El concepto de ideología
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El concepto de ideología

Y otros ensayos

Luis Villoro

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El concepto de ideología

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Luis Villoro

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Ensayos que reúnen temas y preocupaciones constantes en el autor, aunque enfocados desde los distintos ángulos de una amplia comprensión y revisión de los mismos. En cada ensayo está latente la intención alerta del maestro y el pensador activo: "La actividad filosófica auténtica, la que no se limita a reiterar pensamientos establecidos, no puede menos que ejercerse en libertad".

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Información

Año
2015
ISBN
9786071631237

EL CONCEPTO DE IDEOLOGÍA
EN MARX Y EN ENGELS

LA PALABRA “ideología” es usada actualmente en los más diversos sentidos. Éstos pueden variar desde una acepción tan amplia y vaga como “un conjunto de creencias generales sobre el mundo y la sociedad”, hasta otra más estrecha pero igualmente vaga como “conciencia falsa”. Entre esos dos extremos podemos encontrar casi todos los sentidos intermedios, según los propósitos de cada autor. En los mismos escritores marxistas, pese a participar de una sola tradición conceptual, la palabra es usada a menudo sin precisión y en sentidos diferentes. Al volverse equívoca, deja de expresar un concepto teórico genuino.
Parte de la confusión tiene su fuente en la diversidad de usos que tiene el término en las obras de Marx y de Engels. Una tarea indispensable para aclarar el concepto es, pues, distinguir con precisión los sentidos que tiene en esas obras. Es menester establecer las distintas connotaciones del término así como la conexión que puede haber entre ellas. Tal vez aparezca entonces que el valor teórico del concepto de ideología consiste justamente en unir en una sola noción connotaciones que no se implican analíticamente. Ésta es la tarea que se intentará en este ensayo.
Para ello habrá que rescatar los usos que tiene el término en los escritos de Marx y de Engels, encubiertos y confundidos a menudo por toda la literatura posterior. Este artículo se restringirá, por lo tanto, a las obras de esos autores y procurará que su análisis no se vea distorsionado por las interpretaciones de autores posteriores.

UN ESTILO DE PENSAR

En los escritos de Marx y de Engels de los años 1843 a 1848, especialmente en La ideología alemana, aparece un concepto de ideología más preciso y limitado que el usual en muchos autores marxistas posteriores. Este mismo concepto se encuentra implícito en El capital y subsiste en escritos posteriores de Engels. Podemos llamarlo el sentido “estricto” de ideología.
Este concepto “estricto” de ideología, a su vez, abarca varias connotaciones que no se implican necesariamente. Aunque éstas se dan, de hecho, simultáneamente en las obras de Marx, el análisis conceptual requiere tratarlas por separado, para poder estudiar sus conexiones.
La primera aparición del término está ligada a la crítica al idealismo, que Marx concentra en la filosofía de Hegel y sus discípulos. Las críticas múltiples y variadas de Marx al idealismo podrían derivarse de una sola: el rechazo del supuesto en que se basa esa concepción del mundo. El idealismo expresa el intento de explicar la realidad, tanto natural como humana, por el desenvolvimiento de las ideas. El meollo de las críticas de Marx podría resumirse en tres posiciones básicas: a) En Hegel las ideas cobran realidad, adquieren una entidad propia e independiente: hay una “cosificación” de las ideas; b) El desarrollo histórico y social se explica por el desarrollo de las ideas así cosificadas; c) Esta seudoexplicación encubre el verdadero ser del hombre: al presentar un producto del hombre como si fuera su productor, se oculta al hombre concreto bajo una abstracción.
Pero este modo de proceder no es exclusivo de Hegel. Corresponde a una manera de considerar las cosas (Betrachtungsweise), un modo de ver el mundo que está supuesto, a menudo implícito, en muchas doctrinas distintas y que puede expresarse en diferentes formas. El núcleo de idealismo —resumido en esas tres proposiciones básicas— no es una teoría específica, sino un punto de vista sobre el mundo, una representación general dentro de la cual pueden encontrar acomodo diversas teorías. Más que de una doctrina, se trata de una disposición mental a ver el mundo y el hombre de determinada manera: disposición que suele inducir a adoptar una manera o “estilo” de pensar que puede expresarse en esferas muy variadas de la actividad intelectual.
La misma manera de ver las cosas y el mismo estilo de pensar se encuentran en campos distintos al hegelianismo, por ejemplo, en la religión. Marx sigue la interpretación de la religión por Feuerbach. Según él los dioses son una proyección de las características esenciales del hombre. Una vez que el hombre proyecta su esencia fuera de él, se somete a esa proyección; su producto se convierte en su amo y productor. La operación mental, aunque se refiera a cosas distintas, es del mismo estilo que la que realiza Hegel con las ideas. En ambos casos se dota de entidad independiente a un producto de la actividad humana y se ve el mundo, y el hombre en él, como producto de esa entidad.
Por eso, la crítica a la religión que emprende Feuerbach es, en el fondo, crítica a un modo de ver las relaciones del hombre con el mundo, que está supuesto tanto en el cristianismo como en muchas corrientes filosóficas. Así se entiende que Marx pueda decir, en la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel, de 1844, que “la crítica a la religión es el supuesto de toda crítica”. En efecto, “el fundamento de la crítica a la religión es el hombre hace la religión, la religión no hace al hombre”,1 así como el fundamento de la crítica al idealismo sería: el hombre hace las ideas, las ideas no hacen al hombre. La religión busca al hombre en la “realidad fantástica del cielo”; pero el hombre no es algo abstracto, sino un ente concreto, situado en su sociedad, en su Estado. “Ese Estado, esa sociedad producen la religión, una conciencia invertida del mundo, porque ellos son un mundo invertido.”2
La crítica a la religión no consiste, pues, en destruir sus argumentos o sus doctrinas, sino en destacar el estilo de ver el mundo y de pensar que está supuesto en las religiones concretas; éste consiste en una disposición mental que Marx llama “conciencia invertida” de la realidad. Por eso la crítica a la religión puede transformarse fácilmente en crítica a otra concepción diferente: la concepción idealista del derecho y de la política; pues ésta participa de la misma manera “invertida” de ver las cosas. Por distintas que sean la religión cristiana y la filosofía hegeliana del derecho, tienen en su base esa misma “conciencia” o “mentalidad”: el hombre en sociedad se ve como creatura de sus propias ideas, fantasías y creencias; en ambas doctrinas, se oculta la condición (Zustand) real del hombre bajo una idea abstracta.
Más tarde, en la Miseria de la filosofía, de 1847, Marx encuentra el mismo estilo de pensar expresado en una doctrina que corresponde a un campo muy distinto a la filosofía hegeliana y a la religión: en la economía política; lo reconoce en la obra de Proudhon. “Lo que Hegel ha hecho con la religión, el derecho, etc., trata de hacerlo el señor Proudhon con la economía política.”3 La semejanza no está en las doctrinas de Hegel y Proudhon, sino en la disposición a pensar de determinada manera, supuesta en una y en otra doctrina. En ambos casos se encuentra “en las categorías lógicas la esencia de todas las cosas”. Lo que hace Hegel con las ideas en general, lo hace Proudhon con las categorías económicas, comprenderlas como ideas eternas, preexistentes.4 Encontramos en Proudhon el mismo tipo de “conciencia invertida”, propio de la filosofía alemana.
Las categorías económicas sólo son las expresiones teóricas, las abstracciones de las relaciones sociales de producción. El señor Proudhon, como auténtico filósofo, pone las cosas de cabeza y ve en las relaciones reales solamente la encarnación de aquellos principios, de aquellas categorías que, como nos dice aún el señor Proudhon, el filósofo, dormitaban en el seno de la razón impersonal de la humanidad.
Conforme a la misma manera de proceder intelectual, el proceso histórico se explica por el orden de las ideas abstractas, y no a la inversa. Marx cita a Proudhon:
No ofrecemos [escribe Proudhon] una historia según el orden del tiempo, sino según la secuencia de las ideas. Las fases o categorías económicas se introducen en su manifestación, a veces al mismo tiempo que ella, a veces en una sucesión contraria. No por ello las teorías económicas dejan de tener su sucesión lógica y su seriación en la razón: ese orden pretendemos haber descubierto.5
Vemos cómo en todas estas críticas, a través de una doctrina particular se apunta a una manera común de pensar que constituye un supuesto, a veces explícito, pero frecuentemente implícito y aun inconsciente, de muchas doctrinas que se refieren a campos distintos. Se encuentra en la religión, la filosofía, el derecho, la política, la economía. Se trata de un estilo de pensar “metafísico”: “Las cosas de este mundo sólo son tejidos cuya trama está formada por las categorías lógicas”.6 La crítica consiste justamente en mostrar cómo ese modo de pensar está supuesto sin discusión en las doctrinas consideradas.
Se entenderá mejor cuál es ese supuesto, si se compara la crítica de Marx a Hegel con la de los “jóvenes hegelianos” (Bauer, Strauss, Stirner, Feuerbach). Ambas tienen mucho en común: tanto en Marx como en los jóvenes hegelianos, se trata de liberar a las mentes del dominio enajenante de las ideas “cosificadas” y recuperar la condición del hombre como libre productor y amo de sus propias creencias. Así resume Marx en La ideología alemana el sentido de la crítica que realizan los jóvenes hegelianos:
Los hombres siempre se han hecho hasta ahora representaciones falsas sobre ellos mismos, sobre lo que son o deben ser. Por sus representaciones de Dios, del hombre normal, etc., dirigieron sus relaciones. Los engendros de su mente rebasaron su mente. Ante sus creaturas, ellos, los creadores, se inclinaron. Liberémosles de las quimeras mentales, de las ideas, de los dogmas, de las esencias imaginarias bajo cuyo yugo languidecen. Rebelémonos contra ese dominio de los pensamientos. Enseñémosles a cambiar esas ilusiones por pensamientos que responden a la esencia del hombre, dice el uno, a comportarse críticamente frente a ellas, dice el otro, a arrancárselas de la mente, dice el tercero, y la realidad existente se derrumbará. Estas fantasías inocentes e infantiles —continúa Marx— forman el núcleo de la nueva filosofía de los jóvenes hegelianos.7
Según este párrafo, los jóvenes hegelianos parecen proponer el mismo proyecto liberador de las ideas enajenantes que Marx propugna. En efecto, es el programa que deriva de la crítica a la religión, y Marx coincide con su rechazo del dominio de las ideas sobre su productor. ¿Por qué, entonces, lo califica de “fantasías inocentes o infantiles”? Porque la crítica de los jóvenes hegelianos, pese a esa apariencia, se queda a medio camino; en el fondo participa aún del mismo supuesto de la doctrina que critica.
Aunque traten de mostrar la falsedad de las ideas “ilusorias”, comparten —sin darse plena cuenta— el mismo estilo de pensar que las produjo: también ellos creen que la realidad depende, de algún modo, de las ideas, puesto que están convencidos de que transformando éstas se transformará también aquélla. Todo se debate exclusivamente en el terreno intelectual. Allí ha de darse la batalla decisiva. En eso —y no en su actitud crítica— consiste su “inocencia” o “infantilismo”.
Los jóvenes hegelianos coinciden con los viejos hegelianos en la creencia en el dominio de la religión, de los conceptos, de lo general, sobre el mundo existente. Sólo que los unos combaten ese dominio como una usurpación y los otros lo festejan como legítimo. Entre estos jóvenes hegelianos, las representaciones, los pensamientos, los conceptos y, en general, los productos de la conciencia —para ellos independiente— aparecen como las auténticas cadenas de los hombres, así como entre los viejos hegelianos se mostraban como los verdaderos vínculos de la sociedad humana. Por ello se entiende que los jóvenes hegelianos sólo tengan que combatir contra esas ilusiones de la conciencia. Como, según su fantasía, las relaciones entre los hombres, toda su actividad y sus impulsos, sus cadenas y sus limitaciones son producto de su conciencia, los jóvenes hegelianos, consecuentes con ellos mismos, establecen el postulado mo...

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