Séjourné registra en Tacuala, México. Abarca un período histórico enmarañado como suelen serlo todos, entretejido de modo inevitable a las vidas que lo padecieron. «El tiempo del escritor no es el tiempo de la historia. Aunque el escritor, como toda persona, pueda ser triturado por ella».1 Tiempo subjetivo del escritor, que recogido en la corriente del tiempo objetivo, más es modificado por este de lo que él lo modifica al integrarse, quiéralo o no, en una tradición.
No es lo más usual que se disponga de una guía total de las lecturas, conocimientos y referencias que llegan al escritor de las más diversas maneras. De ahí que haya una dificultad genérica para descifrar el proceso de creación, eso que pese a todo análisis, no deja de ser uno de los misterios que ayudan a la humanidad (cuando esta admite esa ayuda). Esta dificultad persiste aun cuando el autor deje registro de todo lo pasible de dejar huella en su obra, por lo general a través de diarios, aunque contemos con la relativa fiabilidad de estos. En el caso de Valente, el marco referencial se adensa por el abanico de lenguas que manejó, ámbitos diversos a los que se integró e incluso los repliegues y despliegues, en que gustos y rechazos se postulan, discuten y modifican siguiendo leyes tan misteriosas como las del magma primitivo. Su obra completa publicada muestra cómo, bajo una manifiesta variedad formal, su poesía reitera ciertos temas, cómo a la mayor riqueza se suma a veces la mayor ambigüedad e inclusive lo complementario, cuando no lo contradictorio. Las reflexiones y las miradas del poeta sobre su yo a veces lo silencian y a veces lo exasperan.
El pensamiento es un arte y es tentador sumergirse ...

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