Los padecimientos del joven Werther
eBook - ePub

Los padecimientos del joven Werther

  1. 160 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Los padecimientos del joven Werther

Descripción del libro

El apasionado y sentimental Werther ha encontrado la felicidad en un pequeño pueblo en el que el delicioso paisaje y la gente sencilla que lo habita aportan la calma y la serenidad que precisa su inquieto espíritu. Durante un baile trabará amistad con Lotte, la hija de un corregidor del príncipe, quien desde el primer instante despierta en él una pasión que ni siquiera el compromiso matrimonial de la joven puede apagar. Pese a ser consciente de la imposibilidad de su relación, se ve incapaz de renunciar a su amistad, alimentando de esta manera un sentimiento autodestructivo en el que se mezclan el placer más sublime con el dolor más intenso. "Los padecimientos del joven Werther" supusieron un éxito editorial sin precedentes en su país y se convirtieron en una pieza indispensable para comprender el desarrollo posterior de la literatura alemana y europea. Pero sobre todo es una de las más brillantes descripciones de las facetas más hermosas y crueles del amor que mantiene toda su vigencia pese al tiempo transcurrido, ya que, como le comentaba el propio Goethe a su secretario Eckermann, sería malo si cada uno no tuviera una época en su vida en el que le parezca que Werther fue escrito sólo para él.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Los padecimientos del joven Werther de Johann Wolfgang von Goethe en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatur y Antike & klassische literarische Sammlungen. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2008
ISBN de la versión impresa
9788446024033
ISBN del libro electrónico
9788446035237
Categoría
Literatur
Segundo libro
20 de octubre
Llegamos aquí ayer. El embajador se encuentra indispuesto, por lo que guardará reposo algunos días. Si no fuera tan insoportable, todo estaría bien. Percibo, percibo que los hados me tienen destinadas duras pruebas. ¡Pero hay que tener valor! ¡Un espíritu liviano lo soporta todo! ¿Un espíritu liviano? Me ha entrado la risa en cuanto la palabra ha llegado a mi pluma. Ay, un poco de sangre liviana me haría el hombre más feliz de la tierra. ¿Qué significa esto? Otros se pavonean ante mí satisfechos con sus reducidas fuerzas y talentos, ¿y yo tengo que dudar de mis energías, de mis dotes? Dios mío, que me concediste todo esto, ¿por qué no me entregaste sólo la mitad y a cambio me ofreciste confianza en mí mismo y moderación?
¡Paciencia! ¡Paciencia! Todo mejorará, porque, querido amigo, tienes razón. Desde que paso los días con el pueblo y veo lo que hacen y cómo lo hacen, me siento mucho mejor conmigo mismo. Es cierto que, como todos estamos hechos de esta manera, comparamos todo con nosotros mismos y nos comparamos a nosotros con todo, y así la fortuna y la miseria radica en los objetos que nos mantienen unidos, y no hay nada más peligroso que la soledad. Nuestra fantasía, empujada por su naturaleza a elevarse y alimentada por las imágenes fantásticas de la poesía, idea una clasificación de seres en la que nosotros ocupamos el escalón más bajo y todo lo demás nos parece más digno de admiración que nosotros, todos los demás son más perfectos. Y esto sucede con la mayor naturalidad. Sentimos frecuentemente que carecemos de algo y a menudo nos parece que precisamente eso que nos falta le pertenece a otro, así que partimos de la base de que ese otro también tiene todo lo que nosotros poseemos y que disfruta además de cierta felicidad ideal. Y así la imagen del afortunado ya está completa, aunque no es más que algo que hemos creado nosotros mismos.
En cambio, cuando seguimos trabajando con todas nuestras debilidades y fatigas, a menudo sucede que llegamos más lejos con nuestro paso lento y avanzando despacio y en contra del viento que otros con sus velas y remos, y ésta es la auténtica medida de uno mismo: cuando se iguala a otros o incluso los supera.
26 de noviembre de 1771
Por ahora mi situación aquí comienza a ser aceptable. Lo mejor es que estoy bastante ocupado; además está la gran cantidad de gente, figuras nuevas de todo tipo que suponen un variopinto espectáculo para mi alma. He conocido al conde de C***, un hombre a quien cada día admiro más, una cabeza muy bien amueblada y que por lo tanto no es fría, porque su interés abarca los campos más diversos; en el trato con él destaca una gran sensibilidad para la amistad y el amor. Él se interesó por mí cuando le entregué un encargo comercial y notó con las primeras frases que nos entendíamos, que podía hablar conmigo de manera distinta a la que podía hacerlo con otros. No tengo palabras para agradecerle su comportamiento abierto conmigo. No hay en el mundo alegría tan cálida y tan auténtica como el ver que un espíritu excelso se abre ante uno.
24 de diciembre de 1771
El embajador me causa mucho disgusto, como me temía. Es el necio más puntilloso que pueda existir; todo debe ir pasito a pasito y además es prolijo como una solterona; una persona que nunca está satisfecha consigo misma y por tanto es imposible de contentar. Me gusta trabajar rápido y sin preocuparme por el resultado; pero siempre está dispuesto a devolverme un escrito y decirme: «Está bien, pero repáselo, siempre se encuentra una palabra mejor, una partícula más apropiada». Entonces se me llevan los demonios. No puede faltar ni una «y», ni una conjunción, y es un enemigo mortal sobre todo de los hipérbatos que a veces se me escapan; cuando no se armonizan los periodos siguiendo la melodía prescrita, no entiende nada de nada. Es un martirio tratar con una persona así.
La confianza con el conde de C*** es lo único que me sirve de desagravio. Hace poco me dijo con mucha razón lo descontento que estaba con la lentitud y la gravedad de mi embajador. «Esta gente se pone trabas a sí misma y a los demás; no obstante –dice–, es necesario resignarse como un viajero que debe cruzar una montaña; evidentemente, si la montaña no estuviera allí, el camino sería mucho más cómodo y corto, pero ahí está y hay que cruzarla.»
Mi superior también percibe la predilección del conde para conmigo y lo irrita, por lo que aprovecha cualquier ocasión para criticarlo; como es natural, yo le llevo la contraria, con lo que empeoro todo. Ayer me puso furioso, ya que también se refirió a mí. Decía que para los negocios mundanos, el conde era muy bueno, tenía mucha ligereza para trabajar y una buena pluma, pero carecía de una erudición bien fundamentada, como todos los literatos. Al decir esto puso un gesto como si quisiera decir: ¿has sentido la puya? Pero no tuvo efecto en mí, desprecio a las personas que piensan así y que se comportan de esa manera. Me opuse a él batiéndome con cierta vehemencia. Dije que el conde era un hombre que había que respetar tanto por su carácter como por sus conocimientos. «Nunca –dije– he conocido a nadie que hubiera logrado ampliar su espíritu, agrandarlo atendiendo a incontables asuntos, y poder aplicar esta actividad a la vida común.» Consideré que su cerebro sería incapaz de comprender estos razonamientos, por lo que me despedí para no tener que seguir tragando bilis con algún despropósito más.
Y la culpa es de todos vosotros, los que me habéis convencido para ponerme el yugo y me cantáis las virtudes de la actividad. ¡Actividad! Si el que siembra patatas y cabalga hasta la ciudad para vender su grano no hace más que yo, entonces trabajaré durante diez años en la galera en la que ahora estoy encadenado.
¡Y la resplandeciente miseria, el aburrimiento que se ve aquí entre gente repulsiva! El ansia por ascender de rango, acechando y cuidando de dar un pasito más que los otros; las pasiones más mezquinas y despreciables, sin ningún disimulo. Hay una mujer, por ejemplo, que le habla a cualquiera de su nobleza y de sus tierras en tales términos que cualquier forastero pensará que es una chiflada que se imagina maravillas por tener una sombra de nobleza y unas tierras con algo de fama. Pero es aún más grave: precisamente esta mujer es la hija de un escribano del vecindario. Como puedes ver, soy incapaz de comprender por qué el género humano tiene tan poca cabeza como para hacer el ridículo de forma tan simple.
A diario me doy cada vez más cuenta, querido amigo, de lo necio que resulta valorar a los demás siguiendo los propios criterios. Y como tengo tanto que mejorar en mí mismo y mi corazón es tan impetuoso, prefiero que cada cual siga su camino siempre que me dejen también seguir el mío.
Lo que más gracia me produce son las fastidiosas relaciones burguesas. Yo sé tan bien como cualquier otro lo necesario que es diferenciar entre los distintos estados y las ventajas que me reporta a mí mismo: sin embargo, no debe suponer un obstáculo en un momento en el que puedo disfrutar de una pequeña alegría, de una pizca de felicidad terrenal. Hace poco, durante un paseo, conocí a la señorita de B***, una criatura adorable que conserva mucha naturalidad pese al ambiente almidonado en el que vive. Conversamos y nos gustamos, y cuando nos separamos le pedí permiso para verla en otra ocasión. Me lo concedió con tanta franqueza que apenas pude esperar a que llegara el momento adecuado para ir a su casa. No es de aquí y vive en la casa de su tía. La fisiognomía de la anciana no me gustó. Le dediqué mucha atención, mi conversación estaba dirigida a ella en su mayor parte, y en menos de media hora ya había llegado a una conclusión que la señorita me confirmó después: que la querida tía, a su edad, carecía de todo, de una fortuna adecuada, de formación y de cualquier apoyo que no fuera la sucesión de sus antepasados, de cualquier protección que no fuera su estado, en el que se había atrincherado, y ningún otro disfrute que mirar las cabezas de los ciudadanos desde su balcón. En su juventud debió de ser hermosa y había desperdiciado su vida, torturando al principio a algunos pobres jóvenes con sus caprichos y en los años de madurez sometiéndose a un viejo oficial que a cambio de este precio y un sustento escaso había pasado con ella la edad de bronce hasta su muerte. Ahora se ve sola en la edad de hierro y nadie repararía en ella si su sobrina no fuera tan encantadora.
8 de enero de 1772
¿Qué clase de personas son aquellas cuyo espíritu se concentra en las ceremonias; cuyos anhelos y aspiraciones están encaminadas durante años a lograr que su silla vaya ascendiendo de mesa arrastrándola poco a poco? Y no es que no tengan otra ocasión para tratar sus asuntos, no: se trata más bien de amontonar el trabajo precisamente porque las molestias que ocasiona promocionarse los apartan de las cosas importantes. La semana pasada se hicieron negocios durante el viaje en trineo y se echó a perder toda la diversión.
Qué necios que no ven que lo importante no es la posición, y que aquellos que ocupan la primera rara vez desempeñan el papel principal. ¡Cómo algunos ministros gobiernan a algunos reyes y algunos secretarios gobiernan a sus ministros! ¿Y quién es el primero? Me parece que el que puede ver el interior de los demás y cuenta con suficiente fuerza o astucia para utilizar las energías y pasiones de los otros para la consecución de sus propios planes.
20 de enero
Me veo obligado a escribiros aquí, querida Lotte, en el dormitorio del pequeño albergue de campesinos en el que me encuentro huyendo del mal tiempo. Durante el periodo que llevo vagando en el triste nido de D*** entre gentes extrañas, del todo ajenas a mis sentimientos, no he tenido ningún momento, ninguno, en el que mi corazón me hubiera ordenado escribiros; y ahora, en esta cabaña, en esta soledad, en este aislamiento, mientras la nieve y el granizo golpean mi ventanuco, aquí habéis sido mi primer pensamiento. En cuanto entré me asaltó vuestra figura, vuestro recuerdo, ¡oh Lotte, tan sagrado, tan cálido! ¡Cielo santo! Ha sido el primer instante feliz desde hace tiempo.
¡Si me vierais, querida amiga, en este torrente de distracciones! ¡Cómo se arruinan mis sentidos! ¡No encuentro ni un instante en el que mi corazón se sienta lleno, ninguna hora de felicidad! ¡Nada! ¡Nada! Permanezco de pie como si tuviera ante mí un gabinete de curiosidades y veo a los hombrecitos y a los caballitos corretear y me pregunto si no será una ilusión óptica. Yo juego con ellos, o mejor dicho, alguien juega conmigo como si fuera una marioneta, y a veces cojo la mano de madera de mi vecino y retrocedo espantado. Por las tardes me propongo disfrutar de la puesta de sol y soy incapaz de abandonar mi lecho; durante el día tengo la esperanza de gozar de la luz de la luna y permanezco en mi cuarto. No sé realmente por qué me levanto ni por qué duermo.
Me falta la levadura que ponía mi vida en movimiento; el estímulo que me mantenía despierto en medio de la noche ha desaparecido, lo que me sacaba del sueño por las mañanas ya no está.
Sólo he encontrado una criatura femenina aquí, la señorita de B***; ella se os parece, querida Lotte, si es que algo puede compararse con vos. Seguro que diréis: «¡Ay, a este hombre le ha dado ahora por hacer cumplidos!». No os faltaría razón. Desde hace algún tiempo estoy siendo muy zalamero porque no puedo ser de otra manera, resulto muy ingenioso, y las damas dicen que no saben de nadie que sepa soltar piropos con tanta delicadeza como yo (a lo que tendréis que añadir que sepa mentir, porque si no, no es posible, si entendéis qué quiero decir). Quería hablar de la señorita B***. Tiene un espíritu muy rico que ya se vislumbra en sus ojos azules. Su posición social es su mayor carga, ya que no satisface ninguno de los deseos de su corazón. Ansía escapar del tumulto y pasamos horas fantaseando e interpretando escenas campestres de felicidad pura. ¡Ay! ¡Y también pensamos en vos! ¡Cuánto os ensalza, y no porque se vea en la obligación, sino voluntariamente! Le gusta tanto oír cosas sobre vos... Os quiere tanto...
¡Ay, si estuviera sentado a vuestros pies en aquella querida habitacioncita tan familiar,...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Prólogo
  5. Los padecimientos del joven Werther
  6. Primer libro
  7. Segundo libro
  8. Otros títulos