La asertividad
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La asertividad

Eva Bach

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La asertividad

Eva Bach

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¿Cómo circulas por la vida? ¿Con asertividad o como un elefante en una cacharrería? Asertividad rima con felicidad y no es una mera coincidencia. La asertividad es un poderoso recurso para unas relaciones más positivas y armoniosas con los otros y de ahí el gran interés que despierta. Nos permite expresar lo que sentimos, lo que pensamos y lo que necesitamos sin agredir ni ser agredidos. Es un concepto que implica, entre otros muchos aspectos, la capacidad de comunicar eficazmente y con empatía. Con este libro, las autoras nos regalan un tratado esencial sobre comunicación y relaciones humanas. El lector@ encontrará gran cantidad de ejemplos y situaciones cotidianas que le sonarán conocidas, de ideas y soluciones que podrá aplicar en su vida personal y laboral. Leerlo le acercará un poco más al arte de la exquisitez personal y a la capacidad de comunicarse de un modo honesto, directo y respetuoso. La asertividad es un concepto de reciente estudio. Eva Bach y Anna Forés nos lo desnudan de un modo sencillo, delicado, profundo y cercano, vertiendo en este trabajo toda la experiencia y sensibilidad que atesoran.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2012
ISBN
9788415577331

Tercera parte
El hechizo de la luna (lo asertivo y lo no asertivo)

Tómate tus momentos de no asertividad

En realidad, no hace falta que te los tomes. Ellos te tomarán a ti.
Nadie puede ser asertivo al cien por cien, en todo momento y en todas las situaciones de su vida. ¿Quién en algún momento no ha hablado de más? ¿Quién en alguna ocasión no ha levantado la voz más de la cuenta o no ha invadido el espacio de otro? ¿Quién alguna vez no ha callado cuando convenía hablar? Ya sea por temor, por dejadez, por inseguridad, por prudencia, por falta de habilidad…, no siempre decimos todo lo que tenemos que decir ni callamos todo lo que tenemos que callar.
Normalmente se distinguen tres estilos: asertivo, pasivo y agresivo. Hay quien habla de un cuarto estilo, el pasivoagresivo, que tiene, como mínimo, dos lecturas: el de la agresividad encubierta –lobo bajo apariencia de cordero– o el de la pasividad que va acumulando tensiones y cuando llega al límite estalla y acaba derivando en agresividad. También hay quien habla de estilo «no asertivo» en lugar de estilo pasivo, como es el caso de Castanyer. Los básicos son estos tres: asertivo, pasivo y agresivo. La asertividad es un punto medio equidistante entre los otros dos:
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Nadie se sitúa permanentemente en el punto justo de equilibrio. Lo normal es que se dé cierta oscilación hacia un extremo o hacia otro, dependiendo tanto de nuestra personalidad como de las distintas situaciones y contextos en que nos vemos inmersos:
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De lo que se trata es de no ser agresivo o pasivo en extremo ni sistemáticamente. Incluso la asertividad es desaconsejable por sistema. Hay que ser primordialmente asertivo, pero siempre asertivo no sólo no es posible, sino que a veces no es recomendable. Por ejemplo, puede ser contraproducente cuando sólo sirve para poner claramente en evidencia las limitaciones o la incompetencia social de otras personas.

¿Lo digo o me lo callo?


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  • La hora de los postres. Encima de la mesa hay una pequeña jarrita de chocolate foundant calentito por si queremos bañar con él nuestra apetitosa porción de helado de biscuit. Un niño se lleva una cucharada del rico chocolate directamente de la jarrita a su boca varias veces seguidas. Su papá le reprende. Le dice que si quiere chocolate él le pone un poco en una taza, pero que no es higiénico meter en la jarrita la cuchara que se ha llevado a la boca.


Hasta aquí, todo bien. Pero… ¿qué ocurriría si quien se llevara el chocolate de la jarrita a la boca fuera una persona adulta? Pongamos por caso que fuera nuestra querida amiga Filomena. La vida está llena de personas que meten la cuchara dentro del bote del chocolate, del azúcar, de la mermelada o de lo que sea, se la llevan a la boca, la chupan y la rechupan, la vuelven a meter de nuevo y así sucesivamente.
¿Qué hacemos? ¿Se lo decimos o nos callamos? Si con el chocolate ya se nos crea un dilema, imaginémonos con otras cuestiones más personales y delicadas. De entrada, el simple hecho de preguntarnos si decimos o nos callamos algo ya conlleva en sí mismo cierto grado de asertividad.
Habría quien le diría directamente que lo que hace es una guarrada (estilo agresivo), quien optaría por disimular y no decir nada (estilo pasivo), y quien diría algo con el mayor tacto posible (estilo asertivo). Con estas tres maneras distintas de responder se nos perfilan a grandes rasgos los tres estilos más característicos. A grandes rasgos porque ninguno de los tres son conceptos rígidos que puedan establecerse a priori. Dependen, en ultimo término, del impacto que causen en la tal Filomena y de los consiguientes efectos sobre nuestra relación con ella.
Por ejemplo, decir que es una guarrada no siempre resultará agresivo. Depende de quién lo diga, de cómo lo diga y de cómo esté establecida la relación. Si se lo dice una persona espontánea y graciosa, de un modo desenfadado: «Vaya guarrada, Filo, hija…», a una persona poco rebuscada con quien mantiene una estrecha relación de confianza mutua, es muy probable que no se lo tome como algo agresivo y que no se ofenda.
Por otro lado, la opción asertiva es siempre la más considerada, pero no necesariamente la más efectiva:
  • – Ejem…, será más higiénico si te pongo un poco en una taza, ¿no te parece?
  • – Qué va, no te molestes, no hace falta, así está más rica –nos podría responder Filo sin darse por aludida.
El estilo pasivo, optar por no decir nada, por no poner en peligro nuestra amistad y la próxima vez que vuelva Filo servir el helado ya con el chocolate puesto o los azucarillos en sobrecitos, también es a veces una opción inteligente, efectiva y respetuosa.
A veces la pasividad puede ser más inteligente y recomendable que la asertividad.

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  • SITUACIÓN A
    En un viaje largo en tren, el pasajero del asiento de al lado va con el portátil. Tiene puestos los altavoces y te resultan molestos.
    ¿Se lo dices o te lo callas?

    SITUACIÓN B
    Entras en una panadería a comprar el pan. No se puede fumar y detrás de ti entra una persona fumando.
    ¿Se lo dices o te lo callas?


En la situación A, nos conviene ser asertivos y pedirle a la persona de al lado si sería tan amable de ponerse auriculares o bajar el volumen. En la situación B, podemos optar por no decir nada, puesto que se trata de algo momentáneo y además a quien le correspondería decir algo, en todo caso, es a la persona responsable de la panadería.
El hecho de que la asertividad nos permita decir prácticamente cualquier cosa de una manera respetuosa no significa que tengamos que utilizarla sistemáticamente para corregir cualquier conducta inapropiada que veamos en otra persona, o para poner a la gente en su lugar. Ir por la vida aleccionando a los otros causa un gran desgaste, puede ocasionarnos algún que otro lío o trifulca y, además, a veces no nos compete ni nos corresponde.
Como señala Schuler, con la práctica se aprende a acotar la asertividad para no emplearla inútilmente, y saber limitarla es también una forma de asertividad.

Depende, de qué depende…

Como dice la canción, de según cómo se mire todo depende… Ninguna expresión es agresiva, pasiva o asertiva per se. Depende básicamente de sus intenciones y sus efectos. Una conducta a priori asertiva puede ser interpretada como agresiva y viceversa. También, como veremos dentro de un ratito, una conducta pasiva puede ser interpretada como agresiva, o una conducta asertiva como pasiva, etc.
La misma conducta o el mismo mensaje, por parte de una misma persona, puede tener significados y efectos muy distintos dependiendo del contexto y de la persona a la que se dirija.
La asertividad depende de la adecuada combinación de una serie de factores, entre los cuales las emociones y los sentimientos son los que inclinan la balanza. El dardo envenado no está tanto en las palabras como en los sentimientos que las acompañan, que se traducen en el tono de voz, la mirada, los gestos y otros elementos del lenguaje corporal.
Imaginemos que alguien nos dice: «Pero, ¿te has vuelto loca?». Me molestará dependiendo de quién me lo diga, de cómo me lo diga y de en qué situación me lo diga. Si me lo dice alguien por quien me siento respetada y entiendo que se refiere a un comportamiento concreto y que es una forma de decirme que dicho comportamiento entraña algún riesgo, que es atrevido o que está fuera de lugar, seguramente no se resentirá la comunicación ni tendrá mayor trascendencia. Si en cambio me viene de alguien por quien no me siento respetada y/o lo percibo como un desprecio a mi persona, entonces puede que me moleste. Puede… Porque, una vez más, todo depende… En este caso, de la carga emocional que yo misma le añada o le ponga a esas palabras.
Por eso decimos que la asertividad es un arte y no sólo una técnica. No basta con tener la habilidad de ser asertivo, hay que saber distinguir cuándo, dónde, cómo y con quién puedo serlo y estar pendiente de los efectos sobre mí y sobre el otro, que son los que determinan en último término mi grado de competencia asertiva.
Puede que aplique una asertividad impecable, de la que se denomina de manual, y sin embargo sentirme incomprendida, atender solamente a mis propios intereses e importarme muy poco los otros, experimentar dificultades continuas en mis relaciones…
La técnica por sí sola sirve de poco. Hace falta una actitud, un sentimiento, una disposición plenamente asertiva.

No digo nada y ya te enterarás…
Significados del silencio

El silencio puede ser asertivo, pasivo o agresivo.
Podemos callar para no dañar, para no herir, para no meter la pata, para darnos un tiempo, para dejar espacio a otro… En todos estos casos se trataría de un silencio con un fondo asertivo.
Podemos callar por no creernos con derecho a hablar, por miedo, por sometimiento ante el otro, por sentirnos inferiores. En estos casos se trataría de un silencio que obedece a una actitud pasiva.
Podemos callar para castigar al otro, para confundirle, para incomodarle, para vengarnos, para manejarlo a nuestro capricho, para tener poder sobre él… En estos casos nos hallaríamos ante un silencio agresivo.
Los significados del silencio a veces son evidentes y otras no. Cuando no lo son, hay que inferirlos y podemos llevarnos a confusión. Explicitar el significado de nuestros silencios es una buena manera de evitar malentendidos, puesto que reducimos el margen de interpretación por parte del otro. Cuando tenemos que interpretar algo libremente porque no se nos ofrecen pistas suficientes, seleccionamos arbitrariamente los datos que son relevantes para nosotros y, una vez nos hemos hecho nuestra «película», ésta tiene una carga emocional tan fuerte que la resistencia a cambiar la interpretación es muy grande.
Veamos dos situaciones completamente diferentes:

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  • SITUACIÓN A
    Roberto se está comiendo la sopa sin levantar la vista del plato y sin decir palabra.
    Helena le pregunta si le ocurre algo:
    –¿A ...

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