El filósofo y el mercader
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El filósofo y el mercader

Filosofía, derecho y economía en la obra de Adam Smith

Víctor Méndez Baiges

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El filósofo y el mercader

Filosofía, derecho y economía en la obra de Adam Smith

Víctor Méndez Baiges

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Considerado como el fundador de la economía política y uno de los primeros exponentes de las ventajas del mercado, Adam Smith fue un riguroso investigador de la economía, un filósofo moral de la Ilustración y un estudioso preocupado por las relaciones entre sociedad, justicia y derecho. Este ensayo intenta conciliar esas facetas con una lectura atenta del contexto en el que nacieron sus ideas, sin emitir juicios adelantados sobre este importante pensador del siglo XVIII.

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Información

Año
2014
ISBN
9786071623829
Categoría
Economics
Categoría
Economic Theory

V. LA RIQUEZA DE LAS NACIONES

Un filósofo es una buena compañía únicamente
para otros filósofos.
ADAM SMITH
1. LA HISTORIA DE LA RIQUEZA
Si nos aproximamos a la Investigación acerca de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones como a una crítica de políticas económicas obsoletas realizada desde la perspectiva de un modelo ideal de funcionamiento económico, aproximación típica a este texto durante buena parte de los siglos XIX y XX, difícilmente lograremos ver su relación con toda la empresa anterior smithiana. Pero si nos acercamos a ella como a una ejecución parcial de la promesa de suministrar una relación de los principios del derecho y del gobierno, y de las diferentes revoluciones que éstos han experimentado en las diferentes épocas de la humanidad, especialmente referida a la policía, a los ingresos públicos y a la defensa, que es como su autor la describió en la advertencia inicial a la sexta edición de La teoría de los sentimientos morales, entonces podremos encontrar la parte de la investigación filosófica acerca de la historia de la sociedad que nos faltaba. Y comprobaremos que en esa obra se expone la historia de la riqueza, junto a la del derecho y del gobierno, de forma que la primera acaba encontrando su lugar como objetivo propio del gobierno, y que se aclara así del todo el estatus particular de las leyes que se refieren a ella en tanto que leyes de policía.
Y es que la explicación de la naturaleza de la riqueza —aquello en lo que ésta consiste— y la de sus causas —aquellos fenómenos sociales que la preceden en el tiempo y que la producen—, esto es, la historia conjetural de la riqueza en tanto que fenómeno social, es lo que ha de servir para acabar de entender la relación de la riqueza con el gobierno civil y con la justicia, y lo que va a permitir llevar a cabo después, y a partir de ella, una crítica de la legislación económica vigente. Aunque esta historia de la riqueza se encuentra ya presente en algunos manuscritos tempranos de Smith, y lógicamente en la parte de las lecciones de jurisprudencia dedicada a las leyes de policía, resulta, por otra parte, algo innegable que el sitio en que es expuesta con mayor amplitud y rigor es en la obra consagrada de forma explícita a la riqueza de las naciones publicada en 1776. Por eso a lo que se dice en esta obra, que coincide en su mayor parte con lo que su autor cuenta en los otros lugares, es a lo que prestaremos aquí una mayor atención.
Smith comienza todos sus tratamientos de la riqueza afirmando que ésta es algo que puede predicarse de las naciones. La riqueza nacional es la abundancia en una nación de los bienes necesarios y, por lo tanto, es asimismo baratura en ella de los mismos. Smith la define como “una gran abundancia de todo lo necesario y conveniente para la vida”1 y, por lo tanto, puede decirse de ella que conforma una propiedad observable y mensurable en la presencia y cantidad de ciertos objetos en cada país. Resulta además que esta abundancia es lo que caracteriza a la sociedad comercial frente al resto de los otros estadios de la civilización.
La cuestión de la historia conjetural de la riqueza y la de las causas de este fenómeno social es una y la misma. Y lo primero que puede decirse de la riqueza en el orden de las causas es que tiene su origen en el trabajo, tal y como se anuncia en el párrafo que abre La riqueza de las naciones, el cual afirma con rotundidad que “[e]l trabajo anual de una nación es el fondo que la provee en principio de todo lo necesario y conveniente para la vida”.2 Es el trabajo humano el que proporciona los objetos, cuya abundancia resulta su consecuencia directa. La cantidad de objetos que puede producir ese trabajo, a primera vista, “se regula en toda nación por dos circunstancias diferentes”, según Smith.3 La primera es la forma en que se lleva a cabo ese trabajo. La segunda es el número relativo de trabajadores, el cual está relacionado con la proporción que se da en cada sociedad entre los que se dedican a trabajar y a producir y los que no.
En todos sus tratamientos del asunto remarca Smith, sin embargo, que la comparación entre los estadios rudos y los civilizados de la sociedad demuestra, sin lugar a dudas, que es la primera circunstancia —el grado de división del trabajo que hay en una sociedad—, y no la segunda —la proporción entre trabajadores y no trabajadores—, lo que influye verdaderamente en el grado de riqueza de una nación. Por eso el libro primero de La riqueza de las naciones, el titulado “De las causas del progreso en las facultades productivas del trabajo y del orden según el cual su producto se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del pueblo”, se articula, en primer lugar, en torno al concepto de división del trabajo. Y es sólo más adelante cuando se refiere a la cuestión de la desigualdad entre los que trabajan y los que no trabajan, la cual, y aunque a primera vista no parezca una causa natural del progreso de la riqueza, nunca deja de acompañar a éste sin embargo, tal y como siempre observa Smith, a todo lo largo de la evolución de la sociedad.
Esta cuestión que en principio no parece influir sobre la creación de riqueza, la de la proporción entre el número de los que trabajan y los que no trabajan, es algo relacionado con la distribución de la propiedad y, por lo tanto, con la cuestión de la constitución del gobierno que preserva la desigualdad. Pues el hecho de que algunos miembros de la sociedad puedan vivir sin trabajar depende de la distribución de la propiedad —que es la que da forma a la división del producto del trabajo entre las diferentes clases, la de los trabajadores, la de los propietarios de la tierra y la de los propietarios del capital—,4 y de la circunstancia de que esa división sea defendida coactivamente por el gobierno civil. Y lo que va a sostener Smith en el libro primero de La riqueza de las naciones es que esa distribución de la propiedad no sólo aparece actualmente a la hora de explicar la división del producto del trabajo entre los miembros de la sociedad, sino que va a aparecer también de forma inevitable en la historia del progreso de la producción de riqueza.
La distribución originaria de la propiedad y la aparición del gobierno eran fenómenos históricos simultáneos e interrelacionados, que se habían descrito en las lecciones de jurisprudencia con un lenguaje político que los relacionaba con el orden y la estabilidad, y en el que se podía escuchar el mismo rumor acerca de la ambición humana y del amor al dominio que se oye en el Discurso sobre la desigualdad entre los hombres de Rousseau, por ejemplo, a la hora de hablar sobre el papel de la fuerza y el engaño en el origen de la sociedad. Pero lo que separaba a la narración smithiana acerca del origen del gobierno de la que realizó el ginebrino es que la primera no admitía que la desigualdad actuase únicamente en beneficio de los ambiciosos y de los fuertes que establecieron el orden, y que condenase al resto de la humanidad al trabajo, a la servidumbre y a la miseria perpetuas. Por el contrario, y sin dejar de afirmar que la mano del magistrado actuó siempre en defensa del interés de la clase de los propietarios, la explicación smithiana sostenía que la aparición de la desigualdad y del gobierno fue necesaria para el desarrollo del resto de los productos sociales, así los sentimientos morales, el derecho o la justicia. Y la misma prioridad que se sostiene respecto a ellos es la que va a sostener Smith respecto a la riqueza en todas las explicaciones acerca de las causas de esta última.5
Es por eso por lo que la desigualdad que está detrás del nacimiento del gobierno ha de tenerse por una característica común a toda “sociedad civilizada” —una característica que la define como tal, además—,6 que aparece ya en el segundo estadio de la sociedad, en el de los pastores, y que genera el orden, la paz, el gobierno y el derecho, en el seno de los cuales va produciéndose el proceso de civilización y la aparición de todos los resultados sociales. Entre esos resultados, y señaladamente, está el del incremento de la riqueza, y el de la división del trabajo, que es su causa directa. Por eso, aunque la producción de riqueza de una sociedad no parezca en principio algo relacionado con la desigualdad, sino con la forma en que se realiza el trabajo, la historia de la riqueza y de la división del trabajo va a permitir sostener que esa desigualdad entra en el orden de sus causas y, en consecuencia, que tanto ella como el gobierno, que siempre le acompaña, son necesarias para su aparición.
La historia de la riqueza en tanto que investigación del orden de las causas de la misma ha de llevarse a cabo teniendo en cuenta la relación de esa historia con la de las otras instituciones sociales. Tener en cuenta el papel jugado por esas instituciones en general, y por el gobierno en particular, no significa, sin embargo, negar que la división del trabajo ocupe en la historia de la riqueza el lugar fundamental. Esto Adam Smith no lo niega nunca. Parte siempre de la idea de que si la riqueza de una nación es el producto de su trabajo, entonces la historia del incremento de ese producto es su propia historia. Y que el incremento de ese producto con lo que tiene que ver principalmente es con la división del trabajo, pues a mayor división del trabajo en una sociedad se produce siempre mayor riqueza. Por eso la historia del progreso de la riqueza es idéntica a la historia del progreso de la división del trabajo. Esta ecuación tan simple preside todas las versiones smithianas de la historia de la riqueza. Es porque entre los cazadores la división del trabajo es prácticamente nula por lo que en ese estadio se vive en una extrema pobreza, aunque la desigualdad social sea mínima en él, y aunque todo el mundo trabaje en ese estadio, además. Es porque el grado de división del trabajo es máximo en una sociedad comercial por lo que éste es el estadio más rico de la sociedad, aunque en él las desigualdades sociales sean muy grandes, y aunque haya con él un gran número de personas que no colaboran en absoluto en el trabajo necesario para la producción de bienes.
Como Smith muestra siempre con el ejemplo de la fábrica de alfileres, la división del trabajo permite un ahorro de tiempo en la producción de bienes, un aumento en la destreza de cada trabajador, y un progreso en la invención de nueva maquinaria, todo lo cual es causa de que aumente siempre con ella la cantidad de lo producido. A pesar de la utilidad social de esta división del trabajo, el aumento de la misma en una sociedad nunca resulta la obra del gobierno civil ni el resultado de ley alguna de policía. A diferencia de la distribución de la propiedad, la división del trabajo no es algo ni establecido ni directamente estimulado por el magistrado. Encuentra su causa, según Smith, en ciertos instintos humanos y en su evolución en ciertas circunstancias. Entre esos instintos cabe citar a la famosa “disposición natural y enteramente peculiar del hombre, la disposición al trueque, a la permuta y al cambio” que en La riqueza de las naciones aparece como la responsable última del inicio del proceso.7
Puede afirmarse, en consecuencia, que el progreso de la división del trabajo, como el de tantos otros productos de la relación social, fue así primeramente el fruto de un desarrollo espontáneo. Ni resultó el efecto buscado por la prudencia política ni tampoco, y por parecidas razones, fue el resultado del cálculo del interés individual (lo que no quiere decir que luego éstos no colaboren o no puedan colaborar a su mantenimiento). Tampoco fue la consecuencia lógica de una diferencia natural de talentos entre los hombres. Smith parte siempre de la identidad fundamental de la naturaleza humana y, a este respecto, no se cansó nunca de afirmar que “el genio es más efecto de la división del trabajo que esta última de él”. Son los hábitos y las costumbres propios de aquellos que ocupan diferentes posiciones y ejercen diversas profesiones, producto de la división del trabajo, lo que ha creado unas características comunes a los mismos, y nunca lo contrario, tal y como Smith ya sostuvo en La teoría de los sentimientos morales y como ejemplificaba siempre ante sus alumnos mediante la comparación entre el filósofo y el bedel.8
La disposición natural a permutar, a intercambiar y a negociar es lo que está, según el autor de La riqueza de las naciones, en el origen de la división del trabajo. Esta propensión instintiva está relacionada con las facultades discursivas, con la inclinación natural del hombre a persuadir a los demás, con el deseo de ser creído y con el instinto de poner en común la experiencia, todos los cuales estaban también próximos en su origen al mecanismo de la simpatía. En La riqueza de las naciones se habla de esta propensión como algo que deriva, probablemente, del sentido del lenguaje. En La teoría aparece como el resultado de la inclinación natural a persuadir al otro. En cualquier caso, lo relevante es que Smith mantiene siempre la postura que afirma que la causa última de la división del trabajo es un instinto natural al cambio, y nunca el cálculo previo de las ventajas que éste proporciona.
Como consecuencia de esa propensión, el inicio del proceso de división del trabajo se produce, muy rudimentariamente, ya en el estadio de los cazadores. Comienza cuando alguien, por una circunstancia cualquiera, se especializa en hacer arcos o flechas, y regala estas cosas a sus compañeros, los cuales, a su vez, le regalan algo a él. Por este camino, se incrementa la fortuna personal de aquel al que su especialización, la división del trabajo, le permite producir más, el cual es mirado con más respeto por los otros habitantes de la sociedad. La búsqueda de ese respeto y de ese incremento, así como el deseo de mejorar de condición y la consideración del propio interés, es lo que más adelante irá moviendo al intercambio, conforme vayan transformándose los estadios sociales. Pero no hay que olvidar que, para que estos motivos intervengan, es necesario que exista un mercado, un lugar y una práctica de intercambio, lo cual fue originalmente una creación original de ese instinto de cambio.9
La circunstancia fundamental que va a favorecer el desarrollo de la división del trabajo en una sociedad es siempre esa institución al servicio del intercambio: el mercado. “La división del trabajo está siempre en una relación proporcional con la extensión del comercio”, dice Smith.10 La mayor extensión del comercio de los productos del trabajo da lugar siempre a una mayor división del trabajo necesario para producirlos y, por lo tanto, conduce inevitablemente a un aumento de la riqueza. El incremento del número de personas que participan en el intercambio depende del tamaño de la población implicada, de la proximidad de los habitantes entre sí, de la facilidad y de la seguridad de las vías de comunicación (de ahí que la sociedad comercial comenzara en el Mediterráneo, y no en las enormes llanuras de “Tartaria y Siberia, las cuales parecen haber estado en todas las épocas del mundo en el mismo estado bárbaro e incivilizado en que las encontramos hoy”),11 así como de otros factores. Cuando todos colaboran al desarrollo del comercio, el resultado seguro es el incremento de la riqueza. Y por eso puede decirse que la historia del comercio es la historia de la riqueza, y por eso el comercio, que permite el intercambio que da lugar a la división del trabajo, es la actividad más importante a la hora de determinar la riqueza y el grado de civilización de una sociedad. Por eso todo lo que favorece el comercio puede decirse que favorece a la riqueza, y hablar de la sociedad comercial —aquella en la que se da la mayor división del trabajo— equivale a hacerlo de la sociedad rica y de la sociedad civilizada.12
Una de las consecuencias más importantes, según Smith, de la generalización del proceso de la división del trabajo que se produce junto al desarrollo del comercio es que se da en esas sociedades más ricas una separación tajante entre el trabajo individual y las necesidades individuales, de tal forma que el primero no provee directamente a las segundas, algo que sí pasaba, por el contrario,...

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