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Las raíces y las ramas
Fuentes y derivaciones de la Cábala hispanohebrea
- 230 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro
La Cábala, cuyo significado se refiere a la tradición o recepción, es un método esotérico de contemplación a la vez que de análisis semántico. El presente estudio abarca dos partes: las fuentes del cabalismo hispanohebreo y el proceso de cristianización en autores de la Edad Media y el Renacimiento.
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Información
Categoría
Teología y religiónCategoría
Teología judíaSEGUNDA PARTE
DERIVACIONES
VI. LA CÁBALA EN LOS TIEMPOS
QUIEN se interna en el mundo de la mística siente el llamado de forma tan precisa que no puede desoírlo ni apartarse de él. Aun en nuestro mundo vacío y sin dioses. O por eso mismo.
Quien busca y rebusca en su interior y deja que las múltiples voces afloren. Quien escucha. Quien oye. Quien se esfuerza por entender. Está a un paso de sumergirse en fuentes inagotables cuyas corrientes imprevistas conducirán a extraños parajes.
Quien no se conforma con la realidad aparente, quien se rebela ante la forma, quien estrella el cristal que contiene y atraviesa la pared medianera. Está dispuesto a penetrar en lo que de oculto tienen los significados. En volver a tomar la palabra, no en lo oído ni en lo visto, sino en lo táctil. En colocar la palabra en la palma de la mano para sentirla como ser viviente. Que la palabra pueda tener las mismas cualidades prismáticas del espíritu huidizo del hombre.
Así se llega a la conclusión de que únicamente la palabra encarna el misterio humano y divino. Desde el principio, la tarea de Dios fue crear palabras para que el mundo surgiera. La palabra como acto mágico. Dios mismo, cuyo verdadero nombre desconocemos, es el Nombre.
De ahí que la Cábala se haya basado en una doble vertiente interpretativa: no es una la Torá (Pentateuco), sino dos, y la segunda es la revelada, la que nos propone el significado oculto de la creación. El libro por excelencia de la Cábala, el Zóhar, es el resplandor que ilumina no sólo cada palabra, sino cada letra y, aún más, cada espacio blanco entre letra y letra. La expresión de los cabalistas, “Fuego negro sobre fuego blanco”, es el texto abierto a la explicación iluminada. Cada palabra de la Torá sólo se revela a quien la ama, y quien comprende el secreto del amor comprende que cada palabra de que está compuesto el texto es única e inalterable: no se puede agregar ni quitar nada. Pero lo que sí se puede es desentrañar su significado. Éste es el camino para entender por primera vez el verdadero sentido de la Torá y convertirse en su amante místico. De tal modo que, cada palabra de la Torá, lleva implícita en sí la capacidad hermenéutica para cada alma que se acerque a ella. Las cifras “setenta” o “seiscientos mil” no son sino el símbolo de su inagotable semantismo.
Hay una teoría que presupone que el orden de la Biblia se dio a partir de la pérdida del Paraíso, ya que la Torá inicial incluía todo el vocabulario unido, sin necesidad de separación alguna entre palabra y palabra, y podía ser leída y comprendida de un solo golpe de vista. Cuando el hombre pierde el Paraíso y desciende en la esfera cósmica, adquiere la mortalidad y su capacidad intelectual también se reduce. Por eso la Torá tuvo que volver a ser creada, esta vez dividiendo las palabras y adjudicando significados. Los restos que quedan de la época primigenia se reflejan en la escritura bíblica sin vocales, puntuación ni acentos. Las mismas letras podrían unirse en palabras que contaran historias diferentes, por lo cual el texto pentatéutico no es cerrado.
Lo que se exige del iniciado en la Cábala es un método de concentración que amplíe su capacidad de abstracción de los mundos estáticos; una dirección hacia las técnicas metafóricas del lenguaje y una concepción cósmica que trascienda lo habitual. Además, la necesidad de explicar lo inexplicable desarrolla la búsqueda de formas dentro del pensamiento mítico, algo que alcanza gran arraigo en la mente popular. Tal es el caso del exilio dentro del judaísmo. A diferencia de otros textos, el exilio, en la Cábala, no es sólo humano e histórico, sino que adquiere proporción divina y cósmica, al describir que una parte de Dios mismo se separa de Dios. La Shejiná es esa parte que se separa y su carácter mítico se refuerza por representar el elemento femenino dentro de la divinidad. Dicha representación simbólica se traslada a la imagen de la reina desterrada por el rey, o a la de la hija por su padre.
A partir del exilio de España en 1492, aparece otra explicación ante la catástrofe y ante la renovación del primer exilio bíblico. Como se ha dicho, Isaac Luria propone tres símbolos: el tsimtsum o contracción y ocultamiento de la esencia divina; la shevirá o rompimiento de los recipientes, y el tikún o corrección armónica de las rupturas. Los dos primeros procesos, de tipo disgregador, indican que nada se encuentra en su lugar apropiado y que el exilio es de todas las cosas y personas. El tercer proceso es la redención del pueblo de Israel y el fin del exilio.1 Para quienes volvieron a vivir el exilio, esta vez en carne propia y de manera tan cruel, sintieron que el mito se reencarnaba y el pensamiento luriano alcanzó profundo arraigo.
La Cábala es, pues, un método de contemplación religiosa, un sistema teosófico basado en las sefirot o emanaciones de la divinidad que emplea ciertas técnicas para interpretar las letras del alfabeto hebreo con el propósito de alcanzar la elevación mística. Las sefirot o emanaciones comprenden los diez nombres más comunes de Dios que, en su conjunto, forman su gran Nombre único. Dichas emanaciones o atributos son: Hojmá (Sabiduría), Biná (Entendimiento), Hésed (Compasión), Yesod (Fundamento), Maljut (Reino), etc., más una álef (A) impronunciable, que sería el verdadero nombre de Dios. De igual modo, las veintidós letras del alfabeto hebreo también contienen en sí el nombre de Dios.
Sin embargo, los cabalistas no parten de la idea de que el significado pueda ser comunicado, sino de que hay que iniciar un proceso de meditación que permita sobrepasar el significado superficial que obtenemos por el lenguaje humano y aspirar a encontrar el verdadero significado oculto que encierra la Torá. Los tres principios fundamentales que permiten alcanzar este conocimiento son: 1) El principio del nombre de Dios; 2) El principio de la Torá como un organismo, y 3) El principio del infinito significado del mundo divino.2 Los cabalistas parten de los tres niveles tradicionales de interpretación: el literal, el narrativo y el filosófico-alegórico, pero agregan uno más: el del misterio teosófico o proceso oculto de la vida divina. Con estas bases, el pensamiento cabalista desborda las fronteras del judaísmo e inunda otras religiones y otros sistemas de pensamiento.
LA CÁBALA EN EL MUNDO CRISTIANO
La fuerza de la Cábala fue tal que trascendió el mundo judaico y penetró firmemente en el pensamiento cristiano. Desde el mismo siglo XIII cuando se origina, el filósofo e iniciador de la literatura catalana, Ramón Llull, recibe la influencia directa de la Cábala, se dedica a estudiarla y labra el primer eslabón en el proceso de lo que se ha llamado la cristianización de la Cábala. El proceso culmina con Marsilio Ficino y, sobre todo, con Pico della Mirandola, en la Italia renacentista. Después, no sólo habrá de influir en los pensadores católicos, sino que se extenderá por el mundo anglicano y protestante.
La Cábala es básica para entender la obra de autores como Johannes Reuchlin, Francesco Giorgi, Enrique Cornelio Agripa, Giordano Bruno. En la iconografía renacentista, los símbolos cabalísticos llegan a ocupar un primer plano como, por ejemplo, en la obra de Alberto Durero, lector cuidadoso de Reuchlin y de Agripa, y con preocupaciones místicas. Sus grabados de la Melancolía I y de San Jerónimo, incorporan sus conocimientos de la Cábala al incluir en ellos los tres mundos: el elemental, el celestial y el supracelestial; las figuras geométricas: círculo, cuadrado y triángulo; la proposición matemática cuya lectura de números en cualquier dirección suma siete, y la revaloración positiva del humor melancólico, bajo el signo astrológico de Saturno, signo atribuido a los judíos y que, en la Edad Media, era de índole negativa.
Si la influencia de la Cábala se siente entre los países reformistas y luteranos, tampoco se quedan atrás los anglicanos de la época isabelina. Efectivamente, en la Inglaterra del siglo XVI surge un movimiento encabezado por el matemático John Dee y auspiciado por la reina Isabel I que propone una relación hermético-cabalística con la ciencia, según veremos más adelante.3
RAMÓN LLULL
Ramón Llull (Mallorca, 1232-ca. 1315) fue quien introdujo las formas cabalísticas en la materia cristiana. En su obra Ars magna incorpora la teoría de la búsqueda del nombre de Dios y de sus emanaciones o atributos. Las sefirot se traducen en la terminología latina como las dignitates Dei. Éstas son: Gloria, Sapientia, Bonitas, Virtus, Eternitas, Splendor, Veritas, Magnitudo, Fundamentum, que equivalen a las hebreas. A estas nueve dignitates Dei, Llull suma una letra A impronunciable para obtener como resultado el nombre de Dios. Siguiendo la técnica de Abraham Abulafia para el proceso meditativo, desarrolla la combinación (ars combinandi) de las letras del alfabeto en series múltiples. Introduce el cambio del alfabeto hebreo por el latino.
El método luliano tuvo gran influencia, sobre todo siglos después, durante el Renacimiento y la época isabelina. Quien practicara el arte combinatorio no sólo aprendería una ciencia universal, sino también un método ético y contemplativo que le permitiría ascender por la escala de la creación hasta las esferas más elevadas.
La peculiaridad del Arte luliano es el uso de las letras del alfabeto combinadas con figuras geométricas, para resolver problemas. El “Alfabeto” y las cuatro figuras básicas [círculo, cuadrado, triángulo, círculos concéntricos] [ilustraciones. a, b, c, d] del Arte, se encuentran en el Ars brevis. Estas cuatro figuras pueden considerarse como las básicas, aunque algunas de las Artes no abreviadas emplean más letras y expanden las figuras. Como puede verse (ilustr. la), el “Alfabeto” del Ars brevis consiste de nueve letras a las que se les otorgan seis series de significados. La primera serie es absoluta y comprende: B = Bonitas; C = Magnitudo; D = Duratio, E = Potestas; F = Sapientia; G = Voluntas; H = Virtus; I = Veritas; K = Gloria. La letra A representa una trinidad: Essentia, Unitas, Perfectio.
La segunda serie de significados de B a K [no incluida en las ilustraciones] consiste de nueve relata que se agrupan naturalmente en series de tres, de la siguiente manera: B = Differentia; C = Concordantia; D = Contrarietas; E = Principium; F = Medium; G = Finis; H = Majoritas; I = Aequalitas; K = Minoritas. A esta serie de significados le siguen nueve (o más bien diez) preguntas, y nueve sujetos sobre los que el Arte va a tratar, a saber: B = Deus; C = Angelus; D = Coelum; E = Homo; F = Imaginativa; G = Sensitiva; H = Vegetativa; I = Elementativa; K= Instrumentativa.
Además de estas cuatro series de significados —como preguntas y sujetos absoluta o relata— las letras de B a K pueden significar también nueve virtudes y nueve vicios.
Después del “Alfabeto” vienen las “figuras” del Arte, que son de carácter geométrico o, por lo menos, de apariencia geométrica. La primera [ilustr. a] muestra las letras de B a K en un círculo, interconectadas entre sí con líneas. En la segunda [ilustr. b], las letras del círculo se agrupan en series de tres en tres triángulos dentro del círculo, inscritos con la segunda serie de significados de B a K. La tercera [ilustr. c] es parte de un cuadrado dividido en compartimentos que contienen las combinaciones de B a K La cuarta [ilustr. d] está compuesta de tres círculos concéntricos inscritos de B a K; el círculo exterior se encuentra fijo, pero los dos interiores son movibles. Por último, el Ars brevis muestra, después del “Alfabeto” y las “figuras”, la Tabula generalis, en la que aparecen combinaciones de las letras B a la K colocadas en columnas.4
Ramón Llull, basado en el procedimiento combinatorio de Abraham Abulafia, convierte los símbolos del judaísmo en símbolos cristianos. Introduce el tema de la trinidad en la letra A (Esencia, Unidad y Perfección). En los sujetos de las letras B a K, describe uno de sus símbolos preferidos: la escala de la creación que parte del mundo elemental, al vegetat...
Índice
- Portada
- Prólogo
- Primera Parte. FUENTES
- Segunda Parte. DERIVACIONES
- Bibliografía
- Índice analítico
- Índice