Capítulo VI
Del socialismo científico a la ciencia socialista:
pasado y presente de la Naturdialektik
Adrian Johnston
Richard Levins y Richard Lewontin, biólogos marxistas de la Universidad de Harvard, dedicaron su libro de 1985, The Dialectical Biologist, a «Frederick Engels, quien se equivocó muchas veces, pero tenía razón en lo importante». En los mundos anglófono, francófono y germanófono de los marxismos occidentales de mediados del siglo xx hasta el presente, el punto de vista expresado por esta dedicatoria es una rareza anticuada. El Engels reconocido por Levins y Lewontin –específicamente, el autor de la trilogía Dialéctica de la naturaleza, Anti-Dühring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, quien defiende ferozmente una ampliación dialéctica del materialismo histórico dentro de la jurisdicción de las ciencias naturales– ha sido objeto de un olvido total o de bruscos rechazos dentro de movimientos aún influyentes como la Escuela de Fráncfort o el althusserianismo. Sin embargo, en su negativa a considerar a este Engels como el «más inútil» de los inútiles, estos dos científicos de izquierdas exhortan implícitamente a que se realice una operación de rescate de su obra en la coyuntura actual, parecida a la que Marx afirmó hacer en beneficio de Hegel. Es decir, el gesto que aquí se exige es el de «salvar el núcleo racional» que se halla en el meollo de la Naturdialektik de Engels. (Aunque Joseph Dietzgen y Karl Kautsky no acuñaron hasta 1887 la expresión «materialismo dialéctico», yo diría que a la nueva Weltanschauung de Marx y Engels, tal como empezó a ser elaborada hacia 1844 en los Manuscritos de economía y filosofía de Marx, no se le hace injusticia etiquetándola de esta forma).
La posición que quiero ocupar entraña un rechazo a escoger entre tres opciones, diversamente cuestionables pero igualmente problemáticas: una, el hegelianismo del primer Georg Lukács y de la mayor parte de los seguidores occidentales marxistas de Lukács, con su dualismo neokantiano entre la naturaleza y la historia y su correspondiente y cautelosa aversión a las ciencias naturales; dos, el no-hegelianismo de Louis Althusser y sus seguidores, con su formalismo neospinozista, hostil al historicismo y a las ciencias empíricas y experimentales; y tres, el antihegelianismo de Lucio Coletti, con su pseudomaterialismo kantiano. A partir de mi relectura de todas las reflexiones de la filosofía de Hegel centradas en temas relacionados con la Naturphilosophie –cuyo resultado es considerar que Hegel no se oponía categóricamente ni al realismo ni al naturalismo–, rechazo las alternativas planteadas por Lukács, Althusser, Colletti y todos los que poseen una mentalidad similar, y opto por una postura leninista-engelsiana. Específicamente, soy un marxista que está a favor de una dialéctica de la naturaleza materialista enriquecida positivamente por los abundantes recursos que se hallan a este respecto tanto en la filosofía de Hegel como en las propias ciencias naturales. Sin embargo, debo añadir una advertencia: en contraste con el hincapié predominante en la imagen de una totalidad orgánica compuesta por un miríada de interconexiones entre todas las cosas (énfasis recurrente en las obras de Engels, Dietzgen y muchos marxistas soviéticos y británicos interesados en los vínculos entre el materialismo dialéctico y las ciencias), mi materialismo trascendental proengelsiano insiste en la importancia de hacer hincapié en los hiatos y las rupturas. Si la dialéctica de Hegel evita la unilateralidad al insistir en que la continuidad consiste siempre en continuidad y discontinuidad (por modificar un lema compartido por Schelling y Hegel), entonces el primer fallo de la Naturdialektik de Engels radica en haberse inclinado al máximo hacia una elevación de la continuidad sobre la discontinuidad. El materialismo trascendental es una rectificación de esta desproporción del materialismo dialéctico clásico.
En ese temprano y precioso libro de 1975 que se titula Théorie de la contradiction, Alain Badiou reprende de forma similar a Hegel por haber dado un énfasis excesivo a la unidad a costa de haber quitado importancia a la falta de unidad (como antagonismo, conflicto, etc.). Basándose ampliamente en el ensayo de Mao de 1937 «Sobre la contradicción» –aunque también reconoce a Lenin el mérito de haber corregido el excesivo gusto de Engels por el holismo organicista–, el joven Badiou no busca restaurar el equilibrio en el materialismo dialéctico, sino inclinar la balanza en sentido contrario, al afirmar la primacía de la falta de unidad sobre la unidad. Procede a ofrecer la siguiente destilación de la esencia del auténtico materialismo dialéctico: «Para ser materialista, es necesario reconocer que una serie de términos (práctica, fuerzas productivas, base económica) ocupan “en general” el lugar predominante, que son el aspecto principal de la contradicción que los une a los términos opuestos (respectivamente: teoría, relaciones de producción, superestructura)». A todo esto añade el reconocimiento (en respuesta a ciertas preocupaciones no marxistas) de que, «por tanto, es cierto que determinado tipo de fijeza en los principios es lo que ancla ciertos contenidos de la tesis dialéctica al materialismo». Después aborda el lado dialéctico del materialismo dialéctico:
Para ser dialéctico (es decir, para no ser mecanicista), es también necesario reconocer la negación de esta fijeza.
Si es cierto que la fijeza estratégica («en general») del término principal avala el materialismo en la dialéctica, su no-fijeza táctica («en condiciones determinadas») avala la dialéctica en el materialismo […] el materialismo es lo que estructura la contradicción al fijar estratégicamente el lugar de sus términos; la dialéctica es lo que contradice la estructura al pensar en la inversión de los lugares, la no-fijeza de la asignación de términos.
Algunas páginas después, Badiou extrae de esto una conclusión de enorme importancia: es necesario dialectizar la dialéctica misma; dicho de otro modo, hay que lograr que la dialéctica se vuelva autorreflexiva. En numerosas ocasiones posteriores reafirma esta tesis, una tesis sobre la que me apoyaré más adelante en este ensayo.
Badiou no solo tiene reservas maoístas sobre la versión de Engels del materialismo dialéctico; por múltiples razones (muchas de ellas relacionadas con su fidelidad a Jean Paul Sartre y Louis Althusser), es también alérgico al tipo de alianzas establecidas con las ciencias empíricas y experimentales de la naturaleza estimadas por el propio Engels. Pero, curiosamente, Sebastiano Timpanaro y Lucien Sève, dos paladines del acercamiento a lo Engels entre el materialismo marxista y las ciencias, hablan positivamente de dialectizar la dialéctica. Antes de adentrarnos en los principales escritos de Engels relacionados con la ciencia, merece la pena detenerse en algunos aspectos más de la filosofía de Badiou.
A pesar de su pronunciada inclinación postalthusseriana por la formalización matemática y su correlativamente restrictiva concepción de la cientificidad, Badiou, en una reciente serie de entrevistas, dice un buen número de cosas interesantes. Ante todo, declara lo siguiente: «En lo que respecta al pensamiento, soy partidario de la doctrina de las emergencias. La vida es un universo irreductible a la materia, y el pensamiento es un universo irreductible a la vida. El pensamiento es en todo caso una actividad sui generis». Estas palabras tienen todo el aspecto de respaldar el emergentismo, entendido como un conjunto de modelos teóricos en las ciencias naturales en general y en las ciencias de la vida en particular (modelos que hacen hincapié en la irreductibilidad y la complejidad en diferentes niveles materiales). Dada la frecuente negativa de Badiou (inspirada en Koyré) a conceder a la biología un estatus científico por encima de la química molecular (y así lo reitera en estas mismas entrevistas), esta nueva referencia, que no se halla en su trabajo anterior, resulta un tanto sorprendente. Sin embargo, el recurso al emergentismo no solo es coherente con su juvenil adhesión al materialismo de la tradición marxista (sobre todo en su variante maoísta); en este contexto, podría interpretarse que la «dialéctica materialista» de Logics of Worlds, magistral obra publicada en 2006, entraña una versión no-biológica del concepto de emergencia poderosa, entendida como génesis inmanente de lo trascendente posterior (como podrían serlo numerosos comentarios de Alfred Sohn-Rethel sobre la aparición de «abstracciones» a partir de bases naturales, físicas, empíricas o históricas, comentarios que probablemente prefiguran el materialismo dialéctico de Badiou y están prefigurados por el Engels de Anti-Dühring, que se esfuerza en fo...