Virginia Woolf en 90 minutos
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Virginia Woolf en 90 minutos

Paul Strathern

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Virginia Woolf en 90 minutos

Paul Strathern

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Virginia Woolf ha sido durante mucho tiempo objeto de críticas y ataques por su defensa de una "feminidad natural", pero en la actualidad las ideas plasmadas en sus novelas y ensayos inspiran a una nueva generación de lectores feministas que aspiran a sumergirse en la problemática cuestión del género y de la compatibilidad entre hombres y mujeres. Woolf luchó, en buena parte sin éxito, por explicar la naturaleza de sus necesidades como mujer, por desgranar los miedos, la frustración, la imposibilidad de realizarse, de poder ser ella misma. Sus creaciones literarias destacaron entre las de los grandes modernistas de lengua inglesa de comienzos del siglo XX alcanzando el lugar privilegiado que merece en la historia de la literatura.En Virginia Woolf en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece un relato tan conciso como experto sobre la vida y obra de Woolf, y explica su influencia sobre la literatura y la lucha del hombre para entender su lugar en el mundo. El libro incluye asimismo una cronología de su vida y época, así como lecturas recomendadas para quienes quieran saber más.

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Información

Año
2017
ISBN
9788432318429
Categoría
Literature
Vida y obra de Virginia Woolf
Virginia Woolf, de soltera Virginia Stephen, nació en Londres el 25 de enero de 1882. Era una niña sensible, que creció en una mansión de clase alta de Kensington, rodeada de sirvientes y de una familia numerosa pero diversa. Su padre, Leslie Stephen, había sido el editor de la prestigiosa revista Cornhill Magazine, donde había publicado por entregas novelas de Henry James y de Thomas Hardy. Pasó la infancia de Virginia inmerso en la increíble tarea de compilar el Dictionary of National Biography, una obra de referencia clásica. No tuvo más remedio que emplear a más de 650 colaboradores para que escribieran entradillas que llegaron a ocupar 26 volúmenes (con más de 350 entradillas redactadas por él mismo). Su inherente tendencia a la inestabilidad neurótica exacerbaba este exceso de trabajo. De manera que la casa estaba repleta de cierta tensión emocional, que desembocaba ocasionalmente en escenas entre Leslie Stephen y su sufrida esposa Julia, una mujer muy bella y de gran sensibilidad artística.
La familia constaba asimismo de dos hermanastros, Gerald y George, y de una hermanastra; todos ellos fruto de un anterior matrimonio de Julia, a los que había que sumar a Laura, la hija de un matrimonio anterior de Leslie. Cuando Laura creció fue evidente que era deficiente mental. En cambio los chicos, Gerald y George Duckworth, eran inteligentes, tenían mucha confianza en sí mismos y parecían algo incultos al modo convencional británico. Hermanastros aparte, Virginia creció junto a dos hermanas y dos hermanos propios, tres mayores que ella. Tres de ellos mostrarían síntomas de una leve afección maníaco-depresiva. Con una familia así, la madre tenía poco tiempo para verter emoción sobre un individuo concreto.
Virginia nunca fue al colegio, pues su padre la enseñaba en casa cuando tenía tiempo. Tenía una visión del mundo explícitamente racional y experimentaba aversión hacia la religión: algo poco frecuente en una era victoriana basada en la respetabilidad burguesa. Virginia exploró a fondo la biblioteca de su padre y él solía preguntarle sobre los libros que había leído. Según Virginia la aconsejaba «que escribiera en el menor número de palabras posible, y con toda la claridad a su alcance, exactamente lo que quería decir –fue la única lección que me dio sobre el arte de la escritura–». Las «lecciones» de su padre consistían en preguntas muy bien elegidas en torno a los libros que había leído y en animarla a expresar la verdad sobre lo que habían significado para ella. Más tarde Virginia afirmaría que su padre le había «dislocado la cabeza» al añadir que «no debería ser tan lista, porque hubiera sido más estable sin serlo». Y era lista. Sola en su habitación, se dedicaba al estudio, y pronto pudo leer a Shakespeare y traducciones del griego antiguo. Leía mucha historia, literatura y filosofía. A los 15 años estaba leyendo a Carlyle e intentando aprender a leer alemán.
Pero su infancia también tuvo aspectos más normales. Todos los días paseaban por los cercanos jardines de Kensington y por Hyde Park. En verano, la familia se trasladaba a la casa que tenía en la playa de Saint Ives, en la remota Cornualles, donde los niños aprendían a nadar y jugaban durante horas entre las rocas de la playa. Todos los niños aprendieron a entretenerse desde muy temprana edad; por las noches se contaban cuentos unos a otros. Pronto fue evidente que los de Virginia eran los más emocionantes y divertidos, y no pasó mucho tiempo antes de que contara una nueva historia cada noche. Virginia empezó a poner por escrito estos cuentos a los siete años en un «periódico» familiar, el Hyde Park Garden News, en el que recogía todo lo que le ocurría a la familia, cotilleos incluidos. Más tarde, Virginia recordaría cómo ya sentía «la vocación de escribir» a tan tierna edad, pues la había «absorbido desde que era una criatura garabateando un cuento». Era muy consciente de que su padre leía detenidamente el periódico familiar con ojo de profesional. La hermana mayor de Virginia, Vanessa, afirmaría después: «No recuerdo época alguna en la que Virginia no quisiera ser escritora».
A pesar de crecer en una familia tan cercana y numerosa, Virginia se convirtió en una niña compleja e hipersensible. En parte se debió a una serie de experiencias traumáticas. Cuando contaba unos 7 años, su hermanastro de 18 años, Gerald, la sentó sobre el anaquel donde se colocaban los platos a la entrada del comedor:
[…] y cuando estaba ahí sentada empezó a explorar mi cuerpo. Recuerdo la sensación que me produjo su mano bajo mi ropa; bajando más y más, incesantemente pero con firmeza. Recuerdo que deseaba que parara; me puse rígida y me retorcí cuando su mano se acercó a mis partes íntimas. Pero no paró. Su mano exploró también mis partes íntimas. Recuerdo que me ofendió, no me gustaba. ¿Acaso existe alguna palabra para describir sentimientos contradictorios y mudos? Debió de afectarme mucho, puesto que aún lo recuerdo.
El suceso le hizo avergonzarse de su cuerpo, sobre todo en lo relativo a los espejos. Había un espejo delante del comedor, que al parecer su mente asociaba a la «exploración» de Gerald. Años después confesaría que experimentaba un hondo sentimiento de vergüenza cuando alguien la veía mirándose en un espejo. Dicho en sus propias palabras: «Debía avergonzarme o temer a mi cuerpo». A pesar de toda su sensibilidad psicológica, Virginia siempre fue capaz de mirar atrás y de analizar sus sentimientos con franqueza.
A los 13 años pasó por otra experiencia traumática. En mayo de 1895 murió su madre, lo que suscitó sentimientos muy contradictorios en Virginia. Por lo visto se le metió en la cabeza que su madre seguía existiendo en la casa en forma de fantasma. Era una presencia amorosa, pero a veces Virginia creía que había que matarla o la mataría a ella. Según la familia, Virginia estuvo «loca» todo el verano siguiente. Aunque se recuperó, nunca volvió a sentir la amorosa certeza que su familia encarnara antaño.
Se volcó en ciertas amigas mayores de la familia para centrar sus emociones. Destaca entre ella Violeta Dickinson, una mujer soltera e inteligente, que medía más de un metro ochenta, sencilla y acostumbraba a vestir ropa de hombre y a saludar a la gente con una palmada en la espalda. Virginia empezó a escribir cartas a Violeta, expresando su ideas de izquierdas y lo mucho que la angustiaba su padre. Pero estas cartas son algo más que el relato usual que una adolescente dirige a una tía comprensiva. De ellas surge una joven sorprendentemente consciente de sí misma, que expresa su amistad de forma abierta y llena de humor. Inventó un marido imaginario para Violeta y la tomaba el pelo con la respetabilidad social. Luego lo comparaba con su propia falta de religiosidad, con las desgracias que solían ocurrirle en público (como cuando se le cayó al suelo la ropa interior) y con su esperanza de acabar teniendo montones de hijos ilegítimos.
Esta amistad con Violeta Dickinson, que a veces la llevaba a escribirla hasta tres cartas por semana, reemplazó, en parte, la cercanía con su familia; hasta su relación con su hermana Vanessa adquirió cierta dosis de competitividad y empezó a empeorar. Pero lo más difícil fue lidiar con su padre. Parece que quería que Virginia se convirtiera en su heredera literaria y editara el Dictionary of National Biography, de manera que había dirigido su formación sobre todo hacia la historia y la biografía. A pesar de su evidente brillantez intelectual se negó a dejarla asistir a la universidad; eso sí, mandó a Cambridge a todos sus hijos varones. De manera que Virginia empezó a albergar un hondo resentimiento contra su padre, al parecer, en gran parte reprimido.
Entonces Leslie Stephen enfermó, y a medida que empeoraba fue elevando su nivel de exigencia, sobre todo con Virginia. Cuando era pequeña, su madre había insistido en que acompañara a su padre en sus paseos cotidianos por el parque (más que nada para asegurarse de no tener que realizar esta tarea ella). De manera que cuando Leslie Stephen cayó en cama con un cáncer de estómago terminal, esperaba que le cuidara Virginia, que a la sazón contaba 21 años. Como el padre no moría, su compasión hubo de luchar con el resentimiento que empezó a aflorar. Sus cartas a Violeta Dickinson se tiñeron de una emotividad casi violenta: «La espera es intolerable […]. Haré lo posible por arruinar mi constitución antes de llegar a este estado, para morir antes».
Leslie Stephen murió en febrero de 1904 y poco después Virginia sufrió otro colapso nervioso. Según su futuro cuñado y primer biógrafo, Quentin Bell (que se casaría con su hermana Vanessa), Virginia «oía voces que la conminaban a hacer locuras». Se convenció a sí misma de que esto le ocurría por comer demasiado y empezó a matarse de hambre. Al final se fue a vivir con Violeta Dickinson en su casa de Burnham Beeches, en los bosques de las afueras de Londres. Allí, mientras yacía en la cama, estaba convencida de que los pájaros que cantaban ante su ventana lo hacían en griego antiguo, y de que el libertino rey Eduardo VII acechaba entre los arbustos expresando todo tipo de obscenidades. Intentó suicidarse saltando por la ventana, pero no había altura suficiente como para causarse graves daños. Según Bell: «Estuvo loca todo ese verano». Muy probablemente, poco antes, su otro hermanastro George empezó a comportarse con una familiaridad hacia ella que bien podría ser todo lo insinuante que ella creyó que era.
La Gran Bretaña eduardiana era una sociedad muy patriarcal y clasista, y a ninguno de sus dos hermanastros parece haberles causado problema alguno su actitud hacia Virginia. Ella tampoco hizo nunca mucho hincapié en estos incidentes; siguió interactuando con sus hermanastros con familiaridad y solo habla del asunto en una carta y en unas memorias autobiográficas redactadas ambas en sus últimos años. De hecho, lo que Virginia dice en sus memorias en relación con el abuso de Gerald, es que no había hecho más que confirmar el desagrado que siempre le había provocado el sexo. De manera que no es fácil hallar el nexo psicológico que llevó a Virginia evolucionar como lo hizo. Sea cual fuere la etiología: una combinación de herencias genéticas defectuosas, una atmósfera familiar cargada de emotividad, los abusos sufridos, las muertes traumáticas o el consuelo y la comprensión de mujeres mayores, Virginia se convirtió en una joven fría, con inclinaciones lésbicas platónicas y tendencia al colapso nervioso. Lo más significativo es que en los interludios entre episodios destacaran su excepcional intelecto y su cordura. En esos momentos adquiría una vívida sensibilidad y control de sí misma, que se percibe inmediatamente en las afectuosas cartas que enviaba a sus confidentes:
No puedo expresar mis sentimientos por tu vuelta. El destino es un mazo que nunca da a la gente a la que debería golpear en la cabeza, y sin embargo lo descarga sobre criaturas tan sensibles y exquisitas como mi Violeta. Me gustaría usar mi repugnante cadáver como escudo para protegerte [… En Cambridge] asistimos a un servicio religioso divino, precioso, en King’s Chapel. No hay nada comparable a un servicio religioso en una de esas viejas catedrales, aunque no me creo una palabra ni la creeré nunca.
Tras la muerte del padre, la joven generación de la familia Stephen se mudó a Gordon Square, al otro lado de Londres, en Bloomsbury. Allí conoció Virginia a los amigos de su hermano Thoby, que visitaban la casa a menudo durante las vacaciones en Cambridge. Los jueves por la noche se reunían diversos grupos de debate, en los que los jóvenes estudiantes intelectuales debatían sobre tópicos como la definición del bien o el significado de la belleza. Todo esto era un poco elevado para los gustos de Virginia, pero la complacía este alegre grupo, cuyos miembros consideraban que una mujer podía tener ideas...

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