
eBook - ePub
El PCE y el PSOE en (la) transición
La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político
- 464 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
El PCE y el PSOE en (la) transición
La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político
Descripción del libro
Durante la transición española los dos principales partidos políticos de la izquierda experimentaron una acusada y acelerada transformación ideológica. El PSOE pasó de la enfática afirmación de un socialismo de resonancias marxistas a la apuesta por una nueva concepción entre la socialdemocracia y el liberalismo social. Por su parte, el PCE se distanció de la ortodoxia marxista-leninista para impulsar un nuevo fenómeno ideológico, el eurocomunismo, que entró en bancarrota al final del proceso. En esta brillante obra se analiza la relación problemática que la izquierda mantuvo con sus tradiciones doctrinales y se examinan los complejos factores que motivaron su acusado cambio ideológico.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a El PCE y el PSOE en (la) transición de Juan Antonio Andrade Blanco en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia del siglo XX. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
II. LA IZQUIERDA EN (LA) TRANSICIÓN: DE LA LUCHA ANTIFRANQUISTA AL CAMBIO IDEOLÓGICO
EL PCE EN EL TARDOFRANQUISMO Y LA TRANSICIÓN: DE LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA AL ABANDONO DEL LENINISMO
El partido de la oposición
En vísperas de la muerte del general Francisco Franco el PCE era el partido político más potente de la oposición. Disponía de una militancia numerosa y entregada, de cuadros experimentados y de una dirección cohesionada. Desde la formulación de la Política de Reconciliación Nacional en 1956[1], con la que puso fin a la lucha armada y decidió utilizar los resquicios legales del régimen para generar una oposición pacífica de masas, su capacidad de influencia social había ido en aumento. El impulso a las Comisiones Obreras en el mundo del trabajo, la promoción de sindicatos democráticos en la universidad, la dinamización del movimiento vecinal, la adhesión de profesionales e intelectuales a su proyecto y la apertura hacia los sectores progresistas del catolicismo lo convirtieron en la principal fuerza de oposición a la dictadura, y le auguraban un papel protagonista en el proceso destinado a reemplazarla.
Si el PCE se convirtió en la fuerza por excelencia del antifranquismo fue porque supo adaptar mejor que nadie su estrategia a las importantes transformaciones económicas, sociales y culturales que se produjeron en España a lo largo de la década de los sesenta. Estas transformaciones económicas, que vinieron incentivadas en buena medida por lo que se dio en llamar «el desarrollismo», generaron las condiciones de posibilidad para abrir una dinámica de conflictividad social y política que desgastó de manera considerable a la dictadura y que, hegemonizada por el PCE, le sirvió de caldo de cultivo para cobrar fuerza y prestigio[2]. Antes de llegar a esta situación, el PCE atravesó una fase más dura que se prolongó al menos hasta finales de los cincuenta, caracterizada por el desarrollo de acciones puramente resistenciales en las penumbras de la clandestinidad y por el lanzamiento esporádico de grandes convocatorias huelguísticas de «ilusorios objetivos finalistas»[3]. Semejante contradicción se explica por el hecho de que esas grandes convocatorias sirvieron a otros propósitos más realistas que los declarados públicamente. Efectivamente, estas convocatorias estuvieron muy lejos de amenazar la estabilidad del régimen, pero sí sirvieron para mantener en tensión a la militancia, de foco de atracción para nuevos militantes, de espacio de ampliación de la política de alianzas, de acción propagandística y para que se visualizara también la naturaleza inherentemente represiva de la dictadura[4].
No obstante, esta situación cambió por completo a lo largo de la década de los sesenta, durante la cual los militantes comunistas pasaron de los soterrados ambientes clandestinos a constituirse en la vanguardia de amplios movimientos sociales[5]. Fue el impulso, la presencia abrumadora y la dirección política que el partido ejerció sobre estos movimientos sociales lo que lo fortaleció y le permitió asumir el liderazgo del antifranquismo.
La centralidad de la lucha social contra la dictadura la ocupó el movimiento obrero. El PCE fomentó el «entrismo» en las estructuras oficiales del régimen para arrancar el movimiento de las Comisiones Obreras de las entrañas del propio Sindicato Vertical. Esta estrategia de caballo de Troya permitió incorporar a las acciones de oposición a amplios sectores de las clases trabajadoras y diseñar dinámicas de ocupación del espacio público que quebraron la paz social preconizada desde el régimen. El origen de la conflictividad social generada por el movimiento obrero tuvo que ver en muchos casos con reivindicaciones en principio laborales, pero la falta de cauces legales que las canalizara terminaba politizándolas. A medida que avanzaron los años sesenta, las reivindicaciones abiertamente políticas de los trabajadores se explicitaron y generalizaron, y rara fue la convocatoria en la que no se solicitaba la libertad sindical, el derecho de huelga, la amnistía de los represaliados y garantías democráticas más generales[6].
Durante la segunda mitad de los sesenta los comunistas desempeñaron también un papel determinante en la constitución de sindicatos democráticos de estudiantes. Estas experiencias de autoorganización de los universitarios al margen del SEU generaron espacios de socialización política en los que se desarrollaron formas de convivencia democrática más avanzadas de las que cristalizarían posteriormente en el sistema político resultante de la Transición. La experiencia de los sindicatos democráticos languideció en los setenta como consecuencia, entre otras cosas, de la irrupción de perspectivas ideológicas radicales de inspiración sesentayochistas que provocaron la atomización del movimiento estudiantil y la ascendencia sobre él de organizaciones que se situaban a la izquierda del PCE. Aun así, movimientos como el de rechazo a la Ley General de Educación o el del Profesorado No Numerario en los setenta serían impulsados y hegemonizados fundamentalmente por los militantes del partido[7].
El movimiento vecinal se consolidó en la primera mitad de los setenta bajo el impulso, no sólo pero sí en buena medida, de activistas del PCE, sobre todo en las barriadas socialmente desasistidas de las grandes ciudades del país, que luego constituirían los bastiones electorales del partido. La reivindicación de mejoras en las infraestructuras de comunicación y mantenimiento o en los servicios sociales tuvieron como colofón la reclamación de la democratización de los ayuntamientos y, por extensión, de la sociedad en general. Al mismo tiempo el movimiento vecinal desarrolló acciones fundamentales de apoyo y asistencia a las luchas de los trabajadores[8]. Por otra parte, numerosos profesionales e intelectuales accedieron a las filas del PCE para organizarse en una tupida y flexible estructura sectorial que permitió al partido llevar sus enfoques y reivindicaciones a los colegios profesionales y a los espacios de la cultura. Finalmente, de manera transversal a todos estos movimientos, el partido se constituyó en el referente de la lucha antifranquista para muchos cristianos que venían disintiendo de la dictadura y sintonizando con las tendencias socializantes que cobraron fuerza en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano Segundo[9].
Estos movimientos sociales desataron una conflictividad social multiforme que erosionó de manera importante al régimen, porque quebró el orden público, evidenció los límites de la represión y le sustrajo importantes apoyos sociales. La implicación del PCE en los movimientos sociales modificó por completo la fisonomía y la naturaleza misma del partido. El trabajo en estos frentes de masas –como así se llamaban en el argot de la época– redundó en beneficio de su fortalecimiento organizativo, de su crecimiento afiliativo y de la ampliación de sus espacios de influencia. El trabajo en las Comisiones Obreras, en los sindicatos democráticos, en las barriadas o en los colegios profesionales modeló el perfil de buena parte de los comunistas que, si bien siguieron militando clandestinamente en el partido, se constituyeron en verdaderos referentes públicos en sus ámbitos de activismo social[10]. En definitiva, en vísperas de la muerte de Franco el PCE era un partido con un fuerte arraigo social, cuya hegemonía sobre los principales movimientos sociales lo constituyó en el eje del antifranquismo. Desde esta posición el PCE había elaborado un proyecto concreto de Transición a la democracia.
El proyecto de Transición diseñado por el partido a lo largo de los años sesenta fue resultado de diversos debates, correcciones más o menos reconocidas e innovaciones estratégicas atípicas en el Movimiento Comunista[11]. Pero su esquema básico para el cambio estuvo sujeto hasta principios de los setenta a una premisa que se evidenció errónea: la de que «la burguesía monopolista española», principal soporte social del régimen, estaba incapacitada, por tradición y por apego a sus propios intereses, para buscar una salida democrática a una posible crisis del franquismo[12]. El proyecto estratégico del PCE era encauzar el proceso de Transición en la perspectiva del socialismo a través de una fase interpuesta, «la democracia político-social», que vinculara, por medio de una amplia política de alianzas, a la inmensa mayoría de la población[13]. El instrumento para esa estrategia era la huelga nacional: una acción pacífica de masas que a la muerte del Caudillo paralizaría el país forzando la caída de sus herederos, debilitando las posiciones de las clases dominantes y abriendo un proceso constituyente dirigido por un gobierno provisional amplio y plural[14].
No obstante, la fuerza de los hechos exigió modificaciones en el discurso del PCE, que afectaron incluso a su premisa de partida. En el llamado Pacto para la Libertad, ratificado en el VIII Congreso en julio de 1972[15], se lanzó una propuesta al resto de la oposición que partía de la constatación de varios fenómenos. Según la percepción del PCE, la burguesía monopolista estaba tomando conciencia de que la ligazón de sus intereses a una dictadura agónica le deparaba un futuro peligroso, y que sus posiciones de poder podrían garantizarse si ellas mismas controlaban un proceso de cambio que instaurase en España un sistema político de apariencia democrática. En el camino habrían quedado neutralizadas la posibilidad de que una ruptura plena depurase de sus puestos a quienes habían estado comprometidos con la dictadura y la amenaza de que los cambios institucionales pudieran traer consigo transformaciones socioeconómicas no deseadas. La oposición del partido comunista a este proyecto fue rotunda, pero la actitud hacia sus promotores políticos resultó un tanto ambigua. Se denunciaba la intención que los aperturistas tenían de dividir a la oposición y marginar definitivamente al PCE, pero se reconocía la utilidad que estos nuevos sectores ofrecían para aislar al búnker[16]. Atendiendo a esos análisis, en el Pacto para la Libertad se lanzaba una propuesta de acuerdo al resto de los partidos que apostaban abiertamente por la democracia. El compromiso giraba en torno a los siguientes puntos: formación de un gobierno provisional amplio y plural, amnistía plena, reconocimiento de todos los derechos y libertades fundamentales, elecciones libres que incluía el pronunciamiento sobre la Jefatura del Estado y la apertura de un proceso constituyente[17]; en definitiva, una oferta mínima que apostaba por la ruptura democrática pero que excluía, por lo pronto, cualquier contenido social que sirviese de motivo para el desacuerdo.
Conscientes de la necesidad de generar dinámicas unitarias que fortaleciesen al conjunto de la oposición, el PCE promovió en el verano de 1974 la creación de la Junta Democrática de España. Este organismo estuvo constituido por el propio PCE, el Partido del Trabajo, el Partido Socialista Popular, el Partido Carlista, CCOO y otras organizaciones políticas de ámbito regional; pero integraba, además, a representantes de asociaciones de vecinos, de colegios profesionales y a personas independientes de procedencias políticas diversas y de reconocido prestigio en la vida pública española. El cometido de la Junta era doble. Por una parte, debía servir de instrumento unitario de oposición al régimen, aglutinando en todos los ámbitos de la sociedad civil las expresiones disidentes todavía dispersas. Por eso la Junta no se concibió tan sólo como una agrupación de las cúpulas dirigentes de los partidos citados con el añadido anecdótico de personajes ilustres. El objetivo era promover la creación de juntas democráticas por toda la geografía española para unificar esfuerzos y criterios en las acciones diarias de confrontación con la dictadura. La apuesta del PCE tuvo una aceptación relativa y pronto proliferaron juntas en las principales ciudades españolas, cuyas acciones fueron de la presentación de alternativas globales al franquismo a la denuncia abierta y expresa de las actuaciones cotidianas del régimen[18]. Por otra parte, la Junta Democrática fue concebida como un ensayo del futuro gobierno provisional que debería tomar las riendas del cambio tras el derribe de la dictadura. Su composición ideológicamente variopinta y la presencia citada de personas sin adscripción partidaria respondían a la propuesta comunista de conformar un gobierno transitorio, amplio y plural en el que todas las agrupaciones políticas desvinculadas del régimen se pudieran sentir representadas, y en la que ninguna de ellas pudiera recelar del protagonismo de cualquier otra[19]. En definitiva, el PCE apostaba por un organismo unitario que sirviera de instrumento de oposición al Régimen pero que fuera al mismo tiempo el embrión del gobierno que debía gestionar su desaparición. La línea de convergencia auspiciada por el PCE partía de la necesidad de aglu...
Índice
- Portada
- Portadilla
- Legal
- Dedicatoria
- Prólogo a la segunda edición
- Prólogo
- Agradecimientos
- Introducción
- I. Marco conceptual
- II. La izquierda en (la) transición: de la lucha antifranquista al cambio ideológico
- III. Los intelectuales
- IV. Los militantes de base
- V. El cambio ideológico en los medios de comunicación
- VI. La izquierda en (la) transición: fin de trayecto y cambio de ciclo
- VII. Recapitulación y conclusiones
- Fuentes y bibliografía