Afroméxico
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Afroméxico

El pulso de la población negra en México: una historia recordada, olvidada y vuelta a recordar

  1. 135 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Afroméxico

El pulso de la población negra en México: una historia recordada, olvidada y vuelta a recordar

Descripción del libro

En su ensayo introductorio abre un amplio panorama sobre la presencia afromexicana, para ofrecer después una bibliografía de los principales títulos al respecto. Es, en realidad, una herramienta para estudiantes, profesores e investigadores interesados en el tema.

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Información

Año
2019
ISBN del libro electrónico
9786071660732
ornato

CAPÍTULO 1

LA HISTORIA DEL ESTUDIO DE LOS NEGROS EN MÉXICO

BEN VINSON III

REFLEXIONES HISTORIOGRÁFICAS

Hasta hace muy poco, el estudio de la población negra en México no se podía incluir en una escuela particular de pensamiento o de investigación intelectual. Ya bien entrado el siglo XX, gran parte de lo escrito sobre los afromexicanos era esquemático, destellos fugaces acerca de los negros que impedían entrar de lleno a los temas más fundamentales e importantes de la política nacional y regional, la economía o la situación social. Sin embargo, aun así es posible seguir y constituir la evolución de lo que se ha escrito sobre los negros en México desde la época colonial. Al llevar a cabo esta tarea, uno descubre que las reflexiones y las discusiones en torno a las poblaciones negras han seguido la trayectoria del desarrollo político de la nación en muchos sentidos. En otras palabras, los estudios referentes a los afromexicanos se pueden agrupar de la siguiente manera: i) el periodo colonial y de la Independencia (1521-1821); ii) el periodo prerrevolucionario (1822-1910); y iii) el periodo posrevolucionario (1921-a la fecha). Aunque estos periodos tan amplios presentan muchos matices, en general proporcionan elementos útiles para evaluar la conversación que México ha sostenido con la negritud a lo largo de su historia. Además, el estudio de la discusión acerca de los afromexicanos dentro de estos parámetros definidos políticamente tiene una utilidad particular porque se puede comprender mejor cómo los debates y la política mexicana en torno al desarrollo nacional estuvieron influidos por la presencia negra, así como el impacto que han tenido en la comprensión de la negritud.
Una línea de tiempo amplia y políticamente informada ayuda a entender la evolución de las investigaciones sobre los afromexicanos, y también permite que en las siguientes secciones de este recorrido historiográfico se examinen otras cuestiones importantes. Existe la idea de que las investigaciones acerca de la presencia afromexicana son relativamente nuevas. Esta compilación bibliográfica es una muestra de que más de la mitad de los libros académicos de mayor importancia sobre los negros en México aparecieron después de 1969. Se percibe un desarrollo lento de los estudios afromexicanos, debido en parte a los efectos intelectuales de la Revolución mexicana. Su hincapié en el indigenismo y el mestizaje retrasó, supuestamente, la conversación del país con su herencia afromexicana, o por lo menos no le dio mucha importancia. Por su parte, esta investigación historiográfica, con su estudio bibliográfico, devela una historia más profunda de la que se conoce comúnmente. Al abordar una perspectiva de más larga duración histórica, ubicamos el impacto cultural de la Revolución en un contexto mejor, sin sobreestimarlo. Demostramos que los debates acerca de lo racial, surgidos durante la Revolución, fueron precedidos por discusiones en torno al papel de la pureza racial en la evolución de México. Estas discusiones ya habían tenido lugar en el periodo colonial y en el siglo XIX, dando paso a un cuerpo de conocimiento importante, aunque pequeño, acerca del sentido de la herencia negra. Como algunos de estos estudios no tienen la forma tradicional de historias o narrativas históricas, el retrato de Afroméxico que se presenta en las páginas siguientes invita a los estudiosos a considerar un abanico de fuentes opcionales como información historiográfica relevante. Para la época colonial, por ejemplo, los archivos mexicanos pueden ser utilizados también como recurso historiográfico. Los archivos se consultan comúnmente como fuentes primarias, pero si además a éstas las utilizamos como fuentes secundarias, podemos acercarnos a ellas de una manera más analítica. Así, estas fuentes nos dicen de qué manera percibían las instituciones coloniales a las poblaciones negras, cómo las ordenaron en categorías y cómo procesaron sus vidas en la sociedad colonial. Es posible seguir patrones históricos a lo largo del tiempo y observar las características comunes que adoptaron algunas instituciones al referirse a los negros mexicanos. Es posible ver, bajo este mismo enfoque, los periódicos del siglo XIX y también las varias obras literarias desde el siglo XVI hasta el XIX, que mucho revelan acerca de las actitudes de esos tiempos y que permiten examinar con mayor precisión qué papel desempeñaron los afromexicanos en los debates sociales y culturales de las distintas épocas. Así, las siguientes secciones de este libro buscan situar el estudio de los afromexicanos en la narrativa política de la nación y ubicar parte del material que debe ser estudiado para comprender las condiciones y el estatus de las poblaciones negras en México a lo largo de la historia.

i) EL LEGADO COLONIAL, 1521-1821

Como en el caso de muchas de las colonias españolas, la Nueva España no produjo escritos intelectuales o literarios importantes que incorporaran a los negros como sujetos de estudio; sin embargo, se les mencionaba ocasionalmente en los relatos de viajeros como Thomas Gage, fray Francisco de Ajofrín, Alexander von Humboldt y Giovanni F. Gemelli Carreri.1 En sus descripciones, las personas de ascendencia africana, en especial los que resultaron de una mezcla racial como los mulatos y los pardos, fueron presentados de manera desfavorable, pues se afirma que ejercían una influencia corrupta sobre la sociedad por su supuesto comportamiento instintivamente criminal y provocativamente sexual. Como los viajeros llegaron a estas conclusiones al aplicar sus estereotipos europeos a las realidades cotidianas de las que fueron testigos en un territorio extraño, no sorprende que sus evaluaciones fueran a menudo extremadamente parciales. La aplicación de estereotipos, sin embargo, no se limitó a los negros sino que se proyectó en su interpretación de los demás habitantes novohispanos, como los mestizos y los criollos blancos. Por sus tendencias subjetivas, entonces, los comentarios y las observaciones que aparecen en los relatos de viajes deben ser leídos no tanto por su veracidad histórica, sino porque revelan el clima intelectual de la época, que se ocupó, entre otros asuntos, de cuestiones de raza. Sin embargo, también es cierto que hay relatos de viajes sobre los afromexicanos que contienen información importante y en apariencia objetiva, pero estas excepciones, por lo general, sólo describen las condiciones materiales de la vida de los negros, así como su forma de vestir y de vivir.
Por otra parte, los negros también figuran, aunque de manera muy limitada, en las crónicas de la Conquista. Bernal Díaz del Castillo (ca. 1562), fray Diego Durán (ca. 1580) y Francisco López de Gómara (ca. 1552) hicieron referencia a los soldados negros auxiliares que acompañaron a los conquistadores españoles. Como se puede imaginar, los cronistas nunca pusieron a los negros en el primer plano, sino que los utilizaron más bien como ornamentos de la trama central o como chivos expiatorios o antihéroes. El conquistador negro Francisco Eguía, por ejemplo, tiene la desgracia de ser recordado por haber traído la viruela al Imperio azteca. Mientras Cortés y los demás conquistadores gozan de la gloria, la fama y la fortuna por sus victorias en el campo de batalla, Eguía está condenado a sufrir la ignominia de la enfermedad y el estigma de haber transmitido la enfermedad mortal que acabó con millones de indígenas inocentes e indefensos. Al atribuirse a Eguía la transmisión de la viruela en México, los españoles desviaron los comentarios despectivos de algunos autores británicos y europeos que denunciaron la crueldad del gobierno español en las Indias (la Leyenda Negra) hacia la población africana en México. Al sur de Tenochtitlan, en la conquista de Chiapas, los cronistas consignaron las hazañas de otro antihéroe: un soldado negro sin nombre, quien al asustarse durante una misión disparó por accidente contra sus compañeros. Esta historia, ciertamente, degrado la importancia de los conquistadores negros al retratarlos como viles cobardes.2 Por otra parte, los negros también aparecen en las exploraciones de la frontera norte; Estebanico, otro conquistador negro que participó en los viajes de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1528-1536), se transformó en una luz más favorable. Estebanico, se dijo, producía un gran temor entre las filas del enemigo por su imponente físico y ayudó a consolidar la conquista española de esta zona; no obstante, también se hizo hincapié en su impedimento de lenguaje que limitó su comunicación efectiva. Como la manipulación y el uso inteligente del lenguaje fueron elementos centrales para el éxito de muchas de las grandes empresas de conquista, entre ellas la de Cortés, las habilidades y el impacto positivo que pudo tener Estebanico quedaron severamente menguadas. Así, los lectores de las crónicas de la Conquista podrían reconocer en Estebanico no a un héroe, sino a un bufón inepto, sujeto al control de los españoles.3
Además de las crónicas y los relatos de viajeros, los negros y mulatos aparecen esporádicamente en los tratados sobre la administración colonial, así como en los escritos acerca de las condiciones sociales, especialmente de la ciudad de México.4 Sin embargo, estos escritos tampoco consideran a los negros como sujetos principales sino que, por el contrario, a menudo los mencionan indiscriminadamente junto con el grueso de las castas y el pueblo en general. Pero existen excepciones más progresistas como el texto de Francisco de Seijas y Lobera, Gobierno militar y político del reino imperial de la Nueva España, publicado a principios del siglo XVIII como fuente de análisis y consejos para la burocracia española. En las páginas de los casi 14 tomos de consejos de esta obra se hace referencia al potencial militar de la población negra y mulata de la colonia. Aunque el autor advierte sobre las consecuencias de armar a los afromexicanos, aconsejó que, en lugar de dotarlos con armas de fuego, espadas y cuchillos, se podría establecer una milicia temible con negros y mulatos de la costa del golfo aprovisionados con lanzas ligeras y machetes, y otros tantos se podrían entrenar como lanceros a caballo. Seijas y Lobera creyó ingenuamente en la posibilidad de armar con facilidad a por lo menos 40 000 afromexicanos en la Nueva España, una milicia que en su mejor momento contó con 200 000 efectivos.5
Es interesante advertir el contraste entre lo poco que se ha escrito sobre los negros en la época colonial y la gran cantidad de páginas dedicadas a los indígenas. Mucho tiene que ver, naturalmente, su condición de poblaciones nativas conquistadas, pero también la fascinación que tenía la élite colonial con la población indígena como sujetos conquistados. Este interés abarcó muchas esferas del mundo indígena, incluidos los debates morales en torno a su caída, el ahínco por su conversión espiritual, el cuidado oficial por su integración al nuevo orden colonial y la protección que se les proporcionó para minimizar su explotación. Son varias las razones por las cuales los negros no despertaron el mismo interés o inquietud. Por una parte, el contacto europeo con los pueblos africanos tenía una historia más larga y establecida que la de los indígenas americanos. El contacto entre los europeos de la Península ibérica y las poblaciones del norte de África se remontaba a la Antigüedad, cuando los fenicios y los cartagineses se establecieron comercial y militarmente en el sur de lo que hoy es España y Portugal. Entre 777 y 1492 los moros ocuparon y gobernaron grandes extensiones de la Península ibérica. Durante estos años, los españoles y los portugueses tuvieron contacto directo y constante con los pueblos del norte de África, pero también con los del sur del Sahara, quienes fueron utilizados por los califatos musulmanes como esclavos y soldados.6
Cuando España y Portugal consolidaron sus fronteras por medio de la reconquista en el siglo XV, los nuevos reinos ibéricos establecieron sus propias relaciones independientes con los pueblos del sur del Sahara, en gran medida por medio de los viajes de exploración portugueses que abrieron grandes áreas de África occidental y central al comercio. Aunque había esclavos africanos entre los productos intercambiados, es importante subrayar que representaron sólo una parte del comercio del subSahara, que incluyó también polvo de oro, caballos, marfil y especias. A finales del siglo XV, sin embargo, cantidades cada vez mayores de africanos entraron a España y Portugal. Para 1500, entre 40 000 y 100 000 esclavos fueron embarcados a Portugal y por lo menos 15 000 desembarcaron en Valencia entre 1479 y 1516. Para mediados del siglo XVI, por lo menos 15 000 esclavos africanos vivían en Sevilla.7
Al incrementarse notablemente la importación de esclavos negros se alteró significativamente el carácter tradicional, multiétnico y multinacional de la esclavitud europea, en la que había judíos, sardos, griegos, rusos y libaneses. Para justificar la cambiante composición de la esclavitud, España y Portugal, junto con otros países europeos, construyeron un marco intelectual que promovió el estereotipo de la inferioridad negra. Las enseñanzas de Aristóteles fueron clave para este proceso, ya que los europeos aplicaron sus teorías a los africanos, particularmente la que proponía que el destino natural de ciertas poblaciones era la esclavitud. Entonces, el tema de la naturaleza se reinterpretó en términos del color de la piel y lo negro funcionó como un indicador físico de la adecuación natural de los africanos para la esclavitud. Las teorías de Aristóteles también fundamentaron la toma legítima de esclavos en el marco de una “guerra justa” que, para la mentalidad ibérica, abarcaba la reconquista y los conflictos armados en torno a la exploración de África. Sin embargo, para no dejar dudas, varias bulas papales emitidas por Nicolás V (1454) y Calixto III (1456) transformaron los viajes de exploración europeos en cruzadas santas para la expansión del cristianismo. La esclavitud, por lo tanto, se entendió y se legitimó como un medio para “salvar las vidas” de las poblaciones supuestamente paganas de África. La religión jugó un papel aún más decisivo en tanto que los europeos identificaron paulatinamente a los africanos del subSahara como descendientes de Ham, uno de los hijos de Noé, cuyo linaje había sido condenado a una terrible maldición. Así, el fenotipo negro se percibió cada vez más como la expresión física del pecado de Ham y, por lo tanto, como un estigma de la supuesta e inherente naturaleza pecaminosa de todos los africanos.8
Gracias a esta historia de la esclavitud, para el siglo XVI la creencia en la inferioridad de los africanos quedó arraigada en la tradición cultural y política de España, fundamentada y promovida aún más por la literatura del Siglo de Oro. El santo negro Rosambuco de la ciudad de Palermo, de Lope de Vega, es emblemático de esta creencia. En su descripción de la vida de san Benito, un santo negro, Lope de Vega demostró que a pesar de haber nacido en el seno de la nobleza turca, únicamente fue gracias a su experiencia como esclavo en Europa...

Índice

  1. Portada
  2. AGRADECIMIENTOS
  3. INTRODUCCIÓN, por Ben Vinson III y Bobby Vaughn
  4. 1. LA HISTORIA DEL ESTUDIO DE LOS NEGROS EN MÉXICO, por Ben Vinson III
  5. 2. LOS NEGROS, LOS INDÍGENAS Y LA DIÁSPORA. UNA PERSPECTIVA ETNOGRÁFICA DE LA COSTA CHICA, Bobby Vaughn
  6. BIBLIOGRAFÍA