
- 360 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Las reformas borbónicas, 1750-1808
Descripción del libro
El tomo 1 revisa algunos de los proyectos de las llamadas reformas borbónicas y analiza el impacto que éstas tuvieron en los pueblos de indios, en la economía y las finanzas y en la vida sociopolítica de la capital del virreinato, así como el papel que jugó la Ilustración en ellas.
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Información
Categoría
HistoriaCategoría
Historia mexicanaLos indios de México
y la modernización borbónica
RODRIGO MARTÍNEZ BARACS*
Es tentadora la encomienda que recibí de escribir sobre la sociedad indígena durante la segunda mitad del siglo XVIII en el marco de una “historia crítica de las modernizaciones en México”.1 Es también una tarea difícil porque no se pueden deslindar con claridad los elementos que incidieron sobre los indios durante ese periodo directamente relacionados con la modernización, de los elementos económicos, políticos y culturales que responden a otras causalidades y casualidades. La noción misma de modernización es polivalente y ambigua, y se refiere tanto a procesos objetivos como a intenciones subjetivas. Por ello prefiero formular el problema de un modo que parece adecuado al tratar del mundo indígena: ampliando el marco temporal, pues el proceso de modernización de los amerindios no comenzó ciertamente en el siglo XVIII borbónico, sino que es producto de un proceso mucho más profundo iniciado en 1492 en América y en 1519 en México, cuando entraron en contacto dos mundos separados por una gran diferencia tecnológica. En realidad la modernización de la sociedad indígena en el siglo XVIII, si es que la hubo, sólo puede entenderse y valorarse como un momento de un proceso complejo de transformaciones iniciado en el XVI. Y lo mismo puede decirse de las “revoluciones” de 1810, 1857 y 1910 (nuestro “ciclo de las revoluciones burguesas”),2 y de los asedios modernizadores que han sufrido las sociedades indias.
El adjetivo “moderno” y los sustantivos y verbos que se le derivan adquieren diversos significados en cada circunstancia histórica, lo cual lo enriquece y problematiza como concepto. Pero lo más importante es apuntar el sentido global del amplio proceso de cambio que inició en 1492 y desembocó en nuestra inevitablemente singular y cambiante “modernidad”. El asunto da para un libro, más que un capítulo, y por lo pronto, prefiero anotar algunos temas o problemas sobre los que conviene reflexionar.
La revolución de 1492-1519
El primer tema es la naturaleza del proceso iniciado en México en 1519. El asunto no es desconocido por los historiadores, aunque ha sido insuficientemente atendido por la sociedad, y se refiere al llamado “encuentro de dos mundos”. Para comprenderlo conviene considerarlo desde la perspectiva de una muy larga duración. Un punto de partida puede ser el poblamiento mismo del continente americano. Hay acuerdo sobre el hecho de que el poblamiento ya se había producido hacia 12 000 a.C. Varios arqueólogos hacen retroceder los inicios del poblamiento americano mucho más, hasta 20 000 o aun 40 000 a.C., pero estos datos no son muy seguros, o más bien son poco probables, pues el poblamiento de Siberia por los cromañones, nuestros antepasados directos, comenzó hacia 20 000 antes de Cristo.
Si retrocedemos de manera exagerada la fecha del poblamiento de América, deberemos aceptar que, de una u otra forma, vinieron nuestros tíos abuelos neandertales antes que nuestros abuelos cromañones,3 y que también sucedió en suelo americano el dramático proceso de desaparición de los premodernos neandertales, debido a cambios climáticos o, tal vez, a un genocidio perpetrado por nuestros antepasados cromañones, imprevista “modernización” primigenia del continente americano. No tanto para evadir esta bochornosa eventualidad, sino para apegarnos a los hechos probados, conviene tomar las fechas relativamente seguras y aceptar que los primeros pobladores de América, y por tanto de México, llegaron hacia 12 000 a.C. y fueron Homo sapiens, cazadores dotados de mortíferas puntas de tipo Clovis.4
Estas posibilidades no cambian en lo sustancial la consideración de lo que siguió: en esa época tanto los habitantes del Nuevo Mundo (América) como los del Viejo Mundo (Eurasia y África) eran cazadores recolectores y durante los milenios que siguieron en ambos mundos se produjo, de manera autónoma, semejante y diferente, el proceso de transición a la agricultura, la bien llamada revolución agrícola, pues alteró todos los aspectos de la vida humana. También en ambos mundos se produjo una intensificación de la agricultura que hizo posible la formación de grandes civilizaciones; esto es, el sustento, a través del tributo pagado por eficientes pueblos campesinos, de ciudades habitadas por reyes, aristócratas, sacerdotes, guerreros, científicos, artistas y artesanos. Junto a las grandes civilizaciones, en ambos mundos siguieron existiendo agricultores menos eficientes y pueblos cuyo medio de vida principal seguía siendo la caza y la recolección: los “bárbaros” de Eurasia, los “chichimecas” de Mesoamérica.5
Mencioné similitudes pero también hubo diferencias decisivas. La más importante es temporal: mientras que en Eurasia existían pueblos sedentarios y agrícolas ya en el año 8000 a.C., éstos sólo se formaron en América miles de años después, hacia 3000 a.C. El mismo desfase de miles de años se puede constatar si consideramos los inicios de la civilización, 5000 a.C. en el Viejo Mundo, 2000 o 1500 a.C. en el Nuevo, cuando aparecieron las civilizaciones mesoamericana y andina.
Este desfase no se explica por diferencias congénitas entre los habitantes de ambos mundos, sino por diferencias sobre todo temporales entre sus procesos de poblamiento y explotación del territorio, antiquísima en el caso del Viejo Mundo, mucho más reciente en el caso del paradisiaco Nuevo Mundo, donde abundaban una flora y una fauna riquísimas, intocadas por el hombre, que los primitivos pobladores de América pudieron depredar a placer, antes de que tuvieran que recurrir a producir alimentos.6
De cualquier manera, para valorar adecuadamente la diferencia tecnológica que trajo este desfase debe apreciarse la velocidad del desarrollo tecnológico durante los milenios de vida agrícola de la humanidad. Como bien se ha dicho, no fue muy diferente la vida cotidiana de un campesino en el Antiguo Egipto y uno francés en la Edad Media.
Debe agregarse otra diferencia en las revoluciones agrícolas en ambos mundos: mientras que en el Viejo Mundo la agricultura se vio acompañada y complementada por la ganadería, en el Nuevo Mundo la agricultura se desarrolló sin este complemento, pues no había caballos, burros, toros ni vacas, cabras, ovejas, chivos, puercos (sólo en los Andes hubo llamas y alpacas). Estos mamíferos, o sus antecedentes, desaparecieron del continente americano, probablemente no debido a un cambio climático, sino a que los cazadores americanos los mataron con excesiva facilidad. Esto no se debió a su habilidad como cazadores o a sus puntas Clovis, comunes a ambos mundos, sino tal vez a que los animales del Nuevo Mundo, que habían vivido por millones de años sin conocer a los humanos, no tuvieron tiempo para desarrollar un miedo instintivo contra nosotros y se dejaban cazar sin tratar de huir a tiempo.
Este desfase temporal y la ausencia del ganado mayor y menor en América se combinaron para producir un desfase científico y tecnológico de miles de años. Este desfase no implica una superioridad cultural, intelectual, moral o hedonística. Tal vez al contrario, a menor tecnología mayor inteligencia, práctica y teórica, y aun sabiduría y felicidad.7
Historiadores y antropólogos han encontrado que los amerindios “desarrollaron diferentes concepciones del tiempo que no corresponden con las nuestras”, para decirlo en palabras de Carmen Bernand y Serge Gruzinski (estudiosos del Perú y de México), según los cuales la americana es “una temporalidad cíclica que transforma el presente en pasado y que niega el azar del futuro”.8 Esta temporalidad cíclica entrañaba una concepción del mundo altamente dualista9 en la que el uno pasa al dos y regresa al uno, en lugar de avanzar, como en Eurasia, hacia el tres, que se vuelve un nuevo uno, un nuevo inicio, generador de progreso modernizador, de la “pesadilla de la historia”: la recurrente síntesis como negación de la negación, a su vez siempre negada. El tres ha sido considerado esencial y omnipresente en la mente y en las sociedades eurasiáticas: las tres funciones indoeuropeas que descubrió Georges Dumézil, la Trinidad cristiana, los tres humores, los tres continentes, las tres épocas de la humanidad…
El desfase tecnológico resultó determinante cuando ambos mundos entraron en contacto a partir de 1492: basta con mencionar la metalurgia, la rueda, la escritura alfabética, los sistemas de navegación, la pólvora, la mecánica, la pintura, más recientemente la imprenta, para entender no sólo por qué Europa conquistó América, y no al revés, sino también por qué esta Conquista implicó para América una verdadera revolución, una transformación profunda e irreversible de todos los aspectos de la vida (ecología, demografía, tecnología, alimentación, economía, política, ideología, religión, etc.). Se trata de una transformación tan profunda que no se pudo dar en unos años o décadas, sino en mucho más tiempo. El proceso de cambio radical que trajo la Conquista de México lleva ya casi cinco siglos; pronto se celebrará su quinto centenario, en 2019, puede anticiparse que con menos entusiasmo que el quinto centenario de 1492 en 1992 y, por supuesto, que el bicentenario de 1810 y el centenario de 1910, ambos en 2010.
Debe agregarse otra profunda desigualdad entre los dos mundos: el desarrollo en el Viejo Mundo de gran cantidad de enfermedades infecciosas inexistentes en el Nuevo Mundo y contra las cuales los amerindios no habían desarrollado inmunidad ni defensas. Al parecer muchas de estas enfermedades se desarrollaron en el Viejo Mundo debido a la promiscua convivencia de hombres y animales que trajo la ganadería.10 Y pudo influir también que algunas enfermedades del Viejo Mundo, particularmente las de las regiones más calientes, no pudieron pasar con facilidad al Nuevo Mundo con las dispersas bandas de cazadores que fueron filtrándose por el frío estrecho de Bering.
De esta manera, la gran revolución de la Conquista, este gran proceso de modernización, se inició junto con una catástrofe tremenda, la catástrofe demográfica más grave de la historia de la humanidad, que en uno o dos siglos hizo bajar en 95%, o más, la población americana y en la misma proporción la del territorio que hoy es México.11 Esta “unificación microbiana del mundo”, que acompañó a la unificación comercial, es un elemento ineludible de la modernización de la población del planeta, en el que a América le tocó la peor parte.
No sé si sea pertinente o adecuado recordar aquí el famoso chiste que cuenta Uma Thurman en la película Pulp Fiction: van caminando el papá jitomate, la mamá jitomate y el niño jitomate; el j...
Índice
- Siglas
- Introducción las paradojas de las reformas
- Los indios de México y la modernización borbónica
- Ciencia, cultura y política ilustradas (Nueva España y otras partes)
- Orden de gobierno y organización del territorio: Nueva España hacia una nueva territorialidad, 1786-1825
- Las reformas del siglo XVIII al gobierno; la ciudad, su hacienda, su policía, su ejército
- Re-formar la Iglesia novohispana
- Una modernización conservadora: el reformismo borbónico y su impacto sobre la economía, la fiscalidady las instituciones
- Comentario
- Bibliografía