Profetas y reyes
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Profetas y reyes

Elena G. de White

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Profetas y reyes

Elena G. de White

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¿Qué puede enseñarnos la historia del pueblo judío en su momento de mayor esplendor? ¿Qué lecciones extraemos de sus divisiones internas, y de los caracteres de sus reyes y reinas? ¿Qué podemos aprender de los ensalzamientos y las caídas de estos, de su idolatría y de su retorno a la adoración a Dios? En estas páginas la autora nos muestra que la prosperidad y el éxito –tanto temporales como, especialmente, espirituales– están indisolublemente ligados a una relación íntima con Dios, Amo y Señor de todo lo creado.

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Información

Año
2020
ISBN
9789877982114

Capítulo 1

Salomón

Durante el reinado de David y Salomón, Israel se hizo fuerte entre las naciones y tuvo muchas oportunidades de ejercer una influencia poderosa en favor de la verdad y la justicia. El nombre de Jehová fue ensalzado y honrado, y el propósito con que los israelitas habían sido establecidos en la tierra de promisión parecía estar en vías de cumplirse. Las barreras fueron quebrantadas, y los paganos que buscaban la verdad no eran despedidos sin haber recibido satisfacción. Se producían conversiones, y la iglesia de Dios en la tierra era ensanchada y prosperada.
Salomón fue ungido y proclamado rey durante los últimos años de su padre David, quien abdicó en su favor. La primera parte de su vida fue muy promisoria, y Dios quería que progresase de fuerza en fuerza y de gloria en gloria, para que su carácter se asemejase cada vez más al carácter de Dios e inspirase a su pueblo el deseo de desempeñar su cometido sagrado como depositario de la verdad divina.
David sabía que el alto propósito de Dios en favor de Israel sólo podría cumplirse si los príncipes y el pueblo procuraban con incesante vigilancia alcanzar la norma que se les proponía. Sabía que para desempeñar el cometido con el cual Dios se había complacido en honrar a su hijo Salomón, era necesario que el joven gobernante no fuese simplemente un guerrero, un estadista y un soberano, sino un hombre fuerte y bueno, un maestro de justicia, un ejemplo de fidelidad.
Con tierno fervor David instó a Salomón a que fuese viril y noble, para mostrar misericordia y bondad hacia sus súbditos, y que en todo su trato con las naciones de la tierra honrase y glorificase el nombre de Dios y manifestase la belleza de la santidad. Los muchos incidentes penosos y notables por los cuales David había pasado durante su vida le habían enseñado el valor de las virtudes más nobles y lo indujeron a declarar a Salomón, mientras estaba moribundo, su exhortación final: “Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra”.12
¡Qué oportunidad tuvo Salomón! Si hubiese seguido la instrucción divinamente inspirada de su padre, el suyo habría sido un reinado de justicia, como el descrito en el Salmo 72:
“Oh Dios, da tus juicios al rey,
y tu justicia al hijo del rey.
Él juzgará a tu pueblo con justicia,
y a tus afligidos con juicio...
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;
como el rocío que destila sobre la tierra.
Florecerá en sus días justicia,
y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.
Dominará de mar a mar,
y desde el río hasta los confines de la tierra...
Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes;
los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.
Todos los reyes se postrarán delante de él;
todas las naciones le servirán.
Porque él librará al menesteroso que clamare,
y al afligido que no tuviere quien le socorra...
Y se orará por él continuamente;
todo el día se lo bendecirá...
Será su nombre para siempre,
se perpetuará su nombre mientras dure el sol.
Benditas serán en él todas las naciones;
lo llamarán bienaventurado.
Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel,
el único que hace maravillas.
Bendito su nombre glorioso para siempre,
y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén”.
En su juventud Salomón hizo la misma decisión que David, y durante muchos años anduvo con integridad y rindió estricta obediencia a los mandamientos de Dios. Al principio de su reinado fue con sus consejeros de Estado a Gabaón, donde todavía estaba el tabernáculo construido en el desierto, y allí, juntamente con los consejeros que había escogido, “los jefes de mil y de cien... los gobernantes y... todos los jefes de las familias patriarcales de Israel”,13participó en el ofrecimiento de sacrificios para adorar a Dios y para consagrarse plenamente a su servicio. Comprendiendo algo de la magnitud de los deberes relacionados con el cargo real, Salomón sabía que quienes llevan pesadas responsabilidades deben recurrir a la Fuente de sabiduría para obtener dirección, si quieren desempeñar sus responsabilidades en forma aceptable. Esto le indujo a alentar a sus consejeros para que junto con él y de corazón se aseguraran la aceptación de Dios.
Sobre todos los bienes terrenales, el rey deseaba sabiduría y entendimiento para realizar la obra que Dios le había dado. Anhelaba tener una mente despierta, un corazón grande y un espíritu tierno. Esa noche el Señor apareció a Salomón en un sueño y le dijo: “Pide lo que quieras que yo te dé”. En respuesta, el joven e inexperto gobernante expresó su sentimiento de incapacidad y su deseo de ayuda. Dijo: “Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día.
“Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?
“Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto”.
“Por cuanto hubo esto en tu corazón –dijo Dios a Salomón–, y no pediste riquezas, bienes o gloria, ni la vida de los que te quieren mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido para ti sabiduría y ciencia para gobernar a mi pueblo”, “he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria”, “como nunca tuvieron los reyes que han sido antes de ti, ni tendrán los que vengan después de ti”.
“Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días”.14
Dios prometió que así como había acompañado a David, así estaría con Salomón. Si el rey andaba en integridad delante de Jehová, si hacía lo que Dios le había ordenado, su trono quedaría establecido y su reinado sería el medio de exaltar a Israel como “pueblo sabio y entendido”,15 la luz de las naciones circundantes.
El lenguaje de Salomón al orar a Dios ante el antiguo altar de Gabaón revela su humildad y su intenso deseo de honrar a Dios. Comprendía que sin la ayuda divina estaba tan desamparado como un niñito para cumplir las responsabilidades que le incumbían. Sabía que carecía de discernimiento, y el sentido de su gran necesidad le indujo a solicitar sabiduría a Dios. No había en su corazón aspiración egoísta por un conocimiento que lo ensalzase sobre los demás. Deseaba desempeñar fielmente los deberes que le incumbían, y eligió el don por medio del cual su reinado habría de glorificar a Dios. Salomón no tuvo nunca más riqueza ni más sabiduría o verdadera grandeza que cuando confesó: “No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme”.16
Los que hoy ocupan puestos de confianza deben procurar aprender la lección enseñada por la oración de Salomón. Cuanto más elevado sea el cargo que ocupe un hombre y mayor sea la responsabilidad que ha de llevar, más amplia será la influencia que ejerza y tanto mayor será su necesidad de depender de Dios. Siempre debe recordar que junto con el llamamiento a trabajar le llega la invitación a andar con circunspección delante de sus semejantes. Debe conservar delante de Dios la actitud del que aprende. Los cargos no dan santidad de carácter. Honrando a Dios y obedeciendo sus mandamientos es como un hombre llega a ser realmente grande.
El Dios a quien servimos no hace acepción de personas. El que dio a Salomón el espíritu de sabio discernimiento está dispuesto a impartir la misma bendición a sus hijos hoy. Su palabra declara: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.17 Cuando el que lleva responsabilidades desee sabiduría más que riqueza, poder o fama, no será chasqueado. Aprenderá del gran Maestro no sólo lo que debe hacer, sino también el modo de hacerlo para recibir la aprobación divina.
Mientras permanezca consagrado, el hombre a quien Dios dotó de discernimiento y capacidad no manifestará avidez por los cargos elevados ni procurará gobernar o dominar. Es necesario que haya hombres que lleven responsabilidades; pero en vez de contender por la supremacía, el verdadero conductor pedirá en oración un corazón comprensivo, para discernir entre el bien y el mal.
La senda de los hombres que han sido puestos como líderes no es fácil. Pero ellos han de ver en cada dificultad una invitación a orar. Nunca dejarán de consultar a la gran Fuente de toda sabiduría. Fortalecidos e iluminados por el Artífice maestro, se verán capacitados para resistir firmemente las influencias profanas y para discernir entre lo correcto y lo erróneo, entre el bien y el mal. Aprobarán lo que Dios aprueba y lucharán ardorosamente contra la introducción de principios erróneos en su causa.
Dios le dio a Salomón la sabiduría que él deseaba más que las riquezas, los honores o la larga vida. Le concedió lo que había pedido: una mente despierta, un corazón grande y un espíritu tierno. “Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios. Aun fue más sabio que todos los hombres... y fue conocido entre todas las naciones de alrededor”.18
Todos los israelitas “temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar”.19 Los corazones del pueblo se volvieron hacia Salomón, como habían seguido a David, y le obedecían en todas las cosas. “Salomón... fue afirmado en su reino, y Jehová su Dios estaba con él, y lo engrandeció sobremanera”.20
Durante muchos años la vida de Salomón quedó señalada por su devoción a Dios, su integridad y sus principios firmes, así como por su estricta obediencia a los mandamientos de Dios. Era él quien encabezaba toda empresa importante y manejaba sabiamente los negocios relacionados con el reino. Su riqueza y sabiduría; los magníficos edificios y obras públicas que construyó durante los primeros años de su reinado; la energía, piedad, justicia y magnanimidad que manifestaba en sus palabras y hechos, le conquis...

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